Desayuna conmigo, (miércoles, 4.11.20) Vivimos en un universo líquido

Tiempo, sueños y sexo

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Ayer subía fuertemente la Bolsa, seducida por un prometedor sosiego político, y hoy se precipita pendiente abajo, escapando de una quema imaginaria. El dinero, al que muchas veces nos referimos con el término de “liquidez” y que es tan cobarde, se mueve como las olas del mar, que raramente están en calma. El ahorrador de unos euros al mes, arrancados a unos riñones doblados y a unas manos callosas, los va acumulando a base de austeridad como un seguro de vida que nunca será tal. Diríamos que el ahorrador es un hombre sólido, rocoso, y que sabe el terreno que pisa. Pero la vida juega sorprendentemente en su contra porque somete sus ahorros a un lento sangrado de continua pérdida de valor por unas u otras razones. El especulador, en cambio, que es un avispado que está a la que salta, un hombre esencialmente líquido y sin arraigo, vacía de contenido humano el dinero al buscar la oportunidad de duplicar sus haberes a base de chupar la sangre de otros y sin más esfuerzo que el de su intuición, aliada unas veces con el factor suerte y otras con la trampa, la corrupción o el juego sucio.

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Viene esto a cuento de la inconsistencia radical del dinero sobre el que pretendemos asentar nuestra propia vida, sobre todo en una crisis económica como la que estamos sufriendo, y de la facilidad con que un insignificante virus pone en solfa nuestra misma existencia. Todo ello viene a demostrar, una vez más, que realmente no somos nadie y que nada hay seguro en nuestra vida. Hablo de temores que deben de ser parecidos a los que sintió la ONU, al poco de haber sido creada, frente a un mundo maltratado por una larga guerra mundial y que la empujaron a asentar las bases de la educación, de la ciencia y de la cultura como pilares de la vida humana. Así fue creada la UNESCO con el propósito de mejorar la calidad de la vida humana y de promover la paz mediante la colaboración internacional en todo aquello que nos caracteriza como seres humanos.

Unesco

Hoy es el “día de la UNESCO” debido a que fue creada un día como hoy de 1946. Recién fundada la ONU, se celebró una conferencia con la participación de cuarenta y cuatro países. Treinta y siete de ellos aprobaron en ella la fundación de la UNESCO, cuyo estatuto entró en vigor el 4 de noviembre de 1946.Actualmente, 195 países forman parte de ella y 8 más son miembros asociados suyos.  Sus objetivos se cifran en erradicar el analfabetismo, salvaguardar el patrimonio cultural y fomentar el pluralismo y la diversidad de los medios de información, una ingente tarea que, además de requerir muchos medios, se enfrenta a los enormes retos que supone contrarrestar las grandes fuerzas de quienes, persiguiendo intereses espurios, prefieren que la humanidad camine por rutas de ignorancia y fácil sometimiento. La UNESCO arranca de una convicción profunda, recogida en sus estatutos: "puesto que las guerras nacen en la mente de los hombres y las mujeres, es en la mente de los hombres y las mujeres donde deben erigirse los baluartes de la paz".

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Por si lo dicho no fuera suficiente para mostrarnos el “tormentoso” mundo en que vivimos, hoy nos sale al paso La interpretación de los sueños, de Sigmund Freud, publicada un día como hoy de 1899, para darnos cuenta de nuestro pensar y sentir inconscientes, pues nuestros sueños son cumplimientos disfrazados o desfigurados de deseos censurados o reprimidos. Ni que decir tiene la enorme importancia del psicoanálisis para ir entendiendo, muy poquito a poco, la complejidad de la mente humana y los estratos que componen nuestra propia personalidad, contribuyendo de esa manera a saber algo más sobre quiénes somos realmente y por qué actuamos como lo hacemos.

