Sobre creencias (IX). La “apuestas” de Pascal, Smith y la “atea” (o de Martin)

La apuesta de Smith es un planteamiento teológico-filosófico formulado por el filósofo George H. Smith en su obra Atheism: The Case Against God (Ateísmo: el caso contra Dios), 1974. En el mismo, basándose en los trabajos de Ayn Rand y Nathaniel Branden, argumenta en contra de la “apuesta de Pascal” (1).

Recordemos la “apuesta” de Pascal

El físico, filósofo, matemático y teólogo francés Blaise Pascal planteó en su obra Pensamientos, cap. II (1670) su razón matemático-filosófica para deducir la conveniencia de creer en Dios, pues, a su juicio (“matemático”), es una apuesta segura.

1. Si Dios no existe, nadie ganaría nada al morir, ya fuera ateo o creyente, toda vez que no hay nada después de esta vida.

2. Si Dios existe, el creyente ganaría el Paraíso eterno, mientras que el ateo se llevaría el castigo, eterno e insufrible, del Infierno.
Por tanto, lo lógico es ser creyente, ya que, si Dios no existe no perderíamos nada, mientras que si Dios existe, ganaríamos mucho. Una felicidad infinita.

George Smith argumenta contra aquella apuesta, resumiendo algunas de las críticas que se han formulado a lo largo de los tres siglos transcurridos.

Smith estructura su contra-apuesta exponiendo las siguientes cuatro posibilidades, en lugar de las dos de Pascal:

1. Si Dios no existe, los ateos estarían en lo correcto. En este caso, los creyentes habrían perdido gran parte de sus vidas y de sus esfuerzos en agradar a un ser inexistente.

2. Si Dios es un ser impersonal que creó el Universo y no intervino más, sólo los deístas estarían parcialmente en lo correcto. En este caso, ni el ateo ni el creyente tienen razones para preocuparse, pues este Dios ni premia ni castiga. En todo caso, los creyentes habrían perdido gran parte de su esfuerzo vital en adorar a un Dios que no les escucha ni les presta atención alguna.

3. Si Dios existe y es un ser moralmente elevado, no podría castigar a ningún ser humano que cometiera errores de conciencia honestos. Si su razón le lleva al hombre a concluir que Dios no existe, este último no lo castigaría en ningún caso. En realidad, el creyente tendría más motivo de preocupación, pues Dios podría valorar más la lógica, aunque lleve al ateísmo, que una creencia ciega e intelectualmente deshonesta que podría considerarse un “pecado”.

4. Si existe el Dios de los cristianos, éste tendría una actuación moral y éticamente reprobable en el caso de que castigue a todo aquel que se atreve a dudar de Él o no crea en su existencia, aunque ello se base en la lógica y la razón. Si tal es el caso, Pascal estaría en lo correcto ante esta cuarta posibilidad.

En consecuencia, lo importante sería creer en Dios, sea por razones honestas (escasamente hay quienes creen en dios como consecuencia del razonamiento y la meditación profunda) o deshonestas (la mayoría, según Smith, lo hacen por la apuesta segura, por temor al infierno o por simple herencia cultural).

Sin embargo, este Dios reprobable desde el punto de vista moral, podría fácilmente también convertirse en un Dios traicionero respecto a los cristianos pues, en el caso de que disfrutara de algún modo con el sufrimiento humano y no le importaran las virtudes humanas, no habría nada que le impidiera lanzar también a los cristianos al infierno, ya que para una mente inmoral la traición puede convertirse en un elemento de diversión.

Para Smith, la apuesta de Pascal invitaría a rechazar la renuncia a la razón, en tanto la suya se basaría en la lógica, por ello invita a ser honestos, en cuyo caso la razón puede desembocar perfectamente en el ateísmo.

¿Y qué sostiene la “apuesta atea”, publicada por el filósofo norteamericano Michael Martin en su obra Atheism: A Philosophical Justification (1989)(2)? Que deberías vivir tu vida e intentar hacer del mundo un lugar mejor al pasar por él, tanto si crees en Dios como si no.

Si no hay Dios, no habrás perdido nada y serás recordado al morir por todos los que dejaste atrás. Si existe un Dios benevolente, te juzgará a ti por tus actos o méritos, y no por el hecho de haber creído o no en él.

La apuesta “atea” de Martin entiende que existen ocho posibilidades, en lugar de dos o cuatro:

1. Se puede vivir una vida bondadosa, creer en Dios y que exista un Dios benevolente. En ese caso se irá al cielo, el beneficio es infinito.

2. Se puede vivir una vida bondadosa sin creer en Dios y que exista un Dios benevolente. En ese caso se irá al cielo, el beneficio es infinito.

3. Se puede vivir una vida bondadosa, creer en Dios y que no exista un Dios benevolente. En ese caso, se ha dejado un legado positivo al mundo, el beneficio es finito.

4. Se puede vivir una vida bondadosa sin creer en Dios y que no exista un Dios benevolente. En ese caso, se ha dejado un legado positivo al mundo, el beneficio es finito.

5. Se puede vivir una vida malvada y creer en Dios, y que exista un Dios benevolente. En ese caso, se irá al infierno, la desgracia es infinita.

6. Se puede vivir una vida malvada sin creer en Dios, y que exista un Dios benevolente. En ese caso se irá al infierno, la desgracia es infinita.
7. Se puede vivir una vida malvada y creer en Dios y que no exista un Dios benevolente. En ese caso, se deja un legado negativo al mundo, la desgracia es finita.

8. Se puede vivir una vida malvada sin creer en Dios y que no exista un Dios benevolente. En ese caso, se deja un legado negativo al mundo, la desgracia es finita.

Dados estos valores, la opción de vivir una vida bondadosa, claramente domina sobre la opción de vivir una vida malvada, independientemente de la creencia en Dios.

Tanto la apuesta de Pascal como la de Martin adolecen de la falacia que conocemos como “falso dilema”, al admitir sólo dos posibilidades como si lo abarcaran todo. En el primer caso, suponiendo un Dios que premie la fe en Él y castigue infinitamente la increencia. En el segundo, al considerar que los hombres pueden ser o bondadosos o malvados, y que Dios puede existir y ser benevolente, o no existir, y que, de ser benevolente, premiaría las acciones humanas y en ningún caso la fe.

Como he dicho unas cuantas veces, todas estas apuestas, además de asumir varios prejuicios dominantes (especialmente, la de Pascal) incurren en la falacia de considerar que la fe es una “apuesta”.

Para ello, debería poder ser una opción voluntaria. Pero no lo es. Uno cree en aquello que le resulte creíble, y por mucho que entienda conveniente creer otra cosa, no podrá cambiar sus creencias (o increencias) a voluntad.

Los sentimientos o las creencias son asuntos independientes de un cálculo interesado.
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(1) https://es.wikipedia.org/wiki/Apuesta_de_Smith.
(2) https://es.wikipedia.org/wiki/Michael_Martin
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