28.4.19 La Pascua de Tomás Jesús resucitado en las llagas de los crucificados

Mete tu mano en mi costado (Jn 20, 19-31). 

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Siguiendo el tema de la postal anterior, podemos hablar de dos caminos de Pascua:

Camino de ida, María Magdalena. Traté el día pasado de la pascua de María Magdalena (Jn 20, 12‒18), a quien Jesús había resucitado en amor, para decirle que llevara su mensaje y enseñara su camino a los discípulos  (Jn 20, 17).  

Camino de vuelta, Tomás.  Pero Tomás no estaba en el grupo de los "evangelizados por Magdalena".   Él andaba por libre y creía en una resurrección espiritual, sólo del alma. Pero lo dijeron lo que había dicho Magdalena, que Jesús había resucitado “corporalmente”, con las llagas del dolor y las tareas de nueva redención en sus manos y costado, y volvió... 

            Esta “historia pascual” de Tomás es una de las más significativas de la historia cristiana, y así la debo contar con cierta detención:

  1. Empezaré presentado la figura de Tomás en la tradición de los evangelios
  2. Comentaré después las dos partes de este evangelio (Jn 20, 19‒31)
  3. Y resumiré finalmente el contenido del Evangelio de Tomás (EvTomás) desde una perspectiva de resurrección corporal y/o espiritual.

 1.INTRODCCIÓN: TOMÁS, UN INICIADO.

Los sinópticos le citan con el nombre de Tomas, sin ninguna especificación ulterior, en las listas de los evangelios (Mt 10, 3; Mc 3, 8; Lc 6, 15) y lo mismo hace Hech 1, 13. Por el contrario, Juan le presenta tres veces como «Tomás, llamado el mellizo» (cf. Jn 11, 16; 20, 24; 21, 2) y le concede un papel especial entre los personajes menores del evangelio.

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Tomás aparece, en primer lugar, como el discípulo valiente, que anima al resto de los discípulos, a fin de que superen su miedo y suban con Jesús a Jerusalén, dispuestos a morir con él (Jn 11, 16). La última cena le presenta como uno de los «discípulos mistagogos», que plantean a Jesús las preguntas básicas sobre el sentido de su entrega y de su gloria (los otros son Felipe [Jn 13, 8], Judas [Jn 13, 22]). «Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas ¿Cómo, pues, podemos saber el camino? Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí. Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais; y desde ahora le conocéis, y le habéis visto» (Jn 13, 5-7).

 Este es el tipo de preguntas y respuesta características de los libros de revelación, que serán dominantes en los evangelios gnósticos posteriores. Eso significa que Tomás es para Jn un iniciado, algo que ha penetrado en el conocimiento del Mesías.

Tomás, el incrédulo creyente. Quizá para contrapesar esa imagen, el evangelio de Juan ha incluido un largo pasaje de  Tomás, que comentaré después, con sus dos partes: (a) Primero Tomás no cree en la resurrección corporal de Jesús. (b) Después cree, cuando Jesús le muestra sus llagas.

El en el fondo de ese texto puede haber un recuerdo histórico, vinculado a Tomás, «uno de los doce». Pero el pasaje puede ser también una parábola con dos finalidades específicas, propias del evangelio de Juan:

(a) El grupo de los Doce es importante como signo de fidelidad pascual, vinculada a la historia de Jesús (a sus llagas), pues Tomás, uno de los discípulos de Jesús, que no  estaba presente en ese grupo, tendía a entender la resurrección de Jesús como algo puramente interior, sin relación con la historia de sufrimiento de los hombres.

(b) La experiencia pascual es inseparable de la afirmación de la corporalidad de Jesús, es decir, de la identidad entre el crucificado y el resucitado...  La pascua de Jesús tiene que expresarse en ayuda a los heridos y crucificados de la historia de los hombres.  

