En ocasión del Día Internacional por el planeta La Tierra es un “sacramento del Hacedor”, locus theologicus: Obispo prelado del Nayar

La Tierra es un “sacramento del Hacedor”, locus theologicus: Obispo prelado del Nayar
La Tierra es un “sacramento del Hacedor”, locus theologicus: Obispo prelado del Nayar

“Pueblos originarios son la expresión encarnada de la tierra con la cual mantienen una relación mística a la que consideran Madre”

En un mensaje en ocasión del Día de la Tierra del responsable de la pastoral de pueblos originarios y afromexicanos de la Conferencia del Episcopado Mexicano, el obispo prelado del Nayar, José de Jesús González Hernández, recuerda la necesidad de recordar que la vida y sustento depende de la “Madre Tierra”  por la cual recibimos el pan de cada día.

Dirigido a los agentes de pastoral de los pueblos originarios, a los responsables de las empresas nacionales y transnacionales y al pueblo de Dios, el obispo expresa que en el Día de la Tierra que se conmemora el 22 de abril, el planeta es un “sacramento” del Hacedor, “Conservador de la vida, de Ipalnemohuani, “Aquel por quien vivimos”. Según el mensaje, los pueblos originarios son la expresión encarnada de la tierra con la cual mantienen una relación mística a la que consideran Madre: Los indígenas son tierra que se ha vuelto carne, huesos, sangre. Por esto hay en las comunidades indígenas un amor entrañable a la tierra y un profundo respeto ecológico y sagrado. Ellos saben que: “abusar de la naturaleza es abusar de los ancestros, de los hermanos y hermanas, de la creación, y del Creador, hipotecando el futuro, citando la exhortación Querida Amazonia.

Al recordar este carácter sacro de la Tierra, el obispo advierte que la misma no debería ser objeto de explotación y trae a cuenta el llamado para que “cesen los maltratos y el exterminio de la Madre Tierra. La tierra tiene sangre y se está desangrando, las multinacionales le han cortado las venas a nuestra Madre Tierra”.

Enseguida el mensaje como fue publicado en el sitio de la Conferencia del Episcopado Mexicano:

A los agentes de pastoral de pueblos originarios. Al gobierno de México. A las empresas nacionales y trasnacionales. Al pueblo de Dios en México.

A quienes tienen en sus manos la responsabilidad del cuidado de la Tierra. Les saludo en el Señor de toda bondad y misericordia.

En este Día Internacional de la Tierra, es necesario recordarnos que la vida y el sustento de la humanidad, y de todos los seres vivos, dependen completamente de los recursos y de los nutrientes que nos ofrece la Madre Tierra y que gracias a la fertilidad de su suelo recibimos “nuestro pan de cada día”. No cabe duda: la Tierra es el lugar providencial de toda nuestra vida. Ella es sacramento del Hacedor y Conservador de la vida, de Ipalnemohuani, “Aquel por quien vivimos”. En ella se revela Dios como Nuestra Dignísima Madre, Tonantzin. Por eso es que cuando se pregunta en las comunidades indígenas sobre el color de la piel de Nuestra Señora de Guadalupe, los pueblos originarios responden sin dudar que su piel es “color de la tierra”, lo cual refleja una visión profunda de fe.

Sin duda los pueblos originarios mantienen con la tierra una relación mística, y con razón todos estos pueblos, a la tierra la consideran su Madre. Las “Palabras Antiguas” (Huehuetlahtolli) de los pueblos originarios coinciden en que el origen primordial de la humanidad es la tierra. Los indígenas son tierra que se ha vuelto carne, huesos, sangre. Por esto hay en las comunidades indígenas un amor entrañable a la tierra y un profundo respeto ecológico y sagrado. Ellos saben que: “abusar de la naturaleza es abusar de los ancestros, de los hermanos y hermanas, de la creación, y del Creador, hipotecando el futuro” (Querida Amazonia, 42).

La tierra para los pueblos originarios es un espacio religioso, un locus theologicus, y no solamente un territorio geográfico y menos aún un medio de producción y explotación. Los pueblos originarios mantienen cotidianamente relaciones místicas con la Madre Tierra, porque en ella recrean sus mitos creacionales; en ella se encuentra la raíz y el ombligo de su origen, de su historia; en ella recrean sus celebraciones, sus fiestas, sus anhelos, sus utopías; en ella construyen las esperanzas de “una Tierra sin males”, de la“Tierra Florida”, de “Cielos nuevos y Tierra nueva”, en ella cimientan sus luchas y su identidad, diciendo: “somos agua, aire, tierra y vida del medio ambiente creado por Dios.

Por todo esto, pedimos que cesen los maltratos y el exterminio de la Madre Tierra. La tierra tiene sangre y se está desangrando, las multinacionales le han cortado las venas a nuestra Madre Tierra” (Querida Amazonia, 42).

Con mucha razón el Papa Francisco nos invita a hacer “Oración por nuestra tierra” y exclamar: “Dios omnipotente que estás presente en todo el universo y en la más pequeña de las creaturas, sana nuestras vidas para que seamos protectores del mundo y no depredadores, para que sembremos hermosura y no contaminación y destrucción. Toca los corazones de los que buscan sólo beneficios a costa de los pobres y de la tierra” (cfr. Oraciones. Laudato si’).

Con mi cercanía y oración.

+ Fr. José de Jesús González Hernández, OFM Obispo Prelado de Jesús María, El Nayar Responsable de Pastoral de Pueblos Originarios y Afromexicanos

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