Visitar a Jesús, sí, pero que abran las iglesias

 Espiritualidad

Visitar a Jesús, sí, pero que abran las iglesias

Abran las puertas de las iglesias a la adoración a Jesús

Hoy resulta difícil visitar a Jesús en el Sagrario. Cuando acudimos a los pueblecitos en paseo reconfortante y las iglesias se encuentran cerradas, sentimos nostalgia de épocas pasadas. Caminamos por la ciudad y el fenómeno es parecido.     Cuántos templos clausurados fuera de las horas de culto.

            A las doce y cuarto de mediodía entraba no hace mucho tiempo en una iglesia. Diez minutos más tarde, el sacristán, provisto de enormes llaves me invitaba a salir, porque procedía a cerrar las puertas. “Aquí nadie viene después de las misas”, me dijo. Y yo pensaba: ¿Dónde comenzará el círculo vicioso? Son pocos los templos abiertos durante todo el día. Depende del sacerdote rector de la parroquia.

            Me voy cansando de empujar portones de iglesias; resulta inútil. Es preciso visitar a Jesús desde el atrio espiritualmente.

            Hace ya muchos años fui invitado a pernoctar en Madrid en el domicilio de los padres Blancos. Eran todavía tiempos preconciliares. Cené con aquellos amigos. Me acompañan después al dormitorio circunstancial, un moderno cuarto de estar. Me dice el padre Yániz: “Hoy vas a dormir en compañía de Jesús Sacramentado”. Acto seguido abre el armario. Dentro aparecía un digno Sagrario y en su interior la Eucaristía. “¿Cómo habéis conseguido permiso para reservar en casa al Señor?” Y Yániz responde: “A nadie hemos pedido permiso. Pero somos sacerdotes y amamos a Jesús. Por eso habita en nuestra casa. Cuando alguien quiere orar, abre la puerta del armario... Quedé perplejo de momento. Después he pensado muchas veces en las palabras del amigo padre Blanco: “Aquí le amamos...”

            En el Código de D.C. (escribí estas notas antes de que saliera el nuevo del 83) aparecen las personas que con derecho propio pueden reservar en su casa la Eucaristía: El Papa, los obispos, los reyes... Observo también que comunidades religiosas muy reducidas lo reservan en sus pisos. Se supone en el Código que todos estos pueden disfrutar de la presencia de Jesús porque le aman. No quiero pensar que se les conceda por su dignidad privilegiada, ya que en la oración litúrgica cuando piden a Dios por ellos mismos usan esta expresión “Yo indigno siervo tuyo”. Nadie es digno de que Cristo permanezca en su casa, ni de comulgar. “Señor, yo no soy digno”. La ley del amor es la suprema en que se encierran todas. Por amor le he visitado durante tantos años. Por ese mismo amor, ahora que tengo tanta dificultad para entrar en las iglesias para visitarle, Lo reservo ahora en mi casa en mi capilla doméstica. Todos los de la familia le amamos y formamos una pequeña comunidad de fe y queremos comprometernos con Jesús. El uso de la epiqueya en este asunto me parece del todo oportuno.

            ¡Cuántos miles de Sagrarios en el mundo ignorados por todos! ¡Cuántas iglesias cerradas! En nuestra casa no es el gran desconocido. Es el centro de nuestro hogar. Por eso deseamos que esté con nosotros. En Ti, Señor, esperamos; a Ti amamos. Él se encuentra a gusto entre nosotros. --- Desde el 22 de Julio de 1983, mis bodas de plata sacerdotales, Jesús está en nuestro hogar.

José María Lorenzo Amelibia  

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José María Lorenzo Amelibia 

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