En alguno de mis viajes hacia Madrid he parado en Lerma a visitar al Señor expuesto en la custodia, en el convento de Clarisas. Es un gozo. Pero en los últimos años además celebramos la existencia de este convento como noticia de gran magnitud.
Es un fenómeno extraordinario. Aquel cenobio con unas pocas monjas ha reventado en vocaciones. No sabemos cómo explicarlo; y nos da un poco miedo echar las campanas al vuelo. Eso sí, si la obra de verdad es de Dios, seguirá adelante.
Verónica Berzosa entró como novicia clarisa a sus 23 años. Todavía, creo, no había acabado su carrera de medicina. Había tenido un novio, y de los buenos, pero ella quería un amor que nunca pudiera morir y se entregó al Señor en Lerma. La nombraron maestra de novicias y aquello fue viento en popa: diez, veinte… y así hasta cerca de 200 (doscientas) y otras muchas que están aguardando turno. No cabían en el antiguo y bello convento, y abrieron otro en La Aguilera, cerca del primero, y también se ha llenado.
Aquello parece más que un monasterio un colegio de alumnas; todas jóvenes, con carrera recién terminada la mayoría. Muchas, han renunciado a empleos golosos. Se las ve felices; irradian alegría profunda y sincera por todo su ser.
Llena de ilusión a un cristiano esta gran noticia; y alabamos al Señor por esta especie de milagro en tiempos de increencia.
Parecía que brotaba una renovación en el siglo XXI de la orden fundada por Santa Clara de Asís. Pero viene ahora la sorpresa.Con todos los permisos de la Santa Sede este grupo tan nutrido de clarisas con la abadesa a la cabeza, se escinde y fundan un nuevo instituto religioso que se llama “La comunión de Jesús”. Dicen que van a seguir su mismo carisma de “evangelización de la juventud”. Y aseguran que no supone un cambio brusco; todo seguirá igual.
Suponemos que, si queda alguna de las antiguas monjas y no están conformes, las trasladarán a otro lugar. Suponemos y deseamos que todo sea para la mayor gloria de Dios y el bien de las almas.
Pero tengo mis temores y mis interrogantes. ¿Por qué el convento se negaba a enviar refuerzo a otros lugares de la misma orden, carentes de vocaciones? ¿No hubiera sido más provechoso y menos obra de una única persona una renovación común? ¿Cuál será la perseverancia de esta juventud enardecida y que se siente feliz, cuando lleguen las pruebas de la madurez? No es difícil ser santo hasta los treinta años. La dificultad es perseverar a los cincuenta, sesenta… Al parecer hay cierta afinidad y simpatía con el Camino Neocatecumenal, los Quicos.
Bien que les hayan dado la oportunidad de una nueva fundación. En la Iglesia a lo largo de la historia no es caso único. Uno de los más recientes es la escisión de Las Siervas de María, en otra del mismo tipo de apostolado de los enfermos, las Siervas de Jesús. Las dos fundadoras están en los altares.
Pero a mí sigue resultándome extraño el fenómeno. Y ojalá sea para la gloria de Dios. Demasiado ruido. No sé… Que mis temores se desvanezcan.