“Ha dejado muchas heridas, mucha sangre y decepción por el camino”, resume un cura Y después de Munilla, ¿qué?: Decepción, tristeza, división y desolación

Munilla, adiós
Munilla, adiós

"Ha dejado muchas heridas, mucha sangre y decepción por el camino”, resume un sacerdote. Y otro compañero de los que se mantuvo siempre crítico con Munilla asegura tajante: “Estos doce años del episcopado de Munilla en S. Sebastián han mostrado su modo neurótico de ser y, por lo tanto, de ejercer el episcopado: un moralismo en el que todo es pecaminoso a ultranza y un fanatismo fundamentalista más psiquiátrico que otra cosa”

"Un clamoroso fracaso del proyecto nacionalcatólico –éticamente confesional, religiosamente premoderno, políticamente predemocrático– para el que fue nombrado José Ignacio Munilla. Feliz fracaso”, explica José Arregi

"La diócesis está en manos de un clero joven tan escaso como ideologizado, de traje negro y cuello romano, muy identificado con su rol clerical y demasiado preocupado por la doctrina, el rito y la moral sexual"

La conclusión general que saca Javier Elzo, tras entrevistar a numerosos curas y laicos, es la siguiente: “La opinión es unánime, aún con acentos algo diferentes. La situación de la Iglesia en Gipuzkoa es mala, en declive, mortecina, sin ilusión…, una Iglesia en crisis y con dificultad para salir de ella”

Sobre el nuevo obispo: “Un obispo algo mayor, maduro, que conozca la pastoral de la diócesis, para llevar a cabo, desde la sensatez, la necesaria reestructuración parroquial y pastoral. Esta idea aparece con frecuencia en formulaciones diferentes: que tenga anchas espaldas, una psicología robusta, sentido del humor, que no se quede en San Sebastián, que vaya a la diócesis, también a las comunidades religiosas, (insisten las monjas), que sea trabajador, dando ejemplo”

El cardenal Rouco Varela le nombró en 2009 para regir la diócesis de San Sebastián, marcada por sus predecesores los obispos Setién y Uriarte. José Ignacio Munilla llegó con el encargo de meter en cintura a la diócesis vasca, demasiado progresista y nacionalista para el gusto de la cúpula jerarquica de entonces. Su nombramiento causó estupor e indignación. El 80% de sus curas firmó muchas cartas contra él. La gente le llamaba “el obispo malquerido”. Pero el prelado se aferró a la sede durante 12 años. ¿Consiguió aquello para lo que fue nombrado? ¿Qué queda de su legado?

Decepción, tristeza, división y desolación. Éstos son los duros términos con los que los fieles y los curas de San Sebastián definen la actual situación de la diócesis, tras el largo pontificado de monseñor Munilla. “Ha dejado muchas heridas, mucha sangre y decepción por el camino”, resume un sacerdote, que quiso mantenerse en medio de los dos sectores enfrentados de curas.

Munilla

Y otro compañero de los que se mantuvo siempre crítico con Munilla asegura tajante: “Estos doce años del episcopado de Munilla en S. Sebastián han mostrado su modo neurótico de ser y, por lo tanto, de ejercer el episcopado: un moralismo en el que todo es pecaminoso a ultranza y un fanatismo fundamentalista más psiquiátrico que otra cosa”.

Para que cualquier obispo pueda llevar a cabo su labor pastoral y cumplir con su misión, necesita acogida y sintonía con la mayor parte del clero y y de los laicos a los que va a 'pastorear'. Y, según el estudio de Javier Elzo, “esas mínimas condiciones nunca se dieron, en los doce años de su episcopado en Gipuzkoa”. Por eso, añade el sociólogo, “Munilla se replegó en dos ámbitos: entre las personas con las que se sabía bien acogido y en el mundo de los medios de comunicación telemáticos afines. Cabe decir que Munilla tenía con Radio María y la televisión Betania un espacio, una Iglesia 'on line', cuyas cifras no puedo precisar, pero diría que bastante numerosa, más que la iglesia presencial”.

Por su parte, el teólogo donostiarra Jose Arregi retrata así la situación:

“Tras 12 años, se ha ido dejando tras de sí una situación social, política y religiosa que debe resultar desoladora a sus ojos: la asunción generalizada del pluralismo de la verdad y de la laicidad de la ética, el abandono masivo de la práctica religiosa, el cierre imparable de los conventos, el alejamiento general en relación con la Iglesia, y… el considerable aumento del voto nacionalista. Todo ello constituye un clamoroso fracaso del proyecto nacionalcatólico –éticamente confesional, religiosamente premoderno, políticamente predemocrático– para el que fue nombrado José Ignacio Munilla. Feliz fracaso”.

