Los obispos de Calahorra en el siglo XIX (III)
¿Será el final?
Pero ¿cómo lo podríamos hacer? Tal es el estado triste y miserable de un obispo y tristísimo por lo que rodea” . ¿Era realmente lo que quería el obispo en el destierro o la única persona que sería grata al Gobierno? Pero éste seguramente no iba a aceptar el nombramiento de un prelado huido.
Este primer gobierno de Irigoyen en la diócesis de Pamplona se inicia con la publicación de un edicto –“admonición pastoral”, según José Fermín Garralda - por orden del Gobierno suspendiendo nominatim de celebrar, confesar y predicar a quince sacerdotes –dieciocho según Garralda - que se habían pasado a los realistas y, en general, a los que también se hubieran pasado o lo hicieren en lo sucesivo . A ello replicó el párroco de Ustárroz, Andrés Martín, con un Manifiesto contra la Pastoral escandalosa del Dr. D. Miguel José de Irigoyen, Gobernador del Obispado de Pamplona, al que califica de papel sacrílego (19-XI-1822). Parece que el vacilante obispo en el destierro no aprobó el escrito del párroco , que también escribiría una Historia de la guerra de la División Real de Navarra contra el intruso sistema llamado constitucional y su gobierno revolucionario . Para Garralda, mucho más crítico con Irigoyen que Goñi, “su espíritu y razonamiento son similares a los de Virto : respeto total y extremado a las autoridades independientemente de su legislación y mantener –con el único ánimo de quitar argumentos a los realistas- la existencia de profundas diferencias entre la legislación anticristiana de la Francia revolucionaria y la constitución española de 1812. A esto añade una acusación, esto es, de que los realistas utilizaban la religión como medio para conseguir objetivos puramente temporales, al igual –dice- que durante la incorporación de Navarra a Castilla en 1512. Se refiere a las famosas bulas pontificias” .
Continúa Irigoyen, a instancias de la autoridad civil y seguramente con propio convencimiento, mandando a los sacerdotes que prediquen la obediencia al poder constituido cuando ya se desmoronaba y, con Pamplona ya sitiada, al ordenar el gobernador militar la salida de la plaza de dos canónigos, consigue Irigoyen, seguramente haciéndoles un flaco favor, que se revoque la disposición . En esos días, y con gestión de Irigoyen, consigue en negociaciones con el gobernador militar, rescatar por menos de la mitad de su valor la plata incautada de la catedral . No deja de ser curioso eso de tener que pagar, aunque sea la mitad de su valor, por lo que es de uno. Y también nos imaginamos el contento del militar por ver convertido en dinero, mucho más fácilmente transportable, una plata que ya veían perdida. Seguramente hubiera sido mucho mejor gestión esperar a que la plaza cayera en poder de los sitiadores para recuperar entonces la plata sin pago alguno.
Regresado el obispo a su diócesis, ya toda en poder de los realistas salvo la capital, desposee del gobierno eclesiástico a Irigoyen excepto en la ciudad de Pamplona. Y devuelve las licencias a todos los sacerdotes a quienes se las había quitado el gobernador eclesiástico por haberse pasado a los realistas .
La caída del régimen liberal supone el procesamiento a Irigoyen , que es detenido en el Seminario conciliar. El obispo pide al rey se le entreguen todos los sacerdotes detenidos por liberales mientras que el cabildo reclama se le sea entregado para ser él quien juzgue al canónigo liberal. Es, al fin, absuelto y se le pone en libertad. El 18 de marzo de 1824 concurría ya a la reunión capitular. En plena “ominosa década” (1831), cuando ya el gobierno no tenía nada de ultrarrealista, si es que alguna vez lo tuvo, pasados los primeros días, consigue la dignidad del arcedianato de la tabla, “en otro tiempo la más pingüe del cabildo, ahora venida a menos” .
Cuando triunfa definitivamente el liberalismo, a la muerte de Fernando VII, el obispo de Pamplona, ahora Andriani, vuelve a ser desterrado. Y aquel prelado, insigne por tantos conceptos, cuando Rodil decreta su inmediata salida de la diócesis, no cuenta con Irigoyen en la lista de gobernadores que dejó dispuesta para que sustituyeran unos a otros en el caso de que el Gobierno los fuera rechazando . Pero, después, volvió de su decisión, seguramente temiendo una situación anticanónica, y desde Soria, a donde había llegado a primeros de 1837, después de salir de la cárcel de Logroño, le nombra vicario general . Tristes tiempos para la Iglesia con la mayoría de sus pastores muertos, en el destierro o en la cárcel.
Cuando el Gobierno, en el primer destierro de Andriani, quiso que el cabildo eligiese a un nuevo gobernador de la mitra por el destierro de Oroquieta, “a pesar de los considerandos de esta última real orden, todos los canónigos, a excepción de Irigoyen, opinaban que el cabildo carecía de atribuciones para elegir gobernador eclesiástico” . Y opinaban bien salvo la renuncia libre de Oroquieta y los demás designados. Pero la conducta de Irigoyen distaba bastante de la de otros clérigos de su cuerda y se había enajenado las simpatías gubernamentales al “haberse opuesto con tenacidad a ser miembro de la Junta Diocesana -de creación liberal y civil- para la que fue designado por la Diputación provincial” . El cabildo, debidamente facultado, elige entonces por gobernador a Ayensa, que no es aceptado por el Gobierno, recayendo una nueva elección en Irigoyen, pese a que había sido excluido expresamente por la autoridad civil. “El electo dio explicaciones sobre su negativa a admitir el cargo de la Junta de regulares de la diócesis, y declaró que ahora asistiría a ella en calidad de gobernador eclesiástico. También expresó sus ideas acerca del ejercicio de las funciones que competen al cabildo en casos de vacante o cuasivacante. Todo esto satisfizo al Gobierno. En cambio le extrañó, y desagradó que hubiera propuesto al cabildo solicitase del gobierno autorización, a fin de obtener las facultades del obispo extrañado y que pidiese ahora se le permitiese usar de una cláusula que estaba en contradicción con lo hecho por el cabildo y destruiría la jurisdicción que éste había reasumido y debía conservar mientras el prelado estuviese impedido de ejercer la jurisdicción diocesana” . Suponemos que la designación episcopal, antes mencionada, tranquilizaría notablemente a Irigoyen,
El Gobierno le exige la incomunicación con Andriani y le pide “con mucho interés, que por cuantos medios estén a su alcance, averigüe si el obispo rebelde de León posee facultades generales concedidas por la curia romana para la zona carlista, procurando adquirir algún documento en que se expresen dichas facultades o se haga al menos alusión a ellas. Irigoyen contestó con una carta muy hábil, que desarmó al Gobierno y le hizo abandonar los principios de los que había prometido no separarse ni un solo instante” . Goñi transcribe varios párrafos de dicha carta .
“El nuevo gobernador era persona grata al Gobierno, al obispo y al cabildo, porque, era a la vez liberal, canónigo ejemplar y hombre profundamente religioso. El cabildo se sintió embarazado cuando medio año más tarde Irigoyen presentó su renuncia al cargo de gobernador eclesiástico para arreglar ciertos asuntos de su familia, refugiada en el país vecino, y pidió permiso para ausentarse durante el tiempo de su recessit (6-IX-1837). El cabildo temía que un cambio de gobernador eclesiástico, hecho en las circunstancias en que se hallaba esta capital desde los aciagos sucesos del último agosto, podría complicarle y acarrearle consecuencias desagradables” . Incorporado a su puesto, “defendió su independencia frente a las autoridades civiles y militares” . Y hay que reconocer que en circunstancias dificilísimas pues casi todo el territorio navarro estaba en poder de los carlistas. Que tenían con ellos las simpatías de la inmensa mayoría del clero. Queremos decir que no era lo mismo gobernar la diócesi de Pamplona que la de Cádiz o la de Mallorca.
Goñi, de quien tanto nos estamos valiendo en esta semblanza de Irigoyen, afirma que “de una manera general, se condujo con suma prudencia, firme y flexible a la vez, y celoso
de la independencia de la Iglesia” .
Cuando Andriani tuvo que partir para su segundo destierro le dejó nombrado gobernador eclesiástico, aunque hubo que recurrirse al ardid de su dimisión para que el cabildo le eligiera, facultado como estaba por el obispo . El historiador navarro nos relata también esta etapa del gobierno de Irigoyen . A él le tocó cubrir los puestos de los sacerdotes huidos y sufrir las intromisiones del jefe político, Madoz, en el gobierno de la diócesis .
Consciente, en todo momento, de donde radicaba la autoridad en la Iglesia, cursa una Exposición a Espartero pidiéndole un concordato con Roma, que le supone una desabrida contestación gubernamental . Le tocó sufrir también la ocupación y venta de los bienes del clero secular y el ver como los oficios navideños tenían que celebrase en la catedral a puerta cerrada para evitar actos de gamberrismo que aun se produjeron en las puertas del templo .
Cuando los moderados llegan al poder se nos pierde la pista de Irigoyen de quien apenas sabemos que el 23 de julio de 1847 se jubiló de servicio coral por haberlo desempeñado cuarenta años . E inmediatamente, suponemos que a instancias del Gobierno, fue nombrado obispo de Zamora el 17 de diciembre de 1847 . Fernández Prieto dice que el 15 de abril de 1848 . Fue consagrado en la catedral de Pamplona, el 19 de marzo de 1848, junto con su pariente Pedro José Zarandía, obispo de Orense, por el obispo de la diócesis, Andriani, asistido del obispo de Calahorra, arzobispo electo de Valencia, García Abella, y del obispo de Jaca, arzobispo electo de Zaragoza, Gómez de las Rivas . Según Goñi, en los dos años que estuvo en la capital castellana visitó pastoralmente toda la diócesis .
Sus paisanos, pensando seguramente que su promoción al episcopado se debería a poderosas influencias en la corte, recurrieron a él en el asunto de la secularización del cabildo catedralicio de Pamplona, hasta ahora regular (1849). Y la misiva de petición nos asegura de esas creencias. “Como V. S. I. tiene tantas y tan buenas relaciones en la corte...” . Pero Irigoyen contestó, con verdad o mentira, que “carecía en absoluto” de esas relaciones . Sobre si era cierto o mintió a sus paisanos, nada podemos decir.
Como obispo de Zamora debió firmar la carta colectiva que los obispos españoles enviaron a Pío IX (1-I-1849) solidarizándose con el Pontífice en su destierro de Gaeta .
Trasladado a Calahorra desde Zamora el 20 de mayo de 1850, según Fz. Prieto, Catholic-Hierarchy, Goñi y Guitarte , o el 26 de septiembre de ese mismo año según los Marín , fallecería al poco tiempo, en la ciudad de Calahorra, el 18 de febrero o de marzo de 1852. Sólo algo más de un año estuvo al frente de la diócesis por lo que no es de extrañar que apenas tengamos noticias de él como obispo calagurritano. Goñi afirma que “realizó la visita de la mayor parte de la diócesis hasta que contrajo una enfermedad que lo llevó al sepulcro” . Nos parece difícil que en tan poco tiempo pudiera visitar casi entera una diócesis entonces tan extensa. Pero tampoco tenemos datos para negar la afirmación del historiador navarro.
