#sentipensares2025 “Escoger la mejor parte”

“Escoger la mejor parte”
“Escoger la mejor parte”

“Escoger la mejor parte”


Queridas hermanas y hermanos,
El Evangelio de hoy, nos presenta una escena que ha marcado profundamente nuestras vidas como mujeres, como defensoras de los derechos humanos y como creyentes. Es esa escena donde Marta recibe a Jesús en su casa y María se sienta a sus pies para escucharlo.

Este texto refleja la cercanía de Jesús con ambas discípulas. Marta y María eran sus amigas; su casa era también su refugio, un lugar de confianza y cariño. Podemos imaginarlas compartiendo esa intimidad con él, como quien se siente en familia. Y ya en confianza, vemos a Marta, con los brazos en jarro, reclamándole a su amigo Jesús: “¿No te das cuenta que me deja sola con todo el trabajo?”

Muchas veces, como comunidad de mujeres y hombres comprometidos con el Reino, nos sentimos Marta. Para nosotras y nosotros, el activismo es fundamental en la construcción de ese Reino de justicia y paz. Defender los derechos humanos es proclamar el Kerigma de la Buena Nueva con obras concretas: justicia, dignidad, pan y libertad para todas las personas. Es la mejor parte que hemos escogido porque nos reconcilia con nuestro yo profundo y con la vocación que la RUAH nos inspira. No podemos vivir una espiritualidad desconectada de la vida, especialmente de la vida rota, marginada y herida de nuestros pueblos.

Pero también, como María, anhelamos sentarnos a los pies del Maestro, escucharlo sin prisas, contemplarlo sin interrupciones. Ser una comunidad mística que disfruta de la intimidad con Dios.

Aquí comprendemos que no se trata de elegir entre Marta o María como opuestos. Jesús no rechaza el servicio, sino la ansiedad, la preocupación y la turbación que nos hacen perder la confianza en Dios y en nosotras mismas.
Jesús conjuga dos estilos de vida aparentemente contradictorios.
Él no aprueba un activismo sin espiritualidad, ni una espiritualidad anestesiada y evasiva del compromiso.
Así lo vivieron nuestras grandes místicas activistas de la historia. Pensamos en Hildegarda de Bingen, monja benedictina, profetisa, médica, artista y defensora de la justicia para su comunidad. Pensamos en Catalina de Siena, que hablaba de Dios al Papa y hablaba de política con los poderosos. Pensamos en Dorothy Day, que escuchaba la Palabra y la convertía en pan, techo y dignidad para los empobrecidos en su movimiento de hospitalidad radical. Pensamos en Edith Stein (Santa Teresa Benedicta de la Cruz), filósofa y activista por la dignidad humana hasta su muerte en Auschwitz. Pensamos en Madeleine Delbrêl, quien decía: “La oración es tan vital como el respirar, y la justicia tan vital como el pan.”

Ellas, como María y Marta, nos enseñan que la mejor parte no es elegir entre contemplar o actuar, sino integrar ambas como un solo camino.

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