Confesarse persona creyente o persona normal.


Hoy día confesarse católico y practicante, admitirlo, defenderlo en un ambiente ya no hostil, indiferente, cuesta. El católico confeso no se siente a gusto si el ambiente en el que se mueve no respira esos aires. Y en reuniones donde surge la controversia, calla y procura cambiar de tema.

De ahí que la Jerarquía, que percibe el posible repudio social al encontrarse desasistida de base, apele a soflamas continuas para insuflar ánimo. “No tengáis miedo” gritó en su día el prócer JP2. Su eco sigue resonando por pasillos vaticanos y sacristías del mundo entenro. No tengáis miedos vosotros, que, de hecho, lo tenéis.

El mismo sentimiento embargaba antaño a quienes decían “pasar” de ser católicos, a quienes confesabanno creer en nada de eso, a quienes reafirmaban que ellos eran “ellos” y nada más. En el fondo el mismo miedo cerval a ser tachados de “ateos” en un contexto de credulidad, recalcando el carácter peyorativo de este término.

Han cambiado las tornas, aunque todavía percibimos un equilibrio inestable entre afirmar lo que se cree y discutir ante quienes creen. De ahí el hecho de que las posturas personales ante creencias religiosas, como las políticas, no sean tema de charla, debate o discusión. Ambos, creyentes y no creyentes, no se sienten a gusto por su condición de tales, dependiendo del contexto sociasl en que cada uno se mueva.

Hoy, quienes se sienten ajenos a cualquier credo, han sentido que es el momento propicio para alzar la voz y proclamar a los cuatro vientos:
“¡No creo en nada de eso que predicáis! Todo son cuentos para engañar y sonsacar. No creo en sistemas de creencias que empujan a la despersonalización, al engaño, al aprovechamiento. No quiero tragar “verdades” verdaderamente intragables y que chocan frontalmente con el pensamiento".


Es cierto que afirmarse “racional, pensador, humanista, librepensador” (por no utilizar el agresivo y nefando término de “ateo”) puede herir a cualquier abuela (ya a las madres cada vez menos). Desde luego en determinados países es impensable: en EE.UU. por ejemplo sería una bofetada al pensamiento único; en Irán puede llevar a ser colgado de una grúa. Hacer chistes sobre Mahoma ya hemos visto a qué conduce.

Todavía ser “ateo” en EE.UU. está visto como declararse homosexual hace 50 años. Véase una encuesta realizada en 1999. En % las respuestas SI:
“¿Votaría Ud a...
...una mujer - 95%
...a un católico - 94%
...a un judío - 92%
...a un mormón - 79%
...a un homosexual - 79%
...a un ateo - 49%

A pesar de la hipocresía social, los que se han liberado de credos son más de lo que parecen. “El mundo se asombraría si supiese cuán grande es la proporción de sus más brillantes próceres, distinguidos en estima popular por su sabiduría y virtud, que son completamente escépticos en religión” (J. Stuart Mill, siglo XIX). Hoy es todavía más patente.

¿Y por qué hoy no se hacen notar más? Sencillamente porque aquellos que se han instalado en la normalidad de la vida, no quieren; porque no sirve de nada; porque viven lo que debería ser corriente, el no pensar ni estar sometido a creencias; porque no tienen espíritu proselitista para lo que dicta el sentido común; porque no están organizados para tareas que se impondrán lo quieran o no.

En ese sentido, por poner el ejemplo de EE.UU. los llamados ateos y agnósticos son más numerosos que los judíos y superan a muchos otros grupos religiosos. Pero los judíos conforman un “lobbie” económico muy efectivo y los evangelistas tienen muchísimo poder político. En cambio las personas “normales” no se organizan en su situación liberada; viven; dejan hacer. Una organización de personas “normales” es, por otra parte, inimaginable.

Pensamos, de todas formas, que sería bueno que se organizaran para plantar cara al poder omnímodo y omnipresente de los credos en la vida económica, política, judicial... Algo de eso se da ya en países de Europa donde impera el espíritu laico.

Lo cierto es que su número se está convirtiendo en una reacción en cadena. Su fuerza estriba en que están "creando ambiente" donde los credos no pueden germinar. Y eso es lo importante.

Delusión: engaño, error, ilusión, falsa creencia. Que el destino de la humanidad sea controlado por un poder más grande que ella misma es una “delusión”. Este término se emplea científicamente en psiquiatría como “persistente y falsa creencia mantenida frente a una fuerte evidencia contradictoria, especialmente como un síntoma de desorden psiquiátrico”. La religión no entra en el campo de la psiquiatría, pero sí responde a la misma definición: eso es la religión, una “delusión”.

Como en política, que pase lo que pase hay prosélitos que siempre votarán a su partido, en religión pasa lo mismo: se dan cuenta de que racionalmente ven demasiadas evidencias en contra de las creencias religiosas... pero jamás dejarán de creer en ellas. La fe es la fe.

Pretender convencer a un convencido es imposible o es pecar de optimismo en grado sumo. El lavado de cerebro que se produce en la infancia y reafirmado después es tan profundo que es muy difícil que tales personas se desprendan de sus convicciones. Es significativo que uno de los métodos sea la advertencia, sometida incluso a pecado, de que no deben leer libros peligrosos ni frecuentar amistades que puedan poner en peligro la fe: en las confesiones muchas veces se acusan de este “pecado”.

Aún así, todavía hay personas creyentes cuyo adoctrinamiento infantil no fue tan severo; personas que no se dejan “cautivar” fácilmente por trampantojos; personas que tienen una inteligencia innata no proclive a los señuelos; o personas cuya inteligencia ha vislumbrado algo dudoso y siguen investigando hasta dar con la verdad. Otra cosa es que luego sean consecuentes.
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