"Esas condenas no se dirigen a Fernández, sino al Papa Francisco por su visión y gobierno de la Iglesia" El caso V. Fernández. Eros bíblico y pornografía mediática (con Info-Católica)

El cardenal Fernández
El cardenal Fernández

Una burda pornografía seudo-católica inunda estos días cierta prensa que se cree muy cristiana, como  www.infocatolica.com,  que ha publicado (11-13,1.2024) varios ataques contra V. Fernández, Presidente de la Congregación de la Fe llamándole “pornógrafo”, por haber escrito en su juventud un ensayo sobre erotismo

"Los 'pornógrafos' de Info-católica y de otros medios semejantes no tienen la 'profundidad' de Oseas o Ap, son en general son buena gente, pero no saben lo que dicen, confundiendo erotismo con “pornografía” (aunque algunos quizá  lo saben y obran en consecuencia, pues cobran  para destruir al Papa Francisco por dinero)"

"Gracias Tucho por estar ahí; no se te ocurra dejarlo (ladran, luego caminamos). Y gracias sobre todo a ti, Papa Francisco; te lo están poniendo difícil, pero resiste. Disfruta, descansa, duerme bien y déjate cuidar por los  los que te quieren (te queremos)"

Erotismo y pornografía (=idolatría).

El erotismo es un elemento esencial de la vida, como sabe la Biblia, cristiana que incluye en su canon un más bello y fuerte libro eróticos (Cantar de los Cantares). Sin erotismo (amor-eros) no hay vida, ni Biblia, ni Dios, ni santidad, como han sabido los “católicos” (= universales), con judíos, hindúes, musulmanes etc..  

Las pornografía, manipulación monetaria e idolátrica del eros,destruye  el principio gratuito de la vida.  Desde sus estratos más antiguos (Oseas, Isaías…) la Biblia ha interpretado la  porno-grafía como porno-cracia  (prostitución del amor al servicio del dinero) como pecado originario que culmina en Ap 17 donde la Gran Porne aparece sentada sobre el trono de Dios, como poder supremo  político/militar supremo que compre-vende y destruye lo más sagrado sobre el altar del dinero (Mammón). 

Los “pornógrafos” de Info-católica y de otros medios semejantes no tienen la “profundidad” de Oseas o Ap, son en general son buena gente, pero no saben lo que dicen, confundiendo erotismo con “pornografía” (aunque algunos quizá  lo saben y obran en consecuencia, pues cobran  para destruir al Papa Francisco por dinero).

Libro de Víctor Fernández

Texto on line:La Pasión Mística - Víctor Manuel Fernández | PDF | Amor | Monoteísmo (scribd.com)

La mejor defensa del Cardenal V. Fernández consiste en leer su libro y comentarlo, desde una perspectiva de Erotismo Bíblico, en la línea del Cantar de los Cantares, distinguiendo y contraponiendo erotismo como elemento clave del amor cristiano (Benedicto XVI) y pornografía como porno-cracia, compra venta y utilización del eros como principio de esclavizamiento de las mujeres, de los niños y de os pobres.  como pecado de poder/opresión, en una línea prostitución violente/opresora y pederastia.

En el buen "eros" se manifiesta lo angélico, en contra del riesgo de la violación de los  "guardianes/violadores, de la tradición de Henoc. Con contrapeso a la pornocracia de Henoc y de los "hijos de Dios" de Gen 6, 1-6,  se admitió en la Biblia en Cantar de los Cantares. Muchos  grandes rabinos judíos desde el llamado "concilio de Jabne" hasta F. Rosenzweig, y muchos Padres de la Iglesia (desde Orígenes hasta Gregorio Niseno y los místicos del siglo XII y XVI, como Juan de la Cruz) dijeron que el Cantar de los Cantares es el libro más importante de la Biblia.

Será bueno que los que critiquen a V. Fernández se den una vuelta por la Biblia y lean el Cantar... con la ayuda de buenos comentario hispanos, como los que cito a continuación, en la línea del maestro genial, que fue Fray Luis de León (inspirador y maestro de Juan de la Cruz y Teresa de Jesús),

Campaña en defensa del Papa: Yo con Francisco

Cantar de los cantares (libro de la Biblia) - EcuRed

Sobre el erotismo en el Cantar, hay tres libros recientes, publicados en Verbo Divino, Estella: 

  • JESUS LUZARRAGA, JESÚS. Cantar de los Cantares. Sendas del amor
  • PABLO R. ANDIÑACH, PABLO R. Cantar de los Cantares. El fuego y la ternura.
  • VICTOR- MORLA V. Poemas de amor y de deseo Cantar de los Cantares,

El antiguo libro de V. Fernández es erotismo en la línea bíblica del Cantar, quizá menos científico que los de Luzárraga, Andiñach y Morla, pero honrado, provechoso y necesario. Desde Benedicto XVI (gran autoridad que vinculó eros y ágape, diciendo que ambos aspectos del amor se vinculan y son necesarios: Dios es amor, 2005), la Congregación de la Fe se ha convertido en una institución al servicio del recto erotismo, en contra de la pornografía y pedofilia.

Algunos autores de Info-Católica (los del lobby pornográfico anti Fernández/Francisco) no sólo ignoran lo que dicen, sino que están echando piedras contra su tejado. No conocen la Biblia (no saben que el Cantar es un libro erótico), no distinguen entre erotismo divino (exaltado por B XVI) y pornografía.

  Por mi oficio de teólogo y biblista, he debido ocuparte algo del tema. Pero aquí no cito mis trabajos, sino un texto clave, escrito en el siglo XVI, en Salamanca por Fray Luis de León: Exposición sobre el Cantar de los Cantares  (siglas Exp y Cant). Los tiempos de Fray Luis eran ya como los nuestros.

Y algunos inquisidores de su entorno  (de tendencia anti-judía) lograron encerrar en una cárcel a Fray Luis, donde pasó cinco años, hasta que pudo ganar el juicio, siendo después reconocido como uno de los mayores pensadores “católicos” de todos los tiempos.  No creo que estos neo-inquisidores de Info-Católica logren encarcelar  a V. Fernández, ni derrocar a Francisco pero ganas no les faltan.

