Pablo Berbegall (1971-2016). Como Rut: Un servidor, un amigo

Hace más de un año nos hicimos "amigos" en face-book, donde he podido seguir su interés por la educación, por la promoción y dignidad de las mujeres, por la teología (utilizaba trabajos de Pagola y de Torres Queiruga...). Era un buen amigo, un pastor querido de la Iglesia, como he podido observar por las últimas entradas de su página de face-book (Pablo Berbegall:https://www.facebook.com/pablitob?fref=nf ) donde amigos y parroquianos le están despidiendo con inmenso cariño.
Esta mañana me ha escrito su amigo, el P. Roberto Murall, contándome su muerte: Fue encontrado encontrado sin vida en su casa parroquial el pasado 24.5, el día de María Auxiliadora.
Pablo era un hombre bien formado. Entró en mi blog y me escribió el 9 del 11 del 2007, con ocasión de una postal que yo había publicado sobre Rut, iniciando un tema que he desarrollado después en dos libros (La mujer en la biblia judía, Clie, Viladecavalls 2012, y La Familia en la Biblia, Verbo Divino, Estella 2014).
Él me animó a seguir trabajando sobre el tema, y me ofreció una postal preciosa sobre Rut, que hoy reproduzco, recordando con gran dolor su partida. Así me cuenta su vida:
Pablo ha dedicado mucho tiempo a acompañar el acercamiento del pueblo de Dios a la Biblia y en ese sentido ha escrito algunos muy lindos artículos bíblicos.
Fue un hombre de fina inteligencia y profunda confianza en Jesús y su anuncio del Reino. Muy fiel a las amistades, supo encontrar en grupos que la vida le regaló, la fuerza para enfrentar las tristezas.
Ha trabajado en el acompañamiento a las mujeres en su propio reconocimiento en la Iglesia y en otros ámbitos a partir de la Palabra de Dios. Por momentos se sintió muy afectado por algunas situaciones de Iglesia en todos sus ámbitos, pero también se animó a buscar salidas que le permitieran sostener y animar la fe en el Dios de la Vida.

Pablo ha sabido traducir la Biblia al lenguaje y vida de la iglesia, al servicio de todos, y en especial de las mujeres. Su aportación sobre Rut me pareció muy hermosa el año 2007, y así la quiero seguir ofreciendo.
Gracias, Pablo, por lo que me mandaste entonces, por tu amistas posterior, por tu recuerdo en Face-book, hasta hace ocho días. Has muerto en la flor de la juventud, a los 46 años. Los amigos que te están despidiendo en face-book pueden hacerlo también aquí. Yo estaré encantado.
Ha sido para mi un ejemplo tu opción por la justicia, tu cercanía humana, tu trabajo como catequista, tu inmensa dedicación al servicio de los niños, de las mujeres, de los pobres.Te voy a recordar con Rut, con ella te comparo este día. No te olvides de nosotros. Xabier
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Introducción
Este apunte no pretende ser más que una aproximación cordial al libro de Rut, y. al mismo tiempo, brindar algunas claves de lectura Habiéndolo leído y rezado varias veces a solas y también con otros/as, se fue encendiendo esta intuición: Rut y los/as suyos/as tienen mucho para decirnos en este tiempo eclesial y mundial.
Para comenzar, miremos la genealogía de Jesús que nos trae Mateo 1,1-18 y busquemos las mujeres que aparecen: Tamar, Rahab, Rut, “la que había sido mujer de Urías”, María. Vamos a visitarlas a ellas antes de entrar de lleno en el libro de Rut que será el que veremos más de cerca.
• Tamar: se hace pasar por prostituta para que se cumpla la Ley
• Rahab no se hace pasar, sino que es prostituta que abre brecha (Peres, el nombre de su hijo) para que el pueblo de Israel conquiste la tierra.
• Rut, viuda y extranjera.
•Betsabé, “la que había sido mujer de Urías”, violentada(¿?) por David.
•María, con un embarazo que no es de su esposo.
En esta genealogía que Mateo nos trae, hace entrar en la sangre de Jesús mujeres no “intachables”, sino por ahí las que uno preferiría olvidar... Pero por algo el evangelio guarda la memoria de éstas y no de otras, como las matriarcas, juezas o profetas.
Primera mirada
Lo que sorprende al acercarnos al texto de Rut es su brevedad: son apenas cuatro capítulos. Y en esta brevedad, nos encontramos con una obra maestra de la narración, dónde cada capítulo tiene sentido en sí mismo y a la vez es parte de la trama mayor. No sobra ni falta nada: hambre, migración, tragedia familiar, diálogos agudos y simples entre las protagonistas femeninas, conflicto, un varón que se une a la trama de vínculos, resolución... Entre los grandes relatos del Antiguo Testamento, este libro pasa casi desapercibido, y sin embargo es un excelente punto de inflexión en el pensamiento religioso, social y político de Israel.
