De cómo Dios se evapora-2
| Pablo Heras Alonso.
A todo lo dicho el día anterior es obligado añadir otras contradicciones de tinte más siniestro que chocan descaradamente con el gobierno providencialista que Dios tiene sobre el mundo que, fuera de toda lógica y sin cabida en los términos de la contradicción filosófica, lo son de la vida.
La historia humana del crimen y la ignominia es excesivamente larga, de ahí que debamos limitarnos a lo que hace relación entre el hombre y su Creador. La Biblia, es el libro que mejor “explica” a Dios y en él encontramos de todo. Por ejemplo, asistimos al genocidio que el Dios de Israel propició contra las tribus de Palestina, genocidio que parece repetirse en nuestros días para ludibrio del pueblo elegido.
Podemos seguir por otros genocidios vividos en nuestros días, como la hambruna bolchevique de los años 30, el genocidio armenio, el Holocausto judío, los “gulags” estalinistas, el exterminio de kurdos, las matanzas de Ruanda, las degollinas de Argelia, la situación de Sudán, Etiopía, el Congo, N.Y., Madrid... y ahora Ucrania y Gaza.
¿Dónde estaba y está el Dios providente y omnipotente que cuida de sus criaturas? ¿Llorando de pánico en los verdes campos del Edén, asistiendo impotente al desmadre del mundo que, repitámoslo, dicen que él, sí, él, ha creado y mantiene? ¿No era éste su mundo?
Dios, en fin, es la gran contradicción, tan grande que no se resiste a sí mismo y, cuando el hombre piensa, Dios se evapora... ¡porque el pensamiento supone el destierro de los mitos! Mejor todavía, el destierro de formaciones rocosas generadas por el primer pensamiento del hombre, la necesidad de “un dios”. Hora est iam nos de somno surgere.
A este primer pensamiento, el de la convivencia del hombre con el mal que él mismo se causa y que procura relativizar creando a Dios, que castigará a quienes obraron el mal, hay que añadir otro, cual es la necesidad de encontrarle acomodo, un “locus” y una escenografía puramente teatral para poder encontrarse con él:
- Dios es tan excelso que su verdadera glorificación ha de llevarse a cabo en suntuosas ceremonias, con ropajes bordados en oro, con vasos de muchos euros, por personas especializadas y en edificios en consonancia con su grandeza;
- Dios necesariamente necesita administradores;
- ¡Cuánta energía ha desperdiciado el hombre en obras suntuarias, gloria hoy de la humanidad, para encontrar sitios adecuados a Dios, hoy vacíos! Piénsese en las catedrales y templos cristianos; en los templos mayas; en las pirámides egipcias; en los templos budistas; edificios para los mitos griegos y romanos; los apabullantes templos camboyanos; los edificios sijs; aquellos construidos en cimas inverisímiles, como el templo budista de Fanjing Shan en China; el suntuoso templo Wat Ron Kung de Tailandia... Y los que se siguen construyendo, como las mezquitas de los Emiratos Árabes o el Templo del Loto en la India.
- Al que no comulgaba con dioses, antaño lo achicharraban y hogaño lo dejan sin sueldo expulsado de su administración burocrática;
- que si Dios necesita secuaces, su formación se tiene que llevar a cabo precisamente en “ese” edificio sospechosa e “inmobiliariamente” productivo, como tantísimos de que la Iglesia se ha dotado de manera escandalosa;
- los asuntos de Dios son más efectivos si se tratan en cenas políticas servidas por santos o encuentros en palacios gubernamentales...
Añadamos una tercera y última consideración: cuando buscamos a Dios entre las gentes del pueblo, puede ser realmente difícil encontrarlo. Primero, porque Dios cuenta poco en la vida corriente de la mayor parte de sus pretendidos fieles.
Pero además, cuando ese Dios-persona-ente-rector de conciencias se esfuma definitivamente del horizonte vital de uno, el fiel liberado de credos ve que ¡¡no pasa absolutamente nada!! Todo lo contrario, percibe que se abren nuevos horizontes y aparece un cielo más radiante y azul. O quizá ni eso, le queda un leve recuerdo de algo fenecido y periclitado.