 Gracias Tucho por estar ahí; no se te ocurra dejarlo (ladran, luego caminamos). Y gracias sobre todo a ti, Papa Francisco; te lo están poniendo difícil, pero resiste. Disfruta, descansa, duerme bien y déjate cuidar por los  los que te quieren (te queremos)

Vea los detalles de la imagen relacionada. Ebook PALABRAS DE AMOR EBOOK de XABIER PIKAZA | Casa del Libro

EXTRACTOS “ERÓTICOS” (ANTI-PORNOGRÁFICOS) DE FRAY LUIS DE LEÓN: "EXPOSICIÓN AL CANTAR DE LOS CANTARES".

 Libro escrito en forma privada para amigos el año 1561    

  • Condenado y encarcelado por este libro del 1572 al 1576
  • Rehabilitado el 1576, permitiendo que el libreo se publicara en latín.
  • Primera edición castellana el año  y publicado en Latín el año 1798.

 El texto que sigue es algo extenso. Bastará con leer el principio… Lo he colgado aquí  por si algunos lectores quieren entrar en la temática del Cantar, como libro de máximo y “divino” erotismo. Quien tenga tiempo lea el Cantar de su Biblia o la Exposición de Fray Luis, uno de los textos más importantes de la literatura castellana. Hay muchas ediciones (alguna on line). Buen día a todos.

Béseme de besos de su boca (Cap. 1)

  En el comienzo de la historia humana hay una mujer que parece desmayarse: le falta su amado y pierde el color de la vida; le falta su alma y cae sin fuerzas. Pues bien, en medio de su flaqueza sabe lo que necesita, conoce la medicina que cura y pide con ansia: "béseme de besos de su boca".

La humanidad despierta allí donde una mujer enamorada pierde el sentido y cae al suelo al faltarle el aliento de su alma, y pide un beso a su amado, porque quiere también despertarle a la vida. Ella representa al ser humano como deseo de amor y camino de amor:

Lo que más se pretende y desea es cobrar cada uno que ama su alma que siente serie robada; la cual, porque parece tener su asiento en el aliento que se coge por la boca, de aquí es el desear tanto y deleitarse los que se aman en juntar las bocas y mezclar los alientos, como guiados por esta imaginación y deseo de restituirse en lo que les falta de su corazón o acabar de entregarlo del todo" (Exposición 1,1).

 El amante sabe que su vida está en su amado, y por eso ser la pide, como a Dios, que crea a los hombres al besarles (Gen 2).    El ser humano es alma (aliento), y su centro  es la boca, respiración de amor, vida compartida. Sólo si doy mi aliento al otro puedo recibir el suyo. Sólo si recibo el suyo puedo darle el mío, superando así el desmayo de mi propia vida. Uno al otro y ambos juntos se crean los amantes, en gesto metafísico y muy físico, que funda el despliegue antropológico.

  En nuestro caso, el verdadero nacimiento llega con los besos: humano es el que sabe/siente que su vida está en el otro y quiere recibirla para así elevarse y caminar (superando su desmayo). Por eso, en el principio está el deseo y un ruego: una palabra primera de mujer (de ser humano) que toma conciencia de su necesidad y pide "béseme".

En este primer momento, todo el cuerpo (valor) de la mujer es boca; nace de nuevo, no al tomar la leche (pecho) de la madre, sino al beber el alma de la boca del amado. Aquí se concentra toda su sensibilidad y su deseo. Ella es boca que se abre hacia otra boca que le ofrece el vino de la vida, llenándola de olores (Cantar l, l-2; Exposición 1,1-2).

Ella sabe pedir: ésta es la fuerza de su debilidad. Pide los besos de su amado, que son dulces y olorosos; pide que la lleve consigo, para poder correr juntos por el campo de la vida (Cantar 1,3). Eso es amar: ir realizando juntos el camino.    

En este primer momento, el amor es ante todo camino de mujer. Ella comienza pidiendo los besos y queriendo avanzar hacia una meta que culmina en forma de morada común (casa) de espacio de encuentro (lecho).

Ella ha empezado, despertando la conciencia del amor con su palabra, pidiendo los besos del amado y comparando su presencia con el vino fuerte que anima, con el olor que despierta los sentidos (Exposición 1,1-2). Estamos, sin duda, ante un proceso de iniciación; hay aquí dos seres que despiertan a la vida al descubrirse el uno al otro, al entregarse mutuamente en cuerpo y alma. Lógicamente, el pro­ ceso empieza por la boca (besos, sabor de vino) y el olfato (ungüento oloroso) para culminar en la mirada.  

Quizá pudiéramos decir que, en este nivel, el uno es casa para el otro. Siguiendo en la línea del beso como "donación mutua de vida", el Cantar ha destacado con gran fuerza la experiencia gozosa del olor, que puede y debe interpretarse, como bien sabe Fray Luis, en plano ambiental (perfume externo que alimenta sus amores) y en el plano persona (cada uno es olor para el otro). En este segundo nivel han de entenderse las más bellas palabras del poema:

Manojuelo de mirra es mi amado a mí, mora entre mis pechos (Cantar 1,12).

 Sigue y se completa la comparación anterior. Si ella es olor, si es perfume su nardo (intimidad de su cuerpo), también es perfume el cuerpo del amado. Como un manojito de mirra: ella lo pone entre sus pechos de mujer enamorada; recostados ambos en diván de amor se dan perfume de vida uno al otros (cf. Exp 1,1-2).

A la yegua... te comparo, amiga mía. Mi amado es un manzano. Esta es  Es una imagen familiar a los poetas de Oriente y Occidente; a Fray Luis no le disgusta. Parece así que la mujer es para el varón experiencia de cuerpo cercano, en agilidad y belleza, en frescura y gallardía (cf. Exposición 1,8); sobre ella cabalga el amante en aventura de gozo y de gloria. Al mismo tiempo, la mujer es cuerpo que se adorna: así aparecen sus mejillas y su cuello, rodeados de cerquillos y collares (Cantar 1,9); con adornos o sin ellos, Fray Luis ha presentado a la mujer como un cuerpo para ver; es gozo ante los ojos del esposo (cf. Ex 1,9).

Libro Amor de Hombre, Dios Enamorado. San Juan de la Cruz: Una ...