Sí nos consta, en cambio, el dolor que sintieron sus paisanos baztaneses al enterarse del fallecimiento de persona tan querida en el valle, por lo que se celebraron en Elizondo solemnes funerales en sufragio del fallecido, uno de los cuales reunió hasta 34 sacerdotes .
Incurrió también Irigoyen en el nepotismo tan habitual en la época, llevándose a su hermano Tomás, beneficiado de la parroquial de Errazu, su pueblo natal, como secretario en los obispados que rigió, sobreviviendo catorce años al prelado .
En su fugaz paso por la diócesis apenas pudo dejar rastro de su pontificado.
8.-Cipriano Juárez Berzosa (1852-1858)
En Villaherreros (Palencia), a tres leguas de Carrión de los Condes, nació el 13 de septiembre de 1787 Cipriano Juárez Berzosa . Estudió en el seminario de Palencia, donde sería después maestro de novicios y catedrático de Filosofía, cargo este último que desempeñó desde 1813 hasta 1815, año en que es nombrado vicerrector, pasando a encargarse por cuatro años de la cátedra de Teología. Ordenado sacerdote en 1814 pasa a Sigüenza, donde se doctora en esta última disciplina.
Canónigo magistral de Santo Domingo de la Calzada (1819), fue nombrado en 1842 gobernador eclesiástico de la mitra y en 1844 deán de Calahorra y vicario capitular, sede vacante, en 1848, en la vacante, por tanto, de Cos y Soberón. Director dieciocho años de las hermanas de la Caridad establecidas en el hospital de Santo Domingo de la Calzada, fue propuesto por la reina el 7 de enero de 1852 para la sede de Plasencia , y el 27 de septiembre de 1852, según Guitarte y Catholic-Hierarchy , el 29 de ese mismo mes y año, según los Marín , o el 29 de febrero de 1853, según la Historia contemporánea del clero español , fue preconizado obispo de Calahorra-La Calzada. Fue consagrado en la iglesia de Santa Isabel de Madrid por el nuncio Brunelli, asistido del Patriarca de las Indias, Tomás Iglesias Barcones y del obispo de Osma, electo de Avila, Gregorio Sánchez Rubio .
Entendemos el júbilo de sus diocesanos pues llegaba al obispado persona conocidísima de todos, dados los cargos que había desempeñado pero fallecería pronto. Según los Marín el 19 de mayo de 1861 , pero Sanz de Diego considera esa fecha una lectura apresurada de Gams, que dice que murió antes de ese día. Como quiera que Monescillo, en 1861, habla en su pastoral de entrada en la diócesis de la vacante de tres años, tenemos que anticipar a 1858 el fallecimiento de Juárez Berzosa. Los datos que aduce Sanz de Diego nos parecen definitivos . Y se confirman por la correspondencia entre el nuncio y Claret, de agosto de 1858, para cubrir la vacante . Guitarte y Catholic-Hierarchy, en cambio, ratifican la fecha señalada por los Marín . Cuenca da la que creemos mucho más justificada de 1858 .
Como obispo de Calahorra asistió en Pamplona, el 21 de marzo de 1858, a la consagración del obispo de Tarazona, Marrodán . Y debió suscribir la exposición del arzobispo de Burgos y sus sufragáneos contra el proyecto desamortizador de Madoz .
De su ideología en sus primeros años sacerdotales nos da cuenta el hecho de que fuera suscriptor de las Cartas del Filósofo Rancio , como "canónigo magistral de La Calzada".
Aunque estuvo algo más de tiempo al frente del obispado, fue un prelado discreto que no se hizo notar mucho.
9.-Antolín Monescillo y Viso (1861-1865)
Fue Monescillo una de las figuras más destacadas del episcopado hispano en el siglo XIX, si bien no fue precisamente en Calahorra, primera de las varias sedes que ocupó, donde alcanzará una fama entre los católicos españoles que bien podemos decir que fue merecidísima. Como tenemos de él una excelente biografía, la de Sanz de Diego, aunque sigue demasiado literalmente, en cuanto a sus años iniciales, la voz de Martín Tejedor en el Diccionario de Historia Eclesiástica de España, es muy fácil seguir los pasos de esta verdadera gloria de la Iglesia hispana, a pesar de algunos defectos de carácter que, en ocasiones, oscurecieron no poco una notabilísima carrera eclesial. Pero esos defectos se agudizaron con los años por lo que sería en Valencia y en Toledo donde se harían más manifiestos.
En Corral de Calatrava (Ciudad Real) nació el 2 de septiembre de 1811, Antolín Monescillo, en el seno de una humilde familia , aunque no faltó quien dijera tenía nobilísimo linaje . Estudió en Toledo gracias a la protección del deán de aquella catedral, su paisano Lorenzo Hernández Alba , entablando desde entonces con diversos compañeros, clérigos y laicos, relaciones de amistad que muchas de ellas duraron toda la vida (Carbonero y Sol, Zorrilla, Madrazo, Moreno Nieto, Parro, Juan González, Francisco de Paula y Juan Nepomuceno Lobo...) . Se ordenó sacerdote en 1836 . Se licenció en Cánones y se doctoró en Teología .
Las dificultades de la época parecieron dirigir al joven sacerdote hacia la defensa de la Iglesia, entonces tan atacada, por medio de la pluma y ya en uno de sus primeros escritos encontramos una oposición frontal al romanticismo que entonces se imponía .
En la Necrología de Juan González, famoso Chantre de Valladolid y amigo de juventud de Monescillo y de Carbonero y Sol, se dice que el más tarde famoso obispo fundó con González, el 1 de marzo de 1842, el periódico de Madrid La Cruz, que sostuvo "campaña formidable" contra González Vallejo, arzobispo intruso de Toledo, hasta que las causas contra el cabildo obligaron a Monescillo a exiliarse en Francia y a González a ocultarse en Madrid, lo que llevó a la muerte del periódico. Los tres amigos antes citados colaboraron también en la publicación de la Colección de Autores Clásicos Españoles. Sin embargo, Monescillo, ya cardenal, escribe una carta a Carbonero, con motivo de la muerte de su viejo compañero de combates, González, en la que dice que La Cruz se editaba ya en 1839 . ¿A cuál de los dos, Carbonero o Monescillo, le fallaba la memoria? Begoña Urigüen le tiene por uno de los redactores de La Cruz (Madrid, 1842), "diario de muy breve vida", donde también escribían García Cuesta, Roca y Cornet y otros .
La oposición de Monescillo al intruso en el gobierno de la sede primada, Golfanguer, le llevó a redactar una representación a la reina, que firmaron numerosos sacerdotes, lo que le valió el destierro. Habiendo elegido San Sebastián como residencia, pronto huyó a Francia.
Para Sanz de Diego, aparecen ya delineadas, en el joven y polémico escritor, las características que le acompañarán toda la vida: "fidelidad a Roma, lealtad a sus principios, valentía en sus relaciones con la autoridad, desprecio del peligro, prestigio que hace de él un lider, a pesar de su juventud y de no ocupar cargos de importancia, tenacidad en las dificultades, realismo, flexibilidad...El exilio influyó también en su evolución posterior. Le confirmará en sus ideas antirregalistas. Veinte años más tarde recordará con orgullo que le desterraron por defender "los derechos, la doctrina y la santa libertad del Pontificado". El exilio le unirá un poco más a toda la facción antiliberal y conservadora de la Iglesia española. Y a corto plazo le permitió estudiar y ponerse en contacto con la cultura católica francesa" . Creemos acertadas todas las calificaciones de Sanz de Diego salvo la de la flexibilidad. Nunca fue flexible Monescillo. Ni siquiera en sus años más jóvenes.
De Pablo nos deja esta otra semblanza que contribuirá a perfilar mejor el carácter del obispo: "En Antolín Monescillo y Viso se unen el periodista, el parlamentario, el polemista, pero siempre el pastor y apologista. Primero se distinguió como traductor de obras teológicas francesas y alemanas: la Teodicea, de Maret; la Simbólica, de Möhler; la Refutación de las herejías, de Bouvier, con añadiduras propias sobre la filosofía española; la Historia del Concilio de Trento, del cardenal Sforza Pallavicino, en colaboración con otros; el Diccionario de Teología, de Bergier, en 4 volúmenes, como director de la empresa, y en cuya edición de 1857 publicó un Suplemento de más de 2.000 voces en el que colaboraron muchos obispos españoles y algunos otros" . Sanz de Diego, en acabado estudio de las obras de Monescillo, da cuenta de todas ellas, ya originales o traducciones, y concretamente de las de su etapa preepiscopal. A él remitimos a quien quiera mayores precisiones .
Vuelto a España, ya en los comienzos de la década moderada, con mala salud, realiza numerosas traducciones, mientras que para sostenerse económicamente será preceptor de la hija de los marqueses de Malpica .
En 1849 fue nombrado vicario de Estepa y comenzó a colaborar en La Cruz que acababa de fundar su gran amigo Carbonero y Sol . También lo haría en La Esperanza, de Pedro de la Hoz .
Canónigo en Granada, puesto que después permutó con Toledo , se ganó en la ciudad primada la confianza de los arzobispos Bonel y Alameda y, en 1858, es nombrado maestrescuela . Su prestigio era notable y así se pudo escribir en La Cruz (1855). "Hoy por hoy, sin agravio de nadie, es la perla del cabildo primado" .
Tenía fama de orador acreditado que era solicitado para solemnes ocasiones. Herrero Salgado da cuenta por lo menos de dos que merecieron después los honores de la imprenta. El Panegírico del IV Duque de Gandía y primer Marqués de Lombay San Francisco de Borja, que en la solemne función que celebra anualmente el Excmo. Sr. Don Mariano Téllez Girón, Duque de Osuna, Infantado, Benavente, Gandía, Arcos, etc., etc., en la iglesia de San Antonio del Prado pronunció el Dr. D. Antolín Monescillo y, ya como obispo de Calahorra, la Oración fúnebre que por encargo de la R.A.E. y en las honras de D. Miguel de Cervantes y demás ingenios españoles pronunció en la iglesia de monjas trinitarias de Madrid, el 28 de abril de 1862el Ilmo. Sr. D. Antolín Monescillo . Sanz de Diego en su exhaustivo trabajo sobre los escritos del obispo menciona ambos y algunos más .
Con estos antecedentes era un firme candidato episcopal y al fin, el 22 de junio de 1861 , es nombrado obispo de Calahorra siendo consagrado en Madrid el 6 de octubre de ese año, en las Salesas, por el cardenal Alameda, asistido de los obispos de Cartagena y Michoacán, Landeira y Munguía .
El encargo era vidrioso pues la erección de la nueva sede de Vitoria, que se iba a formar a costa de Calahorra, que de 950 parroquias que tenía debía ceder 553, y el traslado de la capital a Logroño, iban a causar problemas y roces . Y nunca es querido el obispo a quien toca tal desgarramiento aunque él nada tenga que ver con ello.
