Pasando estos días en Mogarraz y siendo la patrona de este bello pueblo la Virgen de las Nieves, cuya festividad celebramos hoy, espero de los lectores y seguidores de este blog que tengan a bien permitirme dedicar este desayuno a ese pueblo y a esa celebración. No es la primera vez que en este blog me he referido a ese pueblo tan singular, que es Conjunto Histórico, premio C de Turismo de Castilla y León y uno de los primeros pueblos más bonitos de España. Cierto que el tórrido calor que padecemos en estos lares no invita a viajar, sino a buscar el alivio de una sombra refrescante o a refugiarse en una de sus bodegas, convertidas, en estos tiempos de abandono del cultivo de los viñedos, en salas de estar veraniegas. Y, aunque este año no veamos por las calles del pueblo las riadas de turistas de otros años, no seremos pocos los hijos del pueblo y los amantes del mismo que esta mañana honraremos a nuestra patrona.

La fiesta de hoy, por razón del coronavirus y de las normas prohibitivas imperantes, nos obliga a pensar en las fiestas de antaño, las que se celebraban en los difíciles años de la posguerra y del hambre y también en los de la emigración y de las cosechas tantas veces perdidas a causa de una climatología adversa por epidemias y tormentas. ¡Qué difícil era entonces juntar cuatro duros para organizar algo de jolgorio durante estos días! Se ha comentado muchas veces que aquellas eran fiestas de solo “misa y olla”: la celebración litúrgica de la patrona y la comida, algo especial, que cada grupo familiar organizaba en su casa. Sin duda, este año volvemos a repetir el escenario y el desarrollo festivo de antaño con una “misa” en la gran iglesia parroquial, en la que cabe todo el pueblo, y tras ella, con la “olla” o comida familiar, solo que en esta ocasión la mayoría de las familias se reunirán en torno a una mesa bien servida  en alguno de los lujosos restaurantes que hay en el lugar.

La Virgen de las Nieves es una antigua advocación mariana que se remonta al siglo IV y que está muy extendida en Italia, España, Latinoamérica y Portugal. “Nieves”, de níveo, blanco. La leyenda en que se asienta cuenta que un cinco de agosto, a mediados del siglo IV, la Virgen hizo el milagro de que nevara sobre el monte Esquilino de Roma para mostrar a un acaudalado matrimonio patricio el lugar donde deberían construirle una iglesia. Derruida aquella primera construcción, la iglesia fue reconstruida un siglo después, en tiempo del papa Sixto III. Hoy la conocemos como la basílica de Santa María la Mayor.

Para calibrar el arraigo de esta advocación sírvanos saber que unas veintiocho mil mujeres españolas se llaman Nieves y que, por tanto, celebran hoy su santo. ¡Enhorabuena a todas ellas y a cuantas otras se llamen así en el resto del mundo! La devoción a esta advocación mariana se limitó durante siglos a Roma y su periferia, hasta que, hacia el año mil, comenzó a extenderse por todo el mundo. Hoy son muchos los pueblos y ciudades que tienen como patrona a la Virgen de las Nieves.

Desde el año 1975, la Peña Virgen de las Nieves de Mogarraz, apoyada por el Ayuntamiento, ha hecho posible que todos los años se hayan celebrado unas fiestas dignas, incluso algo dispendiosas para un pequeño pueblo serrano. Durante todo ese tiempo, lo religioso, lo cultural, lo folclórico y lo lúdico se han aliado en Mogarraz para celebrar unas fiestas intensas y vibrantes, cuyo programa para este día incluía rosarios de la autora, pasacalles, acompañamiento de los danzarines al sacerdote celebrante desde la casa parroquial a la iglesia, misa solemne, procesión de la patrona y solemne ofertorio en la plaza mayor, seguido, como agasajo a la patrona, de los bailes serranos tradicionales, ejecutados por danzarines jóvenes del pueblo, ataviados con trajes típicos y sobrecargados de valiosas joyas artesanales.

