Era el profeta que sentía arder en sus entrañas la injusticia

3 Domingo de Adviento –A  -    Mt 11,2-11    11 diciembre 2022

¿Qué nos dic[1]e Mons. Romero a partir del Evangelio de este domingo? 

Es la liberación  completa, es la que Cristo mismo le manda a decir a Juan Bautista: los ciegos ven, decid a Juan Bautista lo que estáis viendo, los muertos resucitan, se predica el Evangelio a los pobres. ¿No son estas las señales de la venida del Mesías? …..   A mi parecer, según algunos intérpretes, que Juan Bautista encontró aquí una corrección a su predicación, Juan Bautista acentuaba mucho un carácter escatológico, como un día del Señor que ya viene con ira a corregir a los pecadores, Era el profeta que sentía arder en sus entrañas la injusticia que veía en su alrededor, el atropello de tanta gente y sentía que Dios no puede tolerar estas situaciones injustas y así hace decir: raza de víboras, ¿Qué no os dais cuenta que ya está puesta el hacha al tronco para hacer caer el árbol?  Y Cristo bien con más mansedumbre. Y Cristo, a este profeta impaciente, le manda a decir: tened paciencia – como dice Santiago en su carta de hoy -, la señal del Mesías es bondadosa.” 

 En este tercer domingo de Adviento, el Evangelio de la liturgia nos trae la notable figura de Juan el Bautista. Del comentario de Monseñor Romero durante su homilía, hace ahora 42 años, retomamos dos frases contundentes para nuestra reflexión de hoy.

"Él (Juan el Bautista) fue el profeta que sintió arder en su corazón la injusticia que veía a su alrededor, tantas personas contra las que se usa la violencia, y sintió que Dios no puede tolerar esas injusticias".   En el texto de Monseñor Romero leemos que el Bautista sintió esa injusticia ardiendo en sus entrañas, en lo más profundo de su corazón. Quizás  nosotros decimos " en su corazón".  La injusticia, la violencia que sufre la gente, le penetró y le tocó. Eso desencadena un choque que desinstala, que despierta, que revuelve y que crea un movimiento de atracción irresistible. Una vez afectado, no hay vuelta atrás.  Esa reacción del Bautista fue, en efecto, bastante feroz, modelada en imágenes de Dios más bien del Antiguo Testamento: Dios mismo se vengará, los árboles estériles los cortará, el manantial contaminado lo dejará secar, a los pecadores los castigará y exterminará.   La injusticia y la violencia, siempre presentes y emergentes, serán borradas del mapa. El Bautista sintió, dice Monseñor Romero, "que Dios no puede tolerar estas injusticias".  Dios está harto. También enmarca los temores apocalípticos sobre el futuro: En el día del Señor, corregirá a los pecadores con ira.   Algunos salmos suenan con la misma expectativa.

Sí, ¿qué significa para nosotros ahora que "Dios no puede tolerar estas injusticias"?  Mientras tanto, nos encontramos más de 2.000 años después del Bautista y conocemos mucho mejor la historia de la humanidad en todos los continentes,....  La injusticia y la violencia siempre han estado ahí y en todas partes.   Desde el Occidente "cristiano" hemos conquistado, ocupado y explotado el sur del planeta mediante la injusticia y la violencia. Las relaciones comerciales injustas mantienen a millones de personas en la miseria.  Desde el Norte, seguimos pretendiendo que las riquezas del Sur son nuestras.  Pero la pobreza y la miseria también están cerca aquí en todas las formas de injusticia y violencia.  Incluso la vida en nuestro planeta empieza a estar en peligro.  Entonces, ¿qué significa decir (creer) que Dios no tolera estas injusticias?  Aparentemente, Dios es extremadamente paciente con todo eso de todos modos.  Él no interviene, permite que todo continúe, aunque pida que cambiemos. Pero mientras tanto, millones de personas sufren la injusticia y la violencia. ¿Qué pasa con este Dios?  ¿No está construyendo su Reino (el Reino de Dios)?  ¿Te has vuelto sordo al clamor de los pobres?

Para responder a estas preguntas nada fáciles, primero debemos dejarnos "afectar", "tocar" por las consecuencias de tanta injusticia, como le ocurrió a Juan el Bautista.  Sólo cuando la miseria de tantos millones de personas (lejanas y cercanas) nos revuelve las "entrañas", estamos en condiciones de encontrar respuestas balbuceantes.  Incluso entonces, no habrá vuelta atrás para nosotros.   Ciertamente hay un roce en nuestras iglesias.  Muy a menudo, nuestro discurso y nuestro silencio eclesial están muy alejados del sufrimiento concreto de la gente.  Es como si nos aseguráramos de que nadie en nuestra congregación se sienta herido, tocado, cuestionado u ofendido.  Ya tenemos bastante con nuestros propios problemas de covid, crisis energética, enfermedades, pensiones demasiado bajas, solicitantes de asilo, los templos se quedan cada vez más vacos, la pobreza, ... Y sin embargo no podemos evitar tomar el ejemplo del Bautista y dejarnos tocar en nuestras "entrañas" por la injusticia en el mundo.  Pero, ¿qué queda entonces de nuestra fe en el "Dios de los pobres", "Dios de la liberación", y de lo que dice Monseñor Romero al principio de esta cita: "Es la liberación completa"?

