“DESFILE DE MODELOS ECLESIÁSTICOS”
En la historia de la cinematografía universal, por méritos propios y por circunstancias político- religiosas especiales, la figura del director Federico Fellini destaca de manera ciertamente relevante. Su obra “Desfile de modelos eclesiásticos” suscitó desde los inicios de su concepción, realización y proyección, en las salas de exhibición de todos los países, con mención particular para los de la cultura occidental, encendidas y ardorosas polémicas, de cuyos testimonios hay significativa constancia en los medios de comunicación de la época, y posteriores.
Es difícil que otra película haya justificado tantas letanías de protesta, tantas procesiones y reparaciones “religiosas” y tantas predicaciones y homilías en templos e iglesias, a la vez que tan considerable multitud de rechazos y anatemas por parte de la jerarquía, con las debidas incidencias en las esferas políticas y sociales, pese a que, al margen de otras intenciones distintas a las estrictamente profesionales, el director no hubiera pretendido otra cosa que poner de relieve, y cuestionar, el aparato de ceremonias, ritos, ornamentos litúrgicos o para- litúrgicos de coloridos, pompas, cortejos, bendiciones y galas, faustos y fiestas propios de solemnidades de tipo social, que con dificultad podrían testimoniar gestos y símbolos religiosos, y menos cristianos. Así interpretaron la película algunos miembros del pueblo de Dios, y pocos obispos, con el carisma de adelantarse providencialmente a los tiempos presentes.
. La liturgia –“palabra de Dios”,- demanda con urgencia y en profundidad ceremonias, ritos y ornamentos en los que la sencillez sea su única inspiración en el marco de la verdad evangélica. Las “procesiones” -“acto de ir ordenadamente de un lugar a otro”- y menos en las que intervengan los obispos, no podrá superar el título de “desfiles procesionales”, si se intenta no rendirse ante la evidencia de la definición de “los modelos eclesiásticos” del título de la película “fellinesca”.
. Las vanidades dentro de los templos, y más las ritualizadas y canonizadas en conformidad con “ordos”, leyes y normas, profanan los actos religiosos, por sacrosantos y sacramentales que sean, Escandalizan, pervierten, depravan y desmoralizan.
. Las “vanidades religiosas” son antitestimonio de Iglesia. Son blasfemas por naturaleza y por convicción y, por poca sensibilidad y teología que se les suponga a los usuarios, y mucha inocencia y afán de ser adoctrinados en la fe que se les de por supuesta en los asistentes o participantes en las ceremonias tan raras y exóticas de procedencia tan dudosa y, en ocasiones, poco o nada decentes, son injustificables en contextos realmente evangélicos.
. ¿Quién o quienes interpretarán la mayoría de estos otros “desfiles eclesiásticos” que todavía perduran, aunque con algunos –escasos- recortes, sólo con criterios satíricos, y no con la confianza de que de alguna manera pretendan expresar la idea de una Iglesia pobre, de los pobres, sensata y sencilla, que encarna a la divinidad y manifiesta - evangeliza- sus cualidades y exigencias más elementales?
. No sólo la participación, o aquiescencia, con los referidos “desfiles de “modelos eclesiásticos” deberían desaconsejarse o prohibirse por razones de formación religiosa, sino la visita a los museos o salas, monásticas o catedralicias, de exposición en las que se conservan o exhiben tales obras de arte, sin una previa información catequística que contribuya a situar y justificar en parte tales depósitos de potentados bizantinos, tan artísticos y valiosos objetos, en otras circunstancias de lugar y de tiempo.
. Las incoherencias relativas a la fe y las obras, la carencia de sensibilidad con la demanda de los tiempos y la burocratización de lo “religioso”, bajo cualquiera de sus fórmulas o formulismos, canónicos o no, son percibidas hoy por el pueblo de Dios con facilidad y frecuencia, gracias a carismas especiales y a los esfuerzos efectuados en los nuevos caminos de su formación religiosa e integral.