Hasta hace un par de años, al finalizar los oficios religiosos, el pueblo se congregaba en la casa rectoral para disfrutar, antes de la comida festiva, de un generoso aperitivo a base de bizcochos y sangría, ofrecido por una ejemplar familia mogarreña.  Después de la siesta de rigor, cuando “Lorenzo” atiza de lo lindo, en la plaza mayor tenía lugar un gran concierto de bailes serranos, ejecutado por tamborileros y bailaores venidos de muchos pueblos serranos, a la espera de que, tras una pausado deambular por distintas bodegas, la orquesta nocturna hiciera las delicias de la juventud hasta bien entrada la madrugada.

Nada de todo eso habrá este año, salvo la misa y la olla a que nos hemos referido, pero la devoción de los mogarreños y de todos los simpatizantes del pueblo a su Virgen de las Nieves no será menor por mor de las circunstancias. Hasta es posible que esa devoción se vea incrementada en esta ocasión por el rigor que imponen un virus y una crisis económica que tanto aprietan en los ámbitos de la salud y de la cartera, pues seguro que la  zozobra actual nos animará a pedirle a nuestra solícita patrona que no se olvide de ampararnos en tiempos tan problemáticos como los que estamos viviendo.

Leyendas aparte, la blancura de esta festividad se hace metáfora no solo de la belleza esencial, inmaculada, de María, sino también de la luz que aporta la fe cristiana a los hombres. Yo soy la luz del mundo, dijo de sí mismo Jesús, y aseguró que quien le siga jamás caminará en tinieblas. De hecho, identificamos la gracia con la blancura y el pecado, con la mancha. Vivimos hoy, pues, un gran día de esperanza para todos los mogarreños y para cuantos forman con nosotros una comunidad humana que no solo recuerda a muchos de sus antepasados, dialogando con ellos desde las fachadas de sus casas, sino que no pierde de vista ni sus austeras vidas de laboriosidad ni el rico patrimonio que nos han legado.

¡Qué gran contraste, de puro dolor y rabia, el que también nos ofrece este cinco de agosto al recordarnos que fue un día como hoy de 1939, casi recién terminada nuestra infausta guerra civil, cuando los vencedores, continuando la orgía de sangre que había sido toda la guerra por parte y parte, dieron muerte a 63 miembros de las juventudes socialistas unificadas, entre ellas, a las recordadas como las “trece rosas” por su juventud! Ojalá que este recuerdo nos sirva hoy como toque de atención para que jamás permitamos en el futuro que hechos como esos, ni en guerra ni fuera de ella, vuelvan a ocurrir entre nosotros. No es bueno que los españoles actuales, nacidos en una inmensa mayoría después de la guerra, vivamos una crispación y un odio como los que provocaron tan crueles comportamientos y todavía parecen dominarnos por intereses gremiales. Ojalá que la Virgen de las Nieves de Mogarraz nos dé hoy a todos un poco de sentido común y de cordura para entender que nada es comparable a una vida en paz y libertad, de respeto mutuo y de colaboración incondicional.

Es obvio que con lo dicho me refiero justo a lo que es de suyo el espíritu cristiano. No cabe en mi cabeza que los seguidores de Jesús puedan alinearse con bandos enfrentados por intereses parciales, muchas veces ramplones. Cuando él afirma que ha traído fuego y lo que quiere es que arda la tierra, habla de un fuego que consuma malezas y que reduzca a cenizas egoísmos y mezquindades. Confiemos hoy en que las “trece rosas” y tantísimas otras víctimas, reunidas en un coro de “voces blancas” dirigido por la Virgen Blanca, logren que, cuando nos acostemos esta noche, seamos mejores personas que cuando esta mañana nos hemos levantado ilusionados. Desde Mogarraz, en este su día de fiesta grande, invito hoy a todos los seguidores de este blog a brindar en apoyo de la confiada esperanza de salir ilesos y fuertes de los padecimientos y de las zozobras que todos estamos padeciendo.Amén.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com