También asombran son las múltiples y variadas reacciones que provoca en los lectores/as.
La misma historia hace resonar en las personas cuerdas muy diversas y hasta opuestas entre sí:
• Están quienes se indignan con Noemí por “manipular” a Rut y viceversa, quienes se enojan con Rut por dejarse manipular por su suegra.
• Quienes se admiran de la capacidad “conspirativa” de estas dos mujeres.
• Quienes descubren en ellas y sus acciones una invitación a la creatividad en la defensa de la vida y los derechos de las personas.
• Quienes ven en las protagonistas (junto a Booz), un desafío a reconstruir al pueblo/Iglesia de Dios desde lugares insospechados.
• Quienes rápidamente empatizan con las/os actores de este drama y celebran la providencia de Dios y las capacidades humanas para ser fieles a su proyecto.
Y así podría continuar la lista... Esto ya nos habla de la enorme reserva de sentido que guarda el libro de Rut: despierta tantas respuestas como personas lo lean. Por eso, no alcanza con leerlo, sino que debemos intentar ponerlo en su contexto para intentar descubrir algunas de las líneas que subyacen en esta historia.
El “pretexto” de Rut: exilio y posexilio
Cuando en el 587 aC Jerusalén es asediada y cae en mano de los babilonios, un primer grupo de judíos fue llevado al destierro. En este primer grupo se encontraban sobre todo la corte real, los funcionarios del templo, los artesanos importantes...
Las deportaciones de gente de la capital se fueron sucediendo, y en poco tiempo Jerusalén queda devastada y lo que había sido el reino de Judá, era un simple recuerdo. En la tierra quedaban las ruinas del templo, de las murallas, de las casas, de la historia que habían construido desde la época del rey David. Pero quedaban, en el campo, las personas que no contaban, los no importantes, los pobres.
Los que fueron al exilio experimentaron la mayor crisis que el pueblo de Dios haya pasado: todas sus seguridades y los signos de las promesas de Yavé habían desaparecido: no hay rey, no hay templo, no hay sacrificios, no hay culto, no hay sacerdotes, no hay tierra... ¿Hay Dios? ¿o fue vencido por los dioses de Babilonia?.
Básicamente entre los exiliados surgieron tres actitudes o grupos:
- Los que se acomodaron a la situación, disfrutando de lo que Babilonia tenía para ofrecer, que no era poco...
- Los que querían a toda costa volver a la tierra y reconstruir/reedificar todo, para que volviese a ser como antes.
- Los que intentaron descubrir qué nueva palabra acerca de Yavé encontraban en esta situación nueva.
Este último grupo eran herederos del profeta Isaías, y tenemos el testimonio que ellos/as nos dejaron en lo que llamamos el Deuteroisas. El segundo grupo también nos dejó su testimonio en los libros de Esdras y Nehemías y en parte también en Ezequiel.
Por eso está bueno ver un poco las tensiones que se daban dentro del pueblo y las diferentes búsquedas. Vamos a hacer un poco de la “prehistoria” de Rut.
En medio del exilio, los discípulos/as de Isaías hicieron una re-lectura de la situación: no se plantaron a lamentarse sobre el desastre, sino que supieron y pudieron percibir una nueva mirada. Se animaron a ampliar su imagen de Dios, su ser pueblo elegido no como privilegio sino como servicio...
Y comenzaron a llamar a Yavé con un nombre nuevo: GO`EL, redentor, salvador, “el que responde por”. De las 17 veces que aparece “redentor” en el AT (traducción del Pueblo de Dios), 13 se dan en esta parte de Isaías: 41:14; 43:14; 44:6, 24; 47:4; 48:17; 49:7, 26; 54:5, 8; 59:20; 60:16; 63:16. Incluso se animan a ver en rey Ciro, que era pagano, al ungido de Dios, a un mesías que los libraría. Y de hecho fue él quien decretó que los desterrados podían volver. Aparecen también en estos escritos los rasgos materno/femeninos de Dios, quizás retomando una tradición olvidada o callada. Ellos son quienes dan un giro novedoso al aplicarle a Dios categorías “caseras”: padre, madre, esposo, go’el... Re-nombran y re-descubren en el exilio, la cercanía renovada de Dios, sin templo, sacrificios, tierra, sacerdocio, afirman que Dios sigue siendo “el que está”.
