El cielo es Cuadrado (o es Cubo), medidas del cielo (Ap 21, 16-21)

Vengo tratando estos días, desde diversas perspectivas, de la Ciudad del Cielo, según el libro de Visiones del Apocalipsis. Es teología para imaginar y soñar, un conjunto de visiones que han movido el corazón y la esperanza de millones de personas, en una línea judía, cristiana y musulmana (la historia de las visiones del cielo musulmán ha llenado la historia de occidente, como saben todos los estudiosos). Pues bien, en este contexto quiero evocar las “medidas” del cielo, recordando que ellas han encendido la imaginación de millones de personas (y de sabios inmensos como Newton). Ilustraré este post con cuatro imágenes:

a) La primera imagen está tomada del Coro del Monasterio del Escorial, donde el artista ha pintado la Ciudad Sagrada (en el lugar donde la iconografía normal pone a la Virgen Coronada por el Padre y por el Hijo) como un inmenso Cuadrado (en realidad Cubo) de piedra de gloria. Ésa es la Ciudad de Dios, que llevan los ángeles a sus espalda, un signo judío, cristiano y musulmán... uno de los signos más hermosos de la iconografía hispana.

b) La segunda imagen quiere ser la de algunas visiones actuales del Cielo del Apocalipsis, como Cubo celeste infinito, como el cosmos divino, un cuadrado/cubo de vida interior y de gloria.

c) La tercera imagen es la de un plano simbólico del templo de Jerusalén, modelo de todos los templos de Occidente, con el Debir cuadrado en el templo. El templo era un cuadrado de cuadrados...con un Cubo de Dios en el centro, el Santo de los Santos.

d) La cuarta imagen es la del Cubo más famoso de la Tierra, en la actualidad, que es la gran Plaza Cuadrada de la Meca, con la Caaba o la Kupa cuadrada en centro, con la piedra cuadrada y santa en el muro...

Buen día a todos. Me gustaría que imaginarais el cielo en la tierra, la ciudad de los hombres, de todos los hombres, en esta vieja y nueva tierra.


Texto: Ap 21


16La ciudad se extendía en forma cuadrada: su longitud era igual a su anchura. Y midió la ciudad con la vara: hasta doce mil estadios: su longitud, su anchura y su altura eran idénticas 17Y midió luego la muralla y resultaron ciento cuarenta y cuatro codos, según la medida humana, que es medida de ángel.
18Los materiales de la muralla eran de jaspe y la ciudad era de oro puro, semejante a puro cristal. 19Los pilares sobre los que estaba asentada la muralla de la ciudad estaban adornados de toda clase de piedras preciosas. El primer pilar tenía jaspe; el segundo, zafiro; el tercero, calcedonia; el cuarto, esmeralda; 20el quinto, sardonio; el sexto, cornalina; el séptimo, crisólito; el octavo, berilo; el noveno, topacio; el décimo, ágata; el undécimo, jacinto y el duodécimo, amatista. 21Las doce puertas eran doce perlas, y cada puerta estaba hecha de una sola perla. Y la plaza de la ciudad era de oro puro, transparente como cristal.

Medición: Ciudad Cuadrada, piedras preciosas (21, 15-21).


El ángel había medido (protegido) previamente el interior del templo, dejando el patio externo a merced de la violencia (11, 1-2). Ahora vuelve a medir (cf. Ez 40, 3-5) para proteger y presentar como sagrada toda la Ciudad, utilizando dos o tres imágenes, que nos ayudan a entender su sentido:

– Ciudad Cuadrada (tetragônos), de cuatro ángulos, con longitud y anchura iguales (21, 16a), de 12.000 estadios (unos 2.130 kilómetros) de perímetro (1.000 por cada tribu) o, quizá esos estadios se refieren a cada uno de los lados. Cuadradas eran las grandes ciudades simbólicas del mundo antiguo, tanto Babilonia como Roma. Cuadrada y perfecta será está ciudad llana, si es que vale la imagen, pues la altura de sus muros (y casas) parece modesta: 144 codos (unos 64 metros), doce por cada tribu.

Este símbolo de la ciudad cuadrada influye en todo lo que sigue: la Novia es una Madre Ciucdad (metópoli) inmensa, defendida por hermosas murallas, extendida en la llanura infinita de la tierra. Ella es centro de todo el universo; por eso, las gentes del entorno, los pueblos del mundo, ensanchado a sus lados, vienen a buscar refugio en ella, pues allí está la plaza con el Trono de Dios y su Cordero; de ella brota el Río de la Vida que ofrece agua muy fresca de amor y curación para todos los vivientes (21, 24: 22, 1-5).


