Jaulas del Estado Islámico, Jaulas de un Estado Cristiano (Guantánamo)

La violencia ha buscado con frecuencia una justificación sagrada: los mismos “dioses” aparecen como promotores de guerras y violencias; en nombre de Dios (¡Dios lo quiere!) se ha perseguido a los culpables, se ha matado.

En este momento (siglo XXI) parece que la religión, en especial el cristianismo, tiene que volverse “pacifista”, porque está de moda, porque está bien visto (y porque así lo exige el impulso fundamental de las mismas religiones, en especial del budismo y cristianismo). Pero son muchos los que siguen (quizá seguimos) cultivando una cultura de violencia, de fondo religiosa, no sólo en otras religiones y contextos sociales, sino incluso un contexto de tradición cristiana, en occidente
Prescindo de los casos más palmarios (terrorismo, imposición del capialismo, enfrentamientos étnicos, razón de Estado, fundamentalismo seudo-religioso, mafias del crimen, cárteles de droga…), para ocuparme de una violencia que parece menos visible, pero que es quizá más peligrosa, pues está en el fondo de las redes de opinión, que definen nuestro tipo de cultura, llamada democrática.



-- Me refiero, sobre todo, a un tipo de discursos legitimadores de la violencia, que se llaman democráticos (pacíficos) pero que, en el fondo, son demagógicos y violentos, al servicio del triunfo de un sistema (que muchos identifican con la verdad o con razón sin más), pero que es en sí violento y lleva como "daño colateral" la opresión de los demás (y que se justifica para bien del conjunto social).

-- Esos discursos legitimadores suelen vincularse con la ciencia y progreso, y, de de un modo especial, con la democracia: con la opinión y votaciones de una mayoría; pero, en el fondo, están manipulados por un tipo de dominación violenta.

Las "jaulas de hierro" del Estado Islámico (¡violentas, antimusulmanas, antihumanas!) donde introducen y matan a cristianos quieren ser una réplica de las jaulas de la llamada democracia de Guantánamo. Ciertamente, los casos son distintos, pero en el fondo resultan semejantes. Estamos ante una situación de acción y reacción que ha de terminar, por bien de la humanidad. Hoy quiero hablar sobre todo de las jaulas de una legitimación "democrática" de la violencia.



Dos tipos de conocimiento


Empecemos recordando que hay dos tipos de conocimiento (en contra de los que que quieren imponer un pensamiento único, siempre dictatorial:

(1) Un conocimiento de libertad, que está al servicio de la vida y del diálogo social igualitario y justo, para que todos compartan en igualdad las posibilidades, tareas y bienes de la vida.

(2) Un conocimiento al servicio del propio egoísmo, que se expresa por un pensamiento y una educación al servicio del egoísmo y triunfo de algunos, que quieren controlar la vida de los ciudadanos, al servicio de un poder que les domina.

En esa segunda línea se sitúa la violencia de un conocimiento ideológico, que se despliega a través de la manipulación humana (al servicio de intereses particulares), que somete a los demás a través de la propaganda, es decir, de un pensamiento instrumentalizado, que domina diciendo servir a los hombres. Desde ese fondo podemos hablar de una violencia informativa, cultural y religiosa:

Hay una justificación informativa,



propia de unos medios, que filtran, codifican y valoran noticias y juicios, desde la perspectiva del poder, al servicio del Estado, del Capital o de un tipo de “partidos” o lobbies de poder. Sin duda, un tipo de conocimiento ha estado siempre manipulado y ha existido riesgo de ignorancia y oscurantismo..., pero antaño gran parte de los hombres y mujeres tenían un acceso directo a las noticias de su entorno, o las creaban ellos mismos. Pues bien, ahora corremos el riesgo de caer bajo unos macro-medios que han ensanchado de forma admirable nuestros conocimientos, pero que al mismo tiempo los han estrechado, pues sólo conocemos según quieren que lo hagamos; no nos permiten pensar, piensan por nosotros En esta línea se interpretan y valoran, se ensalzan o condenan formas de conducta que pueden (suelen) vincularse a la violencia.

Los medios (prensa escrita, radio/televisión, mass-media…) no dicen las cosas según son, sino según quieren que sean aquellos que les pagan y/o controlan, para construir un mundo mental vigilado a su imagen y semejanza. Ciertamente, este control nunca será pleno, porque surgen formas de comunicación alternativa, con medios “menores” (blogs internet, you-tube…) y porque se mantiene la mediación primaria, el encuentro inmediato o cercano entre los hombres y mujeres libres. Pero corremos el riesgo de caer en manos de una inmensa “cárcel informática”.

