Mc 16, 1-ss. Hoy, al sentarme bajo la buganvilia florecida en el pequeño patio de la casa donde me encuentro, me contemplo juntoa María Magdalena, María la de Santiago y Salomé: Las mujeres del alba.

Camino con ellas hacia el sepulcro donde nos han enterrado, secuestrado, enclaustrado nuestros sueños de mujeres y, nos preguntamos cómo correr la losa de prejuicios, de estereotipos, de poder, de patriarcalismo...Y, al llegar: ¡la losa está corrida y el sepulcro vacío!

Estamos libres; ya no somos siervas. Entonces con el corazón lleno de sorpresa y los ojos de maravilla, vemos y escuchamos al ángel luminoso de nuestras conciencias que nos dice: "Mujeres no tengan miedo." Ustedes con su fe, con su intuición femenina y su fidelidad, han operado el milagro de que Jesús el nazareno esté VIVO y camine con sus discípulas y sus discípulos, por las brechas de la misión.

Estas palabras del ángel y su petición de avisar a los otros, me recuerdan a Francisco cuando nos exhorta a
que caminemos en sinodalidad. Pero, llega de nuevo la duda y el miedo de que quitar la nueva losa de los sepulcros blanqueados seguirá siendo una utopía.

Así que junto a las compañeras de camino, tomamos otro rumbo como los magos en Belén y nos vamos a la Galilea de nuestra realidad cotidiana a caminar y a navegar con el Maestro, para anunciar la Buena Noticia: Dios Madre Padre nos ama como a hijas e hijos suyos y Jesús de Nazareth nos ha elegido como amigas y amigos entrañables.