– Ciudad Cubo perfecto, con longitud, anchura y altura iguales como dice con precisión el texto (21, 16b). Sin duda, esta Ciudad es todo, el Todo, signo del Dios pleno: Cubo Divino que encierra la realidad entera. Los griegos concibieron el Cubo como signo de perfección y solidez completa. Cubo era también para los judíos el Santo de los Santos o Debir en el que Dios habita, Casa llena interiormente de Dios (cf. 1 Rey 6, 20). Lógicamente será Cubo, Casa toda interioridad, esta Ciudad en la que Dios mismo se vuelve morada y templo para los humanos que habitan dentro del Cubo de Dios (que puede entenderse a manera de Esfera cuadrada).

En el fondo de esta imagen se encuentren visones sacrales y/o sapienciales que han desembocado luego en la cábala y en otras corrientes religiosas que comparan a Dios (toda realidad) con un Cubo sagado, abarcador. El mismo Islam ha teorizado sobre este signo, a partir de la Kaaba o Templo (casi) Cúbico donde esta inserta la Piedra Sagrada, igual que los judíos medievales y los cristianos que han representado a Dios (el cielo) a modo de Cubo Sagrado de Piedra (por ejemplo en el Coro de la Basílica del Escorial, en España). Dentro del cubo-esfera donde Dios es muro y centro, plaza y río, árboles y presencia de amor, habitan los humanos. De todas formas, en esta perspectiva resulta más difícil imaginar la plaza interior, el río y los árboles de vida de que luego trataremos.

Ciudad Pirámide. Posiblemente, al presentar la ciudad (al mismo tiempo) como cuadrada o plana y cúbica, Juan está proyectando sobre ella la imagen de un plano que se eleva, en forma de pirámide inscrita en un cubo transparente. Es normal que evoque las Pirámidesde Egipto o las torres elevadas (Zigurat) de Babilonia. Sobre una base cuadrada se va elevando un figura escalonada, cuya altura es igual que los lados del cuadrado. Ella está inscrita en el cubo transparente, de manera que en la plaza superior queda el trono de Dios y el agua que brota de ese trono va descendiendo escalón a escalón. De esta forma se unirían las imágenes del cuadrado y cubo, pirámide y montaña de los dioses, propia de la tradición religiosa de muchos pueblos antiguos.


Resulta conocida la fascinación que han ejercido las pirámides en todas las culturas, como imagen de gradación y jerarquía, de estabilidad y vida eterna. Dios mismo sería aquí pirámide donde los humanos se hallan inscritos, pirámide-esfera donde todos los puntos se encuentran igualmente distantes del centro, son centro y círculo, son altura y base.

Juan ha dejado que las tres imágenes (Cuadrado, con muros y puertas abiertas, Cubo completo en sí mismo y Pirámide elevada sobre el cuadrado de la base) se limiten y fecunden una a otra. Es posible que las tres se superpongan, para crear la impresión de una Ciudad con las diversas formas que la tradición ofrecía para templos y ciudades.

El signo del Cubo es el más perfecto, pues nos lleva a la ciudad interior, con la Vida de Dios hecha principio de existencia para los humanos, sobre todo si la completamos con la esfera: un Cubo-Esfera, tal sería el signo pleno de Dios (hecho Ciudad) para los humanos. Pero esa imagen rompe todos los esquemas imaginativos, de manera que en ella no pueden visualizarse los restantes elementos de la Ciudad: las puertas de entrada, la plaza interior, los ríos y árboles de vida.

Imaginar la ciudad

La imagen del cubo aparece en un momento, pero luego desaparece de manera que la narración continúa como si la Ciudad fuera sólo Cuadrada (o quizá Piramide), con cuatro lienzos de muralla, doce puertas y doce cimientos y una gran plaza en el centro. Su muralla es jaspe y la ciudad oro cristalino (cf. 21, 18). Su plaza es también oro puro (21, 21). Sus puertas perlas y los cimientos piedras preciosas.

En el centro de la Gran Plaza cuadrada de la ciudad cuadrada-cubo (pirámide) se alza el Trono de Dios y del Cordero y del ese Trono brota el Agua de Vida que riega la tierra entera (cf. 22, 1-5). Miremos los cuadrados menores del entorno (muralla) de la Ciudad: las Doce Puertas de las tribus (siguiendo el orden de 7, 5-8), con las Doce  Piedras de cimiento de los apóstoles (cf. lista de 21, 19-21, completada con Mc 3, 16-19). He incluído los signos del zodíaco, pues la Nueva Jerusalén es Ciudad del Cielo y en ella se expresan y encuentran plenitud los grandes signos del cosmos.

