Nos salvaremos en nuestra historia nacional.

Dios quiere salvar en la historia.  Los salvadoreños nos salvaremos en nuestra historia nacional. No tenemos nosotros que copiar de otras historias. Tenemos que ser autóctonos, conocer nuestras verdaderas causas del mal. Y como salvadoreños, todos sin excepción tienen el derecho y el deber de participar en el bien común de la patria. No es patrimonio de un solo partido, no es privilegio de unos cuantos que están en el poder o en las armas; es el derecho de todo salvadoreño que siente en su corazón el dolor de su patria y tiene que colaborar, encontrando cauces políticos para desarrollar su aportación personal, cívica, al bienestar de todo el país. Dios quiere salvar a El Salvador por sus salvadoreños, por sus políticos, por sus profesionales, por su gente del campo, por todo lo que se llama lo salvadoreño y todo aquello que ha venido a trabajar con lo salvadoreño.”

Lo que Monseñor dice sobre “lo salvadoreño” y “las y los salvadoreños” vale – por supuesto – para cada país, cada pueblo.  Es cuestión de cambiar el nombre.  Es decir, en este párrafo indica unas pautas que valen para todos y todas, en cada pueblo.

Esta cita se ubica en una homilía donde en la tercera parte desarrolla el mensaje que “Dios salva en la historia de cada pueblo.”  “Dios quiere salvar en la historia.”  Aunque la salvación divina apunta hacia la plenitud del Reino de Dios, la misma se concretiza en la historia de cada pueblo.

 Antes de llamar a la participación de ese proceso nos avisa. (1) “Los salvadoreños nos salvaremos en nuestra historia nacional. No tenemos nosotros que copiar de otras historias.”  Alternativas de desarrollo que otros pueblos han encontrado no deben hacerse moldes para el desarrollo en El Salvador.   Otros países no deben llegar a decir como El Salvador debe realizar su desarrollo.  Nuestro proceso debe ser autóctono, propio del pueblo, con raíces culturales, con sus limitaciones y sus oportunidades (en la naturaleza, en la experiencia organizativa, en la calidad humana,…).  De ahí es importante que tomemos conciencia del peligro de imposición cuando desde el exterior ofrecen ayuda, financiamiento, donaciones,…  Muy pocas veces se respeta lo propio del pueblo.  Un ejemplo desastroso es la oferta de empresas mineras extranjeras que ofrecen migajas (al estado y a los trabajadores), destruyen todo el medio ambiente, contaminan ríos, explotan a sus trabajadores y se llevan la riqueza que sacamos de las minas.   (2) Tenemos que conocer nuestras verdaderas causas del mal.”   Podemos decir: nuestro pueblo debe tomar conciencia de las causas del mal, las causas de la pobreza y la miseria, las causas de la violencia, las causas del poco desarrollo educativo y en cuanto a salud,..  Eso no se resuelve con el lenguaje de los llamados “analistas” en sus escritos o en sus debates en la TV.  Es de recordar que el Padre Rutilio Grande se sentaba con las familias de los trabajadores/as agrícolas en sus caseríos y aldeas escuchando, dialogando, analizando, leyendo la realidad a la luz del Evangelio.  La concienciación liberadora nace desde abajo o no nacerá.   (3) “todo salvadoreño que siente en su corazón el dolor de su patria”.  Para Mons. Romero no basta conocer las verdaderas causas del mal, sino habrá que sentir en el corazón el dolor que sufre el pueblo.  Desde escritorios de periódicos, radios o TV, desde los medios sociales, desde las cúpulas de los partidos políticos y de las instituciones del estado no se llega a sentir ese dolor. Para lograrlo hay que estar con la gente, “en el barro”.  Lo mismo vale para las personas encargadas de “hablar” desde la Iglesia y como Iglesia.  Quienes no están en el barro del sufrimiento del pueblo jamás podrán anunciar el Evangelio de Jesús.

Si estamos conscientes que cada pueblo debe buscar su propio camino y luchar por él, si logramos discernir permanentemente la cadena de verdaderas causas y sus efectos, y si sentimos el dolor del pueblo en nuestro propio corazón, solo entonces estaremos en condiciones para “colaborar, encontrando cauces políticos para desarrollar su aportación personal, cívica, al bienestar de todo el país”.   Monseñor repite nuevamente que Dios está llamando a todos los y las salvadoreños, realmente todos y todas, a contribuir en la construcción de una sociedad más justa, pacífica, con bienestar para cada familia.   Cada uno/a tendrá que buscar los cauces por donde puede realizar su aporte a la salvación del pueblo.  Dependerá también de nuestras capacidades y de las oportunidades que se presentan.  Creer en el Dios de Jesús, es arriesgarse a aportar decididamente en la construcción de su Reino en la realidad histórica de cada pueblo.

Dios camina con su pueblo. Pero Dios no tiene otras manos que las nuestras, no tiene otros oídos ni otros ojos que los nuestros.  Esto signifique que quienes nos arriesgamos a tener fe en ese Dios, nos toca ser instrumentos en sus manos. Nuestro actuar a favor de la humanización de la historia, a favor del rescate de la naturaleza, a favor de la justicia y la paz, hará visible como Dios está actuando.   Menos mal que no cuenta solamente con las manos de las y los creyentes. También en otros pueblos, otras culturas y otras religiones está llamando a colaborar en esa humanización para que seamos  cada vez más esa imagen de Dios mismo, así como El nos quiso.  

En el Salmo 68 leemos la confesión de fe que Dios es “Padre de los huérfanos, defensor de las viudas, que ofrece hogar a los que viven aislados, que quita cadenas a los presos, un Dios que salva y hasta que sabe liberar de la muerte” (Sal 68,6.7.21).  Podemos añadir lo que Jesús ha vivido:  curando a enfermos (ciegos, sordos, mudos, cojos, paralíticos,…), liberando, levantando, dando de comer, anunciando a las y los pobres la Buena Noticia de Dios.  En Jesús reconocemos a Dios mismo actuando con tanta compasión y solidaridad.   En Mateo 25 Jesús nos abre caminos: dar de comer a quienes sufren hambre, dar de beber a quienes tienen sed, recibir cordialmente a extranjeros (migrantes, refugiados) en casa, vestir a quienes andan sin ropa (sin vivienda, sin protección); visitar (cuidar, curar,..) a enfermos; preocuparse por quienes están en detención. 

“Dios quiere salvar a El Salvador por sus salvadoreños, por sus políticos, por sus profesionales, por su gente del campo, por todo lo que se llama lo salvadoreño y todo aquello que ha venido a trabajar con lo salvadoreño.”  Todos y todas somos llamados a ser instrumento de salvación, de liberación, de vida.  Los caminos están abiertos. Las necesidades sobran. ¿Qué esperamos? 

De nada sirve estar pidiendo a Dios en nuestras oraciones si no nos comprometemos diariamente a ser sus manos, sus ojos, sus oídos, sus piernas, su corazón…  luchando por la vida, por la paz.  Dios actúa a través de nosotros/as.  No tengamos miedo.

Reflexión para el domingo 11 de diciembre de 2022.    Para la reflexión de este día hemos tomado una cita de la homilía  durante la eucaristía del tercer Domingo de Adviento - Ciclo A , del 11  de diciembre de 1977.  Homilías, Monseñor Oscar A Romero, Tomo II,  Ciclo C, UCA editores, San Salvador, p 96

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