Los palos entre evangelistas

Consulto a nuestro amigo común, Antonio Piñero, por ver si me aclaro con las divergencias entre Mateo y Lucas y me encuentro con un dato que se me había pasado por alto: estos dos evangelios comienzan la historia de Jesús en el capítulo III.

Dice Don Antonio que los relatos sobre la infancia de Jesús fueron añadidos a comienzo del siglo II. La razón de por qué es seguro que fueron añadidos posteriores se funda en que el relato posterior desconoce lo que se cuenta al principio. Como si fueran historias diferentes de distinto personaje.  Son una miniatura que podría titularse “Evangelios de la Infancia”.

¿Por qué añadieron relatos sobre la etapa infantil de Jesús? Se me antoja que por una razón de credibilidad: se estaban escribiendo demasiadas infantilidades sobre Jesús niño que hacían reír por su puerilidad al auditorio. Y así, cada uno de esos evangelistas inventó relatos de altísima y pedagógica teología. Todo era cuestión de saber interpretar.

Pero tales relatos muestran a dos evangelistas que se dan de palos el uno al otro. O, peor todavía, que reflejan dos personajes distintos. Difieren en la imagen que dan de Jesús y su madre María; no concuerdan en la genealogía; los conceptos teológicos que alimentan tales relatos son contrapuestos, por no decir contrarios: ¡y están hablando del mismo niño!

Curiosamente, terminada la infancia, vuelven a unirse en la línea narrativa. Lo que ocurrió entre los doce y los treinta años no tenía interés ninguno. O lo de todos: escuela o no, trabajo con el padre, asistir a las ceremonias del templo, escuchar los relatos bíblicos y... ¿no tendría relación con alguna moza del lugar? En caso contrario lo tildarían de descastado o, peor aún, con inclinaciones nefandas.

Los primeros versículos del Evangelio de Lucas son, aparte de una declaración de intenciones, una soberana confrontación o contradicción con lo que luego escribe:

Puesto que muchos han intentado narrar ordenadamente las cosas que se han verificado entre nosotros, según nos han transmitido los que, desde el principio, fueron testigos oculares, convertidos después en ministros de la palabra, he decidido yo también, después de haber investigado diligentemente todo desde los orígenes, escribirte ordenadamente óptimo Teófilo para que conozcas la firmeza de las enseñanzas que tú has recibido de viva voz.

Cosas que se han verificado, es decir, hechos ciertos y constatados. Por ejemplo: que Isabel y Zacarías eran muy mayores, que Isabel era estéril y a pesar de todo tuvieron un hijo. Al sexto mes de Isabel, María recibe la visita de un ángel (¡cómo sabría que era un ángel!) y quedó preñada. María visita a Isabel y ésta sabe al momento que está embarazada nada menos que de Dios. Y no sigamos con todas las cosas “verificadas” por Lucas que son harto conocidas y, por cierto, harto inverosímiles, aunque, a decir verdad, los festejos navideños bien merecen un gramo de credulidad para admitir todo como “normal” y “verificado”.

Cuanto más se aleja uno de las credulidades, aunque sean aceptadas por grandes masas de gente, menos se comprende lo de Lucas, es decir, cómo pudo dar por cierto y real todo lo que narra. Uno llega a la conclusión de que creer en la magia no es privativo de gentes indoctas y analfabetas. Lo que escribe y cómo lo escribe dan a entender que era una persona culta: escribió en griego y en un griego elegante; o bien era un judío helenizante, de la Diáspora, o bien un gentil convertido y asiduo de la Sinagoga; conocía perfectamente el Antiguo Testamento; es casi seguro que tuvo en sus manos los evangelios de Marcos, quizá el de Mateo y otros numerosos escritos sobre Jesús que circulaban por las comunidades de neo creyentes. Además, pudo informarse por ancianos que habían conocido y tratado a Jesús.

Dicen los entendidos que Lucas escribió su evangelio en Éfeso, una de las ciudades con más patrimonio helénico y romano del mundo (patrimonio de la Humanidad). A María la hicieron pasar la vejez en esta ciudad, más que nada para suplantar a otra María llamada Artemisa. La leyenda puede reunir en confidencias mutuas a Lucas y a María, incluso a Juan, pero entre el dicho y el hecho se alza la historia y la verosimilitud.

Consultar lo que hoy es Éfeso y lo que fue, sorprende un tanto. En los mapas Éfeso dista muchos kilómetros de la costa... ¡y sin embargo en la antigüedad era puerto de mar! En qué poco tiempo el río Caístro ha ido separando la ciudad de la costa con sus sedimentos. A pesar de que Éfeso fue un centro de irradiación del cristianismo, ¿alguien con un poco de cultura la recuerda por María, Juan, Pablo o Lucas? Pues no: ahí está el legado romano que los godos saquearon y asolaron y luego fue predio de los musulmanes.

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