Y concluye así el tema del primer capítulo. Queda planteada la paradoja del Cant, tal como ha sido reflejada por Fray Luis: la mujer es la que inicia el proceso de humanización, despertando con su deseo y su llamada el deseo y la vida del amado. En ese aspecto, quizá pudiéramos decir que el varón viene a presentarse casi como creación de la mujer; ella le forma, ella le educa. En el principio no está Adán, ni está Eva sola; pero es Eva la primera que despierta y despertando pone en pie a su esposo.   Recordemos al manzano como árbol que la tradición ha puesto en el lugar del paraíso; es árbol engañoso, cuyo fruto atrae, pero mata porque Dios lo ha prohibido con su palabra (Gén 2-3). Pues bien, Cantar 2-3 ha invertido la visión del Génesis de forma significativa: por un lado, el mismo esposo es manzano para la esposa; por otro, sus frutos no están prohibidos. Esto significa que el despliegue del sexo no se puede interpretar como pecado, sino todo lo contrario. Así lo ha visto Fray Luis:

"Como suele un manzano grande y verde... convidar a los que le ven a reposar debajo de su sombra, y coger de su fruta, así dice (ella) que la vista de su esposo la puso en semejante deseo, y como lo deseó así lo puso por obra. En su sombra deseé, conviene a saber, reposar; sentéme, esto es, conseguí el fin de mi deseo; y su fruta dulce a mi garganta, en que se declara una posesión entera y perfecta" (Exposición 2,3).

Más claro, imposible. Se expone así el camino de iniciación en el amor desde la perspectiva de la mujer. No es el esposo el que viene y posee. Es ella la que empieza: desea el fruto del amor y come la manzana, sentada sobre el campo. Se puede aquí afirmar que la historia ha terminado: ha vuelto la mujer al paraíso, descubriendo que el varón amado es su manzano, su fruto deseado (no vetado), su gloria y gracia. Mejor no podía haberse dicho. No hace falta ya nombrar el gesto de la unión genital: está implicado en todo lo que indica y presupone el texto.  

Su izquierda debajo de mi cabeza y su derecha me abraza (Cant 2,6).

 El amor culmina en forma de sueño: el desmayo se vuelve reposo tranquilo y perfecto. Llegado a su fin, en casi todos los idiomas occidentales, el amor se presenta como un dormir juntos. Pues bien, la esposa se ha dormido. Ha culminado su gesto de entrega: ha comido la manzana de su esposo, ha bebido de su vino, ha recibido la caricia de sus manos. Ahora descansa y duerme, mientras él acuna solícito su sueño.

 "Todo este mostrarse y esconderse y no entrar de rondón, sino andar acechando ahora por una parte y ahora por otra, es natural de los muy requebrados, y son unos regalos y juegos graciosísimos de amor, que es como un jugar al tras con los niños, lo cual se pone aquí con gran propiedad y hermosura de palabras. Porque dice que cuando ella lo ve por entre las puertas, él de presto se quita de allí y corre a mostrarse por las saeteras de la casa y de allí, siendo visto, se muda a las rejas y se asoma un poco... Y como hemos dicho, estas cosas, aunque parecen niñerías, no lo son en los amantes" (Exposición 2,10).

 “Levántate, amor mío, de ahí donde estás en tu cama acostada y vente; y no tengas miedo a la salida porque el tiempo está muy gracioso; el invierno... ya se fue; el verano ya es venido... Los árboles se visten de flores; las aves entonan sus músicas con nueva y más suave melodía (Exp 2,10-13).

Él había aparecido saltando como ciervo (Cantar 1,8). Ella debe volar como paloma, en imagen que Fray Luis ha desarrollado con toda precisión. Signo de amor son, a su juicio, las palomas que se unen en pareja y guardan fidelidad perpetua. Recordemos que es ella la que sigue escuchando en sueños la voz de su amado. Se oye a sí misma, expresando sus deseos más profundos, en la voz que le dice:

"Ven acá, compañera mía, que ya es tiempo que juntemos este dulce desposorio; sabed que yo soy palomo y vos habéis de ser paloma, y no de otro palomo, sino paloma y amada mía, y yo amado y compañero vuestro. Este amor ha de ser firme para siempre, sin que ninguna cosa jamás lo disminuya... Por eso, veníos al campo, paloma mía; aquí en esta peña hay unos agujeros muy aparejados para nuestra habitación" (Exposición 2,14).

En mi lecho en las noches le busqué (Cant 3)

 En todo tiempo desean las mujeres apasionadas de amor tener presente a quien aman, y en las noches mucho más, porque con el silencio y sosiego de la noche quedan más desocupados los sentidos y pensamientos para pensar en lo que aman, y así el amor se enciende más; y también porque en la noche crecen juntamente los celos y los recelos: los celos de pensar que (el amado) se ayuda de la noche para alguna travesura; y los recelos de temer no le acontezca algún peligro de los muchos que suelen acarrear las tinieblas. Pues esta mezcla de amor y temor y celos aguza ahora y despierta el cuidado de la esposa para que mire por el esposo..." (Exp 3,1).

Apasionado es el amor de esta mujer, que sufre en la noche la soledad de su amado y sale a buscarle por las calles. No busca a cualquiera (no quiere sin más un varón); quiere al amado de su alma, al único que puede responderle, devolviéndole la vida. Busca en el riesgo de la noche, en la soledad de las plazas indefensas, en medio de gentes que quieren otras cosas. Por eso los "guardas" no saben responderle (Cantar 3,2); están ocupados en pensamientos de carácter social; no saben lo que implica el amor más verdadero.

Es ésta una escena de gran dramatismo que podría acabar corno tragedia: hieren mortalmente a la esposa que vaga hasta perderse, sin dar con el amado... Sin embargo, corno ya hemos indicado, el discurso del Cantar es positivo y sólo narra escena de final afortunado. Ella se aparta de los guardas de la ciudad (la policía) y sigue buscando hasta encontrar por sí misma al que los otros no supieron descubrir, porque "al amor sólo el amor le halla y le entiende y le merece" (Exposición 3,3).

Ella es la que torna aquí la iniciativa. Al texto no le importa saber por qué se fue su amigo. Tampoco le interesa decir si se resiste. Ella es quien busca y decide, dirigiendo el curso de la historia. Por eso dice que no dejará a su amado "hasta que le meta en casa de mi madre y en la cámara de la que me engendró" (Cantar 3,3). Fray Luis sabe que el amor es verdadero sólo cuando culmina "en el reposo y perfecta posesión" de los amantes, es decir, en la cámara del lecho.   

