Os vi a todos y Acto fallido: Palabras de Amigo
Os vi a todos
No es un poema, sino la descripción de una tarde, paso a paso, tras un día de fiesta de Navidad. Me la manda un amigo de esos que han pasado y que siguen estando en mi vida. Me pide que lo deje anónimo, para que podáis leerlo sin nombre, ni rostro, ni identidad. Su autor no quiere que le vean llorar, pero le gustaría que alguien le ofrezca una respuesta, para compartirla. Son las palabras de un paseo, por una ciudad cualquiera. Él ha estado ahí y nos ha "bisto" ¿Qué le respondemos? Podéis encontrarle en la calle, pararos un momento con él. ¿Qué le diríais? Tras los los restos de una Navidad, con los cubos de basura llenos de olvido, hay un hombre, una mujer que nos mira, dice que nos mira. ¿Podemos devolverle la mirada y decirla una palabra?
Os vi a todos.
Empecé dudando, como ahora,
y asumiendo un mal pie a la hora de pisar.
Aún así, maniobré con la intención
de esquivar todo el dolor que presentía,
de impedir que tomase el control,
de no permitir que ningún pozo seco
-donde no queda más que la desesperanza,
en lugar de aguas que ayuden a seguir al caminante-
me engulliera y quedase con los huesos rotos,
gimiendo en su interior,
añorando cariño en lugar de castigo.
Os vi a todos, o a casi todos...
-tal vez sea mejor pensar así-.
Veía los cubos de basura rebosar,
los envoltorios de buenas intenciones,
de días de despreocupación y risas.
Vi aquel beso, que parecía sincero,
dado por un chico de rostro inocente,
desde la ventanilla de su coche
a esa chica que se iba a su casa
tras estar juntos, ajenos a todo.
Os vi a todos, os vi caminar.
Y quise seguir vuestro ritmo.
La música se empeñaba, por derecho propio,
en hacerlo más y más difícil,
forzando una sinceridad coherente.
Y por fin, lloré. Lloré...
Lo hice con la ausencia de un hombro,
acompañado de la falta de apego a la vida,
y con la paz que dan las lágrimas
cuando borran todo temor.
Os vi a todos, y no escondí mis ojos.
Niños maltratando juguetes
con el desprecio que da tenerlo todo.
Jóvenes disfrutando ajenos a su final,
sarcásticamente con un reloj en la muñeca.
Adultos de ojos apagados, que parecían
preguntarse cómo pudo ocurrir.
E incluso algún anciano diferente a los demás,
que en lugar de huir de su reflejo,
me bendijo con una mirada de comprensión.
Acto fallido
El poema que sigue es de Francisco/a y se lo he pedido yo. Suele entrar en el blog, con palabras breves, afiladas como espadas, sentencias que afirman, no fallan.... Pues bien, ahora se me ha presentado como el hombre/mujer que ha nacido por algún mal funcionamiento de la Máquina (¿Dios?). Nos dice que es producto de un “acto fallido”, pero yo le respondo: Si así fuera ¿podrías hablar como hablas? ¿Podrías enviarme/enviarnos este poemas? Se lo he pedido esta misma noche (del 12 al 13 de enero de 2008) le he dicho: Envíame un poema. A la media hora lo tenía en mi pantalla. La primera parte (Por aquellos camino...) escrita a vuela pluma. La segunda parte (Acto fallido ) la ha tomado de su poemario (Cuando encontréis sus poemas publicados por ahí, recordaréis: ¡Este es Francisco!).
Yo te digo, Francisco, que tú no eres producto de un fallo, sino resultado de un encuentro de mil amores que han ido madurando en el Crisol de amor que es Dios... Pero, si quieres, no nombro a Dios (no lo meto de lleno en esto), pero te digo que en tu nombre se unido se fecundan miles de nombres de amor... . Tú, Francisco, has nombrado y sigues nombrando con amor a mil cosas y personas, empezando por las palabras que dices, por el río que vas a contemplar desde la colina, por los montes de nieve que adivinan tus deseos. ¿Cuándo me acompañas otra vez hasta la cota dos mil quinientos o tres mil, para decir allí (para decirnos allí) que todo eso y nuestra misma vida no es acto fallido?:
¿Yo soy ese/esa?
Por aquellos caminos
torturados por el llanto,
te lo dije todo y apenas fue nada.
Tu mirada informe, tu caridad oculta,
tu sonrisa hieratica que me enterraba en soledad.
Ahora lo pienso mientras existo.
Te amé tantas veces como pudimos
y el odio de la distancia
cortaba mi corazón en pedazos.
I/
Surgí solo,
de una palpitación en lo íntimo
y sostenido por aquello, que acerca el negro viento.
Surgí de un acto fallido del dolor.
Oculto en la oscuridad, el tiempo me alimentaba.
Me sepultaron después oleadas intempestivas
bajo mi solitaria aquiescencia con la muerte.
Florecían mis pensamientos en la tierra del corazón.
Oía rumor de alguien en la oscuridad
pero nunca supe quien era.
II/
No hubo testigos, tampoco posible centinela,
no tenía voz para engendrarlos.
Llenaban el silencio transeúntes mudos que no conocía.
Los límites, cuando los hubo, amarraban el tiempo al tiempo.
La temeridad de mis pálpitos, la incertidumbre de una lengua
cuyo pensamiento fueron unas llamas, lo que no supe, y olvidar.