Poniéndonos a tono

Sin duda la enfermedad es una escuela, y además un buen colirio, porque a partir de ella uno ve y comprende muchas cosas que hasta la fecha ignoraba, o simplemente no era capaz de ver: los achaques de los mayores, las quejas y lamentos de los que tienen dolor, la falta de reflejo de unos, la dificultad de otros, etc. En definitiva, uno se hace cargo de lo que puede llegar a pesar la cruz ajena, viendo cómo pesa la propia.
Lo que es más importante, de este periodo en el que voy “en cámara lenta”, es que creo que estoy aprendiendo a no vivir contra-reloj, a reconocer los límites, y sobretodo a observar y descubrir lo que hasta ahora no tenía tiempo, o simplemente no había descubierto por ir corriendo por la vida.
Hoy veo que toca “vivir”, y olvidarse de ello es arriesgarse a pasar por la vida sin haber gustado de tantos secretos que se revelan a los que están dispuestos a observar y a vivir “el instante” presente, sin más pretensión que “estar”, disfrutar y celebrar todo lo que se nos da gratuitamente.
Desde esta perspectiva creo que vale decir: “¡A vivir que son dos días!”. Pero a VIVIR, no de cualquier manera.
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