Tomás, un camino creyente.  El riesgo de Tomás y de otros como él consiste en interpretar la pascua como una idea o una experiencia puramente interior. En contra de eso, el Señor pascual de la iglesia es alguien a quien se puede palpar:, pues sigue siendo el mismo Jesús crucificado. No hay experiencia pascual sin tocar las llagas de Jesús,  sin un compromiso de ayuda a los heridos y oprimidos de la historia humana. . Pues bien, el evangelio de Jn ha querido insistir, por medio de Tomás, en la corporalidad.

La fe pascual viene a expresarse de esa forma como experiencia mística y corporal (física) de identificación con el sufrimiento y muerte del Mesías. Los mismos signos de muerte (clavos que han atado a Jesús de pies y manos al madero, lanza que ha cortado su costado) vienen a mostrarse ya como señal de resurrección. De esa forma ha combatido Jn la herejía de aquellos que afirmaban que Cristo no ha venido en carne, sino que es sólo un mero espíritu (cf. 1 Jn 4, 2-3).  

2. CONVERSIÓN TOMAS (Jn 20, 19-29)

   Este evangelio consta de dos partes, una  sin Tomas, otra con Tomás

 1. Los discípulos sin Tomás (Jn 20, 19-23)

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 A la tarde de aquel día primero de la semana, y estando cerradas las puertas del lugar donde estaban los discípulos, por el medio a los judíos, vino Jesús y se colocó en medio de ellos diciendo: –¡La paz con vosotros! Y diciendo esto les mostró las manos y el costado. Los discípulos se alegraron viendo al Señor. Y les dijo de nuevo: — ¡La paz con vosotros! Como me ha enviado el Padre os envío también yo. Y diciendo esto sopló y les dijo: – Recibid el Espíritu Santo, a quienes perdonéis los pecados les serán perdonados; y a quienes se los retengáis les serán retenidos (20, 19-23).

Ésta es una experiencia comunitaria: Éste es el Jesús presente en los hermanos que se unen en su nombre y les muestra en sentido de su resurrección:

 – La Pascua es ante todo paz. Jesús saluda a sus discípulos dos veces, con la misma palabra: paz a vosotros (Eirênê hymin: 20,19.21). Sobre un mundo atormentado por la guerra y la violencia, ofrece Cristo paz fundante, creadora. Sobre una comunidad encerrada por el miedo extiende el Cristo pascual la gracia de su vida hecha principio de misión universal. Jesús es paz para aquellos que le reciben y para todos. Eso es pascua.

– La pascua es presencia gloriosa del crucificado. El Señor resucitado es el mismo Jesús que se entregó por los hombres. Como señal de identidad, como expresión de permanencia de su pasión salvadora, Jesús mostró a sus discípulos las manos y el costado (20, 20), en gesto que después va a recibir nuevo contenido ante el rechazo de Tomás (cf 20, 24-29). Creer en la pascua es descubrir el valor del sufrimiento, es descubrir a Jesús crucificado como Señor glorioso.  

– La pascua se vuelve así Pentecostés. Jesús resucitado sopla sobre sus discípulos diciendo recibid el Espíritu Santo (20,22), en gesto que evoca sin duda una nueva creación. El mismo Dios había soplado en el principio sobre el ser humano, haciéndole viviente (Gen 2, 7). Ahora sopla Jesús, como Señor pascual, para culminar la creación que en otro tiempo había comenzado. La pascua se vuelve así Pentecostés: del Espíritu de Dios (que es Espíritu del Cristo rescatado) sobre el conjunto de la iglesia.  

– La pascua es misión: ¡como el Padre me ha enviado así os envío yo! (20, 21). A lo largo de todo el evangelio, Jn ha presentado a Jesús como enviado de Dios: misión es toda su existencia. De ahora en adelante, los cristianos son enviados de Jesús. Realizan una obra que es propia del Señor resucitado: expanden y despliegan su camino, realizan su misterio sobre el mundo. Etán cerrados por miedo, tienen que abrirse. Están a la defensiva: tiene que ofrecer su testimonio a todos, generosamente.