Por otro lado, al regresar los desterrados un grupo animado por Esdras y Nehemías buscan reconstruir Jerusalén, el Templo y la ciudad; Esd 1:3, 5; 5:17; Neh 3:34; 4:4; expulsar a los que habitaban la tierra, echar a las mujeres extranjeras y a sus hijos e hijas (Esd 10,3.9), reaplicar la ley de Moisés con toda su firmeza. Una reforma que en gran parte se centraba en volver a atrás, buscando la fidelidad a la Ley que el pueblo no había vivido para evitar próximas desgracias. Para esta época surge el judaísmo más claro, con sus patas fundamentales: ley, raza, tierra, templo.
Y es en este suelo, en medio de estas tensiones donde surge el libro de Rut.
El cómo y el cuándo del libro de Rut
El texto dice ubicarse en la época de los jueces (Rt 1,1) , y en algunas ediciones de la biblia que siguen a la Setenta se coloca como gozne entre Josué y Jueces, mientras la biblia hebrea los coloca entre los “cinco rollos” que se leían en las fiestas principales. Esto es signo que el mismo canon de la escritura tiene sus dudas con respecto a qué lugar darle. ¿Es una historia de los jueces?; ¿un relato popular?; ¿una historia edificante?, ¿una tradición de los sabios?.
Los datos que espigamos en el texto nos remontan a una época tardía, hacia la vuelta del exilio en Babilonia . La problemática de la tierra y de las mujeres extranjeras son posexílicas (Esdras 9,1; 10,2.10 y Nehemías 13,1.23), así como el tema del goelato (deutero y trito Isaías). Al mismo tiempo, no aparece una de las cuestiones urgentes del posexilio: el templo y su reconstrucción, que empapan la predicación y los escritos de Esdras y Nehemías.
Tampoco es nombrada la ciudad de Jerusalén, que puebla estos últimos escritos. Este silencio puede (y debe, creemos) ser escuchado como una callada crítica al proyecto de restauración. Mientras Esdras y Nehemías se preocupan por animar la reconstrucción de la ciudad central para el culto, la ideología, el comercio y la vida del Israel, Rut aparece cercana geográficamente a Jerusalén (en Belén), pero en un ambiente más campesino. Los ciclos temporales no los constituyen las fiestas del templo sino el ritmo que imponen las cosechas, la cotianeidad del trabajo en el campo.
Por esto, creemos que este libro nace contraculturalmente, para proponer/responder desde un lugar diferente a esta coyuntura posexílica: mientras el proyecto de “Jerusalén y el templo” generan expulsión (de las mujeres extranjeras, de sus dioses, de los pueblos de la tierra), Rut se convierte en una matriarca del Pueblo; mientras la tierra para Esdras y Nehemías es “impura” (Esd 6,21, por ejemplo) o fuente de impureza, para Rut es lugar de vida y recuperación.
En cuanto al autor, como la inmensa mayoría de los libros bíblicos permanece en el anonimato. Hay quienes proponen una autoría femenina dado que los personajes centrales son mujeres. Es una posibilidad, tomando en cuenta cómo se describen las sensaciones, los sentimientos, las situaciones de las mujeres, centro de las acciones. No podemos más que decir que, si bien quien lo ha puesto por escrito permanece en la oscuridad, ciertamente es un libro que recoge tradiciones de y sobre las mujeres como ningún otro en la escritura, al menos en toda su extensión. De todas maneras, el texto sigue cargado de una tradición fuertemente patriarcal: por más que sea a instancias de las protagonistas, es Booz, varón, quien debe cumplir las leyes de rescate. Pero estas mismas leyes parecen estar en proceso de revisión y transformación, instancia que es aprovechada por Noemí y Rut.
Una posible estructura del libro.
Sin entrar en detalles que se escapan a nuestra capacidad, nos parece descubrir una estructura simple, que tiene que ver con los movimientos/desplazamientos de las personas y los cuerpos en el texto. De hecho, abundan los verbos de traslado: migrar (1,1); ponerse en camino, regresar (1,7); ir, volver (1,8.10.14, 2,2.3.6, 4,3); caminar, llegar, regresar (1,19.21.22, 2,18); bajar -a la era- (3,3.6), llegar (3,16); subir (4,1)... Y el punto de llegada del relato es el descanso de Obed en el regazo de Noemí (4,16). Allí cesan el movimiento y los desplazamientos de los protagonistas. Como círculos que se van achicando, en cada uno de los desplazamientos se va centrando la acción en espacios más reducidos, acotados.
• Primera escena: migración y retorno (1,1-22). Comienza con la migración de la familia de Elimelec desde Belén -por hambre- a Moab y acaba con el regreso a Belén de Noemí y Rut, cuando comenzaba la cosecha de la cebada.