Pese a su delicada salud, que le impidió efectuar la visita ad limina y acudir a Roma con motivo de la canonización de Miguel de los Santos, en aquella muestra de adhesión que quisieron dar los obispos católicos al despojado Pío IX , realizó con escrúpulo la visita pastoral y predicaba todos los días festivos en la catedral , pese a que muchas veces los dolores que sufría eran insoportables. Entre quienes oían sus sermones estuvo alguna vez el mismísimo Espartero, ya muy curado de su anticatolicismo anterior .
Sus pastorales -y concretamente la que publicó el 1 de enero de 1862 sobre la tolerancia- y sus exposiciones a la Reina y al Gobierno, discrepando con éste por cuestiones relativas a su diócesis, fueron cimentando su fama entre los católicos . Y, desde entonces, sería medio muy utilizado por él para comunicarse con su pueblo. Aun en vida del cardenal comenzaron a recogerse en Documentos y escritos doctrinales del Emmo. Sr. Cardenal Monescillo y Viso de los que, al menos, se publicaron, hasta 1905, siete tomos, con el último de los cuales aun no se concluye su pontificado valenciano. Parece que no se publicaron más. Al menos eso afirma Sanz de Diego que ha hecho un pormenorizado estudio de los escritos monescillanos . Martín Tejedor también asegura que los volúmenes fueron siete aunque el último lo fecha en 1907. Creemos que se trata de un error pues, si se hubiera publicado alguno en 1907 la cifra total excedería la de siete. Nosotros sólo hemos podido consultar los volúmenes segundo , quinto y séptimo . Seguramente, la muerte del cardenal hizo disminuir el interés por la publicación pues es extraño que los cinco primeros, y tal vez el sexto, se publicaran hasta el año en que falleció Monescillo y el séptimo esté fechado en 1905, cuando ya se había cruzado el ecuador del pontificado de Sancha. Casi todos los prelados suelen creer que sus escritos son muy importantes y casi todos sus sucesores tienden a pensar que no tenían tanta enjundia. Sea lo que fuere, los tomos que hemos podido consultar nos parecen de extraordinaria importancia para conocer el pensamiento de Monescillo, a quien, además, consideramos uno de los prelados más interesantes del momento. Y que utilizó profusamente este medio de difundirlo. Lamentablemente no poseemos el volumen primero, correspondiente a su pontificado en la diócesis de Calahorra y no hemos podido consultarlo en las bibliotecas a las que hemos acudido. Y de ello adolecerá esta semblanza.
Seguimos, pues, a Martín Tejedor: “A poco de su llegada a Calahorra comienza su actividad de pastoral escrita. El día de Todos los Santos de 1861 firma su pastoral de ingreso en la diócesis; y junto a los saludos, bendiciones y parabienes de rigor, ofrece también su adhesión a la Exposición que Costa y Borrás ha escrito en contra de los desvíos antirreligiosos de la prensa. El 1-I-1862 publica su pastoral sobre La Tolerancia. Es un ataque afilado y duro contra los Gobiernos centristas de O’Donnell, que tratan de sobrevivir y dar continuidad a la situación permitiendo una mayor holgura de expresión al liberalismo progresista y al librepensamiento. En este documento aludía al periódico Irurac-bat, citando algunos párrafos del mismo incursos en la condena de esta pastoral. El periódico se apresuró a presentar sus disculpas con total sumisión e integridad católica. Y muy probablemente se refería a este incidente un despacho del nuncio Barili al cardenal Antonelli en el que se estimaba que Monescillo había molestado a algunos de sus diocesanos por cierta imprudente acometividad. El 2-II-1862 vuelve a la carga con otra Exposición a la Reina en la que envuelve una fatídica predicción. La Real Orden de 4-VII-1863, por la que pasaba a la autoridad civil la censura de libros y papeles que tratasen de materias religiosas, provoca una nueva Exposición de Monescillo. Algo semejante pretendían los decretos de 26 de septiembre y 23 de diciembre de 1863 en materia de enseñanza; Monescillo los ataca en nombre de “la quietud de los padres de familia”. Las Exposiciones de Monescillo son parte de una campaña con la que el episcopado español hizo imposible la supervivencia de O’Donnell. Dicha campaña fue excesiva e infeliz por el crecido número de prelados que se llamaban a la parte en las protestas. Monescillo cae fuera de esta responsabilidad, porque de ordinario él era el iniciador, tras recoger la antorcha de Costa y Borrás a la muerte de éste, y en ello no se dejaba llevar por una inconsiderado mimetismo, como sucedía con otros prelados, sino que obedecía a su sentir tradicionalista y a sus principios antitransaccionistas” .
La hemos recogido porque nos parece una aceptable síntesis de los escritos del obispo, remitiendo al lector que quiera ampliar sus conocimientos a la exhaustiva relación de Sanz de Diego, con referencia al Boletín Eclesiástico en que aparecieron . No podemos aceptar, en cambio, sus consideraciones finales sobre la actitud del episcopado y su campaña anti O’Donnell porque no nos parecen acertadas. Monescillo no recogió la antorcha del gran Costa y Borrás en Calahorra porque, al morir el arzobispo de Tarragona en abril de 1864 el pontificado del obispo de Calahorra estaba ya prácticamente concluido. Además, creemos que sería más culpable, en una campaña, quien la inicia y da los argumentos que quienes se asocian a estos. Y, por último, las denuncias que se hacían estaban más que justificadas. Y aun estaba por llegar el gesto del Duque de Tetuán que le haría imposible para el episcopado español y para muchos católicos de este país: el reconocimiento del Reino de Italia, en abierto ultraje al Papa despojado y al catolicismo y que sólo pretendía conseguir la benevolencia de los revolucionarios. Pero eso ocurrió ya cuando Monescillo era titular de la mitra jiennense.
El periodista demócrata Eugenio García Ruiz arremetió, desde El Pueblo, contra la citada pastoral de Monescillo sobre la tolerancia y después recogió esos artículos (enero y febrero, 1862), y los que había publicado contra los neos en septiembre del año anterior, en su libro La intolerancia religiosa y los hombres de la escuela absolutista (Madrid,1862). El periodista fue contestado por el entonces secretario de cámara de Monescillo y no mucho más tarde famosísimo canónigo, Vicente Manterola, con un folleto titulado Ensayo sobre la tolerancia religiosa en la segunda mitad del siglo XIX . La polémica estaba servida y el nombre del obispo lanzado a la fama. Ambos eclesiásticos, Monescillo y Manterola, grandes amigos y fidelísimo colaborador el segundo del primero, aparecían unidos ante la opinión pública. Algunos años después, ya en la Gloriosa, sus nombres estarían en boca de todos los católicos españoles. Pero no fue su colaborador el único que salió en defensa del obispo tras tan resonante pastoral. Hemos visto citado el trabajo de un sacerdote, Sebastián Pérez Alonso, seguramente diocesano, por la materia y el lugar de impresión, en el mismo sentido: Defensa de la Pastoral del Ilmo. Sr. Obispo de Calahorra sobre la tolerancia religiosa y exposición genuina de la doctrina de la Iglesia sobre tan importante materia, por el presbítero...
Todo eso contrastaba con la frialdad que siempre le manifestó Calahorra, acentuada cuando por motivos de salud, o por no encontrarse a gusto en aquella ciudad, trasladó su residencia a La Calzada . Todo ello hacía que el obispo estuviera deseando cambiar de diócesis y, ante la hostilidad calagurritana y el agravamiento de sus males, presentó la dimisión a la reina, comunicando al nuncio que más tarde dirigiría al Papa la renuncia. Sanz de Diego se interroga, con toda razón, acerca de los motivos que llevaron a un obispo tan antirregalista como Monescillo a optar por la vía civil para lograr la renuncia. Y lo achaca a su desconfianza hacia el nuncio . Al que repetidamente había solicitado que le cambiaran de diócesis, casi desde el momento en que llegó a Calahorra , sin que Barili pareciera atender sus reiteradas peticiones . Por lo que recurrió a algunos políticos amigos para que recomendasen su traslado . Pero no era así, pues consta que a la muerte del obispo de Cádiz, Arbolí, Monescillo era el preferido del nuncio para aquella diócesis pero el empeño de la reina por Fray Félix Arriete no permitió el traslado . Un fuerte ataque epiléptico que, sin antecedentes, se presentó el 22 de diciembre de 1864, agravó la situación .
La excelente exposición a la reina del arzobispo de Burgos y sus sufragáneos (21-III-1865), con motivo del pase de la Quanta cura y del Syllabus, la firma ya Monescillo como obispo de Calahorra, electo de Jaén .
El ministro de Gracia y Justicia le propuso Almería que Monescillo declinó aduciendo el clima, las difíciles comunicaciones de la diócesis y una vez más su mala salud. Y sugirió Jaén . Le pareció la propuesta bien al Gobierno y, aunque para ello había que trasladar a Almería a quien ocupaba Jaén, Rosales, que a última hora dudó sobre la conveniencia del traslado. Al fin, todos de acuerdo, fue Monescillo preconizado obispo de Jaén en el consistorio del 27 de marzo de 1865 . Los datos de Guitarte son especialmente desgraciados en lo que se refiere a Monescillo pues dice que fue nombrado obispo en 1884 aunque señala como fecha de consagración el 6 de octubre de 1861 y omite su paso por Jaén .
Es preciso, para terminar con Monescillo en Calahorra, referirnos a sus relaciones con las autoridades civiles. Por la Reina tuvo siempre respeto y deferencia e, incluso, "una confianza y cariño que excedía los límites fríos del protocolo" . Tres cualidades de Isabel II le satisfacían especialmente: su afecto filial a Pío IX, su piedad y sus obras de caridad . Cuando los ataques que recibió la reina con motivo de El Rasgo castelarino, el obispo, en propio nombre y en el de su clero, le dirigió un mensaje de adhesión .
Con el Gobierno las relaciones fueron más frías. El nuncio Barili había pasado de una hostilidad inicial hacia O'Donnell a un modus vivendi que podríamos calificar de hasta cómodo . Pero muchos obispos españoles no eran tan acomodaticios como el nuncio y Monescillo estaba entre ellos. Y colaboró a su descrédito .
Le alegró el cambio del duque de Tetuán por el de Valencia, que ciertamente era mucho más considerado con la Iglesia , pero eso corresponderá ya a su pontificado jiennense.
La condena por varios obispos españoles de Los miserables de Víctor Hugo llevó, en uno de los últimos coletazos del ya insostenible regalismo hispánico, a una de esas situaciones absurdas que tanto se prodigaron en la primera mitad del siglo XIX. El ministro de Gracia y Justicia pide explicaciones a los prelados. El de Gobernación sometió días después, por Real Orden, la censura de libros al poder civil. Monescillo lo consideró una agresión a los derechos de Iglesia y un desprecio a los obispos. Y así se lo comunicó a la reina . Además de la famosa novela de Hugo prohibió también, en abril de ese mismo año de 1863 la novela La judía errante” . De la que no teníamos noticia. Seguramente se escribió al rebufo del éxito de El judío errante, de Eugène Sue (1804-1857), cuya opera omnia fue incluida en el Indice por decreto de 22 de enero de 1852 .
