San Romero de Jordania

Sólo resta dar la fecha de la beatificación, que seguramente presidirá Vicenzo Paglia -postulador de la causa- o Angelo Amato. "Se están peleando por ir", dijo recientemente el Papa, lamentando no poder celebrar la ceremonia. Algo que muchos pretendían, con cierta base, pues Bergoglio viajará a la zona en dos ocasiones a lo largo de este año. Veremos.
La primera etapa de nuestro peregrinaje ha sido de conocimiento, y ha comenzado con el anuncio de la beatificación de Romero. Hemos brindado a su salud, que en el fondo es la nuestra. La de toda la Iglesia, que sumará al libro de los santos a un hombre que fue capaz de hacer realidad, con su sangre, la parábola del sembrador: San Romero de América, esta noche, también lo es un poquito de Jordania. De eso saben mucho en esta tierra santa, regada con la sangre de tantos inocentes, anegada en nombre de Dios en demasiadas ocasiones.
A lo largo de estos días viajaremos a las entrañas de las primeras comunidades cristianas, aquellas que también tuvieron que dar testimonio, en sus propias carnes, de la muerte y de la vida. Mártires de ayer y de hoy, a pocos kilómetros donde miles de refugiados se esconden de la masacre del Ejército Islámico. Relativamente cerca de la patria de los degolladores que blasfeman en nombre de Alá.
Tantos mártires, hoy Romero se suma a esa lista, que nos recuerdan la importancia del testimonio, de la presencia, de la búsqueda de la verdad, desafiando lo políticamente incorrecto, aguantando los insultos y las persecuciones... hasta la bala en el centro del corazón que mató a Romero mientras oficiaba la Eucaristía.
San Romero, en América, Jordania, Roma, España, el mundo. Gracias, porque tu sangre, y la de tantos millones hombres y mujeres a lo largo de la historia, no ha sido derramada en balde. Como la de Jesús, el hijo del carpintero, el mismo que paseó su rotunda humanidad por estas tierras. Por este desierto que, en ocasiones, apunta maneras de vergel.