– El texto culmina en un signo de perdón: a quienes perdonéis los pecados… (20, 23). El camino de Jesús se vuelve gracia creadora de perdón, de forma que la iglesia entera, desde el don pascual de Cristo, es signo y principio de perdón sobre la tierra. Allí donde el perdón se expresa y se hacer carne en una comunidad está presente y se hace visible el Señor resucitado.

 2. Tomas con los discípulos: Tocar a Jesús (20, 24-29).

 El texto sigue diciendo que faltaba Tomás, uno de los Doce. No es un cristiano normal el que ha dejado de participar en la asamblea, sino uno de los antiguos compañeros de Jesús, de sus Doce seguidores. Éste Tomás es un seguidos “especial” de Jesús, máxima autoridad en plano espiritualista, pero sin “carne y sangre”, es decir, sin compromiso social, sin resurrección “histórica”, sin transformación de la “carne”.

Los otros discípulos le dicen hemos visto al Señor de las llagas, al Señor del Perdón para todos los pueblos (Jn 20, 25). Pero él duda, tiene su Jesús interior, no quiere otro. Por pide un signo (si no veo en sus manos la huella de los clavos…). 

Y ocho días después(que pueden ser meses o años) estaban de nuevo sus discípulos en casa y Tomás con ellos

Y llegó Jesús, estando las puertas cerradas,se puso en medio y dijo: – ¡Paz a vosotros! Luego dijo a Tomás: – Trae tu dedo aquí y mira mis manos,trae tu mano y métela en mi costado y no seas incrédulo sino fiel! Respondió Tomás y dijo: – ¡Señor mío y Dios mío! Y Jesús le dijo:– Porque has visto has creído. ¡Felices los que no han visto y han creído! (Jn 20, 26-29).

Probablemente, Tomás creía en Jesús, pero en un Jesús espiritual (puramente interior),  sin llagas en las manos y el costado, un Jesús separado de la historia de dolor de los hombres. Probablemente creía en un Cristo interior glorioso, desligado de la historia,  separado de los crucificados de la historia, sin compromiso de ayudarle en ellos.  

Jesús, las llagas de la historia

    Pero Jesús resucitado se aparece a Jesús con las llagas de la historia, las suyas,las de todos los crucificados, diciéndole: Mira mi costado, mira mis manos,  pon aquí tu mano, mete tu dedo… (Jn. 20, 27).   

      Frente al riesgo de un espiritualismo gnóstico que quiere olvidarse de la carne, frente a todos los intentos de entender la pascua como puro cambio de conciencia interior, este evangelio de Tomás  según san Juan ha puesto de relieve el carácter corporal de la pascua: Creer en la resurrección significa ver a Dios en las llagas de los hombres, para acompañarles y ayudarles en la vida concreta.  

Tocar las llagas: de nuevo a la realidad histórica de Jesús

 De esa forma ha combatido Juan la herejía de aquellos que afirmaban: Cristo no ha venido en carne, es sólo un mero espíritu (cf. 1 Jn 4, 2-3). Este evangelio combate también la herejía de aquellos que añaden: Cristo fue carne cuando estaba sobre el mundo, pero ahora, en su gloria pascual, es puro espíritu; ha dejado atrás las ataduras y miserias de su cuerpo.

Pues bien, en contra de eso, nuestro texto ha querido resaltar la corporalidad de la resurrección y lo ha hecho de esta forma, destacando el valor concreto de las llagas de  las manos y el costado de Jesús, que son las llagas de la historia de todos los hombres, con los que sufre el mismo Dios, en camino de resurrección.