• Segunda escena: de la casa al campo y vuelta a casa (2,1-23). De junto a Noemí, Rut comienza a espigar en los campos de Booz y vuelve junto a su suegra.
• Tercera escena (3, 1-18). De la casa de Noemí al lecho en el campo y regreso a la casa.
• Cuarta escena (4,1- 12). Del campo, donde queda Booz, a la puerta de la ciudad, y a la casa no como espacio físico, sino como lugar de vínculos y relaciones (4,12)
• Quinta escena (4,13-17). Nacimiento de Obed y reposo en el regazo de Noemí.
• Epílogo, probablemente un agregado posterior.
Los nombres de los personajes
Los comentaristas hacen notar que los nombres de los personajes que aparecen en esta historia reflejan la situación del pueblo. Son nombres/símbolos:
• Elimelec, “mi Dios es rey”, es una profesión de fe del pueblo (nos animamos a sugerir que el autor lo usa con ironía, porque se ubica, por un lado en la época pre-monárquica, y por otro lado, escribe en la época en la que ya la monarquía como proyecto nacional había caído).
• Majlón y Quilión: “enfermedad y fragilidad”. ¿Qué o quiénes estaban enfermos y frágiles para que estos lleven este nombre?. ¿El pueblo padecía alguna enfermedad o fragilidad?. ¿Era causada por ellos o estaban siendo enfermados por otros?.
• Noemí: “mi delicia” o “mi dulzura”, raíz que reaparece en 3,13, cuando Noemí misma, hablando de Booz, dice “si él quiere (se deleita) en ejercer su derecho”... ¿Cuál es la delicia, para Rut?. ¿Será el cumplir el derecho y rescatar al pobre?. Por otra parte, esta misma raíz aparece repetidamente en Isaías, referida varias veces al vinculo de Yavé con el pueblo o a su proyecto de justicia (Is 46,10; 48,14; 55,11; 62,4). Se opone a Mará o Mari, “amarga” o “mi amargura”.
• Rut: “la compañera” o “la saciada”. Tanto por su actitud para con su suegra, como lo que ella logra: saciar/se.
• Orpá: “espaldas” o “nuca”, que es la última imagen que queda de esta mujer que regresa a su pueblo dejando a las otras dos.
• Booz: “la fuerza en él”, el fuerte que rescata, que se convierte en goel. Curiosamente, este hombre, sólo sirve al proyecto de Noemí y Rut, él no obtiene ningún beneficio personal de sus acciones.
• Obed: “servidor”, recuerda al ebed de YHVH de los cánticos de Isaías. Cómo este último, es él quien garantiza la salvación, quien calladamente posibilita la vida y la supervivencia.
La imagen de Dios
Dios (con este nombre) es mencionado sólo tres veces, y dos en el mismo versículo: 1,16 y 2,12. En el primer caso, está en oposición a los dioses de las nueras de Noemí. En el segundo, como fuente de bendición para Rut por su acto de fidelidad hacia su suegra.
El nombre que más aparece es Señor (Adonai, por el tetragrama YHVH), unas 20 veces. Es remunerador, fuente de bendición, invocado para bendecir, visita a su pueblo, asegura la palabra empeñada, y también, es el que causa la desgracia de Noemí, dejándola sin descendencia y volviéndola Mara. Curiosamente, quien deja vacía a Noemí es Shadday, que suele traducirse por el Todopoderoso, pero admite también ser traducido como Diosa del Seno o La de muchos senos . Puede ser que esta historia de mujeres recupere este nombre femenino de la divinidad como atributo de YHVH, fuente de la vida. Las únicas dos veces que aparece este título, es asociado al vacío que se produjo en la vida de Noemí.
Más allá de estas menciones, es claro que el protagonismo es de las personas que actúan, no de Dios. Él no habla, no realiza gestas ni gestos, no interviene portentosamente, no pide culto, nada extraordinario. Es un Dios que de alguna manera queda en un segundo plano. ¿Está ausente?. No es eso, sino que de este modo es como Rut (su autor/a), percibe la presencia de YHVH: no se impone, sino que es compañía silenciosa, que sostiene las vidas de las personas.
Situación del pueblo
Si miramos de cerca el libro, vemos que el pueblo es básicamente agrícola: todo el relato gira en torno a las cosechas de trigo y cebada (sobre todo de esta última). La economía y el trabajo dependen de esto.
Ligado a las cosechas –o antes que ellas- aparece el tema de la tierra como garantía de “tener un nombre” en Israel (4, 10.14.17). Aparentemente, los que no poseen la tierra deben emplearse en las cosechas de los terratenientes, como es el caso de los criados y criadas de Booz. La posesión de la tierra y su reintegración a sus dueños o sus herederos es una preocupación propia del postexilio, cuando los repatriados vuelven encontrando sus propiedades en manos de otros y deben hacer valer sus derechos para recuperarla.