No terminaría en Jaén la carrera eclesial de Monescillo pues el 22 de junio de 1877, según Guitarte, en un texto como decimos desgraciado pero que en esto acertó, como confirman La Gerarchia Cattolica , Martín Tejedor , Sanz de Diego y Robres y ratifica el año Cuenca . En este caos de fechas en los que todavía se mueve nuestra historia eclesiástica, en la que no son precisamente los clérigos los más cuidadosos en tratarla, nos encontramos con que Montijano anticipa la fecha en un año, al 22 de junio de 1876 , año que confirma Ruiz Fidalgo , mientras que Catholic-Hierarchy dice que el nombramiento como arzobispo de Valencia se produjo el 22 de junio de 1878. Por ser esta última una web, sometida a correcciones posteriores, ese dato figura en la misma a veintitrés de diciembre de 2004.
Siendo arzobispo de Valencia fue creado cardenal el 10 de noviembre de 1884, en el mismo consistorio que fray Ceferino González y Díaz Tuñón . El 11 de julio de 1892 fue nombrado arzobispo de Toledo, primado de España . Morirá en la capital de su archidiócesis el 11 de agosto de 1897 .
Fue, sin duda, el nombre más conocido de entre todos los obispos calagurritanos del siglo XIX, de personalidad recia y difícil, Monescillo se hacía notar donde estuviera y, por supuesto, en cualquiera de las diócesis que rigió. Pero en Calahorra tuvo su aprendizaje y fue después cuando su nombre tuvo resonancia nacional. Aun así, no se puede decir que pasara desapercibido.
10.-Fabián Sebastián Arenzana y Magdaleno (1865-1874)
En Madrid nació el 20 de enero de 1813 Fabián Sebastián Arenzana y Magdaleno. Cura ecónomo de la parroquia de San Pedro el Real de la capital de España y Chantre de la Iglesia primada . Cuenca nos dice, además, que fue abreviador de la Nunciatura y vicario general de Toledo . Era licenciado en Teología .
De estos años sacerdotales de Arenzana encontramos una pintoresca referencia en un folleto antiinmaculista de un estrafalario religioso secularizado, el dominico Braulio Morgáez Carrillo que, más que hereje, debía tener algo perturbadas sus facultades mentales . Refiriendo su peripecia, que le llevó a prisión y a apartarse del dogma de la Iglesia, dice: "acudí con mis gestiones al Teniente Vicario, Don Sebastián Arenzana, que era el encargado del oficio de Juez (en la archidiócesis toledana), para entender y fallar este negocio. A fuerza de escritos míos pude conseguir que se me diese traslado de lo actuado contra mí, pero mandando el Juez que nombrase procurador, y alegase bajo dirección de letrado" . "Si Don Sebastián Arenzana fuese sacerdote de instrucción, o tuviese algún respeto a las leyes de la Iglesia, nunca hubiera mandado que yo expusiera bajo la dirección de letrado y por medio de procurador, cuando mandó que se me diera traslado de los antecedentes reunidos contra mí" . "Este hombre de iniquidad debía manifestar desde luego que lejos de ser sacerdote de Cristo era ministro del Infierno" . "Este Juez inicuo", "un necio", "el hombre más estólido o más malvado que se puede encontrar entre todos los individuos del clero español" , se debió quedar tan fresco ante exabruptos semejantes. Y convencido de que, si quienes negaban la Inmaculada Concepción, recién proclamada por Pío IX, le obsequiaban con tales dicterios, estaba Arenzana del lado de la verdad.
Fue presentado para esta diócesis por Isabel II para sustituir a Monescillo, el 19 de mayo de 1865 y preconizado el 25 de septiembre de ese año, según Moreno Cebada , Catholic-Hierarchy y Guitarte , o en el mismo día y mes pero del siguiente 1866 según T. y J. M. Marín , año 1866 que confirma Ruiz Fidalgo sin precisar día y mes . Si la fecha de presentación es la del 19 de mayo de 1865 parece mucho tiempo el transcurrido -casi año y medio- hasta la confirmación por Roma si la retrasamos hasta 1866, salvo que hubiera habido un rechazo pontificio a la persona que tuviera que vencerse con largas negociaciones.
Moreno Cebada da la fecha basado en la relación de todos los asistentes al Concilio que sin duda copió de alguna de la época y en la que aparece Arenzana preconizado en el mismo consistorio que los obispos de Badajoz y Málaga, Ramírez Vázquez y Pérez Fernández, que lo fueron el 25 de septiembre de 1865, aunque este último en aquella fecha como obispo de Coria. Hemos encontrado otro dato que confirma el año 1865. Sanz de Diego dice que Arenzana encontró "poco después de llegar a la diócesis" los seminarios "casi desiertos" . Situación que había variado al comenzar el curso 1866-1867 . Teniendo en cuenta que si al inicio de ese curso, 1865, aun no había sido preconizado Arenzana, y por tanto no había sido consagrado ni tomado posesión, es el año 1865 el que debe prevalecer, aunque tengamos que lamentar que los estudios más modernos, como son los de Ruiz Fidalgo y los hermanos Marín, en vez de aclarar errores induzcan a ellos. Porque no parece verosímil que el obispo nombrado tres días antes, cuando posiblemente aun no le hubieran ni comunicado a Toledo el nombramiento, se pusiera a escribir al nuncio sobre la situación de su seminario, de cuyo estado no tendría ni idea. Otra cosa sería que la carta fuera una expresión de agradecimiento o poniéndose a su disposición por el honor que le llegaba. La citada carta de Arenzana al nuncio es del 28 de septiembre de 1866 .
Ahora será Moreno Cebada el que incurra en un error pero en este caso es claro que no se trata más que de una errata de imprenta. Nos dice que fue consagrado en la parroquia de San Ginés de Madrid el 7 de enero de 1865 que, evidentemente, tiene que ser 1866 , como confirman Guitarte y Catholic-Hierarchy. Actuó de consagrante el cardenal Alameda, asistido del arzobispo titular de Trajanopolis, Claret, y del obispo titular de Arca, auxiliar de Toledo, Crespo Bautista . Tomó Arenzana posesión de su sede el 11 del propio mes e hizo la entrada solemne en la diócesis el 20 del mismo . Los hermanos Marín dan como fecha de la toma de posesión el 10 de octubre de 1866 .
Su trayectoria posterior fue la de un discreto obispo de una discreta diócesis. Gran Cruz de Isabel la Católica , distinción que solía recaer en casi todos los prelados, poco belicoso inicialmente ante la revolución de 1868, por lo que fue uno de los obispos felicitados por Ruiz Zorrilla dada su actitud ante la Circular contra el clero , aunque había firmado, con su arzobispo y los demás sufragáneos, la protesta por los decretos anticatólicos de octubre (29-X-1868), siendo la castellana la adelantada en la queja, si bien pronto la siguieron las demás . Rodríguez de Coro nos habla de otra protesta colectiva de los obispos de la metropolitana burgalesa fechada el 19 de diciembre de ese mismo año .
Asistente al Concilio Vaticano, por donde pasó sin pena ni gloria, aunque ciertamente sería, como todos los españoles, abiertamente infalibilista, suscribió desde allí las protestas de nuestro episcopado por las medidas anticatólicas del Gobierno . La más conocida fue la protesta contra el proyecto de matrimonio civil dirigida a las Cortes constituyentes. Es la única que recoge Iribarren en los Documentos colectivos del episcopado español . Está fechada el 1 de enero de 1870 y la suscriben los cardenales de Sevilla y Valladolid, de la Lastra y Moreno, el patriarca de las Indias, los arzobispos de Zaragoza, Valencia, Granada, Tarragona y Burgos y los obispos de Urgel, Cartagena, Lugo, Tarazona, Zamora, Sigüenza, Avila, Menorca, Puerto Rico, Cuenca, Orihuela, Salamanca, Astorga, Santander, Jaén, Huesca, Tortosa, auxiliar de Toledo, Barcelona, Lérida, Gerona, Tuy, Málaga, Calahorra, Badajoz, Palencia, Vich, Guadix, Orense, Oviedo, Canarias y Coria.
Iribarren desconoce otros documentos colectivos salidos de Roma pero hubo más. Y muy importantes. El 26 de abril de 1870 exponen al Regente del Reino sobre el juramento del clero a la Constitución . Y, al día siguiente, 27 de abril de 1870, a las Cortes sobre los proyectos en materias eclesiásticas que el ministro de Gracia y Justicia había remitido a las mismas . En este documento falta la firma del obispo de Urgel, Caixal. Como no existe la menor duda de que aquel belicoso prelado suscribía enteramente el contenido de la exposición apenas caben dos hipótesis sobre la ausencia. Teniendo en cuenta que el gobierno de España le había prohibido la salida del territorio nacional y él, aprovechando su situación fronteriza hizo caso omiso de aquella prohibición, presentándose en Roma, cabe que su nombre entre los firmantes pensaran los obispos que irritaría a las Cortes y decidieron que no firmara. O que el Boletín de Tuy lo hubiera omitido por error al escribir los nombres de los obispos. Aunque parece demasiada casualidad que la omisión recayera en el prelado de Urgel.
Todavía firmarían los obispos residentes en Roma un cuarto documento –tres han sido pues los que se le pasaron a Iribarren-, dirigido al regente, que lo era el general Serrano, sobre el estado de abandono en que se encuentra el culto y clero al no abonársele las cantidades estipuladas (9-VII-1870) . Este escrito lo firman “por sí y en nombre de los demás prelados españoles residentes en Roma”, los cardenales de la Lastra y Moreno, los arzobispos de Zaragoza, Valencia, Granada y Burgos y el obispo de Cuenca . La inclusión del obispo Payá se debió, sin duda, al enorme éxito que acababa de tener en el aula conciliar al dejar conclusa, tras su brillantísima peroración, la discusión sobre la infalibilidad. Cierto que la intervención de Arenzana en todos estos documentos debió ser, simplemente, la de firmante adherente. Pero, aun así, no debemos silenciar su participación en ellos.
Suscribe también -en su firma habitualmente suprime el Fabián-, con los demás sufragáneos de Burgos el mensaje de protesta por la conquista de la capital de la Cristiandad , reclama contra la Real orden que declaraba naturales a los hijos habidos de solo matrimonio canónico (30-I-1872) y contra la agencia de preces y el pase regio, reliquias del peor regalismo que eran ya insostenibles después de las condenas del Syllabus (6-IV-1872) . Fue uno de los obispos que asisten en 1872 a la consagración del templo del Pilar y, con los demás asistentes, expuso a las Cortes contra el proyecto de Montero Rios fijando el presupuesto de obligaciones eclesiásticas y las relaciones económicas entre el clero y el Estado y contra el impago de las asignaciones al clero .
Pese a su primera actitud conciliadora con la revolución, fue procesado y detenido en 1870 -sería a su vuelta del Concilio- , según nos refieren los Marín y Ruiz Fidalgo , aunque no hemos encontrado más referencias de tal suceso. En 1867 se instaló en Haro la obra de las escuelas Dominicales, suponemos que con gran contento de Arenzana .
