Cuando los clérigos hablan con el resto de cristianos: "Vosotros y nosotros"
Crítica Constructiva
| José María Lorenzo Amelibia
Cuando los clérigos hablan con el resto de cristianos: "Vosotros y nosotros"
(Vida Nueva)
Estoy en Misa. Acudo como simple fiel desde que salí de la estructura clerical. Las preces de los fieles recuerdan invariablemente las jerarquías:
- - Por el Papa; que el Señor le ilumine...
- - Por los obispos...
- - Por los sacerdotes...
- - Por los seglares...
Un día y otro día se va repitiendo la oración que recalca la estructura piramidal. El “nosotros” y el “vosotros”. Las castas diferentes. No me gusta.
Ni imagino a Cristo dirigiendo estas preces ante el pueblo que escucha. El Padre Nuestro no marca distancias; une a todos en el ideal trascendente.
¿La fórmula que nosotros empleamos será solo para entendernos? Creo que no. Tanta repetición a todas las horas marca las clases de forma alarmante.
Cuando se reúnen los dirigentes es natural que se hable de los fieles o seglares. De alguna forma se tienen que entender. Pero ¿qué necesidad hay de estar recordando en todas las ocasiones: “Aquí estamos nosotros; ahí vosotros”.
“Nosotros, vosotros”, las castas. Sin embargo, el cuerpo es uno. ¡El Cuerpo Místico de Cristo! ¿Cuándo desaparecerá el afán de subrayar la diferencia de las funciones a todas las horas? ¿Por qué poner tanto apartado a las plegarias? Sí; cabe una explicación: como los dirigentes tienen la responsabilidad mayor, rezamos de un modo especial por ellos. Pero ¿es que les tocaría menos parte de la plegaria si pidiéramos por todo el Pueblo de Dios? ¿Serían menos protegidos los jerarcas? ¿Qué nos parecería en una celebración castrense: “¿Roguemos por el General, por los coroneles, tenientes coroneles, comandantes, capitanes, tenientes, alféreces, brigadas, sargentos, cabos y soldados? ¿No es la causa común? ¿No supone todo esto una toma de postura: aquí estamos nosotros?
¿También en el Reino de los Cielos estaremos estratificados según los puestos que hemos desempeñado en el mundo? No. La gloria que se manifieste en nosotros será proporcional a nuestras obras buenas.
Nuestra mente se encuentra clericalizada a base de siempre en todo al clero como protagonista. Las personas ya tienen cultura suficiente y no necesitan para desarrollarse la acción del clero. En la Iglesia es hora de que todos colaboren en la construcción del Pueblo de Dios, incluso con cierta autonomía. ¡Cuánta importancia se da a la misión canónica! Parece que a los jerarcas de miedo que el pueblo se ponga en marcha sin control meticuloso de todo movimiento. Entiendo que, por educación, respeto, convivencia, unidad, convenga informar al jerarca de los movimientos, pero sin que esto suponga la fiscalización por parte de ellos.
Hasta la saciedad se repite que la autoridad es un servicio. ¿Es de verdad un servicio? No se trata de que un obispo desempeñe el oficio de portero o de que el Papa barra los despachos. Pero sí deben bajar del trono, que de modo artificial se les ha fabricado, y molestarse en acudir a todos los rincones para animar, ayudar, palpar los problemas en el propio ambiente.
La vestidura, cuajada de atributos y colorines, aísla, separa del resto de los mortales. En un primer golpe de vista causa impacto mayestático, sobrecoge. Hace falta un esfuerzo de reflexión para no tomarlo demasiado en serio.
Los reyes y magnates seculares, fuera de los actos protocolarios, han renunciado ya sabiamente a la indumentaria sofisticada de sus mayores. Incluso los militares visten de raje civil en las horas ajenas a su servicio. En la clerecía todavía marchan por la calle con atuendos anacrónicos que separan del pueblo. Ellos, creo, lo harán con buen espíritu. ¿Pero se darán cuenta del alejamiento psicológico de aquellos a quienes deben servir?
Las apoteosis papales. Cristo se escondió cuando quisieron proclamarle rey. Sus vicarios han logrado lo que Jesús rehusó. La fuerza física destronó el poder temporal de los papas, pero aun ahora quieren guardar las apariencias de jefe de estado. Para ello existen muchas razones, pero ¿tienen razón? ¿Qué haría Cristo ahora? La plebe aclama al Pontífice en sus viajes triunfalistas. A Jesús, en una sola ocasión se le vitoreó. Días más tarde el pueblo lo condenó. Hace pensar. Sé que dejar el estado vaticano sería muy problemático. Pero al menos hemos de mirarlo como un mal menor; pero un mal.
Existe un sector fanático, casi supersticioso, que necesita idealizar a algunas personas líderes de multitudes. ¿Por qué el Papa aceptará estas manifestaciones? ¿Mal menor? ¿No sería más positivo que viajara de incógnito por todo el mundo para visitar a los fieles, como un obispo en su diócesis?
Tal vez mis ideas sean mera apreciación subjetiva. Es verdad que las apoteosis papales pueden representar una afirmación de la trascendencia frente al ateísmo. ¿Se han de manifestar tan solo las personas para defender los bienes caducos? En estas interrogantes me devano. No llego a aclararme, pero juzgo peligroso encarnar la idea de trascendencia en una persona. Muchos se quedarán en el significante sin llegar al significado.
Es muy difícil la capacidad de abstracción en una multitud masificada. Estas ideas pienso que llegarán a ser realidad, pero dentro de muchos años, tal vez siglos. Existen muchos intereses creados en mantener un estatus de poder en las altas esferas vaticanas.
José María Lorenzo Amelibia
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