Al decir "creo", necesariamente admito cualquier cosa.

El hombre usa la razón para tener razón. Es la suprema razón de la persona para sentirse persona. Aunque tenga otros, su inteligencia, su sentido común son el mejor instrumento de que dispone para manejarse con personas, cosas y situaciones.
¿Dónde encaja la fe si para tenerla hay que “someter la razón”? Encaja, dicen algunos, en "lo bien que me siento teniéndola", en "la confianza que me produce"... Sinceramente creo que no han recapacitado en esas grandes verdades que dan por presupuestas. Su razón no ha hincado el diente en ellas.
La razón sólo se subleva ante lo “irracional”, ante lo que contradice su “funcionamiento. Es el estómago del alimento verbal.
¿Cómo se puede someter la razón si ésta “funciona” como por acto reflejo? Si la razón “ve” la verdad, no puede hacer otra cosa que aceptarla; si, por el contrario, percibe falacia, rechaza la falsedad. Y si en la proposición no percibe nada, se queda en blanco.
Al decir “que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo”, la razón queda obnubilada, absorta; se niega a aceptar aberraciones racionales, porque ni sabe lo que es el “cielo” ni concibe que un humano “baje del cielo” (hay que presuponer que la persona piensa lo que dice).
Hacer que la razón admita falacias es otra falacia. En ese caso la razón “corta” la ilación que hay entre “palabra” e “idea”, quedándose sólo con la palabra o conectándola con ideas distintas a las que las palabras harían referencia.
Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero. Un teólogo destriparía tamaña jerigonza hasta llegar, en prolijos tratados, a locura quijotesca.
Un “sensus communis rationalis” sólo y nada más percibe palabras.
Un creyente del montón, en cambio, recita palabras, ésas, porque ha prescindido de llenar el depósito de la racionalidad con “nada” y porque admitida la primera “verdad”, todas las demás vienen de corrido.
Desde el momento en que el crédulo dice “creo”, ha dado pie a toda una sarta de teologías para llenar ese impulso ¡volitivo!. El “cotorrismo” da paso a la dogmática. Y viceversa.