Política de encierro y encerrona (y Para mi compañero que lo es Andrés Ortiz Osés, por José Bada)

España es un país de sol y playa, sí, pero también de encierro y encerrona. El encierro se lo quería organizar Rivera y sus ciudadanos al presidente o más bien residente Sánchez, tratando finalmente de llevarlo al ruedo ibérico como a un toro y abanderillarlo liberalmente al son de la música folclórica de Malú y olé. La encerrona se la quería montar Iglesias, cuyo nombre remite a sacristías, y sus podemitas, infiltrando su populismo en el gobierno socialista y olé. Pero listo como es el presidente resiliente en funciones, situado entre folclóricos y populistas, intenta ganarse un paseíllo triunfal de torero bravo recuperando votos a derecha e izquierda, procurando así cambiar de tercio y ponerse a España por montera (que no por Montero).

El problema de España es un problema de encierros y encerronas. Un país de encierros civiles y de encerronas religiosas, de ciertas inquisiciones y ciertos fanatismos eclesiásticos o laicistas. El propio Papa Francisco arremete contra el clericalismo de su Iglesia, véase la española, revestida con vestidos de poder ya impotente, pero aún intransigente. El grito tradicional ha sido el de “Santiago y cierra España”, frente al de “san Pablo y abre España”. La vieja Iglesia sigue siendo tan intolerante como sus enemigos acérrimos, y viceversa. Incluso la filosofía nacional de Gustavo Bueno del “cierre categorial”, considera la categoría del cierre como el concepto fundamental (y un tanto fundamentalista): una filosofía totalizadora cuyo peligro es el totalitarismo. Pero nuestra democracia ha abierto España, y nada ni nadie la podrá ya cerrar.

Y sin embargo hay que estar alerta y luchar por una sociedad abierta. El peligro está en que somos una península, así pues una especie de península o isla aislada físicamente, aunque acompañada de turistas: su apertura se debe más bien a invasiones y conquistas foránea, sean belicosas o pacíficas como actualmente el turismo, pero también a iniciativas propias más allá de nuestras fronteras y a menudo intolerantes. Se puede afirmar que la sociedad tradicional española ha sido cerrada, pero un número muy significativo de individuos han reaccionado siempre abiertamente en contra de dicha vieja cerrazón. En España hemos asistido a una cierta anarquía individual de fondo, activa frente al trasfondo tradicional encerrado en sus dogmas como domas de la razón. Pues el dogmatismo pretende tener la razón, pero siempre detiene el sentido.

Atravesamos pues encierros y encerronas, clericalismos religiosos e irreligiosos, teístas y antiteístas, por parte de crédulos y sabiondos varios o variados. Fanático viene de templo y, por tanto, es un templario radical, pero que arrecia también en el destemplado fanatismo laico o laicista. En este contexto la cerrazón de la vieja Iglesia española y universal antes me cabreaba profundamente, pero ahora con menos poder me empieza a conmover compasivamente. Pues en la Iglesia hay mucho carcamal, pero también mucho carcabien, luces y sombras, ya que donde hay luz hay sombras, y donde hay sombras hay luz. Falla la prédica del amor en su práctica, olvidando que en el Evangelio Juan y la Magdalena divinizan a Jesús no por el poder sino por la potencia del amor.

Pero tras la crítica al fundamentalismo, he aquí que nuestra sociedad comparece hoy desfundamentada, por cuanto el fundamentalismo religioso o irreligioso ha perdido el fundamento, y con ello la gente se siente perdida. Nos las habemos con ideologías aún cerradas de uno y otro signo, pero cuya putrefacción y hedor se siente y resiente. Toda cerrazón es autorreferencialidad, y acaba en asfixia propia o ajena, tanto a derecha como a izquierda. Incluso en el centro, cuyo centralismo revela una concentración de poder de carácter concentracionario. Por eso necesitamos mediadores y remediadores de tradicionales y progres, puritanos y liberales, religiosos e irreligiosos.

Frente a la violencia o violentación de los unos y los otros, precisamos de mutua tolerancia crítica y diacrítica. Pues creer suele ser solo creer y no saber, mientras que saber suele ser solo saber y no creer. Unos y otros se obstruyen el camino mutuamente, en lugar de coaligarse y dialogar críticamente por el bien común y el sentido común o comun/itario. Nos falla esa complicidad en la cosa pública que Aristóteles llamaba la amistad política.

De nuevo frente a toda cerrazón y clausura, tenemos un poema del poeta Miguel Labordeta, musicado por su hermano José Antonio (Escucha joven poeta), y que me ha recordado el amigo Eloy Fernández Clemente. En el poema el autor insta aragonesmente a escribir para todos y para nadie, para el pueblo y más allá del pueblo. Con ello se trata de aunar la apertura y la retranca crítica, lo que el propio poeta denomina lo sagrado y lo natural, lo natural y lo sagrado: “vuelve sagrado cuanto toques natural, / cuando toques sagrado vuélvelo natural”. Pero esto tiene un tono religioso que ignoran los progres, y un tono natural o naturalista que ignoran los religiosos, precisamente porque intenta mediar entre los opuestos así depuestos de su arrogancia infatuada. Y ello para concluir que hagas lo que quieras en libertad e independencia personal, con un toque de cierta anarquía espiritual (que diría Andrés Hurtado, el personaje de Pío Baroja).

PARA MI COMPAÑERO QUE LO ES

ANDRÉS ORTIZ OSÉS.

José Bada

Quien comparte conmigo

paso a paso el sendero,

la vianda y la palabra

es amigo y compañero.

Quien me escucha atentamente

y responde con su alma ,

quien echa un trago conmigo

y la mía en él descansa.

Amistad es,compañero,

la convivencia amorosa.

Cuando existe y acontece:

llama y brasa que demora.

Desvivirse por el otro

no es morir es otra cosa,

porque eso es vivir a tope

y no pudrirse en la fosa.

Es sembrar después de todo

y levantar la cabeza

entre todos y con todos

esperando la cosecha.

Es poner a trabajar

la esperanza que no rebla.

Ven conmigo,compañero,

y ¿veremos? en qué queda.

Amigo, dame tu mano

y toma la mía abierta :

vayamos juntos (¡vayamos!)

los dos con los pies en tierra.

Adelante y paso a paso.

Solo se cierra el camino

a la espalda y por atrás

¡Pero eso importa un comino!

No te comas la esperanza,

déjala para simiente.

No la cagues, que trabaje,

y verás cómo florece.

Tú no cierres,compañero,

ni los ojos a la vida

y menos el corazón

si quieres hallar salida.

No está la casa en el mundo,

ni el porvenir en tus manos.

Que está en los pies si lo hay

como el sentido entre hermanos.

Comenzar a caminar

es abrirse, compañero.

Y abrazarse un anticipo

del destino en el sendero.

Volver arriba