2. Justificación cultural.

Estrictamente hablando, la cultura implica comunicación creadora y abierta, no manipulada, y lleva al conocimiento personal, que culmina en el encuentro de amor y/o libertad. Ser libre es, en el fondo, saberse y decirse, conocer y compartir lo conocido. Pues bien, en contra de eso, está creciendo una falsa cultura de violencia, manipulada por algunos más interesados en sus intereses que en la verdad humana y en el bien de todos.

En otro tiempo, la violencia cultural parecía menor, pues no había medios de control cultural plenamente organizado. Ahora los hay. La cultura se ha convertido en instrumento de dominio, de manera que puede instituirse y dirigirse a partir un Poder (que filtra y decide los “valores” que deben enseñarse) y, sobre todo, a partir del Capital que gestiona y manipula esa cultura, con sus grupos de opinión etc.

Ciertamente, esperamos que esa manipulación no triunfará totalmente, pues mientras mantiene su razón en libertad el hombre puede volver siempre a sus raíces creadoras, redescubriendo y recreado formas de experiencia libre, compartida, como han hecho los grandes profetas religiosos.

¿Sigue existiendo una legitimación religiosa?

Suponemos que, en principio, la religión es libertad, pues capacita al hombre para situarse ante el Dios creador, que le sustenta y hace dueño y responsable de sí mismo. Pero, ella ha utilizado también, en ciertos casos, medios de expulsión y muerte para someter a los hombres, conforme al mecanismo del chivo emisario, que condena y “mata" a los contrarios. Parece que en la actualidad el cristianismo “ilustrado” de occidente es inspirador de paz, pero siguen existiendo, al menos, dos problemas:

a. Hay una Ilustración que se apoya en sí misma, con independencia de las religiones establecidas, cosa que es buena, pues los estados no deben apoyarse en las iglesias para legitimarse, ni las iglesias se inmiscuyen de un modo directo en los problemas del Estado (sino sólo en temas de moralidad general). Pero esa actitud puede llevar a la ignorancia y al desprecio de todo lo religioso, desembocando en una gran estrechez (e incluso en una intolerancia), pues puede olvidarse que en el fondo sólo las religiones (o las grandes éticas) justifican de verdad el carácter sagrado e inviolable del ser humano que, sin ellas, tiende a convertirse en un factor más entre los factores siempre “manejables” del sistema.

b. Allí donde las religiones no se aceptan y valoran como tales, ellas corren el riesgo de fanatizarse, como aparece no sólo en grupos que pensamos “lejanos” a nosotros (cierto Islam violento, cierto Hinduismo lejano…), sino en diversas formas de cristianismo, dispuestas a una nueva de guerra santa contra sus posibles (o reales) enemigos. En esa línea puede surgir un fanatismo seudo-religioso vinculado a valores que son secundarios (nunca a la esencia de lo religioso), no sólo en ciertas “sectas”, que emplean medios de coacción ideológica, afectiva o personal para tener sometidos a sus fieles, sino incluso en las grandes iglesias.

Ante ese panorama, para los cristianos sólo existe una respuesta que puede concretarse en varias perspectivas:

-- Mantener su libertad de fondo, fundándose en “dios” que es infinito, que no puede manejarse. El Dios verdadero es garantía del valor absoluto (infinito), incondicional de cada ser humano, que no puede convertirse en medio para nada (ni siquiera para un tipo de verdad abstracta, y mucho menos para un tipo de sistema social).

‒ Abrirse al diálogo con todos los hombres y mujeres, en actitud de confianza básica ante la humanidad, cultivando una “cultura” de evangelio (es decir, de amor mutuo, al servicio de la vida), sin ceder a los imperativos de un sistema que tiende a ser convertirse en absoluto, y sabiendo que ello puede implicar persecución, incluso (y, a veces, sobre todo) en países/sistemas que se creen pacifistas y demócratas.

‒ Estar dispuestos a perder, pues el que quiere ganar nunca acaba persiguiendo o utilizando a los demás. Por eso dijo Jesús: “Bienaventurados seréis cuando os persigan” (Lc 6 22, par.). Por esó, él, siendo Dios (según los cristianos) fue un perseguido, no un perseguidor.

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