Acompañar en el sufrimiento

Acompañar en el sufrimiento
Acompañar en el sufrimiento

Recuerdo a mi abuela cuando me decía: “hija, el sufrimiento es castigo de Dios, algo habrá hecho esa persona…” menos mal que eso, como tantas otras historias ya forman parte del pasado y nadie se cree eso.

Lo que sí es verdad, es que cuando llega el momento del dolor, del sufrimiento, de la enfermedad, nos cuesta demasiado aceptarlo y asumirlo. Incluso, a veces nunca se llega a hacer, pero es algo que forma parte de nuestra condición de finitud y tenemos que ser conscientes de ello, por lo que es importante que aprendamos a darle un lugar en nuestro interior.

Cuando éste se produce, tanto si es personal como de alguien cercano a nosotros, es cuando nos surgen un montón de pensamientos. Es cuando de verdad, descubrimos la fragilidad del ser humano. Te das cuenta de que de nada te sirve el poder, el dinero, el tener o tantas otras cosas que no te llevan a ningún sitio, solo a creerte lo que no eres.

Seguro que todos conocemos la frase del Cap.1 del libro de Job: “Desnudo salí del vientre de mi madre y desnudo volveré a el”. Esta frase expresa muy bien lo que es la vulnerabilidad. Entender que la salud y la enfermedad forman parte del ciclo de la vida. Recordemos también el Ev de Jn 21,18: “Cuando eras joven tú mismo te ceñías e ibas adonde querías, pero cuando seas viejo, extenderás las manos y otro te ceñirá y te llevará adonde no quieras”. Momento al que todos vamos avocados, y cuando llegue, será el momento de intentar entender y asumir. Entonces sobrarán las palabras, será un encuentro frente a frente entre nosotros mismos, sin intermediarios, dejando que hable nuestro interior, aprendiendo a escuchar, aunque nos cueste, pero hay que hacerlo, e igual de importante y necesario, es saber sentir y sentirse acompañado, tener una mano cercana que te ayude y acompañe en esos momentos.

Unido a este dolor, nos encontramos también con el dolor del alma, que no se cura con una medicación. Todos sabemos que las heridas del corazón no son fáciles de sanar. Siempre van a permanecer en nosotros, con mayor o menor intensidad, pero van a permanecer y es en ese punto, donde tenemos que dejarnos acompañar, o saber hacerlo, dependiendo de las circunstancias.

amig@s abramos los ojos a nuestro alrededor, dejemos de mirarnos el ombligo y tendamos una mano a quien te la está pidiendo, aprendamos a mirar…

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