Las creencias absurdas de Calvino

Un modelo de conversión /Palabra del Pastor. El Semanario de Guadalajara. 27 de Enero.-
Estimados lectores:
El lunes 24 de enero celebramos al Santo Patrono de los Periodistas y Comunicadores en general, el Obispo Francisco de Sales, quien nació en Ginebra, de una familia noble, y fue un hombre inteligente y un gran difusor de la Palabra Divina.
Al inicio del Siglo XVII, cuando tenía 35 años de edad, fue nombrado Obispo de su tierra natal, cuna del calvinismo, dando muestras de su inteligencia, piedad y amor a Dios, al cual entregó su alma a los 55 años de edad.
Una de sus características esenciales fue su capacidad de comunicar, a través del sermón y la escritura, la espiritualidad cristiana, de una forma muy sencilla pero a la vez muy profunda. Su obra más leída se llamó “La Filotea”; es decir, el alma que ama a Dios, y en ella desarrolló ese estilo propio, que gustó tanto y continúa haciéndolo a muchos lectores, a los cuales le ha sido de provecho espiritual.
Por ello, la Iglesia lo nombró Patrono de los Comunicadores; pero hubo en él otra faceta muy importante, de la que quiero yo hablarles en esta ocasión, y es que habiendo nacido y ejercido su ministerio, como dije, en la tierra del propio Calvino, polemizó bastante con los seguidores de éste, quienes defendían la doctrina de la predestinación, arguyendo que Dios, desde que nacemos, a unos los tiene destinados al Cielo y a otros a la perdición; y que aquéllos que son creados para salvarse, los ama de tal manera que les concede favores, e incluso les da los medios para que prosperen materialmente en esta vida; en cambio, los creados para la condenación eterna, son señalados desde esta vida con miserias, pobreza, atraso, enfermedades y toda clase de males.
Quién sabe de dónde sacaría Calvino estas creencias absurdas, que en nada corresponden a la Revelación cristiana, y que desde luego San Francisco de Sales atacó mediante la Doctrina cristiana del libre albedrío o libertad humana, aduciendo que Dios quiere que todos los hombres se salven y a todos les da la gracia, y en mayor o menor medida, las oportunidades suficientes para que puedan salvarse, quedando a la voluntad de cada ser humano el querer aprovecharlas o no.
A este respecto, quiero también hacer esta breve reflexión: de Ginebra, el calvinismo pasó a Holanda e Inglaterra, y de ahí llegó a Estados Unidos, de tal manera que los pioneros que vinieron a colonizar ese territorio sostenían esa doctrina calvinista de la predestinación, sintiéndose “escogidos” por Dios; y su manera de probarlo era mostrando su próspera vida, acumulando riquezas y adueñándose de tierras, bienes y poder; en cambio, para los que entonces eran pobres y los que siguen siéndolo hoy, es señal de que Dios no los ama, de que nacieron predestinados para eso, y por lo tanto, si se les humilla, explota o maltrata, no se hace ninguna ofensa a Dios.
Esas ideas calvinistas han permeado hondamente las entrañas de los protestantes de Estados Unidos, y puede que sea motivo de su progreso material, pero también podría explicar su actitud de desprecio y maltrato contra los pobres emigrantes y gente del Tercer Mundo en general, que difícilmente saldrán de su atraso, pues así lo tiene dispuesto el Señor.
Lo cierto es que en el Evangelio está muy claro que el progreso material nada tiene qué ver con la salvación; más aún, Cristo prefiere a los pobres porque, dijo, de ellos es el Reino de los Cielos; que Él mismo nació y fue pobre, y señaló a la pobreza como una situación más favorable para la salvación eterna.
Ahora bien, volviendo a San Francisco de Sales, que acabamos de celebrar en compañía de un grupo de Comunicadores, quiero exhortar, a todos los que se dedican a esta actividad, que se encomienden a él, que lo conozcan, que lean alguna de sus obras, porque podrá serles de gran utilidad, no digamos sólo en lo espiritual, sino incluso para ejercer el arte de comunicar bien, para saber cómo llegar a la gente de forma amena, sencilla y transparente.
Ojala que este Santo les ayude e interceda por todos ustedes.
Dios los bendiga.