La justicia es administrada en la puerta de la ciudad por los ancianos (cap. 4). El testimonio y la sentencia que ellos reciben y dan son los que aseguran el derecho y el cumplimiento de la ley. Esto nos pone frente a una justicia de tipo popular y pública, donde las cuestiones se dirimen en un espacio abierto y transparente, a la vista de los que pasan. También nos hace sospechar que la “puerta” es el lugar de articulación entre el campo/afuera y la ciudad/adentro, regulando las relaciones que puedan establecerse entre ambos.
También, si bien no se nombra explícitamente, el tema de la desintegración de los clanes/familias como unidad social subyace al relato: comienza con la tragedia de la familia de Noemí y Elimelec, la búsqueda de la redención y del redentor, y aparece en el capítulo 4 (4,6) la negativa del pariente que prefiere la integridad de su herencia antes que el ejercicio del rescate. Este drama subyace al relato y está de acuerdo al tiempo del regreso de Babilonia, cuando las personas pobres, por deudas o miseria, debían venderse como esclavos a si mismas o a sus hijos e hijas para poder vivir. Con esta práctica, las familias se desmembraban y la solidaridad entre los clanes familiares era puesta en crisis: los que debían rescatar a los parientes de la pobreza no podían hacerlo –por ser tan pobres como ellos- o no querían –para proteger sus intereses, como el fulano de nuestra historia.
Comentario
Primera escena: migración y retorno (1,1-22).
• 1, 1-5: Planteo de la situación. Emigración de Noemí y su familia a Moab, tierra extranjera y típicamente enemiga de Judá e Israel desde tiempos del Éxodo (Dt 23:3-4: Ningún amonita ni moabita entrará en la asamblea del Señor; ninguno de sus descendientes, aun hasta la décima generación, entrará jamás en la asamblea del Señor, porque no fueron a vuestro encuentro con pan y agua en el camino cuando salisteis de Egipto, y porque alquilaron contra ti a Balaam, hijo de Beor, de Petor en Mesopotamia, para maldecirte.). Vecinos cercanos, de la Transjordania, los moabitas quedaban excluidos no sólo de la asamblea sino que deben ser expulsados de la tierra dada a Israel. A las mujeres de este pueblo se les achaca en particular la introducción de cultos ajenos a la fe de Israel (1 Re 11:1-2). La familia de Elimelec y Noemí, en el extranjero, emigrantes por causa del hambre , crean vínculos con este pueblo.
• 1, 6-14: comienza el regreso a Belén porque Dios “ha visitado a su Pueblo”, fórmula que recuerda las palabras de YHVH a Moisés (Ex 3, 7-16). Asombra lo conciente que es Noemí de su situación: no tiene nada que ofrecer a sus nueras, ella no les puede asegurar la vida ni la subsistencia ni siquiera mediante la ley del Levirato (Dt 25, 5-10). Contra la costumbre, las invita a regresar a la “casa de la madre” , cuando lo usual era volver a la casa del padre. Quizás sea parte de la crítica del libro al patriarcalismo: la casa del padre no es lugar al que se pueda retornar ni que garantice el recibimiento de los/as excluidos/as. Orpá vuelve, Rut elige permanecer en la inseguridad de estar junto a su suegra.
• 1, 15-18: aunque extranjera y excluida de la alianza de Israel, Rut no duda en hacer alianza con Noemí, renunciando a su nación, a sus dioses y a su propia vida a favor de Noemí. Estamos delante de una de las fórmulas de alianza más bellas de la escritura, que recuerdan los elementos de las cláusulas de la alianza entre YHVH e Israel: dios, tierra, nación, promesa y castigo. Rut se apropia de ellas no para un proyecto nacional sino para un proyecto humilde de vida con otros.
• 1, 19-22: al regresar, se da el diálogo entre las mujeres del pueblo y Noemí, quien se queja de su suerte con mucho realismo. Ha vuelto vacía, sin nada ni nadie más que Rut. Como Abram y muchos otros personajes bíblicos se da un cambio de nombre que curiosamente no es usado por nadie: por más que Noemí quiera ser Mará, amarga, las puertas permanecen abiertas para que pueda continuar siendo Delicia o Dulzura... Luego de tanta catástrofe, ellas llegan cuando “comenzaba la cosecha de la cebada”... Se abre un panorama nuevo y esperanzador.
