Evolución, cuaresma y coronavirus. Hacia una solución colaborativa

Evolución, cuaresma y coronavirus. Hacia una solución colaborativa
Evolución, cuaresma y coronavirus. Hacia una solución colaborativa

Como resultado de la evolución biológica, el tamaño de nuestro cerebro aumentó considerablemente en comparación con nuestros antepasados los simios. Esta es la base de la evolución cognitiva, gracias a la cual el hombre adquiere habilidades únicas en su desarrollo: lenguaje y pensamientos complejos, uso de razonamiento causal, generación de cultura y tecnología o desarrollo de inteligencia emocional. Se convierte también en el primer agente geomorfológico, capaz de movilizar una cantidad ingente de materiales en un periodo de tiempo ridículo, si lo comparamos con los tiempos geológicos que se manejan en Geología.  Gracias a la tecnología resolvernos problemas inimaginables no hace tanto tiempo y las redes sociales han generado lo que muchos llaman ya el “quinto poder”. Los países árabes, cuyas sociedades han perdido el miedo gracias a Facebook o Twitter o Rusia, donde han renacido los movimientos civiles, son solo algunos ejemplos de nuestras capacidades en las redes sociales. Pero además, todas estas capacidades y conocimientos los dejamos en herencia a nuestros hijos, en un sistema de transmisión no genético que llamamos patrimonio cultural. No somos los únicos organismos vivos capaces de hacer esto. En ecología se conoce como “la teoría de la construcción de nicho”. A través de la construcción de nichos, los organismos no solo influyen en la naturaleza de su entorno, sino que también relajan en parte las presiones de selección a las que ellos y sus descendientes están expuestos, y lo hacen de manera no aleatoria (Day et al., 2003).  Sin embargo, la capacidad de modificar el entorno del Homo sapiens no es comparable con la de ninguna otra especie. Somos capaces de manejar los fenómenos selectivos hasta tal punto, que salimos de su esfera.

Pero no todo está bajo control, de vez en cuando, ocurren acontecimientos que nos ponen contra las cuerdas, como ahora. Las perturbaciones antrópicas que causan el cambio global salen de los medios de comunicación y es una perturbación ambiental la que ocupa el centro del debate.  El coronavirus (2019 nCoV) ha provocado, hasta el día de hoy, 723.740 casos infectados y 34.018 muertes documentadas a nivel mundial (30/3/2020). Un agente viral está colapsando los sistemas sanitarios y desploma el Ibex35. No nos atrevemos a hacer predicciones sobre las consecuencias para la economía global y los efectos sociales locales e internacionales, y no porque no podamos, sino porque nos da miedo. 

Cuaresma y cuarentena tienen la misma raíz etimológica: quadraginta, cuatro veces diez (40 días). La primera es un periodo de preparación a la Pascua. En ocasiones, pasa por confinamiento o retiro voluntario, por silencios donde, los cristianos de todas las denominaciones (católicos, ortodoxos, protestantes),  preparamos el cuerpo y el espíritu para este acontecimiento. La cuarentena es un periodo de aislamiento sanitario obligatorio (inicialmente de 40 días pero modificable según la epidemia) con objeto de eliminar o ralentizar la dispersión del agente causal. Los dos tiempos tienen la función de limpiar y purificar el cuerpo, la cuaresma también el espíritu. Si nos asomamos a las redes sociales podremos escuchar las interpretaciones de muchos para este tiempo, desde que “esto es un castigo de Dios por nuestros muchos pecados”, hasta que “el demonio nos acecha para engullirnos en forma de virus”. No es la intención de este artículo criticar las interpretaciones que de su propia vida, o de la colectiva, pueda tener cualquiera de mis hermanos o hermanas en la fe (o fuera de ella). La intención es aportar mi manera de ver las cosas, racional porque soy científica y positiva y esperanzada porque soy creyente. Nos dicen también que no importa el “por qué” y que nos centremos en el “para qué”. Negativo, ambas cosas son importante, si no queremos repetir errores, de lo primero se ocupa la ciencia, de lo segundo la religión y/o la psicología. Ambas han de ir de la mano, especialmente en esta emergencia. Se puede hacer ciencia sin teología, pero no deberíamos hacer teología ignorando la ciencia.

Esta cuaresma nos ha sido impuesta. Probablemente la primera vez en la historia en que las autoridades civiles “obligan” a los cristianos a tomarse en serio la cuaresma-cuarentena. Creo que en esta situación, deberíamos considerar seriamente las herramientas que la Iglesia nos regala: oración, limosna y ayuno. 

