#poemario2023 SUS MIRADAS
Saberse conocida por Él
| Martha Eugenia, Mujer Mariposa

Lo había visto a los ojos innumerables veces,
aunque no estaba permitido en su entorno,
pero con Él era imprescindible,
pues se descansaba con tan solo hacerlo.
Su mirada penetrante,
cuando se posaba en ella,
parecía horadarla,
trasmitiéndole paz, alegría.
Al principio bajaba la vista asustada.
Con el paso del tiempo descubrió
que saberse conocida por Él
era lo mejor que podía pasarle.
Cuando cansado, desanimado o enojado
le acercaba una vasija con agua para beber,
su mirada agradecida y silenciosa,
le comunicaba más que con las palabras
su retribución por tan sencillo gesto.
Magdalena sabía con tan serlo verlo,
si era adecuado iniciar una charla,
o permanecer en silencio.
A veces al saberlo abatido,
con la sensibilidad femenina que percibe,
con un abrazo lo descansaba,
lejos de miradas indiscretas.
Podían reír a carcajadas,
cuando algo lo ameritaba.
Eran cuidadosos,
pues saberse amigos
no era bien visto por muchos
en su entorno.
Por eso, apreciaba esos instantes
en que podían trasmitirse ese cariño
que los amigos cercanos poseen
como tesoro resguardado.
Ella, la Magdalena,
él, el Maestro de Galilea.
Ella, mujer devaluada por los suyos,
él, el Hijo de Dios amoroso.
Ella, la que antaño sin objetivo viviera,
él, el que le enseñó el camino de la vida.
Ella, la mujer inteligente e incomprendida,
él, el Hombre que supo escuchar y alentarla.
Ella la restituida como Mujer,
él, el Rabí que aceptaba la importancia de su ser femenino.
Ella, la llamada cuando se mostró humilde y atenta
ante la enseñanza del Maestro,
él, cuando sencillo reconoció
la dignidad que ella poseía.
Ella, Magdalena discípula,
él, el Rabí, el Hijo del Altísimo.
Por eso, esa madrugada del domingo
desconsolada lloraba,
ante la pérdida del amigo, del Rabí.
Lo había visto padecer para luego morir,
dos días antes.
Impotente, enojada, sin comprender
tanta injusticia.
Y aún así la mirada de Jesús agonizando
le hizo sentir, le hizo saber
que agradecía su estar,
su valentía, su cercanía al pie de la cruz.
Pero ahora cuando iba a ungir ese cuerpo atormentado,
no lo encontró,
y entonces la desesperación
engulléndola casi la hacía perder la cordura.
Cuando una palabra, dicha con amor
la sacó del marasmo lamentable,
llevándola a la cúspide de la esperanza,
y encargándole un trabajo reparador.
María, Soy el que soy.
Deja de llorar.
Ve con los demás
y diles que vivo.
Que me reuniré con ellos pronto.
María, no llores
Estoy contigo.