De reiterativos, ¡ya se han vuelto aburridos!

Entre tanto, un buen amigo, el Dr. Martín Gelabert, dominico, hace un blog, en el que hace referencia a un post mío de hace unos días, que me tomo la libertad de citar, porque mejor que él, nadie describe con tanta claridad los no pocos comentarios que se hacen desde la ignorancia; muchos que pretenden ser de teólogos o maestros de la Santa Madre Iglesia, no han superado ni de lejos el Catecismo del Padre Astete, contra elq ue no tengo nada, ¡pero que ya es historia!
Allí dice lo siguiente:
“Atentados eucarísticos y atentados fraternos"
Cada vez estoy más convencido de la necesidad de una buena cultura religiosa, al menos en los cristianos. Para evitar afirmaciones que, quizás dichas con buena voluntad, resultan aberrantes y hacen odiosa la religión. No es fácil desprenderse de la sensibilidad y, sin duda, algunos temas, tocan muy de cerca la sensibilidad de mucha buena gente. Por eso es todavía si cabe más importante una buena formación, para controlar dentro de sus justos límites esa sensibilidad.
No hace mucho, Lucía Caram lamentaba que hubiera personas que iban a la caza de políticos que se confiesan católicos, para comprobar si se atrevían a comulgar tras haber votado leyes contrarias a la moral católica. En este asunto, me importa la reacción de uno de sus lectores, que argumentó que el cuerpo de un bebé es menos inocente que el cuerpo de Cristo y tomar sacrílegamente el cuerpo de Cristo es algo así como una pederastia eucarística. Es una reacción extrema. Pero enlaza con la sensibilidad de quienes consideran que profanar la eucaristía es mucho más grave que un atentado contra un niño. Y no es así. Porque en la Eucaristía Cristo está presente “sacramentalmente”, bajo la forma de pan y de vino. Si se profana el sacramento, nunca se manipula a Dios, ni se hiere físicamente a Cristo.
Dicho de forma provocativa: si se pincha la hostia consagrada, de allí no sale sangre, porque no la hay. Una cosa es que el sacramento merezca un gran respeto y otra confundir los planos y pasar de lo sacramental a lo físico, deduciendo que una profanación del sacramento es una herida al Cuerpo de Cristo, supongo que al celestial (porque mundano ya no lo hay) y, por tanto, es más punible que una herida al ser humano, dada la mayor dignidad del ofendido. Cada vez que intentamos manipular a Dios, solo nos encontramos con el mundo. Y a través del mundo, sobre todo a través del prójimo, es como nos encontramos sacramentalmente con Dios. Por eso, se puede y debe decir que un atentado contra el ser humano es un atentado contra Dios. Lo que no se puede ni debe es comparar un atentado contra el sacramento con un atentado contra el ser humano, porque no hay atentados directos contra Dios.”
Hasta aquí las sabias palabras del Padre Martín, eminente teólogo de la Real academia de doctores y persona nada sospechosa de herejía.
Deseo vivamente que hoy, en el día de la epifanía, el Señor purifique tantos corazones y tantas miradas, para que sepamos descubrir la luz que nos lleva a Belén, que nos conduce al Dios de la Vida, y disipe todo aquello que nos aleja de él.
Que la estrella que hemos visto, brille en nuestras palabras y actitudes, en nuestros juicios y en nuestra vida, y si no es mucho pedir, que aprendamos a dialogar, a aceptar la diferencia y a dejar de descalificarnos y tirarnos bombas que lo que hacen es herir de muerte a la caridad.