De cómo Dios se evapora-1

Parece que la Iglesia se ha desentendido un tanto de los aspectos racionales o dogmáticos de la fe, de la doctrina secular de Nicea y Trento o de la apologética contra quienes la denuestan. Y no es para menos, porque parece que se ha dado cuenta de algo que los siglos ya han advertido, a saber, las contradicciones que encierra creer en el sustento fundamental de cualquier religión, Dios.

Si en el asunto de la fe echamos hacia atrás, atrás y atrás, alejándonos de prácticas, tratados teológicos, literatura, sentimientos, vivencias... necesariamente llegamos al puro  “Dios”. Creer en Dios y todo lo que esa creencia lleva consigo es el fundamento de cualquier religión, llámese como se quiera llamar.

Y es entonces cuando ese “dios” choca frontalmente con la mismísima persona racional. En buena lógica quien debiera recular es el humano que piensa y someter su pensamiento al hilo conductor de lo que la humanidad, hasta ayer, ha sustentado como vida del espíritu. Cierto, pero este humano, entre las cosas que bailan en su cerebro es la idea de que Dios debiera pensar en sí mismo y no aparecer tan raro.

Si aplicamos la lógica por la que el hombre se guía a las Escrituras –repito, la que Dios dicen que nos dio-- puede que hasta el principio de no contradicción sea en sí mismo contradictorio:

  • Dios es bueno, pero hay que temerle y mucho;
  • Dios es sabio, pero hay que explicarle el porqué de nuestra situación vital;
  • Dios lo sabe todo, pero hay que “perder” horas en oraciones reiteradas para contarle nuestras penas;
  • Dios lee nuestros pensamientos, pero es necesario el recitado de plegarias;
  • Dios está en todas partes, pero para hablar con él hay que hacerlo en un templo y mejor si lo hacemos en Toledo, Burgos, León o Sevilla, con sus enormes catedrales;
  • Dios se muestra en sus obras, pero esconde con celo muchos misterios de la naturaleza y deja que el hombre cometa errores en la búsqueda de la verdad;
  • Dios es justo, pero castiga nuestra debilidad y nuestras equivocaciones; 
  • Dios es equitativo y ecuánime, pero al ladrón, al asesino, al dictador sanguinario que ha causado males sin cuento les premia con el cielo si en el último minuto de su vida se arrepienten;
  • Dios es nuestra salvación, pero nadie se salva si no está integrado en determinadas iglesias;
  • Dios lo puede todo, pero necesita nuestra cooperación para que reine el bien;
  • Dios es omnipotente, pero más de medio mundo se le resiste y el diablo parece tener más poder en el mundo que él;
  • Dios es inmutable, pero puede cambiar de parecer por la oración, por la intercesión de la Virgen, por los santos, por dádivas y donaciones;
  • Dios es inabarcable, inconcebible, y sin embargo sus lacayos se empeñan en seguir “explicándolo” con miríadas los libros de teología y espiritualidad;
  • Dios ha hablado al mundo de muchas maneras, sin embargo las cuatro quintas partes de la humanidad desconoce quién es el verdadero, el  cristiano,  que tiene un Hijo con el que se comunica por un Espíritu;
  • Dios es necesario, pero la mayor parte de sus fieles pasan los días, los años, la vida entera sin acordarse de él;
  • la gracia de Dios es gratuita y sin embargo hay que mantener sociedades descomunales que se encargan de administrarla;
  • su juicio es inapelable y definitivo, pero las misas repetidas por los difuntos logran cambios maravillosos antes incluso del Juicio Final. 

Dios se acomodó tanto a las distintas culturas, a la sociología e incluso a la caracterología de sus creyentes que tomó la forma de los grupos humanos que en el tiempo y el espacio han sido.

De los estudios de tratadistas varios, naturalistas, arqueólogos, antropólogos, etnólogos,  historiadores de las religiones, etc., se ha ido imponiendo una conclusión general que ya ha calado en grandes capas de población.

Dejando aparte otros aspectos de las religiones que sí pueden ser aceptables, más que nada porque en el hombre también hay sentimiento del bien, la conclusión a la que han llegado todos ellos sobre tal Ser Supremo es que no fue Dios quien creó al hombre, sino que fueel hombre quien creó a dios a su imagen y semejanza.

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