Toma de posesión de Munilla en San Sebastián

Cuando en 2009 llegó a la diócesis, Munilla se encontró con un clero marcado por el eje nacionalista: más del 90% se declaraba como tal, pero no tanto por ideología política (que también), cuanto por cumplimiento del principio evangélico de la encarnación. Consciente de que sin un grupo de curas a su lado, poco podría hacer, se dedicó a 'importar' curas e implantó en diversas parroquias y en otros cargos curiales unos 40 curas más bien jóvenes y "toledanos", sucedáneos o similares.

De hecho, Arregi describe así a este sector jóven del clero donostiarra:

“La diócesis está en manos de un clero joven tan escaso como ideologizado, de traje negro y cuello romano, muy identificado con su rol clerical y demasiado preocupado por la doctrina, el rito y la moral sexual. Encaminan a la comunidad creyente a un gueto social y cultural, y se condenan a sí mismos a inútiles y dolorosos conflictos con la sociedad y consigo mismos”.

En estos momentos, los sacerdotes en ejercicio son unos 150. La edad media del conjunto del clero es de 74 años, pero solamente hay 75 de menos de sesenta años. El mayor porcentaje se sitúa entre los 50 a los 75 años. los curas "autóctonos"  de menos de 75 son unos 70, la mayoría de ellos decepcionados del sistema eclesiástico y sin Emaús en el horizonte.

Como buen sociólogo, el donostiarra Javer Elzo, concreta más la situación del clero en la diócesis:

“Hay también clero joven. Cabe destacar dos grupos entre ellos: unos 15 sacerdotes, naturales de Gipuzkoa, que estaban en otras diócesis y Munilla invita a venir aquí. Son curas que se han formado fuera de Gipuzkoa, porque, como señala un sacerdote, y no de los más alejados a Munilla, todos ellos estimaban que el seminario de San Sebastián, en tiempos de Setién y Uriarte, era un 'seminario protestante'. De los 15, solamente 3 están incardinados en la diócesis de San Sebastián. A la espera del nuevo obispo.

Munilla y Uriarte

Otro grupo de curas jóvenes proviene del extranjero, también invitados por Munilla. De la opinión general consultada, estos dos grupos de jóvenes serían los más próximos a los planteamientos de Munilla. Con contratos 'ad tempus, también a la espera del nuevo obispo”.

Y el sociólogo concluye: “Creo que cabe segmentar los curas de Gipuzkoa, según su mayor o menor cercanía con Munilla en tres grupos. Los treinta jóvenes traídos por Munilla, más algunos mayores cuya cifra no puedo dar, serían los realmente próximos a Munilla. Un grupo menor, diría de unos 15-20 curas, combativos con los planteamientos de Munilla y que trabajaron pastoralmente 'por libre'. Esta denominación de 'por libre', en gran parte cabe aplicarla a la gran mayoría del clero guipuzcoano, en niveles distintos. Incluso, si se me permite la expresión, también, en algun caso, en los munillistas. El resto, críticos con Munilla, aunque trabajando con él”.

Por su parte, el pueblo creyente laico sigue caminando entre luces y sombras, y esperando un nuevo pastor, que sea diferente. Un laico que, bajo el 'reinado' de Munilla siguió trabajando pastoralmente pero 'por libre' resume así la situación de la diócesis:

“Tenemos una Iglesia pobre, en la que la descristianización se ha acelerado. La figura del obispo creo que ha ayudado en el proceso. Hemos perdido unos años en los que no se han buscado caminos nuevos para anunciar el Evangelio. Una iglesia separada de la marcha de la sociedad. (Pienso que para el mundo euskaldun somos una realidad ignorada). Una iglesia en repliegue. Si no hay cura se cierra la iglesia. Han desaparecido los equipos pastorales y los laicos comprometidos han sufrido mucho. (Por eso, se ríen cuando oyen hablar de 'La Iglesia sinodal')”.

La conclusión general que saca Javier Elzo, tras entrevistar a numerosos curas y laicos, es la siguiente: “La opinión es unánime, aún con acentos algo diferentes. La situación de la Iglesia en Gipuzkoa es mala, en declive, mortecina, sin ilusión…, una Iglesia en crisis y con dificultad para salir de ella”.