En todo este proceso de amor, la mujer aparece como activa. Al principio no dormía por ausencia; no podía descansar en una cama solitaria, con el hueco del esposo perdido entre las calles de la ciudad. Ahora no duerme por presencia; tiene que acunar y proteger el sueño de su amado, después de haberle dado la fuerza de su amor y la dulzura de su propia entrega. Es significativo el hecho de que en todo este proceso no existan palabras de condena. La amada no se queja ante el amado; no le riñe ni reprocha por su ausencia. Se limita a buscarle y le ama, sabiendo que el amor cura todas las heridas de los hombres.  

¡Qué hermosa eres, amiga mía! (cap 4)

 Hasta aquí el amor se veía en perspectiva de mujer: era ella quien pedía el beso del amado, soñaba con su presencia y le buscaba, despertando e iniciando así una relación de encuentro. Ahora cambia la perspectiva: el Cantar habla en clave de varón, como bien indica Fray Luis: "este capítulo no trae dependencia alguna de lo que arriba se ha dicho, porque todo él es un loor lleno de requiebro y de gracia que da el esposo a su esposa, particularizando todas sus facciones y encareciendo la hermosura de ellas por comparaciones diversas" (Exposición 4,1).

Ella no empezaba describiendo el cuerpo del amigo; comenzaba pidiéndole sus besos (Cantar 1,1): todo el cuerpo del amor se hallaba condensado así en los labios, entendidos como una expresión del alma. Él, en cambio, empieza extendiendo la mirada y recorriendo (gozando) con sus ojos el cuerpo de la amada.

Para el varón del Cant, la mujer es ante todo un cuerpo hermoso que se mira y que se admira, en gesto de gozo y deseo (Cantar 4,1-17); sólo después de haberlo mirado, el varón quiere gozarlo en beso compartido, situándose allí donde la amada ya se había situado en el principio (Cantar 4,8- 16; cf. Cantar 1,1). Con esto hemos descrito ya las dos mitades de la escena: visión y acción de amor.

Comenzamos con la visión. Amar es descubrir y decir (cantar) la hermosura del cuerpo amado, en palabras que Fray Luis llama de "alborada": cuando surge la mañana vienen los pastores y cantan la belleza de su amiga ante la puerta de su casa o su cabaña. Sale la luz y con la nueva luz la miran, descubriendo y expresando su hermosura con palabras "sacadas de cosas del campo... que son maravillosamente ajenas y extrañas a nuestro común uso y estilo" (Exposición 4,1).  

Amar es ad-mirar: ¡qué hermosa eres!, ¡toda hermosa eres! (Cantar 4,1.7). El amor del varón responde así al descubrimiento gozoso de la belleza en un cuerpo de mujer. Dentro de la totalidad del cuerpo (su parte superior) van apareciendo los ojos de paloma, los cabellos como rebaño de negras cabras, los dientes como ovejas blancas, los labios de fino carmesí, las sienes como granadas (blancas y encarnadas), el cuello como torre elevada y los pechos como cabritos mellizos.  En un primer momento parece que se trata de una hermosura simplemente estética: sólo importa el gozo en proporciones y colores, la armonía de un conjunto bello, sin relación con el afecto personal y los deseos de unión plena. Pero pronto aparece ese nivel: siendo hermosos, esos pechos descubiertos de mujer actúan como signo de intensa atracción erótica; así lo ha indicado Fray Luis en palabras de gran densidad emotiva:

"No se puede decir cosa más bella ni más a propósito que comparar los pechos hermosos de la esposa a dos cabritos mellizos, los cuales, demás de la terneza que tienen por ser dos cabritos y de la igualdad por ser mellizos, y demás de ser cosa linda y apacible, llena de regocijo y alegría, tienen consigo un no sé qué de travesura y buen donaire, con que roban y llevan tras sí los ojos de los que los miran, poniéndose afición de llegarse a ellos y de tratarlos entre las manos..." (Exposición 4,5).

 Aparece así bien claro que, visto eróticamente, el cuerpo de mujer es pechos que se miran, se admiran y desean. Evidentemente, el varón quiere "tratarlos entre las manos"; y así lo dice, velada pero claramente, en el texto que sigue: "voyme al monte de la mirra y al collado del incienso, hasta que sople el día y huyan las sombras" (Cantar 2,6); "montes del esposo", lugar de incienso y mirra, de aromas y sabores, son en medio de la noche ("hasta que sople o llegue el día", como en Cantar 2,17) los pechos de la esposa. Fray Luis no quiere quedar sólo en ese plano sentido, aunque reconoce su valor al afirmar que el esposo está pidiendo a la esposa "que se vaya con él", para que así pueda gozar su cuerpo hermoso. Y con esto termina el canto de alborada y comienza la segunda parte del capítulo que llamábamos acción de amor (Cantar 4,8-16)   

   Conforme al modo de hablar de este espacio cultural israelita, el amor es explosión de olores y de besos; es la fuerza de la vida que se siente (se huele), es el don del alma que se entrega y se recibe, se comparte en el encuentro de las bocas y los labios, como vimos ya al hablar de Cantar 1,1-1. En este nivel, amor de varón y de mujer se identifican.

El amor, cuerpo de mujer para el varón y viceversa

  . El varón ha comenzado mirando desde los ojos a los pechos de su amada; con ella ha recorrido los caminos del amor. Ahora los recuerda de nuevo, con los ojos cerrados, como soñando despierto; ya no ve los ojos, ni los labios, ni los pechos...; mira algo más hondo; descubre a la mujer entera, que es prodigio de la naturaleza: ¡huerto cerrado, fuente de huertos!... (Cantar 4,12-15).

Estamos de nuevo ante una simbología de paraíso. En Cantar 2,3, ella comparaba al varón con el manzano, para decir que había "comido de su fruto". Ahora es el varón el que, encontrando a la mujer, descubre y goza en plenitud el paraíso de Dios sobre la tierra. Así lo indica Fray Luis: descubierto y recorrido en clave de amor, el cuerpo de mujer es plenitud de la naturaleza (jardín y fuente, vida fresca) y paraíso de deleite y plenitud para el amado:

"Dice que toda ella es como un jardín cerrado y guardado, lleno de mil variedades de frescas y graciosas plantas y yerbas... Y añade luego otra semejanza diciendo que es... una fuente de agua pura y serena, rodeada de hermosas yerbas y guardada de todo cuidado" (Exp 4,10-11).

