| Pablo Heras Alonso.
¿Vas a ser peor –dices— si dejas de creer? A muchos que los demás tildan como malas personas pero que a sí mismos se consideran buenos creyentes, habría que decirles: ¿Puedes ser peor de lo que eres? Y a otros necesitados de acudir al templo para lo que sea, habría que decirles: ¿Crees que te va a faltar algo cuando dejes de practicar ritos y más ritos?
En el sentimiento de culpa, hay dos clases de creyentes, los malos de hecho y los malos por auto convencimiento: hay creyentes "malos" que de vez en cuando hacen actos de fe y piden perdón por su mala acciones; hay otros creyentes "buenos" que siempre están pidiendo perdón porque su conciencia escrupulosa les hace verse peores de lo que realmente son. "Yo confieso..."
A unos y a otros, y también a los demás, habría que animarles a que asumieran una ética nueva, una conciencia moral emanada de sí mismos al hacer suyas las normas que rigen la sociedad.
Los creyentes temen que, al dejar de creer, su normativa moral, su mundo de valores, se derrumbe. No creer no significa suprimir normas morales; "pensar", "razonar" y "vivir" es algo más que la simple asunción de una normativa moral, las más de las veces casuística: es seguir unas normas limpias, puras, propias, hechas vida con la persona.