El Señor resucitado sigue siendo aquel que lleva en sus manos y costado las heridas de su entrega, los signos de su amor crucificado en favor de los hombres. El  Señor pascual sigue presente en las llagas de los hombres y mujeres de la manos rotas, en la herida del costado de los hombres y mujeres oprimidos. No hay experiencia pascual sin un retorno a la corporalidad del Cristo, que sigue clavado en la cruz de los crucificados de la historia. En esa línea tenemos que decir que Jesús resucita allí donde liberamos (bajamos de la cruz) a los crucificados del mundo.

3. EVANGELIO APÓCRIFO DE TOMAS. OLVIDAR DE NUEVO LA HISTORIA

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El evangelio de Tomás, descubierto en la biblioteca de Nag Hammadi, el año 1947, como traducción copta de un original griego, forma parte de los apócrifos del Nuevo Testamento y constituye uno de los testimonios más significativos de la literatura cristiana primitiva.

(1) Origen y mensaje básico. Consta de 114 logia o dichos, que tienen cierta semejanza con el Q (fuente evangélica de los Dichos), pero aún más con algunos papiros antiguos, como el de los Logia de Oxirrinco.  Algunos autores afirman que es muy primitivo, más antiguo o que Lc y Mt. Pero la mayoría  piensan que es posterior y que reinterpreta algunos dichos  de los evangelios sinópticos o de alguna redacción hoy desconocida del documento Q. Habría sido escrito en Siria, hacia el año 120‒130, en círculos cristianos de tendencia gnóstica, cuando todavía las línea de la gnosis y la gran iglesia no se habían separado plenamente.

EvTom está cerca del de Juan, pero con una diferencia básica: en el fondo de su experiencia gnóstica, Jn apela a la carne de Jesús y puede elaborar una teología de carácter histórico; por el contrario, el EvTom tiende a dejar a un lado la carne (con la muerte de Jesús), de manera que resulta difícil defender en su nombre una teología que apela al valor de la historia.

Como acabo de mostrar, el evangelio de Juan va en contra de las ideas básicas del evangelio de Tomás y quiere recuperar  su figura para la gran iglesia… En ese sentido, Juan habla de una “conversión” de Tomás, que toca las llagas de Jesús resucitado y confiesa su fidelidad al compromiso histórico del evangelio, como experiencia de ayuda real a los necesitados. Teniendo eso en cuenta, quiero poder de relieve algunos rasgos del mensaje del EvTomás. 

1) Soledad con Dios, un evangelio de solitarios, sin nacimiento carnal, sin sexo. No importa la "carne" (la historia social, el dolor de los pobres...), sino la experiencia espiritual de cada uno, sin necesidad de resurrección en la carne. Lógicamente, el signo de la verdadera humanidad serán los niños, que no tienen vergüenza, pues no se identifican por su cuerpo masculino o femenino (cf. EvTom 21, 37).

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De esa forma, hacerse pequeños, superando el sexo (cf. EvTom 46), significa hacerse solitarios: «¡Bienaventurados los solitarios y elegidos, porque encontraréis el Reino. Como habéis salido de él, a él volveréis!» (EvTom 49). La soledad define al hombre por su relación con lo divino: los gnósticos provienen de la luz, son como chispas que brotan de Padre viviente y que vuelven de nuevo al descanso del Padre (cf. EvTom 50).

Para EvTom, este mundo es un cadáver, es muerte, es sepultura (cf. EvTom 56); quien lo sepa, quien se sepa muerto por su cuerpo, ha superado ya al mundo (cf. EvTom 86). Este mundo no tiene valor positivo y, por eso, el ideal gnóstico es la inmersión del hombre en lo divino. Por eso, la muerte de Jesús tiende a verse como pura apariencia; también es apariencia el dolor de los enfermos y oprimidos, la injusticia del mundo. Lo único que importa es la libertad interna.

2) Bodas interiores.  EvTomás rechaza las relaciones sexuales y las bodas de este mundo, pues pertenecen al mundo externo, a la apariencia perecedera de la carne.  Por eso él desarrolla el tema de los solitarios (los que renuncian a toda relación sexual y paternidad o maternidad del mundo), pues ellos son  los que entrarán en la cámara nupcial (en las bodas interiores del cielo) (cf. EvTom 75).