 Cierta interpretación espiritualizante ha visto en el huerto cerrado un signo de virginidad de la mujer, guardada celosamente por (y para) el varón. Pero más que la virginidad ha resaltado el texto (tanto el Cantar como la Exposición de Fray Luis) la experiencia de belleza y fecundidad de la mujer. Evidentemente, aquí se alude al misterio del cuerpo femenino, expresado de algún modo en sus partes genitales; el varón las ha descubierto y puede describirlas con palabras de admiración y poesía. Pero, al culminar en las partes genitales, lo que él canta aquí es la vida total de la mujer, como se expresa en su gesto de amor compartidos[1].

La mujer es jardín cerrado; en medio del desierto requemado de este mundo hay un jardín para el varón, como una planta de belleza y alimento. Pero también el amante es jardín para la amada, reposo, belleza, pasión amorosa. Ella es fuente de huertos que desciende de la más alta montaña del Líbano, que toca con su cumbre la cumbre de los cielos; de ella brota el agua de la vida, como río donde bebe el mismo esposo, un río del que nace la vida de los hijos (tema que aquí queda velado)

La mujer, encarnación de Dios, “virgen” redentora.

El varón no necesita salir a la montaña; no debe andar buscando misterios en los ríos lejanos del oriente o en jardines de cuento y fantasía; el río y la montaña, el jardín y la riqueza del varón es la mujer, el cuerpo amado; en ella encuentra su verdad, su amor, su paraíso. Así puede acabar el texto en forma de invocación: vuela, cierzo; ven, ábrego (Cantar 4,16):

 "Así el esposo, en diciendo que su esposa es un jardín, añade y dice: ¡Ay! Dios me guarde el mi lindo jardín de malos vientos, y el amparo del cielo me lo favorezca y no vea yo rigor y aspereza del cierzo..., que quema y abrasa los árboles y las plantas. Venga el ábrego y sople en este huerto mío con un airecito templado y suave..."(Exposición 4,16).

Mi amado es blanco y colorado (Cap. 5)

"Pues que vos me hicisteis semejante a un jardín, ¡oh amado esposo!, y dijisteis que yo era vuestro huerto, así lo confieso yo y digo que soy vuestra y que todo lo bueno que hay en mí es para vos. Venid, esposo mío, coged y comeréis de los buenos frutos que en este vuestro huerto tanto os han contentado" (Exposición 5,1).

Como podemos observar, la enamorada no tiene inhibiciones, no se esconde ni retira. Su gozo está en ser fuente de gozo del varón que la ha mirado. Sigue el texto y, en forma de contestación, ofrece las palabras del esposo, que refuerza su alegría diciendo que ha gozado de la esposa y con la esposa.

Es una confesión de placer (cogí mi mirra, comí mi panal, bebí mi vino y leche...); centrada en el contento que le ofrecen los labios y la boca, los olores y sabores de la esposa. Éste es el convite de la vida, es el banquete del reino al que el varón enamorado invita a sus amigos; quiere que ellos lo descubran, recorriendo juntos los caminos que el amor les abre (Exposición 5,2).

Yo duermo y mi corazón vela (Cantar 5,3). Duerme la esposa, "pero no duerme del todo, ni toda ella reposa, porque su corazón no está en ella, sino con su amado está siempre velando... Así, cuando el cuerpo duerme y reposa, entonces está el corazón velando y regocijándose con las fantasías de amor, recibiendo y enviando mensajes" (Exposición 5,4). Ésta es la suerte de los amantes, en especial de la mujer: goza en el amor como jamás nadie ha gozado en el mundo; pero al mismo tiempo sufre la ausencia del amado, que, por ser varón, parece con licencia de andar de noche fuera, entre los riesgos del mundo.

Juegos de amor

Voz de mi esposo me llama (Cantar 5,2). El sueño se convierte en realidad: "Llega el esposo y llama a la puerta, cuya voz ella bien conoce, el cual decía así: ábreme, hermana mía, compañera mía... Y porque no puede sufrir, quien ama, de ver a su amado padecer, dícela, por moverla más: que mi cabeza está llena de rocío..."(Exposición 5,3). Ésta es la condición del amor: ella está en casa esperando hora tras hora en medio de la angustia; él, en cambio, puede venir cuando quiera, pidiendo (casi exigiendo) que le abran al instante. Se ha cansado de estar fuera; busca el calor, el resguardo de la casa, quiere compañía.

Desnudéme mi vestidura, ¿cómo me la vestiré? (Cantar 5,4). Fray Luis ha visto en estas palabras "un melindre..., que es común a las mujeres, haciéndose esquivas donde no es menester y, muchas veces, deseando mucho una cosa, cuando la tienen a la mano, fingen enfadarse de ella y que no la quieren" (Exposición 5,4). En otras palabras, la esposa estaba deseando la venida del esposo; pero ahora que ha venido "ensoberbécese y emperézase en abrirle, y hace de la delicada por hacerle penar" (Exposición 5,4). Ésta es la manera que ella tiene de decirle que ha sufrido. Así lo ha resaltado Fray Luis:

"(En esto...) muestra bien la condición y natural ingenio de las de su linaje, porque aunque amen y deseen mucho, de cualquier cosilla hacen estorbo y usan de mil niñerías. Aunque en decir esto la esposa no se ha de entender que no le quiera abrir, que eso no se sufre en un amor tan encendido y verdadero, sino presupuesto que lo quiere y ha de hacer, muestra que le pesa que no hubiese venido un poco antes..." (Exposición 5,4).

El sentido es claro: ella se detuvo un poco en abrir, y el esposo, "no sufriendo dilación, tentó de abrir la puerta, metiendo la mano por entre los resquicios de ella...; y la esposa, turbada toda en ver su prisa, acudió a abrir" (Exposición 5,5). Él está impaciente y quiere forzar las puertas de la casa. Ella deja sus melindres y se turba, sintiendo el fuego del amor en las entrañas. El tema es claro a ese nivel, como he indicado. Pero es posible que en otro plano el texto esté evocando una escena de mayor intimidad. Ella ha esperado impaciente. Él viene cuando quiere y, sin respetar su impaciencia y su cansancio, quiere forzar con su mano las puertas interiores (las partes genitales) de la mujer. Ella se estremece, sintiendo que le corre la mirra, que es perfume de amor, por las manos, por la vaina de su concha,  por el cuerpo.  

