El verbo se hizo carne y habitó entre nosotros Un nuevo año para la bendición encarnada

"El Señor te bendiga y te guarde;el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti,y tenga de ti misericordia;el Señor alce sobre ti su rostro, y te dé paz." (Nm 6:24-26)

Año nuevo, vida nueva: Esa mujer de Dios

luz

Ella, la mujer sencilla de Nazaret, desde lo más sencillo y cotidiano, comprendió, en la experiencia de su vida, como Yahvé era el Dios del pueblo que desea la justicia y la paz para todos. Observó que derribaba del trono a los poderosos y que enaltecía a los humildes, por eso se confió en los proyectos que se le propusieron. Ella la madre de Jesús, comprendió el significado del nombre de su hijo, y se puso a colaborar con aquella historia que lo era de salvación para los desheredados, para los últimos, para los que ansiaban la paz verdadera. Esa misma confianza se derrama hoy sobre nosotros al comenzar este nuevo año, la bendición de Dios viene sobre nosotros y sobre nuestros hijos para conducirnos por el camino de la paz. Es el momento de la gracia, un nuevo año para la justicia y para la paz, para la proximidad a los que se sienten lejos y excluidos. Tocados por la gracia de Jesús, como María, avanzamos en la filiación que nos compromete en la fraternidad. Otro año para ser hermanos de verdad. Que Dios nos bendiga e ilumine su rostro sobre nosotros, un nosotros cada vez más grande.

El camino de la encarnación para la Iglesia

Pesebre

Hoy la Iglesia, y cada cristiano dentro de ella, para construir un nosotros real y universal -sinodal-,  tiene el reto de volver la mirada a la encarnación de nuestro Dios en Jesús de Nazaret, para contemplar el misterio de lo definitivo en la historia y en la tierra. La palabra se hizo carne, no hay mayor misterio de la divinidad amante y entregada. A los que la acogen les da poder para ser Hijos de Dios. Hacerse de carne en medio de la historia, supone encarnar el pensar, el sentir y el actuar de Dios en medio de los hombres. Nuestro reto navideño permanente es permitir que ese Dios encarnado pueda habitar nuestra propia carne, nuestro proyecto de vida y dejarnos conducir por su espíritu. El Espíritu de Dios nos ayudará a discernir para adentrarnos en el bien común de la humanidad, nos conducirá a abajar montes y elevar valles que posibiliten condiciones de dignidad, justicia e igualdad para los rotos y excluidos. No deja de ser un signo vivo y eficaz la venta de patrimonio para consolar e indemnizar a las víctimas desde la propia iglesia. Desnudarnos para encarnarnos, en la pequeñez de nuestro salvador y volver al origen de la salvación, donde se hace creíble el misterio sin hojarascas, donde se llega a la tradición más allá de las puras tradiciones.

 Hoy el camino de la salvación se ha de anunciar desde una iglesia encarnada, desde comunidades cristianas originales y auténticas en medio del mundo, desde cristianos que saben hacerse buen pan en favor de lo comunitario y lo público en la sociedad. Abramos el corazón para que el misterio de la encarnación siga realizándose en nosotros y su palabra de vida llegue a los que más la ansían.

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