Murió en Santo Domingo de la Calzada el 5 de noviembre de 1874 y está enterrado en aquella catedral .
No fue de los obispos que se hicieron notar especialmente en la diócesis.
11.-Gabino Catalina del Amo (1875-1882)
Escasos son los datos que han llegado a nosotros de este obispo. Preconizado para la sede de Calahorra el 5 de julio según Catholic-Hierarchy, el mismo día de agosto, según Echeverría o el 18 de noviembre de 1875, según los hermanos Marín, de quienes menos nos fiamos , ya en plena Restauración alfonsina, siendo consagrado en San Isidro de Madrid el 24 de octubre de 1875 (lo que, de ser cierto, anula la última fecha) por el nuncio Simeoni, asistido del anterior arzobispo de Manila, Melitón Martínez y del obispo de Astorga, Brezmes . Fue uno de los obispos que asistieron a la peregrinación nacional al Pilar en abril de 1880 . Falleció poco después, el 10 de enero de 1882 .
Había nacido en Budia (Guadalajara) el 19 de febrero de 1817, pueblecito situado en las inmediaciones del pantano de Entrepeñas. Fue ordenado sacerdote en 1843 . Dirigió el Seminario de Sigüenza como rector . Cuenca nos dice que era de “familia acomodada” . Estudió en el seminario de Cuenca y se licenció en Cánones, doctorándose en Teología . Fue canónigo en Sigüenza y Toledo y director de un Instituto aunque Cuenca no nos dice donde . Sería en Sigüenza, caso de que tuviera Instituto o más probablemente en Toledo.
Era hermano "del ministro y escritor Severo Catalina, tan influyente en el ánimo de Isabel II" . Y aunque fue nombrado obispo después de que el político dejara los cargos de gobierno -fue ministro de Marina con Narváez (13-II-1868-23-IV-1868) ¡Qué sabría don Severo de Marina! y de Fomento con González Bravo (23-IV-1868-19 ó 20-IX-1868) y en el efímero y casi inexistente Gobierno de Concha -, pensamos que la promoción tal vez no fuera ajena al parentesco. Fue de los obispos más próximos a la Compañía de Jesús, a la que estaba dispuesto a entregar el monasterio de San Millán de la Cogolla .
Ignoramos cual fue su participación en la famosa peregrinación a Roma de 1876 por cuanto en la crónica de la misma Carbonero y Sol apenas dice que habiendo pedido noticias de su intervención a los obispos españoles, no tuvo respuesta de los de Toledo, Calahorra, Cartagena, Lugo y Zamora. Aunque añade que "por noticias fidedignas sabemos que la bendijeron y recomendaron con eficiencia, procurando que el número de peregrinos, donativos y funciones religiosas correspondiera al catolicismo y piedad de sus diocesanos y a la mayor gloria de la peregrinación" . No disponemos de datos que confirmen lo que vamos a decir pero siendo su hermano tan fidelísimo servidor de la Reina constitucional no creemos que el obispo tuviera simpatías carlistas. Y aunque, por supuesto, podríamos equivocarnos, no hemos encontrado ningún dato que invalide nuestra suposición.
Su respuesta a la carta de los promotores de la Unión Católica de Alejandro Pidal y Mon (16-I-1881) es protocolaria y algo pretenciosa, al transcribir largos párrafos de una reciente instrucción pastoral suya que ocupa prácticamente la carta . Poco después (10-III-1881) dirige una exposición al rey con motivo de la Circular de Albareda, adhiriéndose a la que había enviado la Unión Católica, lo que nos parece un signo de simpatía que confirmaría lo que acabamos de decir . Es un escrito muy aceptable.
Ya menos personal, pues se limitó a firmarla como los demás sufragáneos de la provincia eclesiástica de Burgos, es la exposición al rey Alfonso XII pidiendo su mediación y la del Gobierno para que se le devuelvan al Papa -todavía Pío IX- sus Estados (16/5/1877) y la que al año siguiente los mismos dirigieron al Congreso con motivo de la Ley de Instrucción Pública (8-IV-1878). Excelente exposición esta última que, sin embargo, creemos debe ser contabilizada en el haber del arzobispo Rodrigo Yusto . La primera hemos podido leerla.
Asistió, siempre en Madrid, a la consagración del obispo de Menorca, Mercader (30-XI-1875) y a la de los de Avila y Pamplona, Sánchez Carrascosa y Oliver (12-XII-1875) , seguramente antes de salir para su diócesis
En 1879 fue elegido senador por la provincia eclesiástica de Burgos . En diciembre de 1881 abrieron las Hermanitas de los Ancianos Desamparados la casa de Calahorra lo que debió ser una bendición de Dios para los mayores necesitados del obispado .
Tampoco Catalina fue de los prelados cuyo paso por la diócesis deja huella permanente.
Pero ¿cómo lo podríamos hacer? Tal es el estado triste y miserable de un obispo y tristísimo por lo que rodea” . ¿Era realmente lo que quería el obispo en el destierro o la única persona que sería grata al Gobierno? Pero éste seguramente no iba a aceptar el nombramiento de un prelado huido.
Este primer gobierno de Irigoyen en la diócesis de Pamplona se inicia con la publicación de un edicto –“admonición pastoral”, según José Fermín Garralda - por orden del Gobierno suspendiendo nominatim de celebrar, confesar y predicar a quince sacerdotes –dieciocho según Garralda - que se habían pasado a los realistas y, en general, a los que también se hubieran pasado o lo hicieren en lo sucesivo . A ello replicó el párroco de Ustárroz, Andrés Martín, con un Manifiesto contra la Pastoral escandalosa del Dr. D. Miguel José de Irigoyen, Gobernador del Obispado de Pamplona, al que califica de papel sacrílego (19-XI-1822). Parece que el vacilante obispo en el destierro no aprobó el escrito del párroco , que también escribiría una Historia de la guerra de la División Real de Navarra contra el intruso sistema llamado constitucional y su gobierno revolucionario . Para Garralda, mucho más crítico con Irigoyen que Goñi, “su espíritu y razonamiento son similares a los de Virto : respeto total y extremado a las autoridades independientemente de su legislación y mantener –con el único ánimo de quitar argumentos a los realistas- la existencia de profundas diferencias entre la legislación anticristiana de la Francia revolucionaria y la constitución española de 1812. A esto añade una acusación, esto es, de que los realistas utilizaban la religión como medio para conseguir objetivos puramente temporales, al igual –dice- que durante la incorporación de Navarra a Castilla en 1512. Se refiere a las famosas bulas pontificias” .
Continúa Irigoyen, a instancias de la autoridad civil y seguramente con propio convencimiento, mandando a los sacerdotes que prediquen la obediencia al poder constituido cuando ya se desmoronaba y, con Pamplona ya sitiada, al ordenar el gobernador militar la salida de la plaza de dos canónigos, consigue Irigoyen, seguramente haciéndoles un flaco favor, que se revoque la disposición . En esos días, y con gestión de Irigoyen, consigue en negociaciones con el gobernador militar, rescatar por menos de la mitad de su valor la plata incautada de la catedral . No deja de ser curioso eso de tener que pagar, aunque sea la mitad de su valor, por lo que es de uno. Y también nos imaginamos el contento del militar por ver convertido en dinero, mucho más fácilmente transportable, una plata que ya veían perdida. Seguramente hubiera sido mucho mejor gestión esperar a que la plaza cayera en poder de los sitiadores para recuperar entonces la plata sin pago alguno.
Regresado el obispo a su diócesis, ya toda en poder de los realistas salvo la capital, desposee del gobierno eclesiástico a Irigoyen excepto en la ciudad de Pamplona. Y devuelve las licencias a todos los sacerdotes a quienes se las había quitado el gobernador eclesiástico por haberse pasado a los realistas .
La caída del régimen liberal supone el procesamiento a Irigoyen , que es detenido en el Seminario conciliar. El obispo pide al rey se le entreguen todos los sacerdotes detenidos por liberales mientras que el cabildo reclama se le sea entregado para ser él quien juzgue al canónigo liberal. Es, al fin, absuelto y se le pone en libertad. El 18 de marzo de 1824 concurría ya a la reunión capitular. En plena “ominosa década” (1831), cuando ya el gobierno no tenía nada de ultrarrealista, si es que alguna vez lo tuvo, pasados los primeros días, consigue la dignidad del arcedianato de la tabla, “en otro tiempo la más pingüe del cabildo, ahora venida a menos” .
Cuando triunfa definitivamente el liberalismo, a la muerte de Fernando VII, el obispo de Pamplona, ahora Andriani, vuelve a ser desterrado. Y aquel prelado, insigne por tantos conceptos, cuando Rodil decreta su inmediata salida de la diócesis, no cuenta con Irigoyen en la lista de gobernadores que dejó dispuesta para que sustituyeran unos a otros en el caso de que el Gobierno los fuera rechazando . Pero, después, volvió de su decisión, seguramente temiendo una situación anticanónica, y desde Soria, a donde había llegado a primeros de 1837, después de salir de la cárcel de Logroño, le nombra vicario general . Tristes tiempos para la Iglesia con la mayoría de sus pastores muertos, en el destierro o en la cárcel.
Cuando el Gobierno, en el primer destierro de Andriani, quiso que el cabildo eligiese a un nuevo gobernador de la mitra por el destierro de Oroquieta, “a pesar de los considerandos de esta última real orden, todos los canónigos, a excepción de Irigoyen, opinaban que el cabildo carecía de atribuciones para elegir gobernador eclesiástico” . Y opinaban bien salvo la renuncia libre de Oroquieta y los demás designados. Pero la conducta de Irigoyen distaba bastante de la de otros clérigos de su cuerda y se había enajenado las simpatías gubernamentales al “haberse opuesto con tenacidad a ser miembro de la Junta Diocesana -de creación liberal y civil- para la que fue designado por la Diputación provincial” . El cabildo, debidamente facultado, elige entonces por gobernador a Ayensa, que no es aceptado por el Gobierno, recayendo una nueva elección en Irigoyen, pese a que había sido excluido expresamente por la autoridad civil. “El electo dio explicaciones sobre su negativa a admitir el cargo de la Junta de regulares de la diócesis, y declaró que ahora asistiría a ella en calidad de gobernador eclesiástico. También expresó sus ideas acerca del ejercicio de las funciones que competen al cabildo en casos de vacante o cuasivacante. Todo esto satisfizo al Gobierno. En cambio le extrañó, y desagradó que hubiera propuesto al cabildo solicitase del gobierno autorización, a fin de obtener las facultades del obispo extrañado y que pidiese ahora se le permitiese usar de una cláusula que estaba en contradicción con lo hecho por el cabildo y destruiría la jurisdicción que éste había reasumido y debía conservar mientras el prelado estuviese impedido de ejercer la jurisdicción diocesana” . Suponemos que la designación episcopal, antes mencionada, tranquilizaría notablemente a Irigoyen,
El Gobierno le exige la incomunicación con Andriani y le pide “con mucho interés, que por cuantos medios estén a su alcance, averigüe si el obispo rebelde de León posee facultades generales concedidas por la curia romana para la zona carlista, procurando adquirir algún documento en que se expresen dichas facultades o se haga al menos alusión a ellas. Irigoyen contestó con una carta muy hábil, que desarmó al Gobierno y le hizo abandonar los principios de los que había prometido no separarse ni un solo instante” . Goñi transcribe varios párrafos de dicha carta .