Los comentaristas de Ap han destacado el colorido y simbolismo de las piedras, relacionando el conjunto con los puntos cardinales, las fiestas judías y las diferentes posiciones astronómicas. Han trazado así una visión armónica de la geografía celeste de Juan. Aquí puede bastarnos lo dicho, recordando la importancia de las piedras precisas en su visión de conjunto.
Esta Nueva Jerusalén representa y expresa todo el cosmos. Por un lado es presencia de Dios (Cuadrado Perfecto, gran Plaza central); por otro es expresión de la Humanidad reconciliada, culminada (Patriarcas y Apóstoles) y plenitud del cosmos (signos del zodíaco) en su belleza (piedras preciosas). Este mundo nuevo es Joya de las Joyas, brillo perfecto de las Doce Piedras de colores, engastadas sobre el jaspe del muro y sobre el oro transparente de toda la ciudad.
Alguien pudiera decir que esta es la venganza del austero profeta que, viviendo en pobreza, proyecta hacia el final la riqueza insuperable. No habla de Dios sino de la ciudad de Dios, derroche de piedras preciosas, armonía de colores perdurables. Todo pasa en la tierra, quedan las piedras de cristal, transparencia y color, puro brillo. Antes habían dominado los sonidos: el cielo era orquesta de cantos e instrumentos musicales (desde Ap 4-5 hasta 18, 1-19, 6). Ahora dominan las formas perfectas (cuadrado, cubo) y los colores más puros..


Una evocación literaria. Borges

Entre los buscadores de esta Ciudad quiero citar a a J. L. Borges, recordando dos de sus visiones: una es la ciudad maldita de los malos sueños; otra es la ciudad eterna que se confunde en el fondo con Dios:
Ciudad maldita. "He dicho que la ciudad estaba fundada sobre una meseta de piedra... En vano fatigué mis pasos: el negro basamento no descubría la menos irregularidad, los muros invariables no parecían consentir ninguna puerta. La fuerza del día hizo que yo me refugiara en una caverna; en el fondo había un pozo, en el pzo una escalera que se abismaba hacia la tiniebla inferior. Bajé; por un caos de sórdidas galerías llegue a una cámara circular. Había naueve puertas en aquel sótano... Emergí a una suerte de plazoleta; mejor dicho de pario... Cautelosamente al principio, con indiferencia después, con desesperación al fin, erré por escaleras y pavimentos del inextricable palacio... Este palacio es fábrica de dioses, pensé primeramente.Exploré los inhabitados recintos y corregí: Los dioses que lo edificaron han muerto. Noté sus peculiaridades y dije: Los dioses que lo edificaron estaan locos... Está ciudad (pensé) es tan horrible que su mera existencia y perduración... contamina el pasado y el porvernir y de algún modo compromte a los astros. Mientras perdure nacie en el mundo podrá ser valeroso o feliz" (El aleph, SB, Barcelona 1983, 11-14).

Ciudad, rueda cósmica. "Entonces ocurrió lo que no puedo olvidar ni comunicar. Ocurrió la unión con la divinidad, con el universo (no sé si estas palabras difieren). El éxtasis no repite sus símbolos; hay quien ha visto a dios en un resplandor, hay quien lo ha percibido en una espada o en los círculos de una rosa. Yo vi una Rueda altísima, que no estaba delante de mis ojos, ni detrás, ni a los lados, sino en toas partes, a un tiempo. Esa Rueda estaba hecha de agua, pero también de fuego y era (aunque se veía el borde) infinita. Entretejidas la formaban todas las cosas que serán, que son y que fueron, y yo era una de las hebras de esa trama total... Ahí estaban las causas y los efectosy me bastaba ver esa Rueda para entenderlo todo, sin fin. ¡Oh dicha de entender, mayor que la de imaginar o la de sentir! Vi el universo y vi los íntimos designios del universo. Vi los orígenes que narra el Libro del Común. Vi las montañas que surgieron del agua, vi los primeros hombres de palo, vi las tinajas que se volvieron contra los hombres, vi los perros que les destrozaron las caras. Vi el Dios sin cara que hay detrás de los dioses. Vi infinitos procesos que forman una sola felicidad y, entendiéndolo todo, alcancé también a entender la escritura del tigre" (Ibid 121-121).

Volver arriba