  • Oración desde la contemplación, imitando a nuestros hermanos y hermanas monjes. Contemplando la naturaleza podremos descubrir en ella la presencia de Dios en cada una de sus criaturas, renovando nuestro compromiso de custodios y la fraternidad como fuerza moral, encarnando de esta manera la encíclica Laudato si’ de Francisco.  De esta manera la contemplación se transforma en un itinerario personal con una indiscutible trascendencia ecológica (Agosta 2011). Iniciándonos en el silencio y en la práctica de meditación cristiana, al estilo ignaciano por ejemplo, o de cualquier otro santo o místico, podemos llevar  acabo reajustes importantes en nuestra vida. Tiempo para la oración individual y en familia, momento para centrar a nuestros hijos en una realidad que nos abruma y darle sentido desde el amor de Dios y la experiencia de la fe. Tiempo para hacer memoria de las obras de amor de Dios en nuestra vida. Cada uno en la suya o en las de toda la comunidad de creyentes.
  • Ayuno, tiempo de demostrarnos a nosotros mismos “quien manda aquí”, si tu o tus concupiscencias y deseos. Según la FAO el 20% de la población mundial consume el 80% de los recursos disponibles y el 53% de los desperdicios en forma de comida no consumida salen de nuestros hogares (Racz et al., 2018). Los místicos nos muestran  que el camino espiritual hace madurar el deseo y redirigirlo hacia metas sanas, hacia la pasión por la vida,  alejándonos del consumismo exacerbado y del uso y abuso del resto de hombres, mujeres y niños y de toda la naturaleza en su conjunto. Tiempo de compartir los recursos frente a la desproporción de los supermercados agotados, de reducir los gastos y de no cocinar más de lo que se vaya a consumir, como nos recuerda el Papa en Laudato si’.
  • Limosna, que no es otra cosa que amor materializado y está muy lejos de “dar de lo que nos sobra”. En medio de esta pandemia hay que reinventar otras formas de amor, de solidaridad, de entrega, de implicación social. Los hospitales solicitan cartas de apoyo para los enfermos y moribundos. Periódicos, libros, juegos, revistas, museos…, se vuelcan en la redes de manera gratuita. Festivales de música católica en las redes (https://www.yomequedoencasa.red/). Una iniciativa de la Compañía de Jesús  ofrece acompañamiento y conversación telefónica para los que se siente solos (https://noestassolo.es/ofrece-ayuda/). Los científicos no virólogos se ofrecen como soporte y asistencia de los que saben (http://crowdfightcovid19.org/). Los grupos de investigación ceden su material fungible e inventariarle a los hospitales más próximos. De esta manera, caminamos el camino correcto. 

Un reciente trabajo en Nature Ecology and Evolution (Calatayud et al., 2020) muestra cómo mientras, en general,  las especies comunes se rigen por el principio de exclusión competitiva descritos por Darwin, donde los más fuertes tienen una mayor eficacia biológica, las especies menos frecuentes (o raras), que son la base de la biodiversidad, desarrollar relaciones de colaboración o facilitación. Estas relaciones pueden permitir por ejemplo, el desarrollo de las plantas bajo situaciones de estrés en  suelos contaminados con arsénico. Las plantas, gracias a las bacterias que se alojan en su interior (endófitas) pueden metabolizar el arsénico hacia formas menos toxicas, favoreciendo además, su crecimiento (Mukherjee et al., 2018). Bacterias que normalmente tienen una fuerte actividad antifúngica promueven el crecimiento de los hongos, aunque modulando su capacidad reproductiva, bajo condiciones de estrés (Molina 2019). Son solo dos ejemplos de cómo las comunidades ecológicas abordan las presiones selectivas y salen de las crisis. Ojala podamos aprender esto en esta cuaresma y salgamos fortalecidos al otro lado de la Pascua.

Referencias:

Agosta E (2011). UISG Boletín 147: 31-39.  

Calatayud et al (2020). Nature Ecology & Evolution, 4: 40-45.

Day RL et al (2003). Perspectives in Biology and Medicine 46: 80–95.

Molina MC et al (2019). In: Ashok, K., Swati, S. (eds) Microbes and enzymes in soil health and bioremediation: 321-351. Springer, Berlin.

Mukherjee G et al (2018). Scientific reports 8: 1-16.

Racz A et al (2018). JAHR, 9: 25-42, (2018).

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