Fundamentos y origen de la conducta moral - 3
Hay como una propensión natural a sentir compasión por el que sufre y que lleva a las personas a socorrer a los demás en un accidente o acompañar en su desgracia al prójimo (el sentimiento de compasión)… y esto no parece ser algo aprendido.
Hay, por otra parte, un innato afán de satisfacer los propios gustos y aficiones (por no utilizar lo que claramente es algo innato, los instintos) que choca con determinados presupuestos sociales de conducta moral. Y si paramos mientes en la conducta de los animales, todos hemos visto reportajes donde unos socorren a otros, les cobijan, les alimentan, les protegen… Todo esto son conductas que entre los humanos se podrían calificar de “morales”. Y serían conductas morales innatas.
Esto nos lleva a preguntar si, en la conducta de las personas, es la genética o es el medioambiente en se sentido físico, los factores que condicionan u orientan la conducta personal o social. ¿Nacemos con una predisposición moral? O, en otro orden de cosas que parece más manifiesto, ¿son la educación, la cultura, la religión los verdaderos determinantes del comportamiento moral? ¿Es la conducta moral algo innato o se adquiere con la educación y la integración en la sociedad? ¿Es la moral algo que está en los genes, algo hereditario? ¿Es fruto del aprendizaje y de la socialización?
Vamos a referirnos hoy a lo que se ha venido en llamar, en conducta moral, el “innatismo”. Hoy nadie discute, después de infinidad de estudios sobre etología (conducta animal) que hay comportamientos o por lo menos conductas en los animales semejantes a las que en los humanos se llaman morales [Recordemos los estudios de Konrad Lorenz]. Según eso la conducta moral no sería algo exclusivo de los humanos, como dice la filosofía.
Hay otra consideración para defender el Innatismo, cual es que el comportamiento moral es algo admitido universalmente.
La conducta calificada como moral, en sentido positivo o negativo, es universal.
En la consideración de la conducta animal hay algo claro en la defensa de una moral innata:
1º. Hay animales, sobre todo los más evolucionados, que viven en sociedad, con todo lo que esto lleva consigo.
2º. Para que una sociedad funcione, se necesita una serie de reglas, innatas, que inhiban las conductas disociativas dentro del grupo o distribuyan los roles a desarrollar por cada individuo.
Que tales conductas, por no llamarlas morales, se diga que son instintivas no afecta al hecho de que son exactamente iguales que las que rigen para los humanos: la conducta familiar de los primates, el cuidado de la prole, el provisionar y compartir alimentos, la guía de la manada en los ciervos, el trabajo de los castores para construir madrigueras, la defensa del territorio en todas las especies animales, la rendición de un lobo vencido… [aparte de K. Lorenz, véanse los interesantes estudios de Donald Hebb sobre biopsicología].
Lo mismo que se habla de conducta moral “positiva” innata, porque se da en los animales, también se puede hablar de conducta moral “negativa”, conducta relacionada con la agresividad. Es la conducta socialmente no aceptada, la negativa, la que, al decir de muchos autores, más claramente se manifiesta como “innata” ya desde los primeros años de vida, desde la infancia.
Freud ya nos hablaba del “niño-perverso-polimorfo”. Baldwin afirma que, al despertar en el niño sus facultades emotivas antes que la inteligencia (capacidad de razonar), muchas de sus manifestaciones conductuales son claramente inmorales.
A este respecto son bien conocidas las dos posturas históricamente enfrentadas: Rousseau defiende la bondad natural de la especie humana; sin embargo Hobbes afirmaba que el hombre es por naturaleza malo. Y de ahí el distinto papel que juega la socialización: para Rousseau es la sociedad la que lo vuelve malo [¡cuántas veces hemos oído esta afirmación en juicios contra delincuentes!]; para Hobbes la sociedad tiene un papel de encauzamiento y contención.
Hay otros muchos autores continuadores de la teoría de Hobbes. Según Philippe Pinel el hombre viene dotado de instintos. Éstos serían de por sí buenos. Ahora bien, dado que encontramos conductas instintivas malas, de lo que hay que hablar es de “perversión innata”. También son conocidos los estudios de Cesare Lombroso (la criminalidad tiene causas físicas y biológicas). Pasamos por alto nombres como Collin, Joly, Heuyer que estudian el influjo de la herencia en la perversión para terminar por hoy con un apunte sobre los interesantes estudios de Dupré sobre las perversiones instintivas.
Según Dupré hay tres inclinaciones innatas –instintos— en el individuo:
• instinto de conservación, relacionado con la seguridad y la alimentación
• instinto de reproducción, necesario para la conservación de la especie;
• instinto de asociación, también necesario para la supervivencia del grupo.
Es con relación a estos instintos como surgen las conductas morales, positivas o negativas.
• con relación al instinto de asociación, son positivas las conductas de simpatía (inclinación natural hacia los demás) y de imitación. La carencia implica inafectividad llegando a lo que Dupré llama “maldad constitucional”. Su carencia engendra sentimientos de inferioridad que se compensan con lo que él llama malicia mitomaníaca. Ejemplos de ello hemos visto en asesinatos de personalidades, provocar la ruina de edificios, para pasar a la historia o de niños que se provocan autocastigos para así poder quejarse.
• respecto al instinto de reproducción, por atrofia, la conducta de frialdad sexual; por hipertrofia el erotismo y el sadomasoquismo; por desviación, el onanismo, la “inversión” constitucional, el exhibicionismo y el fetichismo.
• el instinto de conservación se manifiesta principalmente en dos frentes, la nutrición y la propiedad. La atrofia nutritiva produce conductas de anorexia, cuya fuente está en la inhibición cortical, o bradifagia; la hipertrofia, la potomanía, la polidipsia y la taquifagia; por desviación, el alcoholismo y la toxicomanía (Dupré afirma que al menos la predisposición es innata). Respecto a la propiedad, por atrofia, la prodigalidad, la oniomanía y la doromanía; la hipertrofia se manifiesta en la avaricia; y una conducta desviada es el afán coleccionista o complejo de Diógenes.
Las teorías innatistas, sin embargo, cada vez tienen menos adeptos. Los estudios cada más numerosos y profundos sobre anomalías de carácter adquiridas obvian esa “perversidad innata” de que hablan. Por otra parte, el descubrimiento de las diferencias individuales rompe la idea de un instinto biológico común. Los innatistas tienen un concepto del instinto excesivamente rígido; hoy se entiende de manera más plástica, dado que el instinto es un rasgo biológico “moldeable” desde los primeros años por efecto del proceso de socialización. Si de “perversidad de instintos” se puede hablar es porque hay “caracteres psíquicos” que han sido perturbados, pero no los instintos.