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A este oleaje de seres y procederes viene a sumarse esta mañana, además, el hecho de que, dando un gran brinco hacia atrás en el tiempo, el británico Howard Carter nos ofreciera, un día como hoy de 1922, la contemplación de una de las tumbas más valiosas descubiertas hasta ahora, mostrándonos una momia intacta de más de tres mil años, la del joven faraón Tutankamon, y el tesoro incalculable que la acompañaba. De golpe, retrocedimos en el tiempo tres mil años y palpamos el afán de eternidad de unos hombres, los faraones, que, en la piedra, encontraron el soporte de sus deseos de duración y, en el oro, la salvaguarda de su condición de elegidos del destino. Es lo que gritan las Pirámides, el Valle de los Reyes y el tesoro de Tutankamon, o al menos eso es lo que a mí me pareció percibir cuando hace años tuve la suerte de contemplarlo directamente.

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Todavía hay un dato más, quizá el más profundo y trascendente de los que esta mañana nos enfrentan a una vida tan líquida, fluctuante y problemática como la nuestra. Me refiero al hecho de que, un día como hoy de 2002,  la Guardia Civil autorizó que las parejas homosexuales pudieran vivir en las casas cuartel del instituto armado.  Se zanjó así, de repente y a la brava, la difícil cuestión a la que se han enfrentado estos últimos años unos estamentos sociales cuya honestidad exigía que procedieran con absoluta transparencia.  Sarcásticamente, a la cosa se la ha calificado como “salir del armario”. Pues bien, para resolver un caso concreto, el director a la sazón de la Guardia Civil, Santiago López Valdivieso, dictó el día mencionado una nota oficial por la que, modificando la normativa vigente, autorizaba el uso de los pabellones oficiales a “todas las parejas de hecho estables, independientemente de su naturaleza heterosexual u homosexual'. Y, como quien dice o quizá como premio del valiente, “muerto el perro, se acabó la rabia. Disposición tomada, asunto resuelto.

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El problema de la orientación sexual, esa especie de “disfunción natural” de la sexualidad, que la sociedad en general ha asumido con completa naturalidad estos últimos tiempos y que la Guardia Civil resolvió de un plumazo, seguirá trayendo todavía de cabeza al mundo cristiano porque, siendo igual de líquido que la vida humana en su totalidad, pretende ser rocoso e inamovible “in aeternum”. Sí, ya sé que Jesús dijo que asentaba su iglesia sobre roca, pero una cosa es la autoridad y otra, cómo se ejerza. Habrá tiempo de volver sobre este tema hasta que también los cristianos entendamos de una vez que los desarreglos de la naturaleza también son naturales y que debemos obrar en consecuencia.

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Ya lo hemos insinuado: también nuestra fe es líquida. Lo demuestra fehacientemente el hecho de que los teólogos sigan escudriñando las formulaciones dogmáticas y que los exégetas traten todavía de perfilar y matizar los contenidos de la Biblia. La Iglesia no es, ni mucho menos, un sarcófago de dos mil años ni un mamotreto de dogmas, ritos y normas, sino un órgano vivo en permanente encarnación en lo humano. Todo lo humano es su cuerpo, la carne en que se posa el Espíritu. Si hablamos de nueva evangelización y de nuevos odres es porque lo viejo se ha vuelto obsoleto al perder consistencia y eficacia. Como el amor y el matrimonio, también la Iglesia necesita ser construida y vivida cada día. La eternidad que los faraones no encontraron ni en la piedra ni en el oro y que ella debe predicar con convicción es un “presente continuo”, es decir, una forma de vida que debe renovarse continuamente. ¿Por qué la Iglesia tiene tanto miedo a hacerlo cuando dice seguir las huellas del más radical renovador de la ley y de la palabra de Dios?  La respuesta es obvia: por intereses que, en última instancia, nada tienen que ver con el evangelio que predica, el del amor de Dios que va del calvario a la cruz y de esta, a la tumba vacía.

Correo electrónico: ramonhernandezmartin@gmail.com

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