3ª estación. ¿Cómo vengaré a mi hermana violada? (El caso de Dina)

Descubrí hace algún tiempo un texto apócrifo llamado EVANGELIO DE M. M. y, si Dios me da salud, tiempo y cabeza, acabaré de preparar en breve su publicación, como conviene.
Entre las novedades está el hecho de que evoca a las hermanas de Jesús (cf. Mc 6, 3), y en especial a una que se llamaba Dina, como la hija de Jacob. Como su nombre parecía presagiarlo, un magnate del lugar vecino (¿Séforis, Siquem?), donde ella vino a ver lo que pasaba por allí) la “violó”, aunque después quiso casarse con ella.
Los hermanos mayores de Jesús se “vengaron” justamente y con alevosía, y su hazaña corrió de boca en boca entre los campesinos de la zona, con gran dolor de María y de José(¡dolor por la violación, dolor por la venganza?)... y en especial de Jesús, que consultó el caso ante un rabino erudito, que no supo responderle, limitándose a buscar el rollo del Génesis, donde leyeron juntos, llorando los dos, la historia de Dina, la otra, hija de Jacob, violada y vengada como sus hermanos.
El apócrifo no dice lo que pasó después con Dina (ni dice si obró con ligereza al ir a ver "lo que pasaba"), sino sólo que Jesús, que no quedó contento con la respuesta del rabino, se marchó de Nazaret y fue a la vera del Gran Río, donde estaba Juan Bautista, pidiendo más consejo…. Ésta fue, según el Apócrifo de M. M., la tercera estación del Via-Crucis de Jesús: ¡su tercer dolor! dolor de hermana: ¿cómo vengarse, qué hacer por la hermana violada?
Así quedó Jesús con Juan, y así quiero dejaros yo también, en ésta tercera estación de su Via-Crucis: Jesús llevó en su alma el llanto de su hermana violada (y privada de amante, viuda sin haber sido casada)y, quizá, todavía más, el dolor de la venganza de sus hermanos. Muchos de nosotros hemos sentido un dolor semejante, una cruz inmensa, antes de encontrar al fin a la Verónica del otro Via-Crucis de Jésús, que vendrá al final para secar su sangre y enjugar sus lágrimas:
¿Cómo vengarnos de los miles y miles de hermanas violadas, de “dinas” con nombre o sin nombre, que van por ahí, a ver lo que pasa… o que son raptadas en sus casas?
Cómo evitar esos raptos? ¿Cómo responder donde los haya?
La historia de la Dina antigua, de sus raptores (los Hijos del Asno) y de sus hermanos vengadores constituye una de las páginas más duras y enigm´`aticas del Via-Crucis de la Biblia. Con esa historia os dejo, con Jesús, como Jesús, que busca la forma de “vengar” a su hermana violada.
¿Cómo os situáis hoy ante el tema?
¿Sigue habiendo Dinas? ¿Son culpables al "salir a ver..."?
¿Por qué llora Diona en la imagen?¿ ¿Se esconde de Siquem, hijo del Asno, que quiere violarla... o de la venganza cruel de sus hermanos?¿Creéis que hicieron bien sus hermanos al vengarse?
¿Cómo responderá Jesús?
¿Cómo os vengaríais vosotros y vosotras).
(La historia que sigue y que trata de la antigua Dina forma parte de una serie de semblanzas de mujeres bíblicas que estoy publicando en 21RD, El Camino de la Palabra: http://blogs.21rs.es/pikaza/).
