Lo que no quieres que se sepa: ¡ni lo pienses!

“Esta sentencia estaba siempre en los labios de una persona a la que todos tenían por muy sabia, y a la que habían rodeado de un halo de veneración: Nadie podía contradecirle en nada, y todo lo que decía debía aplaudirse, porque caerle en desgracia significaba firmarse la sentencia. Contrariamente, adularla, daba licencia para todo, en el reinado de los secuaces de “esta persona, presumiblemente sabia”. Pretendía que todos confiaran en ella, pero ella, no confiaba en nadie.

El problema es que “se lo creía”, tanto, que cuando perdió “el poder” se dio cuenta que perdió los aduladores y que estaba sola. Había vivido desconfiando de los otros, y había fundado su vida en la “sospecha”, lo que le acarreó una soledad tremenda, y una amargura que intentaba disimular con frases hechas, que antes encontraban eco, y ahora, en su vejez, inspiraban lástima.

“Lo que no quieras que se sepa, ¡ni lo pienses!”, era un consejo suyo, porque bien sabía de la fragilidad humana que hace, unas veces difícil y otras imposibles, la fidelidad a los secretos y la prudencia, y como ella cojeaba de este pie, pensaba que todos eran iguales… Y a fuerza de aconsejar la desconfianza, pasó la última etapa de su vida hundida en la autocompasión, en la tristeza de una soledad vacía, y con la amargura de haberse engañado y desperdiciado su vida”. Tenía aduladores, pero no amigos.

Esta es la historia de tantos y tantos líderes políticos, religiosos, sociales, etc. de personas que viven en el escaparate, y que a fuerza de acostumbrarse ”a vivir de la imagen”, de decir “lo que agrada” o “les hace agradables”, al final saben que tener obsecuentes no cuesta nada, y que lo único que queda y que cuenta es la verdad y la transparencia. Saben, aunque demasiado tarde, que lo que pretendían esconder, ha quedado a la vista de todos.

¿Por qué explico esta "leyenda que puede ser muy real" a las puertas de la Navidad? Porque me sorprende y me preocupa que los cristianos muchas veces entremos en esta dinámica superficial de vivir en el escaparate, rodeándonos de halagos y cerrando los ojos a la verdad; haciendo “amigos” que nos digan lo que queremos escuchar, y no la verdad. Y eso, a la larga, ¡pasa factura!

Que la sencillez de Aquel que siendo rico se hizo pobre para compartir nuestra debilidad, nos ayude a vivir en la verdad; y que no nos pase como a esta persona “presumiblemente sabia”, que se pasó la vida sin saber de verdad lo que es la confianza, el abandono, la sencillez: sin haber gustado de la verdadera “sabiduría” que nos trajo Jesús, el Dios hecho hombre, el Emmanuel.

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