            Sea que el texto se refiera a la puerta externa de la casa o a la llave interior del cuerpo amado (sus partes genitales), el sentido del texto es el mismo: aguarda impaciente la esposa; viene el esposo y pretende abrir por fuerza; ella quiere resistirse un momento para dar tiempo a la conversa­ción, para que el amor se pueda realizar en libertad, en gesto de diálogo. Ciertamente, ella quiere; pero quiere de otra forma; y, así, se hace rogar. Mientras tanto el esposo, que se siente desairado, se marcha: Yo abrí al mi amado, y mi amado se había ido y se había pasado (Cantar 5,7).

"El esposo, viendo que ella al principio no le quiso abrir, dándole casi a entender que no le había menester, probó a abrir la puerta; mas cuando sintió que (ella) se levantaba y venía a abrirle, quiérele pagar la burla. Como quien dice: vos queréisme dar a entender que podéis estar sin mí; pues yo os haré conocer cómo me puedo más sufrir sin vos que vos sin mí. Y así se ausenta, no aborreciéndola, sino castigándola y haciéndole pasar un rato entre esperanzas y temores, para que justamente escarmiente" (Exposición 5,7).

Ella no debe esperar ni un minuto. Él puede (y debe) marchar toda la noche, para que ella sufra. Ésta es la condición del varón y la mujer a los ojos de Fray Luis. Pero la continuación del texto nos permite conocer mejor lo propio de uno y otro. Él se marcha, arriesgando así el camino del amor; puede dar la impresión de que no le importa lo que pasa luego. Ella, en cambio, insiste; quiere amor, y se arriesga para cultivarlo; quiere a su amado y le busca en medio de la noche (como en Cantar 3,1-4).

Se levanta de la cama, sale por la calle, grita, y nadie le responde. La escena es sorprendente. El amado se esconde en algún lugar inaccesible: por eso ella no puede encontrarle (al contrario de lo que pasa en Cantar 3,1-4). La amada se convierte en buscadora impaciente, que recorre con su angustia y voces los caminos de la vida.

Así la encuentran los guardas de la noche, que se ríen de ella, le quitan el manto y la roban: abandonada del amigo, en el frío del amor quebrado, vino a caer en manos de "carpeadores y ladrones, de gente aviesa y descomedida" que quería aprovecharse de ella (Exposición 5,7-8). Pero en medio de esa noche, o más bien llegada la mañana, encuentra también otras personas que le ayudan; son las hijas de Jerusalén, mujeres que saben de amor y sufrimiento, de soledad y pasión; podrán acompañarla para hallar al esposo y transmitirle su mensaje:

 "Decidle que perezco, que me fino (me muero) de amor. Y es de considerar que, aunque está fatigada de buscarle, y maltratada, y despojada por el descomedimiento de los que la toparon, no le manda decir ni su congoja, ni su cansancio, ni el trabajo que ha puesto en su busca, ni los desastres sucedidos, sino sólo que perece por su amor" (Exposición 5,9).

Descripción del amado.

Recordemos que es una mujer la que habla aquí de su varón a otras mujeres. Al principio (Cantar 1,1-2) el varón no era cuerpo entero: era boca de amor, era besos. Ahora que se ha marchado, ella le recuerda como cuerpo entero, humanidad completa, describiéndole así y proponiendo su figura ante los ojos y el deseo de las que le escuchan y quieren ayudarle. Él se ha escondido, permaneciendo como ajeno a todo lo que pasa. Ella, en cambio, le recuerda y reproduce fielmente su figura en medio de la plaza:

  • Mi amado es blanco y colorado,
  • trae la bandera sobre los millares:
  • su cabeza como oro de Tibar, sus cabellos negros como cuervo,
  • sus ojos de paloma, sus mejillas como eras de plantas olorosas,
  • sus labios violetas que destilan mirra, sus manos rollos de oro,
  • su vientre blanco marfil, cerrado de zafiros;
  • sus piernas columnas de mármol, su semblante como el Líbano,
  • su paladar... dulzuras y todo él deseos"(cf. Cantar 5,10-16).

Hemos escogido sólo los aspectos más salientes de esta descripción que ofrece Cantar y comenta Fray Luis en su Exposición. Lo primero que observamos es la humanidad del amado: no es un dios del cielo ni un animal sagrado como el toro; es del modo más hondo un varón perfecto "que destaca entre millares".   Podemos destacar lo positivo de este cuadro (cabellos, ojos, mejillas, labios, manos...). Pero es es importante lo que falta: la referencia a los órganos sexuales, velados por pudor, para la experiencia más profunda de la vida

La descripción va de arriba hacia abajo, de la cabeza hasta las piernas. Pero luego vuelve a subir y se condensa en el semblante, majestuoso como el Líbano, y en el paladar, "lleno de dulzuras y deseos". Es significativa esta repetición de labios (Cantar 5,14) y paladar (Cantar 5,17). Ella indica que la sexualidad del varón, en perspectiva de mujer y desde aquello que se puede publicar en un texto, se encuentra centrada en los besos de  su boca.

Se completan de esta forma las descripciones del cuerpo.

Cantar 4 presenta un cuerpo de mujer, centrado en el eje ojos-pechos, y expresado después simbólicamente como "huerto y fuente" de vida para los varones. Por su parte, Cantar 5 presenta un cuerpo de varón, hermoso en majestad, centrado en el paladar y los labios. Culmina así toda la escena: sobre el vacío del esposo ausente, evoca la mujer el signo de su cuerpo deseable: esa evocación, realizada entre mujeres amigas, en el centro de la plaza, viene a convertirse en sustituto de la ausencia. De esta manera, la escena no termina en llanto ni tragedia. Inmediatamente después, superando ese vacío, que ha sido ocasión para evocar la imagen corporal del amado, volverá a aparecer ese mismo amado. El drama del amor sigue; la historia de la vida continúa.  

Ha sido ella la que ha dado no sólo el primer paso, sino todos los pasos necesarios para restablecer el amor: ha buscado en la noche, ha salido hasta el campo... y al verle ha gritado: ¡yo a mi amado y mi amado a mí! (Cantar 6,2). Éstas son palabras de ofrenda y reconciliación, de entrega y de esperanza. Así lo ha entendido Fray Luis: "Lo cual es forma de llamar a voces, como si dijese: hola, amador y amado mío..., ¿óyesme? Así  se entiende lo que habemos dicho: que le salió a buscar al campo hacia el lugar donde estaba el huerto, y sintiéndole estar en él, llámale como he dicho, para que le responda. A la cual voz sale el esposo, y viendo a su esposa, y viendo justamente la gran afición con que le buscaba, enciéndese en un nuevo y vivo amor y recíbela con mayores y más encarecidos requiebros" (Exposición 5,2).