Setién y Munilla

Con una clave diferenciadora fundamental, que explica Elzo:

“En los tiempos de Setien y Uriarte, lo apunto, como señala un cura joven, también había división en la diócesis, entre los laicos particularmente, por cuestiones de orden político (nacionalista / constitucionalista). En la actualidad (añado yo, con la aquiescencia de la gran mayoría de las personas con la que he hablado para este artículo, sacerdotes, laicos y religiosas), la fragmentación de la diócesis se debe a diferentes modelos de Iglesia. Es una de las razones de fondo de las diferencias entre Munilla y los sacerdotes, diferencias que ya se manifestaban, cuando Munilla era párroco de Zumárraga. Luego el tema viene de lejos”.

O como remacha el teólogo Arregi, “la situación de esta diócesis es reflejo del irreversible derrumbe socio-cultural del paradigma teológico y del modelo eclesial tradicionales. Y ha sido a la vez, muy particularmente bajo la dirección de Monseñor Munilla, reflejo de la resistencia de la Iglesia a cambiar de paradigma y de modelo, del aferramiento más tenaz y anacrónico al viejo paradigma teológico, al viejo modelo eclesial jerárquico y clerical, masculino y patriarcal, en ruptura cada vez mayor con la cultura, con el Espíritu y con la espiritualidad de la vida". 

Esperar sin demasiada esperanza

En general, en Donosti se espera sin esperanza al nuevo obispo. Los rumores apuntan a varios nombres, pero en estas cosas como en tantas otras, los que hablan, no saben, y los que saben, no hablan.

¿El nuevo obispo ha de ser vasco, nacionalista, inteligente, progresista? “Me conformo con que sea un hombre normal y buena persona. Repito lo de buena persona, que ya hemos sufrido abundantes odios y venganzas pontificales”, dice un sacerdote. Un compañero precisa que se conformaría con “un pastor que escuche, una y anime”.

Munilla, misa de despedida
Munilla, misa de despedida

Los encuestados por Elzo “quieren un obispo cercano, amable, que sepa escuchar, no solamente oír, que cuente con los sacerdotes y laicos a la hora de tomar decisiones. Que su relación con la gente próxima a la Iglesia sea de corresponsabilidad y no meramente de colaboración. Corresponsabilidad exige, lo llevo diciendo hace décadas, participar, no solamente en la elección del nuevo obispo – ya sé que algunos han recibido la carta del Nuncio en ese sentido, bajo secreto pontificio, pero eso estimo que es radicalmente insuficiente-, sino también en las tomas de decisiones. Algunos me hablan también en ese sentido en la designación de los párrocos”.

Y el sociólogo añade:

“Insisten mucho en que el nuevo obispo tenga en cuenta la realidad y las fracturas que existen en la diócesis y que trate de construir puentes entre las diferentes sensibilidades. Que se patee la diócesis, que escuche a la gente. Que escuche, hasta el punto de que algunos sacerdotes apuntan a que, en el primer año, el nuevo obispo no escriba ninguna pastoral. Que escuche, lo repito por la insistencia con la que me dicen. Hay unanimidad para decir que sea un pastor. Que tenga en cuenta la sensibilidad social de los miembros de la Iglesia. Que no sea motivo de confrontación”.

Pero quizás el mejor retrato-robot del nuevo obispo deseado para San Sebastián lo realiza un cura joven para el estudio de Elzo:

“Un obispo algo mayor, maduro, que conozca la pastoral de la diócesis, para llevar a cabo, desde la sensatez, la necesaria reestructuración parroquial y pastoral. Esta idea aparece con frecuencia en formulaciones diferentes: que tenga anchas espaldas, una psicología robusta, sentido del humor, que no se quede en San Sebastián, que vaya a la diócesis, también a las comunidades religiosas, (insisten las monjas), que sea trabajador, dando ejemplo”.

Libro de monseñor Munilla
Libro de monseñor Munilla

En cambio, el teólogo José Arregi se muestra mucho más pesimista tanto respecto al procedimiento para nombrar nuevo obispo como respecto a la persona que se nombre:

“¿Sirve de algo decir cómo debería ser quien venga cuando no se nos deja decidir quién ha de venir? Se nos sigue tratando como a niños pequeños. Lo diré, pues, como un niño, pero a sabiendas: pidiendo lo imposible. Tendría que ser un hombre o una mujer elegida tan democráticamente al menos como un alcalde o la secretaria general de un partido, y para un tiempo limitado; un hombre o una mujer que empatice profundamente con las alegrías y las angustias, los dramas y las esperanzas de esta sociedad; que sepa hablar y escribir con toda corrección gramatical en vasco y en español, las dos lenguas oficiales de esta diócesis vasca (el español no será problema, el vasco sí); que sepa escuchar, dialogar, respetar el pluralismo; que no se sienta investido por ningún poder clerical, divino y superior; que sueñe y promueva la nueva Iglesia y la nueva teología que la institución católica y su Derecho Canónico impiden”.

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