"Señor, yo creo... pero ¿qué carallo es mi fe?"

Entre la barahúnda de ritos que la sofocan, se olvida con demasiada frecuencia que la vida religiosa es, en esencia, fe, cuya condigna respuesta es la de creer. Luego vendrá el sobreañadido del "credo ut intelligam". (1)
Se olvida asimismo que la fe es, según doctrina teológica paulina, un don; no debiera entenderse, pues, como fruto de un convencimiento ni de un quiero creer ni de un arrastrar lo que nuestros padres legaron. No, no me vengan con añadidos de que hace falta una "predisposición voluntaria". Tal predisposición sería un voluntarismo hacia nada, la nada previa al que no puede creer nada de eso.
Cierto que los conceptos de fe anteriores se dan como presupuestos, como "background" del creer, recubiertos y ensombrecidos por otros elementos humanos que trufan de "humanismo" la fe. Cada uno de ellos debería ser objeto de un deseable, por necesario, estudio psicológico:
creo porque siempre ha sido así en mi casa;
creo porque soy fiel a las enseñanzas de mi niñez;
creo porque eso me produce tranquilidad;
creo porque, si no, yo me sentiría desnortado;
creo porque, si no, qué sería de mí;
creo porque en mi parroquia me dejan leer la epístola;
creo porque ya soy demasiado viejo, por si acaso...;
creo porque yo no necesito usar mi razón sobre lo que creo;
creo por dar ejemplo a mis hijos;
creo porque hay que preservar nuestras esencias raciales;
creo porque está bien visto en mi entorno;
[quizá] hago que creo porque de ello depende mi sustento...
Al creyente le bastaría un Gracias, Señor, porque me has dado la fe que me salva y a la que debo responder con mi conducta. Pero tal vivencia es sustento bien pobre para la fe de muchos. Con sólo esto, su fe duraría el suspiro de un pabilo.
Por el lado desafecto, es decir, para aquellos que dicen "Adiós a Dios", la zarandaja de perder la fe las más de las veces es un desligamiento vital de uno o varios de los supradichos "creo porque".
(1) Diccionario teológico. K.Rahner-H.Vorgimler. Ed. Herder.