Este poder de la hermosura se condensa en la fuerza de los ojos: ¡vuelve los ojos tuyos! (Cantar 6,4); no me mires, "que me robas... y me traspasas el corazón" (Exposición 6,4). Éstas son las armas de la esposa: los ojos con que mira y rinde la defensa del esposo. En este momento puede dar la impresión de que ella es una especie de fatalidad, como una "fuerza de la naturaleza" que atrae, arrastra, desborda. Mirando a los ojos de la mujer, el varón se siente desnudado y vencido. Así lo interpreta Fray Luis:

 "Conforme a lo cual quiere el esposo que aparte de él la esposa los ojos y no le mire, porque, viéndolos, no está en su mano no irse a ella, porque le arrebata tras sí el corazón, como volando, sin poder hacer otra cosa... Y demandando esto el esposo pide lo que no quiere, que es que su esposa no le mire, porque es gran placer el que él siente con su vista..." (Exposición 6,4).  

 No sé lo que ha sido, ni lo que has hecho en dejarme así, amado esposo mío; ni la causa que te movió para ello: si fue querer ver tu huerto o alguna otra cosa; en fin, no sé nada; esto sé, que el deseo mío y el amor entrañable que te tengo, que posee mi alma y la rige a su voluntad, me ha traído en tu busca, luego que te sentí, volando como en posta" (Exposición 6,11).

  ¡Cuán lindos son tus pasos! Danza de mujer (cap 7)

   Éste es lugar donde la corporalidad de la mujer se vuelve más inmediata y atrayente, más cercana. Fray Luis parece sentirse algo incómodo ante esa descripción tan poderosa de un cuerpo de mujer: sus pies y sus muslos, su ombligo, su vientre, sus pechos... Quizá ningún pasaje de la Biblia judía o cristiana canta de esta forma la inocencia y atractivo de un cuerpo de mujer (o de varón). Ante los ojos admirados de los espectadores del baile, comenta nuestro autor:

Desciende aquí a tantas particularidades el Espíritu Santo, que es cosa que espanta. Dicha la lindeza de los pies, viene ordenadamente a loar la buena hechura de las piernas y los muslos de la esposa... Bien se descubre sobre los vestidos el grueso y buen talle de los muslos, mayormente cuando se va con priesa y contra el aire. Mas lo que sigue no sé cómo las compañeras lo pudieran adivinar: es tu ombligo como vaso de luna...Vaso de luna, es decir..., perfectamente redondo... Sobre estas dos hermosas columnas de tus piernas se asienta el edificio de tu persona: la primera parte de él es el ombligo y vientre tuyo, el cual está muy hermosamente proporcionado, porque no parece sino una taza tan redonda como la luna..." (Exposición 7,1-2).

La belleza del cuerpo femenino se expresa en un primer momento en los pechos: ella es como palmera y sus pechos son racimos hermosos y sabrosos de la palma (Cantar 7,7). Recordemos que él era manzano (Cantar 2,3) y ella comía de su fruto y descansaba a la sombra de sus hojas. Ahora ella aparece como palmera que muestra con gracia sus pechos (racimos). Recordemos también que al principio él era labios que destilan vino (cf. Cantar 1,1-2). Ahora el tema se ha invertido: es ella  la que viene a presentarse como paladar de vino suave y bueno (Cantar 7,9). Tomar los racimos del árbol, beber el vino de los labios de la esposa, esto es amar, según comenta con toda propiedad Fray Luis, ofreciendo así una conclusión formidable del motivo y gracia de la danza. Hablan las compañeras y habla el esposo resumiendo la voz de todas ellas:

"Oh quién te alcanzase y gozase; quién pudiese llegar a ti y, enredándose en tus brazos y dándote mil besos, coger el dulce fruto de tus pechos y tu boca ... Linda eres como una palma. ¡Ay! Quiero allegarme a ella y asirme de sus ramos altos, y subiré hasta la cumbre. Y seránme los tus pechos como racimos de vid: alegrarme he, deleitarme he con ellos...: cogeré el aliento de tu boca, más olorosa que manzanas; gustaré del gusto de tu lengua y paladar: que en deleitar, alegrar y embriagar con dulzura y afición vence al vino mejor..." (Exposición 7,8).

Todo el proceso de Cantar ha venido a culminar en este punto. Recorriendo las vías del amor, un varón y una mujer pueden encontrarse y comunicarse la vida en libertad y regalarse la existencia siendo uno en el otro, encontrándose a sí mismo de esa forma. Precisamente aquello lo que parecía más "carnal" (la danza provocativa de la esposa) se ha venido a convertir en "centro espiritual" de la existencia. Ella ha ofrecido la vida diciendo: soy del amado. Implícitamente, el amado responde ofreciéndole su vida (su deseo es a mí). Siguen siendo dos, pero no tienen más que una voluntad; son dos, pero viven un solo y mismo misterio de gracia.

Convídale (la esposa) a que salga con ella a vivir y morar en el campo, huyendo del estorbo e inquietud de las ciudades, y para que sin embarazo de nadie se gocen ambos y gocen de los bienes y deleites de la vida del campo... La mayor (recreación) de todas y lo que ella más pretende es el poderse gozar a solas y sin estorbo de gentes... (Exposición 7,11).

Debajo del manzano te desperté (Cap. 8)

 Conforme a la interpretación de Fray Luis, este capítulo parece estar tejido de recuerdos y conclusiones: reasume el camino anterior y lo ratifica en clave de permanencia. Dejando de lado dos versos que expresan el amor como abrazo corporal y pérdida de sí o des­ mayo (Cantar 8,3), estudiados ya (cf. Cantar 2,6-7), dividimos el tema en siete pequeñas unidades, que expresan y ratifican lo que pudiéramos llamar el triunfo del amor en la existencia.

Ellos vienen juntos, abrazados, y comentan los que pasan: ¿Quién es Éste? En un primer momento, miramos y pensamos que éste debía ser simplemente un hombre varón, un conquistador guerrero. Pero miramos mejor y descubrimos que es una mujer que sube del desierto recostada en su amado? (Cantar 8,5). La figura central no es él, sino ella, pero ella con él: la amada con el amado.