Dina, la hermana vengada, pero no escuchada
Oficialmente, la tradición judía ha recordado sólo el nombre y figura de los doce hijos de Jacob, que han nacido de cuatro mujeres. Desde un punto de vista histórico lo más probable hubiera sido que Jacob tuviera también varias hijas, pero la tradición de Israel no las recuerda, porque no le interesan, pues le importa la línea genealógica masculina. Sin embargo, de manera muy significativa, como ejemplo de la protección que los judíos han de mostrar por sus “mujeres/hermanas”, el mismo texto recuerda la historia de Dina, hija de Jacob y Lía (Gen 30, 21), protagonista de una historia extraordinaria de venganza, que sucede, pasados los años, en el entorno de Siquem, en centro de la tierra prometida, donde Jacob habita con sus hijos:
Dina, la hija que Lía había dado a Jacob, salió una vez a ver a las mujeres del país. Siquem, hijo de Jamor el jeveo, príncipe de aquella tierra, la vio, se la llevó, se acostó con ella y la violó. Pero su alma se aficionó a Dina, hija de Jacob, se enamoró de la muchacha y trató de convencerla. Siquem dijo a su padre Jamor: «Tómame a esta chica por mujer».
Jacob oyó que Siquem había violado a su hija Dina, pero sus hijos estaban con el ganado en el campo, y Jacob guardó silencio hasta su llegada. Jamor, padre de Siquem, salió a donde Jacob para hablar con él. Los hijos de Jacob volvieron del campo al oírlo, y se indignaron los hombres y les dio mucha rabia la afrenta hecha por Siquem acostándose con la hija de Jacob…J amor habló con ellos diciendo: «Mi hijo Siquem se ha prendado de vuestra hija, así que dádsela por mujer. Emparentad con nosotros: dadnos vuestras hijas, y tomad para vosotros la nuestras. Quedaos a vivir con nosotros: tenéis la tierra franca. Instalaos, circulad libremente y adquirid propiedades».
Los hijos de Jacob respondieron a Siquem y a su padre Jamor con disimulo…: «No podemos hacer tal cosa: dar nuestra hermana a uno que es incircunciso, porque eso es una vergüenza para nosotros. Tan sólo os la daremos a condición de que os hagáis como nosotros y se circunciden todos vuestros varones. Entonces os daremos nuestras hijas, y tomaremos para nosotros las vuestras, nos quedaremos con vosotros y formaremos un solo pueblo…».
Sus palabras parecieron bien a Jamor y a Siquem, hijo de Jamor, y el muchacho no tardó en ponerlas en práctica, porque amaba a la hija de Jacob. Él era el más honorable de toda la casa de su padre y todos los habitantes de la ciudad escucharon a Jamor y a su hijo Siquem, y se circuncidaron todos los varones… Pues bien, al tercer día, mientras ellos estaban con los dolores, dos hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, blandieron cada uno su espada y entrando en la ciudad sin peligro mataron a todo varón. También mataron a Jamor y a Siquem a filo de espada, y tomando a Dina de la casa de Siquem, salieron. Los hijos de Jacob pasaron sobre los muertos y saquearon la ciudad que había violado a su hermana.
Jacob dijo a Simeón y a Leví: «Me habéis arruinado, haciéndome odioso entre los habitantes de este país, los cananeos y los fereceos, pues yo dispongo de unos pocos hombres, y ellos van a juntarse contra mí, me atacarán y seré aniquilado yo y mi casa». Replicaron ellos: «¿Es que iban a tratar a nuestra hermana como a una prostituta?» (cf. Gen 34, 1-31).

Se trata de una historia de violación relativa,
porque empieza diciendo que Dina “salió a ver a las mujeres del país”, lo que indica que abandonó el espacio resguardado del clan de Jacob, con sus propias costumbres y leyes matrimoniales, y se arriesgó a vincularse con las mujeres cananeas, asumiendo lógicamente sus costumbres (y apareciendo así como un peligro para los israelitas fieles, lo mismo que las mujeres cananeas). De esa manera, ella viene a presentarse como un “puente” entre dos visiones distintas de la sociedad y del matrimonio: por un lado quiere estar con los siquemitas (pues se une a sus mujeres) y por otro forma parte de los israelitas (que siguen una ley de endogamia). Por eso, más que ante una historia de relaciones personales, el relato de Dina nos sitúa ante el problema de las relaciones entre dos grupos sociales.