Segunda escena: de la casa al campo y vuelta a la casa (2,1-23)
• 2,1-3: presentación de Booz. Aún siendo de un pueblo extranjero, Rut propone actuar de acuerdo a la ley de Israel acogiéndose a ella. Por medio de Rut es como la justicia comenzará a actuar. Entre las leyes humanitarias que cuidaban de los más pobres, huérfanos, extranjeros y viudas , la posibilidad de recoger en campos de otros estaba contemplada (Lv 19, 9-10; Dt 24, 19-22) para garantizar la supervivencia. Pero en la práctica dependía de la buena voluntad del dueño del campo.
• 2, 4-17: trabajo de Rut en el campo y encuentro con Booz. Como patrón, Booz supervisa el trabajo de los suyos. Es comprensible que al ver a Rut pregunte de quién esta mujer (2, 5). Para la sociedad patriarcal, las mujeres no eran autónomas: siempre se las identificaba por algún vínculo con un varón. Rut no sólo no lo tiene, sino que es referida a otra mujer, Noemí: ellas no son de nadie, sino que se pertenecen mutuamente. Rut despierta la admiración de Booz y él la bendice, la encuentra graciosa a sus ojos. La describe como la versión femenina del patriarca Abraham (2, 11-12; Gn 12, 1-2). Él se preocupa generosamente de su subsistencia, sin saber que “tiene derecho” para con ella.
• 2, 18-23: diálogo entre Rut y Noemí. Rut, la saciada, aún tiene resto para saciar a Noemí (18), en parte gracias a la generosidad de Booz. Noemí descubre que él puede ser goel, alienta la permanencia de su nuera en sus campos, bendice a YHVH y se cierra un ciclo: acaba la cosecha. ¿Acaba la bendición?.
Tercera escena: De la casa al lecho en el campo y regreso a la casa. (3, 1-18)
• 3, 1-5: Noemí demuestra su sabiduría vital. Concluida la cosecha, llega el momento de “aventar los granos”, separarlos de paja para guardarlos. Es momento de fiesta y alegría, tiempo para comer y beber en el campo, al aire libre. En el espacio abierto de la era, los hombres y las mujeres se encontraban para celebrar la recolección y agradecer a la divinidad por la cosecha. Sabedora de esto, Noemí retoma el derecho al rescate y conspira con Rut para hacerlo cumplir. Sorprende (a nuestra mentalidad) la propuesta de Noemí, pareciera que “entrega” a su nuera para que se cumpla el derecho. De cualquier manera, Rut no aparece como víctima de la situación, sino que acepta la propuesta y colabora.
• 3, 6-15: en la era se da la acción. Con suma discreción del, autor los personajes actúan. Es ella quien toma la iniciativa al acostarse a sus pies y pedirle que la cubra con el manto (Ez 16, 8). Gesto delicado para obligarlo a hacerse cargo de ella/s. Pudiendo tomar ventaja de la situación –noche donde había corrido el vino, espacio abierto en el campo, el lecho tendido, una mujer a sus pies- Booz se revela como un hombre justo: hay otro que tiene derecho a redimir. Alaba la generosidad de Rut y hace pacto con ella usando sus mismas palabras (Cf 3,5 y 3,11: es notable que Booz se subordine a las palabras de Rut: “haré lo que me pidas”, remarcando que este plan es iniciativa de ellas y que él se acopla). Incluso la cuida al pedirle que salga a oscuras y colmarla de granos. De cualquier manera, se compromete a buscar que se ejerza la justicia. Y mientras ella vuelve a la casa, él sube a la ciudad para comenzar el proceso.
• 3, 16-18: mientras que en 1,21 Noemí volvía vacía, acá Rut no sólo no vuelve vacía (17) sino desbordante de grano: seis medidas, un número considerable, pero no pleno... Falta la séptima, la que colme...
Cuarta escena (4,1- 12). Del campo, donde queda Booz, a la puerta de la ciudad, y a la casa.
• 4, 1-8: se forma el tribunal en las puertas de la ciudad. Es el espacio público, abierto. Allí se imparte la justicia. También es el lugar/nudo entre el campo y la ciudad. El pariente que tiene el derecho de rescate antes que Booz, queda innominado, es un “fulano” (Penoní), puede ser cualquiera. Booz, astutamente plantea la situación despertando el interés de fulano ante el tribunal. Sólo habla, en primer lugar, del rescate: apela al interés por poseer la tierra. Como Noemí no tiene descendencia, al llegar el año del Jubileo este fulano no tendrá que devolver la tierra que compra aprovechando la necesidad de Noemí, la pobre. Este proceder está de acuerdo a la ley del rescate tal como la plantea Lv 25, 23-28. Para Noemí sería pan para hoy, hambre para mañana. La ley se convierte en una trampa y no le garantiza la vida.