Partimos de una segunda frase de la cita de Monseñor Romero: "Y Cristo es más suave. Y Cristo ordena a este impaciente profeta que diga: tened paciencia -como dice Santiago en su carta de hoy- la señal del Mesías es la bondad".   También Jesús se "conmovió" por la injusticia cometida contra la gente.  Por eso hizo todo lo posible por sanar, restaurar, liberar, acoger, elevar, abrazar, amar, perdonar, dar nuevas oportunidades,... Se había convertido en "bondad", bondad divina hecha humano de carne y hueso.   Así es como vivió y nos enseñó.  No una imagen de un Dios castigador y destructor, sino de un "Dios bueno y fiel, Padre y Madre".  Dando así vida cerca de las personas que sufren.

Ante la injusticia y la violencia, no debemos caer en la trampa de combatir la violencia con la violencia, sustituyendo la injusticia de un lado por la injusticia del otro.  Cuantas más armas (cada vez más sofisticadas) produzcamos, más necesarias serán las guerras para utilizar esas armas.   Cuanto más riqueza acumulamos, más armas necesitamos para defender esa riqueza.  El camino de Jesús, sin embargo, es el de la "pequeña bondad".  Donde tú y yo podemos vivir como Él ha mostrado, con paciencia, con mucha paciencia: sanando, restaurando, liberando, acogiendo, levantando, abrazando, amando, perdonando, dando nuevas oportunidades, acompañando, apoyando, ....   Se trata ante todo de una misión personal, una misión como cristianos bautizados. Así, podemos ser testigos de la bondad ante los enfermos, los emigrantes, los discapacitados, los ancianos (en centros de atención residencial), las personas en detención, las familias que huyen de la violencia y el hambre, los niños para los que el plato vacío se ha convertido en la comida diaria, las personas sometidas a la opresión y la represión, los jóvenes para los que hemos creado un futuro incierto, ... No podemos estar en todas partes, pero cada uno de nosotros, cada cristiano, tendrá que convertirlo en una prioridad: ¿Dónde voy a ser testigo, hasta las últimas consecuencias, de esa Bondad divina?  Ahí es donde entra en juego el significado y el contenido de nuestro cristianismo.

Un paso más allá es nuestra elección de conspirar, trabajar juntos, aunar esfuerzos, organizarnos para defender la justicia y la paz con mayor fuerza social y política.... ¿No debería ser la propia Iglesia un ejemplo de esa unión de fuerzas por un mundo justo y pacífico?  Pero, por supuesto, no estamos solos en esto. Junto con miembros de otras creencias y religiones, y los no creyentes, afrontamos esa tarea de trabajar en la expansión de las olas de bondad, de solidaridad, de comercio justo, de derribar muros y construir puentes, de políticas migratorias inclusivas y humanas, de igualdad de oportunidades para más personas, ......

Somos el "corazón y las manos" de Dios.  Fray Raúl Vera[2] escribe: “Dios, de manera muy especial, cuida de las víctimas de ese egoísmo para que no les falte lo necesario para su crecimiento y desarrollo integral. Esto lo realiza a través de personas evangelizadas que son muy solidarias entre ellas y que facilitan, a través del apoyo recíproco”.  Creer en el Dios de los pobres, en el Dios de la liberación, en ese Dios bueno y fiel, significa mantenerse firme con paciencia en un mundo de injusticia y violencia, apoyar solidariamente, estar cálidamente cerca, no renunciar a elegir esa pequeña bondad (individualmente y organizada junto a otros).  Creer es confiar en que esa pequeña bondad es la propia presencia de Dios, que al final saldrá adelante.  También nos necesitamos los unos a los otros, una comunidad de amistad y hermandad, para apoyarnos mutuamente, para sostener[3] los brazos en alto, para seguir contándonos la historia de la Bondad de Dios, y para mantenernos firmes, incluso en medio de la tormenta y la oscuridad.

Algunas preguntas para nuestra reflexión y acción personal y comunitaria.

- ¿Hasta qué punto las injusticias cometidas contra las personas (cercanas y lejanas) "arden" en nuestros propios corazones?  ¿Qué hacemos con eso?

- ¿Cómo podemos creer hoy en ese Dios de los pobres, ese Dios de la fidelidad y la bondad, en un mundo construido sobre estructuras injustas?

- ¿Qué significa esa "Pequeña Bondad" en nuestra vida cotidiana, en nuestras elecciones fundamentales?

- ¿Dónde nos damos la mano para trabajar juntos por la justicia, la paz, ...?

- ¿Cómo nos apoyamos mutuamente para mantenernos firmes en medio de la tormenta y la oscuridad?

[1] Homilía durante la eucaristía del 3 domingo de Adviento. Ciclo A.  11 de diciembre de 1977.

[2] https://christus.jesuitasmexico.org/el-evangelio-desde-la-gente/

[3] Éxodo 17,11-12

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