Lo que va de la realidad al mito: Jesús el galileo.

Sea o no afiliado a una determinada religión, la opinión de cualquiera sobre los mitos –en el sentido que el vulgo entiende la palabra “mito”— es clara: los mitos son fabulaciones que explican el pasado, los hechos de la vida o los fenómenos naturales.

Si se insistiera más y se pidiera su opinión acerca de la consistencia, la realidad, la certidumbre de los mismos, la explicación quedaría en eso, que son invenciones más o menos elegantes, más o menos ingeniosas, más o menos literarias, meras explicaciones, pero que en modo alguno pueden tener validez y consistencia reales. Ni los hechos prodigiosos que narran han sucedido, ni esos héroes, semidioses o monstruos han existido jamás.

Al decir de los expertos, los datos que se pueden extraer de los escritos sobre Jesucristo hacen referencia a un personaje real, que existió en el tiempo y lugar que dicen los Evangelios; asimismo hay referencias en autores ajenos al judaísmo, que lo citan. Del análisis de los textos se puede extractar que Jesús

• procedía de Galilea
• había formado parte como discípulo, del grupo de Juan Bautista
• se manifestó a las gentes como maestro en la interpretación de la Ley
• creó luego un grupo propio entre las gentes que lo seguían;
• su predicación encandiló a grandes multitudes y sedujo a las masas
• esta predicación se centraba en el reino de Dios que estaba próximo a llegar, si bien las masas entendían que ese reino de Dios suponía la restauración del reino de Israel
• pasó un tiempo predicando en Galilea la venida del reino de Dios
• según parece ejerció la sanación y practicó exorcismos (como otros en su tiempo)
• para extender su predicación pasó de Galilea a Jerusalén
• su entrada triunfal en la ciudad, el alboroto en el Templo, sus palabras acerca de la destrucción de “este” templo, los ataques verbales al estamento religioso, la tergiversación de sus palabras sobre los tributos y también el que las autoridades judías y romanas creyeran estar ante un grupo armado reunido en secreto en Getsemaní… hicieron que lo prendieran
• las autoridades romanas decidieron su muerte porque representaba un peligro para el orden público o porque habían visto en él delitos castigados con “mors agravata”.
• el castigo de la cruz era frecuente y era aplicado a aquellos que atentaban contra la seguridad del Imperio

Todo esto es lo que conocían, porque lo habían vivido, aquellos que estuvieron en contacto con él. Los primeros escritos sobre Jesús, lo poco que se ha conservado, recogen sus dichos y sentencias y no refieren nada sobre hechos de su vida. Estos primeros escritos, hoy perdidos, sirvieron de base para relatos posteriores, unos dirigidos a comunidades de seguidores judíos de Jesús, otros dirigidos a judíos asentados en urbes del Imperio y otros a prosélitos cristianos provenientes del paganismo y del entorno cultura helenístico (de ahí que se escribieran en griego).

Entre la muerte ignominiosa de Jesús y los primeros escritos que se conservan de Jesús –epístolas primeras de Pablo-- había pasado una generación, con la salvedad de que Pablo no había conocido a Jesús. Las interpretaciones de Pablo fueron tomando carta de naturaleza en las predicaciones de los cristianos supervivientes a la masacre de Jerusalén del año 79. El resto de los escritos corresponden a dos o tres generaciones posteriores.

Pero, como afirman los eruditos, los relatos posteriores son ya una “interpretación” de tales hechos.

• el que fuera conocido y seguido como maestro de Galilea se ha trocado en Hijo de Dios; finalmente, ya en el cuarto Evangelio, Jesús es la Palabra, el Verbo, el Logos de Dios, que existe desde siempre y que es a su vez Dios.
• él es el Mesías de Israel, el libertador esperado… derrotado por su muerte pero victorioso por su resurrección
• su doctrina es “palabra de Dios” dirigida a los hombres para su salvación
• el mal, encarnado en el Demonio, se opone a ese plan de Dios: en vida de Jesús, es derrotado por milagros y curaciones; tras su muerte, su sangre salva a los hombres del Demonio.
• el plan salvador de Dios suponía el sacrificio de quien anunciaba ese Reino, como sacrificio que aplacaba la ira de Dios sobre los hombres secuestrados por el Diablo.
• las autoridades judías, que habían traicionado a Yahvé, y las romanas, movidas por el Maligno, lo prenden y crucifican
• con su muerte derrota al Demonio, expía los pecados del mundo y reconcilia a la humanidad con su Creador.
• después de muerto, resucita, lo cual demuestra su condición de Dios: con su resurrección Jesús se convierte en prenda de la resurrección de los hombres.
• Para beneficiarse de la gracia y los méritos de Jesús sólo es necesario tener fe en él.

Dos, quizá tres, son las posturas posibles, entre sí contradictorias, ante lo que los expertos dicen y la interpretación que hacen de los hechos de Jesús:

1) para la crítica racionalista, para el pensamiento del hombre normal, dicha interpretación no tiene base alguna y tiene las características típicas del mito.

2) para un creyente no hay mito alguno; milagros, encarnación virginal, resurrección, ascensión… ocurrieron realmente. El tiempo, el lugar y las referencias escritas, propias y ajenas, lo confirman.

3) los creyentes de otras religiones afines –el judaísmo del que se desgaja el cristianismo y el islamismo que venera a María y a Jesús— sostienen que la mayor parte de las afirmaciones cristianas son invenciones de sus fanáticos primeros, leyendas inadmisibles, fábulas creadas por los primeros creyentes cristianos, herejías incluso.


¿Qué postura tomar? ¿Con qué quedarse? ¿A qué atenerse? ¿Dónde está la realidad de los hechos? ¿Hay que quedarse con lo que el sentido común dice y los eruditos bíblicos deducen? No hay respuesta. Tan reales son los hechos que se deducen de los escritos del N.T. como lo que leen los creyentes literalmente en Cartas y Evangelios. Tanta realidad hay en la crítica racional como en la creencia. Para los creyentes todo eso fue real. ¿Pero las leyes de la naturaleza no le dicen nada al creyente? ¿El hecho de que la ciencia y sus métodos deduzcan lo que deducen no le dice nada al creyente?

Saber o creer, esa es la cuestión.
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