“El nuevo gobernador era persona grata al Gobierno, al obispo y al cabildo, porque, era a la vez liberal, canónigo ejemplar y hombre profundamente religioso. El cabildo se sintió embarazado cuando medio año más tarde Irigoyen presentó su renuncia al cargo de gobernador eclesiástico para arreglar ciertos asuntos de su familia, refugiada en el país vecino, y pidió permiso para ausentarse durante el tiempo de su recessit (6-IX-1837). El cabildo temía que un cambio de gobernador eclesiástico, hecho en las circunstancias en que se hallaba esta capital desde los aciagos sucesos del último agosto, podría complicarle y acarrearle consecuencias desagradables” . Incorporado a su puesto, “defendió su independencia frente a las autoridades civiles y militares” . Y hay que reconocer que en circunstancias dificilísimas pues casi todo el territorio navarro estaba en poder de los carlistas. Que tenían con ellos las simpatías de la inmensa mayoría del clero. Queremos decir que no era lo mismo gobernar la diócesi de Pamplona que la de Cádiz o la de Mallorca.
Goñi, de quien tanto nos estamos valiendo en esta semblanza de Irigoyen, afirma que “de una manera general, se condujo con suma prudencia, firme y flexible a la vez, y celoso
de la independencia de la Iglesia” .
Cuando Andriani tuvo que partir para su segundo destierro le dejó nombrado gobernador eclesiástico, aunque hubo que recurrirse al ardid de su dimisión para que el cabildo le eligiera, facultado como estaba por el obispo . El historiador navarro nos relata también esta etapa del gobierno de Irigoyen . A él le tocó cubrir los puestos de los sacerdotes huidos y sufrir las intromisiones del jefe político, Madoz, en el gobierno de la diócesis .
Consciente, en todo momento, de donde radicaba la autoridad en la Iglesia, cursa una Exposición a Espartero pidiéndole un concordato con Roma, que le supone una desabrida contestación gubernamental . Le tocó sufrir también la ocupación y venta de los bienes del clero secular y el ver como los oficios navideños tenían que celebrase en la catedral a puerta cerrada para evitar actos de gamberrismo que aun se produjeron en las puertas del templo .
Cuando los moderados llegan al poder se nos pierde la pista de Irigoyen de quien apenas sabemos que el 23 de julio de 1847 se jubiló de servicio coral por haberlo desempeñado cuarenta años . E inmediatamente, suponemos que a instancias del Gobierno, fue nombrado obispo de Zamora el 17 de diciembre de 1847 . Fernández Prieto dice que el 15 de abril de 1848 . Fue consagrado en la catedral de Pamplona, el 19 de marzo de 1848, junto con su pariente Pedro José Zarandía, obispo de Orense, por el obispo de la diócesis, Andriani, asistido del obispo de Calahorra, arzobispo electo de Valencia, García Abella, y del obispo de Jaca, arzobispo electo de Zaragoza, Gómez de las Rivas . Según Goñi, en los dos años que estuvo en la capital castellana visitó pastoralmente toda la diócesis .
Sus paisanos, pensando seguramente que su promoción al episcopado se debería a poderosas influencias en la corte, recurrieron a él en el asunto de la secularización del cabildo catedralicio de Pamplona, hasta ahora regular (1849). Y la misiva de petición nos asegura de esas creencias. “Como V. S. I. tiene tantas y tan buenas relaciones en la corte...” . Pero Irigoyen contestó, con verdad o mentira, que “carecía en absoluto” de esas relaciones . Sobre si era cierto o mintió a sus paisanos, nada podemos decir.
Como obispo de Zamora debió firmar la carta colectiva que los obispos españoles enviaron a Pío IX (1-I-1849) solidarizándose con el Pontífice en su destierro de Gaeta .
Trasladado a Calahorra desde Zamora el 20 de mayo de 1850, según Fz. Prieto, Catholic-Hierarchy, Goñi y Guitarte , o el 26 de septiembre de ese mismo año según los Marín , fallecería al poco tiempo, en la ciudad de Calahorra, el 18 de febrero o de marzo de 1852. Sólo algo más de un año estuvo al frente de la diócesis por lo que no es de extrañar que apenas tengamos noticias de él como obispo calagurritano. Goñi afirma que “realizó la visita de la mayor parte de la diócesis hasta que contrajo una enfermedad que lo llevó al sepulcro” . Nos parece difícil que en tan poco tiempo pudiera visitar casi entera una diócesis entonces tan extensa. Pero tampoco tenemos datos para negar la afirmación del historiador navarro.
Sí nos consta, en cambio, el dolor que sintieron sus paisanos baztaneses al enterarse del fallecimiento de persona tan querida en el valle, por lo que se celebraron en Elizondo solemnes funerales en sufragio del fallecido, uno de los cuales reunió hasta 34 sacerdotes .
Incurrió también Irigoyen en el nepotismo tan habitual en la época, llevándose a su hermano Tomás, beneficiado de la parroquial de Errazu, su pueblo natal, como secretario en los obispados que rigió, sobreviviendo catorce años al prelado .
En su fugaz paso por la diócesis apenas pudo dejar rastro de su pontificado.
8.-Cipriano Juárez Berzosa (1852-1858)
En Villaherreros (Palencia), a tres leguas de Carrión de los Condes, nació el 13 de septiembre de 1787 Cipriano Juárez Berzosa . Estudió en el seminario de Palencia, donde sería después maestro de novicios y catedrático de Filosofía, cargo este último que desempeñó desde 1813 hasta 1815, año en que es nombrado vicerrector, pasando a encargarse por cuatro años de la cátedra de Teología. Ordenado sacerdote en 1814 pasa a Sigüenza, donde se doctora en esta última disciplina.
Canónigo magistral de Santo Domingo de la Calzada (1819), fue nombrado en 1842 gobernador eclesiástico de la mitra y en 1844 deán de Calahorra y vicario capitular, sede vacante, en 1848, en la vacante, por tanto, de Cos y Soberón. Director dieciocho años de las hermanas de la Caridad establecidas en el hospital de Santo Domingo de la Calzada, fue propuesto por la reina el 7 de enero de 1852 para la sede de Plasencia , y el 27 de septiembre de 1852, según Guitarte y Catholic-Hierarchy , el 29 de ese mismo mes y año, según los Marín , o el 29 de febrero de 1853, según la Historia contemporánea del clero español , fue preconizado obispo de Calahorra-La Calzada. Fue consagrado en la iglesia de Santa Isabel de Madrid por el nuncio Brunelli, asistido del Patriarca de las Indias, Tomás Iglesias Barcones y del obispo de Osma, electo de Avila, Gregorio Sánchez Rubio .
Entendemos el júbilo de sus diocesanos pues llegaba al obispado persona conocidísima de todos, dados los cargos que había desempeñado pero fallecería pronto. Según los Marín el 19 de mayo de 1861 , pero Sanz de Diego considera esa fecha una lectura apresurada de Gams, que dice que murió antes de ese día. Como quiera que Monescillo, en 1861, habla en su pastoral de entrada en la diócesis de la vacante de tres años, tenemos que anticipar a 1858 el fallecimiento de Juárez Berzosa. Los datos que aduce Sanz de Diego nos parecen definitivos . Y se confirman por la correspondencia entre el nuncio y Claret, de agosto de 1858, para cubrir la vacante . Guitarte y Catholic-Hierarchy, en cambio, ratifican la fecha señalada por los Marín . Cuenca da la que creemos mucho más justificada de 1858 .
Como obispo de Calahorra asistió en Pamplona, el 21 de marzo de 1858, a la consagración del obispo de Tarazona, Marrodán . Y debió suscribir la exposición del arzobispo de Burgos y sus sufragáneos contra el proyecto desamortizador de Madoz .
De su ideología en sus primeros años sacerdotales nos da cuenta el hecho de que fuera suscriptor de las Cartas del Filósofo Rancio , como "canónigo magistral de La Calzada".
Aunque estuvo algo más de tiempo al frente del obispado, fue un prelado discreto que no se hizo notar mucho.
9.-Antolín Monescillo y Viso (1861-1865)
Fue Monescillo una de las figuras más destacadas del episcopado hispano en el siglo XIX, si bien no fue precisamente en Calahorra, primera de las varias sedes que ocupó, donde alcanzará una fama entre los católicos españoles que bien podemos decir que fue merecidísima. Como tenemos de él una excelente biografía, la de Sanz de Diego, aunque sigue demasiado literalmente, en cuanto a sus años iniciales, la voz de Martín Tejedor en el Diccionario de Historia Eclesiástica de España, es muy fácil seguir los pasos de esta verdadera gloria de la Iglesia hispana, a pesar de algunos defectos de carácter que, en ocasiones, oscurecieron no poco una notabilísima carrera eclesial. Pero esos defectos se agudizaron con los años por lo que sería en Valencia y en Toledo donde se harían más manifiestos.
En Corral de Calatrava (Ciudad Real) nació el 2 de septiembre de 1811, Antolín Monescillo, en el seno de una humilde familia , aunque no faltó quien dijera tenía nobilísimo linaje . Estudió en Toledo gracias a la protección del deán de aquella catedral, su paisano Lorenzo Hernández Alba , entablando desde entonces con diversos compañeros, clérigos y laicos, relaciones de amistad que muchas de ellas duraron toda la vida (Carbonero y Sol, Zorrilla, Madrazo, Moreno Nieto, Parro, Juan González, Francisco de Paula y Juan Nepomuceno Lobo...) . Se ordenó sacerdote en 1836 . Se licenció en Cánones y se doctoró en Teología .
Las dificultades de la época parecieron dirigir al joven sacerdote hacia la defensa de la Iglesia, entonces tan atacada, por medio de la pluma y ya en uno de sus primeros escritos encontramos una oposición frontal al romanticismo que entonces se imponía .
En la Necrología de Juan González, famoso Chantre de Valladolid y amigo de juventud de Monescillo y de Carbonero y Sol, se dice que el más tarde famoso obispo fundó con González, el 1 de marzo de 1842, el periódico de Madrid La Cruz, que sostuvo "campaña formidable" contra González Vallejo, arzobispo intruso de Toledo, hasta que las causas contra el cabildo obligaron a Monescillo a exiliarse en Francia y a González a ocultarse en Madrid, lo que llevó a la muerte del periódico. Los tres amigos antes citados colaboraron también en la publicación de la Colección de Autores Clásicos Españoles. Sin embargo, Monescillo, ya cardenal, escribe una carta a Carbonero, con motivo de la muerte de su viejo compañero de combates, González, en la que dice que La Cruz se editaba ya en 1839 . ¿A cuál de los dos, Carbonero o Monescillo, le fallaba la memoria? Begoña Urigüen le tiene por uno de los redactores de La Cruz (Madrid, 1842), "diario de muy breve vida", donde también escribían García Cuesta, Roca y Cornet y otros .
