Cuando la lección es más que última y está llena de ultimidad. La señal de los pañales y del pesebre cobra revestimientos inusitados e insperados. Mi compañero de universidad comparte conmigo una anécdota con lágrimas de amor agradecido y silencioso, tiene el corazón lleno de ternura heredada y hoy tiene que reconocerlo ante mí. Una persona muy entrañable en su vida, entre los papeles olvidados, le deja una carta que se hace palabra de Dios... para que no se olvide de un amor que es más fuerte que la muerte.
El sobre olvidado. Rezaremos por ti.
Han pasado más de diez años de tu muerte. Al tocar papeles para asuntos de la vivienda, tu ser más querido se encuentra una carta escrita por ti, que le coloca en el sitio más entrañable de su valor, tu sobrino-hijo querido. Le cuentas en un pequeño testamento vital las verdades profundas y secretas, a voces, de lo que lo amas y lo quieres y también le dejas un pequeño deber, facilitando lo que te agrada y es para ti importante. En el sobre hay un estipendio para que se le apliquen misas en sufragio de su alma, para pedir a Dios por ella en este tránsito a la gloria. Las lágrimas del compañero, catedrático de universidad, se hacen testimonio de un cuidado entrañable y definitivo. Acaba de llegar de otro continente, de sus investigaciones y colaboraciones con otras universidades y se encuentra con este detalle que le conmueve las entrañas y le devuelve el tesoro de lo más sencillo y cuidado de su vida, el amor de esta persona tan cercana como entregada. Una mujer que echó todo lo que tenía para vivir con la alegría de los que son absolutamente libres. Hablamos y la conversación me hace tocar a Dios en esa imagen de una mujer extremeña, oculta, silenciosa, que sabe decir palabras últimas en un sobre olvidado, que al encontrarlo se hace palabra de vida y de luz para quien la recibe. La tendremos presente en el altar de nuestra parroquia, ofreceremos a Dios su amor que sigue actuando más allá de su muerte y la seguiremos recordando y viviendo como una santa de la puerta de al lado. Se vuelve a hacer realidad Padre, que estas cosas tan importantes no se las has dado a los intelectuales y grandiosos del mundo, sino a la gente más sencilla, así te ha parecido mejor. Hoy el catedrático vuelve a sentir que la verdad de la vida está en la ternura y en la vulnerabilidad, que son dichosos los que tienen hambre y sed de justicia, y que ven a Dios los que tienen un corazón limpio, como su tía y las personas que le rodean, desde la vulnerabilidad, pero con el tesoro del cuidado amoroso, de aquellos que son tan verdaderos que hasta saben dejarse amar para enriquecer a los que los aman. Yo me callo y oro agradecido al Dios de la vida que no deja de darme señales en humanidad, en pañales y pobres pesebres de lo cotidiano para que me convierta a su amor.