El amor se vuelve decidido: aquella misma esposa que tenía miedo de mostrar en público su afecto hacia el esposo, deja ahora de sentir vergüenza y "viene delante de todos, tan asida y afirmada por él, que los otros con admiración preguntan: ¿Quién es esta..., tan asida y junta a su esposo que viene como sustentada toda por él?" (Exposición 8,5). Se han celebrado las bodas, el compromiso se publica; públicamente pueden mostrar su afecto los amantes en medio de un mundo que se admira, pues sigue centrado en otras cuestiones e ideales.

En este momento el amor aparece como  triunfo de la mujer amorosa sobre el hombre que puede perder su  vida en  medio de ocupaciones ajenas al amor. 

De esa forma se ha invertido y completado el relato inicial de Génesis 2-3, donde la mujer parecía iniciar al varón en el pecado, ofreciéndole la manzana de la rebeldía y de la culpa. Ahora, en cambio, ella viene a presentarse como iniciadora de amor y plenitud para el varón, esto es, como redentora del varón. Así lo ha visto Fray Luis, haciéndole decir: Oh amado mío, esposo, que me parece que ahora te veo como la primera vez que te moví a amarme.   

Significativamente, Fray Luis conserva el sentido fundante del texto: es la mujer la que "despierta al varón" y le introduce en una vida hermosa debajo del manzano, signo de amor y fecundidad, en una especie de despliegue femenino de la vida, de "proceso matrilineal". La existencia humana se transmite de madres a hijos bajo el árbol del amor, que es el manzano. De esa forma, nuestra esposa ha repetido la historia de su madre, introduciendo a su "amado" en el lugar de la conciencia verdadera, en el camino de la vida.    

 Tan fuerte es el amor que no basta todo el poder de la tierra para lo poder vencer por fuerza. Ni tampoco se deja vencer por dádivas y sobornos, porque no se abate a nada de eso el amor por su gran majestad... De manera que el amor es un señor muy fuerte e impla­ cable cuando ha tomado posesión de corazón alguno. Pues siendo tal mi amor contigo, justo es que tú me respondas amándome con igual fuerza" (Exposición 8,7-8).

 En sentido estricto, acaba aquí el argumento del Cantar, lo mismo que la Exposición de Fray Luis. Más allá del poder y del dinero, desbordando las restantes realidades e ideales de la tierra, emerge y triunfa aquí el amor como señal de Dios para los hombres. Esto es lo que quiso decir el Cantar; esto es lo que Fray Luis ha intuido en este momento de su vida. Ésta es la sabiduría suprema, es la ciencia donde viene a condensarse el conocimiento de amor de cielos y tierra: sobre el camino del mundo han venido a encontrarse un varón y una mujer; la mujer ha despertado la conciencia dormida del varón; el varón le ha respondido en compromiso de fidelidad; ambos se abrazan en gesto de generosidad gratuita. Quien comprenda esto por dentro ha comprendido el sentido de la vida.

Conclusión: amor humano y amor divino

 Hemos releído con Fray Luis el Cantar de los Cantares, entendido como parábola fundante de la vida humana. Hay otros elementos, otros rasgos y momentos; pero es éste el más significativo; se conoce al ser humano recorriendo el camino de amor de dos enamorados. Varón y mujer fueron creados, en relación han surgido y surgen los seres humano; por eso su sentido se realiza en plenitud únicamente allí donde se encuentran y completan ambos.

En el fondo, Fray Luis está convencido de que el aprendizaje del amor es el asunto primordial de la existencia humana: precisamente a los mancebos o jóvenes quiere enseñarles a amar con rectitud; para ellos, como propedéutica vital, ha escrito este libro.

Fray Luis ha sido y sigue ante todo un humanista y pedagogo. Como humanista retraduce e interpreta con fidelidad el antiguo Cantar de la Biblia. Como pedagogo quiere acompañar en el camino del amor y la maduración humana a los que asumen con él la travesía de la vida; no prohíbe nada, no oculta las cuestiones, no reprime... Relee los temas del Cantar y los ofrece a sus contemporáneos como expresión muy honda del sentido de la vida.

En ese aspecto, la erótica del Cantar y de la Exposición de Fray Luis tiene un carácter admirativo y pedagógico. El amor no se crea, se descubre; basta con abrir los ojos y ver de nuevo el camino de encuentro del varón y la mujer en el centro mismo de la vida; cada vez que ellos se buscan y se unen renace el paraíso con todos sus valores y sus riesgos. Por eso no se canta ni expone un amor sin más, sino un amor que triunfa, venciendo las dificultades y egoísmos del camino en proceso hermosamente fuerte, fuertemente bueno.

Esta exposición del Cantar permite a Fray Luis descubrir el lado positivo de la vida; allí donde un varón y una mujer se encuentran de verdad, venciendo las dificultades del camino, se planta de nuevo el paraíso y puede hablarse ya de Dios sobre la tierra. En este contexto, la erótica más honda (descripción de un cuerpo de mujer, los momentos de su encuentro total con el varón) se convierte en teología; puede hablar de Dios quien sabe ver, quien asume y quien entiende limpiamente el gran misterio del amor humano.

Ésta es la aportación fundamental de Fray Luis, mostrando que la misma letra del Cantar (el mismo proceso del amor humano, vivido en intensidad) es revelación de Dios para los hombres. Sólo teniendo esto en cuenta se entiende aquello que Fray Luis ha llamado, con toda la tradición precedente, el sentido espiritual del texto. Siendo "parábola de la vida humana", el Cantar puede entenderse también como parábola de la encarnación de Cristo y del entrañable amor que siempre tuvo a su Iglesia (Prólogo). En ese aspecto, como texto sagrado, el Cantar de la Biblia ha sido compuesto por el mismo Espíritu Santo; introduciéndose en el "tejido del hablar y del vivir humano", Dios se ha expresado a sí mismo en palabra y experiencia de amor.

[1] Así lo han resaltado los dos últimos autores de lengua castellana que han escrito con hondura sobre el tema: A. González Núñez, Cantar de los Cantares, Paulinas, Madrid1991, 104-115; L. ALONSO, El Cantar de los Cantares, Verbo Divino, Estella 1990,62-66.

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