Más que persona es ideología: Canónigo penitenciario “El anticristo se presenta como pacifista, ecologista y ecumenista”

“El anticristo se presenta como pacifista, ecologista y ecumenista”
“El anticristo se presenta como pacifista, ecologista y ecumenista”

Este es “el peligro que los cristianos corren en nuestros días”: “el Hijo de Dios no puede ser reducido a una serie de buenos proyectos comunes con la mentalidad mundana dominante”.

El anticristo

Hace ya casi 13 años, el 28 febrero de 2007, el cardenal Giacomo Biffi reflexionó ante el Papa Benedicto XVI y la Curia Romana sobre la advertencia profética del anticristo que hizo el poeta y filósofo ruso Vladimir S. Soloviev, que vivió entre 1853 y 1900. Para el pensador ruso, el anticristo no es una persona; en realidad, consiste en reducir el cristianismo a una ideología, en vez de ser un encuentro personal con Cristo salvador. Citando la obra de Soloviev Tres diálogos: “el anticristo se presenta como pacifista, ecologista y ecumenista”

La enseñanza que nos dejó el gran filósofo ruso es que el cristianismo no puede ser reducido a un conjunto de valores. “Llegarán días en los que en la cristiandad se tratará de resolver el hecho salvífico en una mera serie de valores”. Como de hecho ahora sucede.
En su Relato sobre el anticristo, Soloviev prevé que un pequeño grupo de católicos, ortodoxos y protestantes resistirán y le responderán al anticristo: “Tú nos das todo, menos lo que nos interesa, Jesucristo”. Para el cardenal Biffi esta narración es una advertencia y dice: “Hoy, de hecho, corremos el riesgo de tener un cristianismo que pone entre paréntesis a Jesús con su Cruz y Resurrección”.
El arzobispo explicó que si los cristianos se “limitaran a hablar de valores compartibles serían mejor aceptados en los programas de televisión y en los grupos sociales. Pero de esta manera habrían renunciado a Jesús, a la realidad sobrecogedora de la Resurrección”. Este es “el peligro que los cristianos corren en nuestros días”: “el Hijo de Dios no puede ser reducido a una serie de buenos proyectos comunes con la mentalidad mundana dominante”.
Sin embargo, dijo: “esto no significa una condena de los valores, sino que éstos deben ser sometidos a un atento discernimiento. Hay valores absolutos, como el bien, la verdad, la belleza. Quien los percibe y los ama, ama también a Cristo, aunque no lo sepa, porque Él es la verdad, la belleza, la justicia”.
Por otra parte “hay valores relativos, como la solidaridad, el amor por la paz y el respeto por la naturaleza, pero si estos nuevos valores se convierten en absolutos, desarraigando o incluso oponiéndose al anuncio del hecho de la salvación, entonces estos valores se convierten en idolatría y en obstáculos en el camino de la salvación”.
El cardenal Biffi hizo una última y muy grave advertencia: “si el cristiano para abrirse al mundo y dialogar con todos diluye el hecho salvífico, se cierra a la relación personal con Jesús y se pone de parte del anticristo”. Y justamente estos son los signos alarmantes que empezamos a ver en la Iglesia: la aceptación de todas las religiones como iguales, la exaltación de la ecología casi como si fuera una nueva religión, el avocamiento de la Iglesia a los asuntos sociales como si fueran la prioridad, y el descuido de la evangelización, del anuncio de Jesús muerto y resucitado por nuestros pecados.
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