El texto reconoce que Siquem, hijo de Jamor, príncipe del país “la agarró, se acostó con ella y la violó”. Evidentemente, Siquem es un nombre simbólico (es la ciudad), lo mismo que Jamor su padre (que es el Asno, Dios de la Alianza, que se celebra en la ciudad). Sin duda, el gesto es duro y supone un tipo de violencia (violación) y podría decirse que ella, Dina, no puede resistir. Pero se trata de una violencia que responde a las costumbres sociales de una tierra donde el matrimonio puede realizarse por rapto, legalizado a posteriori, si el padre de la violada lo acepta (como sucede con las muchachas de Betel: Jc 21; cf. Ex 22, 16-17). Además, en este caso, la violencia y rapto de Siquem se transforma en ternura y en intento de resolver las cosas de un modo legal: Siquem se enamora de Dina y quiere conseguir libremente su mano, a través de un matrimonio concertado entre su padre Jamor y los familiares de Dina (padre y hermanos).
Significativamente, los protagonistas “judíos” de la historia son los hermanos de Dina
y, en especial, Simeón y Leví (hijos de Lía), de manera que la figura del padre Jacob queda velada. Pues bien, estos “hermanos” acceden al matrimonio que Siquem propone “por amor”, pero ponen la condición de que él y todos los de la ciudad, se circunciden, entrando así en la “alianza israelita”. Los siquemitas aceptan esa condición, comprometiéndose a vivir como israelitas; pero, después que se han circuncidado, en el momento en que están bajo el efecto de las “fiebres”, Simeón y Leví (apoyados por el resto de los hermanos) les atacan a traición y les pasan a cuchillo, matando a todos los varones (con Siquem y Jamor), saqueando la ciudad y robando a las mujeres y niños.
Éste es un relato que recoge, sin duda, tradiciones antiguas en torno a la “conquista” israelita de la ciudad de Siquem y a la actitud intransigente de algunos israelitas. En contra de lo que hará, por ejemplo, el libro tardío de Judit, el relato antiguo que estamos comentando (Gen 34) no ha querido valorar el gesto de la venganza de Simeón y Leví y deja que la historia tenga un final ambivalente. Simeón y Leví, que representan el ala dura del Israel guerrero (¡la violencia de Yahvé!), defienden lo que han hecho, conforme a la “ley” de la venganza; «¿Íbamos a dejar que a nuestra hermana la trataran como a una prostituta?» (34, 31). Jacob, en cambio, se lamenta: «Me habéis arruinado, haciéndome odioso a los habitantes del país…» (34, 30). Éste es ya sin duda un Jacob impotente, desbordado por la violencia de sus hijos más fieros.
De todas formas, lo más extraño del pasaje no es la violencia de Simeón y Leví, ni el lamento de Jacob, sino el silencio de Dina,
es decir, de la mujeres. Tras su violación, ella, la protagonista, queda totalmente marginada. El texto dice que Siquem la amaba apasionadamente y que buscó la forma legal de casarse con ella, pero no dice nada de los sentimientos y de la voluntad de Dina, cuando matan a su amante y a ella parece que la llevan a su “casa” antigua, sin dejar que salga “a ver” a las cananeas, como si ella no contara. Por otra parte, como he dicho, el texto habla de una violación, pero lo hace forma velada y ambigua, de manera que podría suponerse que se trató de una “violación consentida”, porque era ella había tomado la iniciativa, saliendo a ver a las mujeres del país, queriendo así hacerse como ellas.
Pero incluso suponiendo que se trata de una violación no consentida y que ella (Dina) sólo quería “ver” a las mujeres de la tierra por curiosidad, sin aceptar sus costumbre matrimoniales, nos hallamos ante un caso violación que termina en amor (en un amor legal) y en un intento de matrimonio. Pues bien, en ese caso, según las leyes israelitas posteriores, el asunto debía haber terminado en matrimonio (cf. Dt 22, 28-29). Además, cualquiera que fuese la solución (desde el punto de vista actual), lo lógico hubiera sido preguntar a Dina y pedirle su opinión, cosa que el texto no hace.