La oposición de Monescillo al intruso en el gobierno de la sede primada, Golfanguer, le llevó a redactar una representación a la reina, que firmaron numerosos sacerdotes, lo que le valió el destierro. Habiendo elegido San Sebastián como residencia, pronto huyó a Francia.
Para Sanz de Diego, aparecen ya delineadas, en el joven y polémico escritor, las características que le acompañarán toda la vida: "fidelidad a Roma, lealtad a sus principios, valentía en sus relaciones con la autoridad, desprecio del peligro, prestigio que hace de él un lider, a pesar de su juventud y de no ocupar cargos de importancia, tenacidad en las dificultades, realismo, flexibilidad...El exilio influyó también en su evolución posterior. Le confirmará en sus ideas antirregalistas. Veinte años más tarde recordará con orgullo que le desterraron por defender "los derechos, la doctrina y la santa libertad del Pontificado". El exilio le unirá un poco más a toda la facción antiliberal y conservadora de la Iglesia española. Y a corto plazo le permitió estudiar y ponerse en contacto con la cultura católica francesa" . Creemos acertadas todas las calificaciones de Sanz de Diego salvo la de la flexibilidad. Nunca fue flexible Monescillo. Ni siquiera en sus años más jóvenes.
De Pablo nos deja esta otra semblanza que contribuirá a perfilar mejor el carácter del obispo: "En Antolín Monescillo y Viso se unen el periodista, el parlamentario, el polemista, pero siempre el pastor y apologista. Primero se distinguió como traductor de obras teológicas francesas y alemanas: la Teodicea, de Maret; la Simbólica, de Möhler; la Refutación de las herejías, de Bouvier, con añadiduras propias sobre la filosofía española; la Historia del Concilio de Trento, del cardenal Sforza Pallavicino, en colaboración con otros; el Diccionario de Teología, de Bergier, en 4 volúmenes, como director de la empresa, y en cuya edición de 1857 publicó un Suplemento de más de 2.000 voces en el que colaboraron muchos obispos españoles y algunos otros" . Sanz de Diego, en acabado estudio de las obras de Monescillo, da cuenta de todas ellas, ya originales o traducciones, y concretamente de las de su etapa preepiscopal. A él remitimos a quien quiera mayores precisiones .
Vuelto a España, ya en los comienzos de la década moderada, con mala salud, realiza numerosas traducciones, mientras que para sostenerse económicamente será preceptor de la hija de los marqueses de Malpica .
En 1849 fue nombrado vicario de Estepa y comenzó a colaborar en La Cruz que acababa de fundar su gran amigo Carbonero y Sol . También lo haría en La Esperanza, de Pedro de la Hoz .
Canónigo en Granada, puesto que después permutó con Toledo , se ganó en la ciudad primada la confianza de los arzobispos Bonel y Alameda y, en 1858, es nombrado maestrescuela . Su prestigio era notable y así se pudo escribir en La Cruz (1855). "Hoy por hoy, sin agravio de nadie, es la perla del cabildo primado" .
Tenía fama de orador acreditado que era solicitado para solemnes ocasiones. Herrero Salgado da cuenta por lo menos de dos que merecieron después los honores de la imprenta. El Panegírico del IV Duque de Gandía y primer Marqués de Lombay San Francisco de Borja, que en la solemne función que celebra anualmente el Excmo. Sr. Don Mariano Téllez Girón, Duque de Osuna, Infantado, Benavente, Gandía, Arcos, etc., etc., en la iglesia de San Antonio del Prado pronunció el Dr. D. Antolín Monescillo y, ya como obispo de Calahorra, la Oración fúnebre que por encargo de la R.A.E. y en las honras de D. Miguel de Cervantes y demás ingenios españoles pronunció en la iglesia de monjas trinitarias de Madrid, el 28 de abril de 1862el Ilmo. Sr. D. Antolín Monescillo . Sanz de Diego en su exhaustivo trabajo sobre los escritos del obispo menciona ambos y algunos más .
Con estos antecedentes era un firme candidato episcopal y al fin, el 22 de junio de 1861 , es nombrado obispo de Calahorra siendo consagrado en Madrid el 6 de octubre de ese año, en las Salesas, por el cardenal Alameda, asistido de los obispos de Cartagena y Michoacán, Landeira y Munguía .
El encargo era vidrioso pues la erección de la nueva sede de Vitoria, que se iba a formar a costa de Calahorra, que de 950 parroquias que tenía debía ceder 553, y el traslado de la capital a Logroño, iban a causar problemas y roces . Y nunca es querido el obispo a quien toca tal desgarramiento aunque él nada tenga que ver con ello.
Pese a su delicada salud, que le impidió efectuar la visita ad limina y acudir a Roma con motivo de la canonización de Miguel de los Santos, en aquella muestra de adhesión que quisieron dar los obispos católicos al despojado Pío IX , realizó con escrúpulo la visita pastoral y predicaba todos los días festivos en la catedral , pese a que muchas veces los dolores que sufría eran insoportables. Entre quienes oían sus sermones estuvo alguna vez el mismísimo Espartero, ya muy curado de su anticatolicismo anterior .
Sus pastorales -y concretamente la que publicó el 1 de enero de 1862 sobre la tolerancia- y sus exposiciones a la Reina y al Gobierno, discrepando con éste por cuestiones relativas a su diócesis, fueron cimentando su fama entre los católicos . Y, desde entonces, sería medio muy utilizado por él para comunicarse con su pueblo. Aun en vida del cardenal comenzaron a recogerse en Documentos y escritos doctrinales del Emmo. Sr. Cardenal Monescillo y Viso de los que, al menos, se publicaron, hasta 1905, siete tomos, con el último de los cuales aun no se concluye su pontificado valenciano. Parece que no se publicaron más. Al menos eso afirma Sanz de Diego que ha hecho un pormenorizado estudio de los escritos monescillanos . Martín Tejedor también asegura que los volúmenes fueron siete aunque el último lo fecha en 1907. Creemos que se trata de un error pues, si se hubiera publicado alguno en 1907 la cifra total excedería la de siete. Nosotros sólo hemos podido consultar los volúmenes segundo , quinto y séptimo . Seguramente, la muerte del cardenal hizo disminuir el interés por la publicación pues es extraño que los cinco primeros, y tal vez el sexto, se publicaran hasta el año en que falleció Monescillo y el séptimo esté fechado en 1905, cuando ya se había cruzado el ecuador del pontificado de Sancha. Casi todos los prelados suelen creer que sus escritos son muy importantes y casi todos sus sucesores tienden a pensar que no tenían tanta enjundia. Sea lo que fuere, los tomos que hemos podido consultar nos parecen de extraordinaria importancia para conocer el pensamiento de Monescillo, a quien, además, consideramos uno de los prelados más interesantes del momento. Y que utilizó profusamente este medio de difundirlo. Lamentablemente no poseemos el volumen primero, correspondiente a su pontificado en la diócesis de Calahorra y no hemos podido consultarlo en las bibliotecas a las que hemos acudido. Y de ello adolecerá esta semblanza.
Seguimos, pues, a Martín Tejedor: “A poco de su llegada a Calahorra comienza su actividad de pastoral escrita. El día de Todos los Santos de 1861 firma su pastoral de ingreso en la diócesis; y junto a los saludos, bendiciones y parabienes de rigor, ofrece también su adhesión a la Exposición que Costa y Borrás ha escrito en contra de los desvíos antirreligiosos de la prensa. El 1-I-1862 publica su pastoral sobre La Tolerancia. Es un ataque afilado y duro contra los Gobiernos centristas de O’Donnell, que tratan de sobrevivir y dar continuidad a la situación permitiendo una mayor holgura de expresión al liberalismo progresista y al librepensamiento. En este documento aludía al periódico Irurac-bat, citando algunos párrafos del mismo incursos en la condena de esta pastoral. El periódico se apresuró a presentar sus disculpas con total sumisión e integridad católica. Y muy probablemente se refería a este incidente un despacho del nuncio Barili al cardenal Antonelli en el que se estimaba que Monescillo había molestado a algunos de sus diocesanos por cierta imprudente acometividad. El 2-II-1862 vuelve a la carga con otra Exposición a la Reina en la que envuelve una fatídica predicción. La Real Orden de 4-VII-1863, por la que pasaba a la autoridad civil la censura de libros y papeles que tratasen de materias religiosas, provoca una nueva Exposición de Monescillo. Algo semejante pretendían los decretos de 26 de septiembre y 23 de diciembre de 1863 en materia de enseñanza; Monescillo los ataca en nombre de “la quietud de los padres de familia”. Las Exposiciones de Monescillo son parte de una campaña con la que el episcopado español hizo imposible la supervivencia de O’Donnell. Dicha campaña fue excesiva e infeliz por el crecido número de prelados que se llamaban a la parte en las protestas. Monescillo cae fuera de esta responsabilidad, porque de ordinario él era el iniciador, tras recoger la antorcha de Costa y Borrás a la muerte de éste, y en ello no se dejaba llevar por una inconsiderado mimetismo, como sucedía con otros prelados, sino que obedecía a su sentir tradicionalista y a sus principios antitransaccionistas” .
La hemos recogido porque nos parece una aceptable síntesis de los escritos del obispo, remitiendo al lector que quiera ampliar sus conocimientos a la exhaustiva relación de Sanz de Diego, con referencia al Boletín Eclesiástico en que aparecieron . No podemos aceptar, en cambio, sus consideraciones finales sobre la actitud del episcopado y su campaña anti O’Donnell porque no nos parecen acertadas. Monescillo no recogió la antorcha del gran Costa y Borrás en Calahorra porque, al morir el arzobispo de Tarragona en abril de 1864 el pontificado del obispo de Calahorra estaba ya prácticamente concluido. Además, creemos que sería más culpable, en una campaña, quien la inicia y da los argumentos que quienes se asocian a estos. Y, por último, las denuncias que se hacían estaban más que justificadas. Y aun estaba por llegar el gesto del Duque de Tetuán que le haría imposible para el episcopado español y para muchos católicos de este país: el reconocimiento del Reino de Italia, en abierto ultraje al Papa despojado y al catolicismo y que sólo pretendía conseguir la benevolencia de los revolucionarios. Pero eso ocurrió ya cuando Monescillo era titular de la mitra jiennense.