Por eso Booz, añade a esta ley la del levirato, aunque extendiéndola. Según Dt 25, 5-10, es el cuñado quien debe rescatar, el hermano del difunto, de quien llevará el nombre el niño que nazca. Ahora bien, ninguno de ellos lo es, ni el fulano ni Booz. Estamos frente a una reformulación de la ley a favor de los desprotegidos. Por sí mismas, tomadas literalmente, no ayudan a las mujeres del relato, no son útiles para ellas. El clan de Elimelec y Noemí, su familia, quedaría en la nada: sin nombre (descendencia), sin heredad (tierra). Aparece acá el problema que vive el pueblo en el momento de regresar del destierro: los clanes/familias se desintegran frente a la codicia de los que sólo tienen un interés económico personal por la tierra, como lo deja en claro el fulano (vers 6). Es necesario extender el concepto de “fraternidad” para garantizar la vida de los pobres.
• 4, 9-12: Booz ejerce su derecho (¿o su deber?). Lo notable es que este goel finalmente no se verá beneficiado: el hijo que nazca no será de él, sino del difunto Quilión; la tierra, tarde o temprano, volverá a la familia de Noemí. Su goelato es puro vaciarse en generosidad. La única ventaja que tendrá Booz es ser el esposo de Rut. Quizás el autor/a del libro quiera mostrar que los vínculos son la riqueza de las personas, aún de las poderosas y ricas como Booz. Toda la gente y los ancianos, públicamente, aclaman y bendicen, poniendo a Rut, la extranjera, en plano de igualdad con las matriarcas de Israel y con Tamar, que también usó de la astucia para que se cumpliera la ley (Gn 38). El versículo 12 sirve para entroncar la historia pasada y la futura, desde Judá, padre de Peres, hasta David, el rey (cf la genealogía de 1Cr 2,5-12). A la vez, injerta a Rut en la historia de la salvación del pueblo, con derecho y ciudadanía plena.
Quinta escena (4,13-17): Nacimiento de Obed y reposo en el regazo de Noemí.
• 4, 13-17: las vecinas que antes fueron testigos de la queja de Noemí, ahora son quienes la felicitan por haber tenido su goel, por el nombre que se perpetuará y por tener una nuera que vale más que ¡siete hijos varones!. El hijo de Booz y Rut no es de ellos, es de Noemí, quien lo adopta y cría. Y son las mujeres vecinas quienes le imponen el nombre y la misión: Obed, siervo, como el anunciado y cantado por Isaías y los suyos, que llevaba y portaba el dolor y la esperanza de su pueblo. Con Obed en el seno de su abuela, cesan los movimientos, las idas y venidas continuas que jalonaron todo el libro. Obed garantiza la vida, la tierra, el nombre y el descanso.
• 4, 18-20: apéndice genealógico, similar a 1Cr 2, 5-12. Probablemente sea un agregado posterior para unir la historia de Rut con el resto de la historia deuteronomista.
El libro de Rut y el nuevo testamento
El lugar común es ubicar a Rut (y Booz) en las genealogías de Jesús (Mt 1,5; Lc 3, 32), donde aparecen estos nombres. Más allá de estas menciones explícitas, nos parece que podemos descubrir varios colores y aromas que se escuchan en el evangelio y resuenan desde Rut. ¿A qué se debe?.
Probablemente tenga que ver el contenido folclórico del libro de Rut, como historia popular y repetida, como relatos mesiánicos pero no triunfalistas, como cuentos pequeños que animaban la esperanza de las mujeres y los pobres.
El primer color que aparece con fuerza y que será retomado con pasión por las comunidades del NT (aunque no todas...) es la inclusión del extranjero/gentil como miembro de derecho pleno, lo mismo que la participación de las mujeres. Gálatas 3, 28 podría ser un buen resumen del mensaje de Rut.
Otro aroma que se percibe es el lugar de lo “sagrado” en Rut. Lo sagrado/santo no tiene relación con los sacrificios ni con el templo, sino con la vida de las personas, ofrecidas en servicio (Jn 13; Rm 12, 1). Por allí pasa el culto y la santificación, no por el templo con su sistema ideológico dominante y excluyente.
También “el ser saciado”, como lo fue Rut, reaparece en las bienaventuranzas (Mt 5, 6; Lc 6, 21.25) como promesa y realidad que Dios llenará. Y las sobras de la saciedad, del pan de cebada, encuentran eco en Jn 6, 9.13.
Belén, la casa del pan, la casa de David, resuena en los relatos de la infancia (Mt 2, 21.25; Lc 2, 4.15) o en la disputa sobre el origen de Jesús (Jn 7, 42).