Sea como fuere, el autor de este pasaje está suponiendo que la relación matrimonial entre mujeres israelitas y cananeos de Siquem va en contra de la identidad israelita. Por eso, la opinión de Dina no cuenta. Sus hermanos, los israelitas duros, no quieren que ella (las mujeres de Israel) se emparenten con los siquemitas, a pesar de que ellos han querido integrarse en la alianza de Israel. En este contexto, Simeón y Leví representan la línea más dura de la ley los partidarios del “solo Yahvé”, cuya ley prohíbe que los israelitas se mezclen con los cananeos, como pondremos de relieve en cap. 15-16.
Mirado en una perspectiva actual, éste es un texto que nos sigue pareciendo enigmático, escabroso y escandaloso.
Por un lado, hoy rechazamos con toda fuerza la violación de una mujer, aunque no estamos seguros de que en este caso se trate de una verdadera violación y comprendemos la necesidad de que se haga justicia (una justicia que en aquel contexto queda en manos de los familiares, vengadores de sangre). Pero la reacción de Simeón y Leví nos parece desproporcionada e inmoral y, además, es contraria a la búsqueda de relaciones entre diversos grupos de pre-israelitas. Finalmente, sea cual fuere la solución del tema, en el fondo de todo queda el “silencio” de Dina, a quien no se deja que hable, siendo ella la que podía haber iluminado el tema.
En este contexto, que el Apócrifo de M. M. presenta como tercera estación del Via-Crucis de Jesús, os he preguntado y pregunto:
¿Qué debería hacer Dina? ¿Por qué no le han dejado que hable?
¿Qué debería hacer Jesús?
¿Qué deberíamos hacer nosotros, en esta tercera estación del gran Via-Crucis de dolor de la humanidad?
Bibliografía.
Sobre los temas sociales de fondo de la historia de Dina, cf.
N. K. Gottwald, The Tribes of Yahweh, Maryknoll New York 1979;
desde un punto de vista antropológico, cf. J. Pitt-Rivers, The Fate of Shechem or the Politics of Sex, CSSA, Cambridge 1977.
En forma novelada, recomiendo a todos la gran novela (y película) de A. Diamant, La Tienda Roja (Barcelona 1999), donde cuenta la historia de las mujeres de Jacob y en especial la de Dina, su hija.
Cf. también A. Standhartinger, Um zu sehen die Töchter des Landes“. Die Perspektive Dinas in der jüdisch-hellenistischen Diskussion um Gen 34, en L. Bormann (ed.), Religious Propaganda and Missionary Competition in New Testament World (FS Dieter Georgi; NT.S 47), Leiden 1994, 89-116;
P. Noble, A „balanced“ reading oft he rape of Dinah. Some exegetical and methodological observations, Bib. Int. 4 (1996) 85-109;
S. Scholz, Rape Plots. A Feminist Cultural Study of Genesis 34, P. Lang, New York 2000;
E. J. Van Wolde, The Dinah story. Rape or worse?, Old Testament Essays 15 (2002) 225-239; Love and hatred in a multiracial society. The Dinah and Shechem story in Genesis 34 in the context of Genesis 28-35, en J. C. Exum (ed.), Reading from right to left (FS David J.A. Clines), Academic Press, Sheffield, 2003, 435-449;
M. A. Bader , Sexual Violation in the Hebrew Bible. A Multi-Methodological Study of Genesis 34 and 2 Samuel 13 (Studies in Biblical Literature 87), New York 2006;
J. Fleishmann, Shechem and Dinah – in the light of non-biblical and biblical sources, ZAW 116 (2004) 12-32.