Estas son las bodas espirituales, donde se supera toda dualidad, de manera que el varón no sea ya varón, ni la hembra sea hembra. Todo nos permite suponer que estas bodas constituyen una experiencia de identificación interior con Dios y de superación de las dualidades somáticas y personales (cf. ApTom 106).  

3) ¿Y las mujeres? Ellas importan sólo como expresión del “matrimonio espiritual”, simbolizado por Salomé (una mujer que aparecía en la pasión de Mc 15, 40 y 16, 1). Esa Salomé aparece ahora como discípula espiritual, que pregunta a Jesús:

«¿Quién eres tú, hombre y de quien procedes? Has subido a mi lecho y has comido en mi mesa. Jesús le dijo: Yo soy el que procede del que es igual... Salomé le dijo: yo soy tu discípula» (EvTom 61).

Ser discípula(o discípulo) significa identificarse interiormente con Jesús, superando así toda diferencia, en unidad de lecho y comida, es decir, de sabiduría interior. María Magdalenaconstituye el ejemplo supremo de identificación cristiana. Pedro la quiere echar del grupo, porque es mujer. Jesús la defiende:

«Yo la impulsaré para hacerla varón, a fin de que pueda ser un espíritu viviente, similar a vosotros, los varones. Porque cualquier mujer que se haga varón entrará en el Reino de los cielos» (ApTom 114).

 4) No hay pascua de carne, no hay resurrección histórica.  En contra del Tomás de Mt 20, que vuelve con los discípulos de la Gran Iglesia y que mete la mano en la llaga del costado de Jesús, aceptando así su resurrección “carnal” (histórica), el Jesús del Evangelio de Tomás no resucita en la carne, sino que vive sólo en el “espíritu”. Este evangelio de Tomás destruye toda posible cristología histórica, pues el Jesús de la historia carece de sentido salvador. Cada hombre o mujer queda a solas ante Dios.

 La gran iglesia ha rechazado esta visión de fondo de Tomás, pues para la iglesia es esencial la historia concreta de Jesús, pero lo ha hecho conservando algunos de los riesgos de la gnosis y reprimiendo algunos de sus valores. Quizá el mayor de los riesgos de la gnosis ha sido (y sigue siendo) una exaltación del «espiritualismo», entendido como negación de sexo y como experiencia de pura soledad ante Dios, no desde una perspectiva escatológica (como hace Pablo en 1Cor 7), sino desde el rechazo de la carne, es decir, de la realidad histórica del ser humano y de las relaciones personales.

De esa manera, el EvTomás niega lo que Mt 1 y Lc 1 entendían como signo de la acción creadora de Dios en la historia (la encarnación del Hijo de Dios en y por María). Conforme a la visión del EvTomás, la madre de Jesús no puede convertirse en signo de vida eclesial, como ha hecho el evangelio de Juan (cf. Jn 2, 1-11; 19, 25-27).

De un modo consecuente,el  evangelio de Tomás ha negado la resurrección en la historia, en la carne… , pues sólo importa la resurrección interior de los elegidos.  En ese trasfondo, resulta esencial el intento del Evangelio de Juan, que ha querido recuperar el sentido   cristiano del auténtico apóstol Tomás, que habría sido desfigurado después por la gnosis.

 (Cf. M. Alcalá, El evangelio de Tomás. Palabras ocultas de Jesús, BEB 67, Sígueme, Salamanca 1989; A. Piñero (ed.), Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi I-III, Trotta, Madrid, 1997-2000; A. Santos Otero, Evangelios Apócrifos, BAC 148, Madrid 1975; R. Trevijano, Estudios sobre el evangelio de Tomás, Fuentes Patrísticas, Ciudad Nueva, Madrid 1997).

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