. La ética de la risa, como obra de misericordia, es asignatura pendiente en el ideario y edificación de la Iglesia. Con expresa referencia a la misma, se le adscribe a Santa Teresa de Ávila, la sacrosanta petición litánica “de devociones necias y de los rostros desabridos de quienes las organizan y protegen, líbranos, Señor”…Consuela comprobar que de las cáligas del teólogo Benedicto XVI a los borceguíes del papa Francisco, seguidor del C.D. San Lorenzo, tan sólo hay –hubo- un cónclave.
Es difícil que otra película haya justificado tantas letanías de protesta, tantas procesiones y reparaciones “religiosas” y tantas predicaciones y homilías en templos e iglesias, a la vez que tan considerable multitud de rechazos y anatemas por parte de la jerarquía, con las debidas incidencias en las esferas políticas y sociales, pese a que, al margen de otras intenciones distintas a las estrictamente profesionales, el director no hubiera pretendido otra cosa que poner de relieve, y cuestionar, el aparato de ceremonias, ritos, ornamentos litúrgicos o para- litúrgicos de coloridos, pompas, cortejos, bendiciones y galas, faustos y fiestas propios de solemnidades de tipo social, que con dificultad podrían testimoniar gestos y símbolos religiosos, y menos cristianos. Así interpretaron la película algunos miembros del pueblo de Dios, y pocos obispos, con el carisma de adelantarse providencialmente a los tiempos presentes.
. La liturgia –“palabra de Dios”,- demanda con urgencia y en profundidad ceremonias, ritos y ornamentos en los que la sencillez sea su única inspiración en el marco de la verdad evangélica. Las “procesiones” -“acto de ir ordenadamente de un lugar a otro”- y menos en las que intervengan los obispos, no podrá superar el título de “desfiles procesionales”, si se intenta no rendirse ante la evidencia de la definición de “los modelos eclesiásticos” del título de la película “fellinesca”.
. Las vanidades dentro de los templos, y más las ritualizadas y canonizadas en conformidad con “ordos”, leyes y normas, profanan los actos religiosos, por sacrosantos y sacramentales que sean, Escandalizan, pervierten, depravan y desmoralizan.
. Las “vanidades religiosas” son antitestimonio de Iglesia. Son blasfemas por naturaleza y por convicción y, por poca sensibilidad y teología que se les suponga a los usuarios, y mucha inocencia y afán de ser adoctrinados en la fe que se les de por supuesta en los asistentes o participantes en las ceremonias tan raras y exóticas de procedencia tan dudosa y, en ocasiones, poco o nada decentes, son injustificables en contextos realmente evangélicos.
. ¿Quién o quienes interpretarán la mayoría de estos otros “desfiles eclesiásticos” que todavía perduran, aunque con algunos –escasos- recortes, sólo con criterios satíricos, y no con la confianza de que de alguna manera pretendan expresar la idea de una Iglesia pobre, de los pobres, sensata y sencilla, que encarna a la divinidad y manifiesta - evangeliza- sus cualidades y exigencias más elementales?
. No sólo la participación, o aquiescencia, con los referidos “desfiles de “modelos eclesiásticos” deberían desaconsejarse o prohibirse por razones de formación religiosa, sino la visita a los museos o salas, monásticas o catedralicias, de exposición en las que se conservan o exhiben tales obras de arte, sin una previa información catequística que contribuya a situar y justificar en parte tales depósitos de potentados bizantinos, tan artísticos y valiosos objetos, en otras circunstancias de lugar y de tiempo.
. Las incoherencias relativas a la fe y las obras, la carencia de sensibilidad con la demanda de los tiempos y la burocratización de lo “religioso”, bajo cualquiera de sus fórmulas o formulismos, canónicos o no, son percibidas hoy por el pueblo de Dios con facilidad y frecuencia, gracias a carismas especiales y a los esfuerzos efectuados en los nuevos caminos de su formación religiosa e integral.
. La ética de la risa, como obra de misericordia, es asignatura pendiente en el ideario y edificación de la Iglesia. Con expresa referencia a la misma, se le adscribe a Santa Teresa de Ávila, la sacrosanta petición litánica “de devociones necias y de los rostros desabridos de quienes las organizan y protegen, líbranos, Señor”…Consuela comprobar que de las cáligas del teólogo Benedicto XVI a los borceguíes del papa Francisco, seguidor del C.D. San Lorenzo, tan sólo hay –hubo- un cónclave.