Las vecinas que se alegran con el nacimiento de Obed, se acercan a quienes proclaman los nacimientos de Juan y Jesús en los relatos de la infancia (Lc 1, 58.65-66; 2, 20; 2,38). Estas personas se convierten en anunciadores de lo ocurrido, en profetas y evangelizadores de estos nacimientos.
La sandalia del fulano, entregada a Booz cuando el fulano renuncia a ser quien rescate, recuerda las palabras de Juan Bautista, cuando niega ser él el mesías (Jn 1, 27; Mt 3, 11 y paralelos).
Aunque mediado por Isaías, Obed reaparece como figura de Jesús, el siervo de YHVH, que entrega la calladamente la vida en rescate (Mt 12, 16. 20, 27 y paralelos).
El que tiene oídos, oiga lo que el Espíritu dice a las iglesias (Ap 2, 7)
¿Qué buena noticia encierra Rut para nuestras iglesias?. ¿Qué tiene de palabra dirigida a nosotros y nosotras hoy?.
Por un lado, Rut y su proyecto conviven con otros proyectos más oficiales y prolijos: Zorobabel, Esdras, Nehemías... No se pelea con ellos, sino que propone un camino alternativo. Mientras ellos quieren reconstruir desde las instituciones que habían caído, expulsando a los diferentes, ella, la diferente, lo hace desde lo cotidiano, desde las personas. No con alianzas imperiales o permisos del rey de Persia, sino con la creatividad y cooperación entre las personas.
Por otro lado, para la Escritura, la salvación viene de la sangre de Rut, no del proyecto restaurador de los otros. Al momento de poner claro de dónde viene David, es de su descendencia, de su vida. Esta tradición es recogida por Mateo en su evangelio, donde en una genealogía partrilinear irrumpen Rut y otras mujeres “desprolijas”: Rahab, la prostituta extranjera, Tamar, que debe forzar astutamente a su suegro para que cumpla la ley, “la mujer de Urías”, víctima y cómplice de David, María, que se encuentra embarazada antes de convivir con su esposo... Un guiño que nos hace Rut es este: mientras otros se quitan el sueño viendo como recomponer las ruinas, la vida y la salvación pasan por otro lado: los vínculos, las personas, el asumir la inseguridad e inestabilidad, el vaciarse de interés...
Además, es un desafío a la inclusión de los otros/as, extranjeros y extraños, de vidas desprolijas. No tiene ella ni la raza, ni la religión, ni las costumbres del pueblo elegido, pero se acoge a ellas, las elige, las hace propias porque comparte su vida y su pan. Hoy sería ella estaría con tantos y tantas de vida “irregular” o moralmente cuestionable. ¿Qué hacemos nosotros con aquellos/as que se acercan a las iglesias?. Antes de permitir que compartan la vida y el pan, exigimos que sean lo más puros posibles, con “los papeles en orden” para permitirles tener parte.
Rut también es buena noticia que desafía a las iglesias -mejor dicho a las personas que las formamos- a la creatividad. Ella aprovecha los “agujeros” o los “vacíos legales” para tener vida con y en Israel. Se vale (¿pragmáticamente?) de la ley para lograr el rescate, usa lo que encuentra de bueno y lo transforma. Mientras que las leyes tajantes y universales construyen muros o sirven al poder (y viceversa), Rut, como Jesús, rompe este muro (Cf Ef 2, 14), uniendo e integrando lo que estaba separado, creando un espacio amplio para la vida de todos, no sólo la suya propia.
Rut nos ayuda a no hacer caso (o al menos, bajarles el volumen) a las voces que nos dicen que no: no se puede, no se debe, no se hace, no es lo que venimos haciendo, no... Ella va más allá porque escucha la voz de otros/as: la de Noemí en su tristeza y soledad, la de Booz, conspirando con ellas, la de los que no tienen cómo decirse frente al sistema político y religioso. Y es en estas otras voces donde descubre el camino de fidelidad al Dios a quien se acogió.
Finalmente, Rut nos hace volver la mirada, tan absorbida y preocupada por lo macro, a lo micro, lo cotidiano y pequeño; a hacer alianzas personales, no institucionales; a rescatar a las personas, no las cosas; a generar en nosotros/as esa libertad interna que le permite descubrir, aún en medio de un país/pueblo/raza ajena y hostil, el modo de cuidar, celebrar y reconstruir la vida; a no esperar que la salvación venga de afuera, como permiso, sino a ir gestándola y luchándola en el espacio cotidiano que nos es propio y cercano.
Pablo Berbegall
San Isidro, 2007
