El Camino Neocatecumenal.

Hablo de algo que desconozco mucho. Lo que sé de ellos es sólo de lecturas. Vi, y oí, a Kiko Argüello en la concentración madrileña del pasado 30 de diciembre. Y no tengo trato con nadie de ese movimiento eclesial. Casi nada pues puedo decir de experiencias personales.

En los primeros días de la parroquia de Caná dos sacerdotes se esforzaban por levantar una comunidad desde un humilde barracón. Los dos jovencísimos. Uno, el actual párroco, era el líder indiscutido. El otro, delgadito, con una barbita rala, poquita cosa, hablando mal, dejó en la parroquia un recuerdo imborrable. Todos los que le conocimos alguna vez le recordamos. Tan casi nada era muy todo. A nadie le cabía la menor duda que era un verdadero sacerdote de Jesucristo. Y cómo se le notaba. En los cimientos de lo que hoy es esplendorosa realidad parroquial estuvieron Don Jesús y Don Antonio. Y me han venido a la mente, ahora mismo, Marta y María. Ya sé que no es exacto. Pero algo hay. Uno era el brillo, la actividad, la organización, la homilía impactante, la resolución pronta, el zarandearte si hacía falta, buscar para Cristo lo mejor, la iglesia más bonita, la militancia parroquial, la generosidad... El otro era la contemplación, la oración, la bondad, la disposición sonriente, la humildad...

Entre los dos levantaron la gozosa existencia de Caná. Y un día le dijeron a Don Antonio: ahora te vas al Bronx. De Pozuelo al Bronx. Y allí se fue. Desvalido, sonriente, confiado, ilusionado... Algo así como si la duquesa de Alba cambiara su palacio de Liria por una chabola en la Cañada Real. Y tan feliz.

Cro que es el único kiko que conocí algo. Aunque en el barracón no se manifestaba como tal. Salvo en la entrega sin reservas. Pues en principio tengo simpatía a un movimiento que da sacerdotes como Don Antonio.

Ya sé que son objeto de muchos ataques, algunos por parte de comentaristas de este Blog, y de reservas provenientes de importantes personalidades de la Iglesia. El último, de ahora mismo, proveniente del anciano cardenal Mejía.

Al mismo tiempo, otros muchos miembros de la jerarquía les muestran su aprecio y su cercanía. Recientísimamente creo recordar que seis cardenales y ciento sesenta obispos, o una cifra parecida, hablo de memoria, se trasladaron a Tierra Santa a la casa que los neocatecumenales levantaron en las proximidades del monte Tabor, en indudable señal de comunión y estima.

Juan Pablo II les mostraba plena confianza. Y Benedicto XVI les pidió corrigieran algún aspecto de su modo de participar en la Santa Misa. Les dio para ello un plazo de dos años y me da la impresión de que están dispuestos a agotarlo. Después ya se verá.

Eso no es una desobediencia aunque no parezca una disposición de ánimo a secundar inmediatamente la voluntad del Papa. De momento. Al fin y al cabo hacen lo mismo que la Conferencia Episcopal española que, teniendo un plazo de dos años para corregir la traducción del pro multis, a punto de agotarse, todavía estamos esperando que se oiga en las misas.

Luego están las innumerables muestras de que viven una profunda y sorprendente eclesialidad gozosa. Las familias numerosas son hoy en buena parte kikas o del Opus Dei. Los neocatecumenales están dispuestos a acudir a los más inhóspitos lugares a evangelizar. Dejándolo todo. Siguiendo sólo a Cristo. Parten familias enteras a los rincones más perdidos del mundo en aventuras que hasta parecerían de locos si no las moviera una fe inmensa y un absoluto abandono en las manos de Dios. En los lugares más ignotos de Asia, en las selvas peruanas, hay familias kikas evangelizando. En ocasiones sólo con su sonrisa pues cuando llegan ni el idioma saben.

Son también un vivero de vocaciones en días en las que tanto escasean. Los seminarios Redemptoris Matris se multiplican. Los jóvenes neocatecumenales son presencia alegre y multitudinaria en las Jornadas de la Juventud, en las ciudades más secularizadas de Europa, evangelizando con su testimonio gozoso y juvenil.

¿Qué hay un culto excesivo al fundador? Seguramente. Ocurre en todas las fundaciones que experimentan un boom inesperado. ¿O no ocurrió lo mismo con San José María Escrivá, Chiara Lubich o el hermano Roger?

Ninguna obra de los humanos es perfecta. Personalmente pienso que el saldo de los neocatecumenales es muy positivo. Y a la Iglesia le corresponde señalar lo que haya que corregir. Espero que gente tan entregada a Dios acoja con obediencia filial lo que el Papa determine. En otro caso habrían dejado de ser un movimiento eclesial y se diluirían como un azucarillo en un vaso de agua. Confío en Dios que eso no va a ocurrir.
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