El periodista demócrata Eugenio García Ruiz arremetió, desde El Pueblo, contra la citada pastoral de Monescillo sobre la tolerancia y después recogió esos artículos (enero y febrero, 1862), y los que había publicado contra los neos en septiembre del año anterior, en su libro La intolerancia religiosa y los hombres de la escuela absolutista (Madrid,1862). El periodista fue contestado por el entonces secretario de cámara de Monescillo y no mucho más tarde famosísimo canónigo, Vicente Manterola, con un folleto titulado Ensayo sobre la tolerancia religiosa en la segunda mitad del siglo XIX . La polémica estaba servida y el nombre del obispo lanzado a la fama. Ambos eclesiásticos, Monescillo y Manterola, grandes amigos y fidelísimo colaborador el segundo del primero, aparecían unidos ante la opinión pública. Algunos años después, ya en la Gloriosa, sus nombres estarían en boca de todos los católicos españoles. Pero no fue su colaborador el único que salió en defensa del obispo tras tan resonante pastoral. Hemos visto citado el trabajo de un sacerdote, Sebastián Pérez Alonso, seguramente diocesano, por la materia y el lugar de impresión, en el mismo sentido: Defensa de la Pastoral del Ilmo. Sr. Obispo de Calahorra sobre la tolerancia religiosa y exposición genuina de la doctrina de la Iglesia sobre tan importante materia, por el presbítero...
Todo eso contrastaba con la frialdad que siempre le manifestó Calahorra, acentuada cuando por motivos de salud, o por no encontrarse a gusto en aquella ciudad, trasladó su residencia a La Calzada . Todo ello hacía que el obispo estuviera deseando cambiar de diócesis y, ante la hostilidad calagurritana y el agravamiento de sus males, presentó la dimisión a la reina, comunicando al nuncio que más tarde dirigiría al Papa la renuncia. Sanz de Diego se interroga, con toda razón, acerca de los motivos que llevaron a un obispo tan antirregalista como Monescillo a optar por la vía civil para lograr la renuncia. Y lo achaca a su desconfianza hacia el nuncio . Al que repetidamente había solicitado que le cambiaran de diócesis, casi desde el momento en que llegó a Calahorra , sin que Barili pareciera atender sus reiteradas peticiones . Por lo que recurrió a algunos políticos amigos para que recomendasen su traslado . Pero no era así, pues consta que a la muerte del obispo de Cádiz, Arbolí, Monescillo era el preferido del nuncio para aquella diócesis pero el empeño de la reina por Fray Félix Arriete no permitió el traslado . Un fuerte ataque epiléptico que, sin antecedentes, se presentó el 22 de diciembre de 1864, agravó la situación .
La excelente exposición a la reina del arzobispo de Burgos y sus sufragáneos (21-III-1865), con motivo del pase de la Quanta cura y del Syllabus, la firma ya Monescillo como obispo de Calahorra, electo de Jaén .
El ministro de Gracia y Justicia le propuso Almería que Monescillo declinó aduciendo el clima, las difíciles comunicaciones de la diócesis y una vez más su mala salud. Y sugirió Jaén . Le pareció la propuesta bien al Gobierno y, aunque para ello había que trasladar a Almería a quien ocupaba Jaén, Rosales, que a última hora dudó sobre la conveniencia del traslado. Al fin, todos de acuerdo, fue Monescillo preconizado obispo de Jaén en el consistorio del 27 de marzo de 1865 . Los datos de Guitarte son especialmente desgraciados en lo que se refiere a Monescillo pues dice que fue nombrado obispo en 1884 aunque señala como fecha de consagración el 6 de octubre de 1861 y omite su paso por Jaén .
Es preciso, para terminar con Monescillo en Calahorra, referirnos a sus relaciones con las autoridades civiles. Por la Reina tuvo siempre respeto y deferencia e, incluso, "una confianza y cariño que excedía los límites fríos del protocolo" . Tres cualidades de Isabel II le satisfacían especialmente: su afecto filial a Pío IX, su piedad y sus obras de caridad . Cuando los ataques que recibió la reina con motivo de El Rasgo castelarino, el obispo, en propio nombre y en el de su clero, le dirigió un mensaje de adhesión .
Con el Gobierno las relaciones fueron más frías. El nuncio Barili había pasado de una hostilidad inicial hacia O'Donnell a un modus vivendi que podríamos calificar de hasta cómodo . Pero muchos obispos españoles no eran tan acomodaticios como el nuncio y Monescillo estaba entre ellos. Y colaboró a su descrédito .
Le alegró el cambio del duque de Tetuán por el de Valencia, que ciertamente era mucho más considerado con la Iglesia , pero eso corresponderá ya a su pontificado jiennense.
La condena por varios obispos españoles de Los miserables de Víctor Hugo llevó, en uno de los últimos coletazos del ya insostenible regalismo hispánico, a una de esas situaciones absurdas que tanto se prodigaron en la primera mitad del siglo XIX. El ministro de Gracia y Justicia pide explicaciones a los prelados. El de Gobernación sometió días después, por Real Orden, la censura de libros al poder civil. Monescillo lo consideró una agresión a los derechos de Iglesia y un desprecio a los obispos. Y así se lo comunicó a la reina . Además de la famosa novela de Hugo prohibió también, en abril de ese mismo año de 1863 la novela La judía errante” . De la que no teníamos noticia. Seguramente se escribió al rebufo del éxito de El judío errante, de Eugène Sue (1804-1857), cuya opera omnia fue incluida en el Indice por decreto de 22 de enero de 1852 .
No terminaría en Jaén la carrera eclesial de Monescillo pues el 22 de junio de 1877, según Guitarte, en un texto como decimos desgraciado pero que en esto acertó, como confirman La Gerarchia Cattolica , Martín Tejedor , Sanz de Diego y Robres y ratifica el año Cuenca . En este caos de fechas en los que todavía se mueve nuestra historia eclesiástica, en la que no son precisamente los clérigos los más cuidadosos en tratarla, nos encontramos con que Montijano anticipa la fecha en un año, al 22 de junio de 1876 , año que confirma Ruiz Fidalgo , mientras que Catholic-Hierarchy dice que el nombramiento como arzobispo de Valencia se produjo el 22 de junio de 1878. Por ser esta última una web, sometida a correcciones posteriores, ese dato figura en la misma a veintitrés de diciembre de 2004.
Siendo arzobispo de Valencia fue creado cardenal el 10 de noviembre de 1884, en el mismo consistorio que fray Ceferino González y Díaz Tuñón . El 11 de julio de 1892 fue nombrado arzobispo de Toledo, primado de España . Morirá en la capital de su archidiócesis el 11 de agosto de 1897 .
Fue, sin duda, el nombre más conocido de entre todos los obispos calagurritanos del siglo XIX, de personalidad recia y difícil, Monescillo se hacía notar donde estuviera y, por supuesto, en cualquiera de las diócesis que rigió. Pero en Calahorra tuvo su aprendizaje y fue después cuando su nombre tuvo resonancia nacional. Aun así, no se puede decir que pasara desapercibido.
10.-Fabián Sebastián Arenzana y Magdaleno (1865-1874)
En Madrid nació el 20 de enero de 1813 Fabián Sebastián Arenzana y Magdaleno. Cura ecónomo de la parroquia de San Pedro el Real de la capital de España y Chantre de la Iglesia primada . Cuenca nos dice, además, que fue abreviador de la Nunciatura y vicario general de Toledo . Era licenciado en Teología .
De estos años sacerdotales de Arenzana encontramos una pintoresca referencia en un folleto antiinmaculista de un estrafalario religioso secularizado, el dominico Braulio Morgáez Carrillo que, más que hereje, debía tener algo perturbadas sus facultades mentales . Refiriendo su peripecia, que le llevó a prisión y a apartarse del dogma de la Iglesia, dice: "acudí con mis gestiones al Teniente Vicario, Don Sebastián Arenzana, que era el encargado del oficio de Juez (en la archidiócesis toledana), para entender y fallar este negocio. A fuerza de escritos míos pude conseguir que se me diese traslado de lo actuado contra mí, pero mandando el Juez que nombrase procurador, y alegase bajo dirección de letrado" . "Si Don Sebastián Arenzana fuese sacerdote de instrucción, o tuviese algún respeto a las leyes de la Iglesia, nunca hubiera mandado que yo expusiera bajo la dirección de letrado y por medio de procurador, cuando mandó que se me diera traslado de los antecedentes reunidos contra mí" . "Este hombre de iniquidad debía manifestar desde luego que lejos de ser sacerdote de Cristo era ministro del Infierno" . "Este Juez inicuo", "un necio", "el hombre más estólido o más malvado que se puede encontrar entre todos los individuos del clero español" , se debió quedar tan fresco ante exabruptos semejantes. Y convencido de que, si quienes negaban la Inmaculada Concepción, recién proclamada por Pío IX, le obsequiaban con tales dicterios, estaba Arenzana del lado de la verdad.
Fue presentado para esta diócesis por Isabel II para sustituir a Monescillo, el 19 de mayo de 1865 y preconizado el 25 de septiembre de ese año, según Moreno Cebada , Catholic-Hierarchy y Guitarte , o en el mismo día y mes pero del siguiente 1866 según T. y J. M. Marín , año 1866 que confirma Ruiz Fidalgo sin precisar día y mes . Si la fecha de presentación es la del 19 de mayo de 1865 parece mucho tiempo el transcurrido -casi año y medio- hasta la confirmación por Roma si la retrasamos hasta 1866, salvo que hubiera habido un rechazo pontificio a la persona que tuviera que vencerse con largas negociaciones.
Moreno Cebada da la fecha basado en la relación de todos los asistentes al Concilio que sin duda copió de alguna de la época y en la que aparece Arenzana preconizado en el mismo consistorio que los obispos de Badajoz y Málaga, Ramírez Vázquez y Pérez Fernández, que lo fueron el 25 de septiembre de 1865, aunque este último en aquella fecha como obispo de Coria. Hemos encontrado otro dato que confirma el año 1865. Sanz de Diego dice que Arenzana encontró "poco después de llegar a la diócesis" los seminarios "casi desiertos" . Situación que había variado al comenzar el curso 1866-1867 . Teniendo en cuenta que si al inicio de ese curso, 1865, aun no había sido preconizado Arenzana, y por tanto no había sido consagrado ni tomado posesión, es el año 1865 el que debe prevalecer, aunque tengamos que lamentar que los estudios más modernos, como son los de Ruiz Fidalgo y los hermanos Marín, en vez de aclarar errores induzcan a ellos. Porque no parece verosímil que el obispo nombrado tres días antes, cuando posiblemente aun no le hubieran ni comunicado a Toledo el nombramiento, se pusiera a escribir al nuncio sobre la situación de su seminario, de cuyo estado no tendría ni idea. Otra cosa sería que la carta fuera una expresión de agradecimiento o poniéndose a su disposición por el honor que le llegaba. La citada carta de Arenzana al nuncio es del 28 de septiembre de 1866 .
Ahora será Moreno Cebada el que incurra en un error pero en este caso es claro que no se trata más que de una errata de imprenta. Nos dice que fue consagrado en la parroquia de San Ginés de Madrid el 7 de enero de 1865 que, evidentemente, tiene que ser 1866 , como confirman Guitarte y Catholic-Hierarchy. Actuó de consagrante el cardenal Alameda, asistido del arzobispo titular de Trajanopolis, Claret, y del obispo titular de Arca, auxiliar de Toledo, Crespo Bautista . Tomó Arenzana posesión de su sede el 11 del propio mes e hizo la entrada solemne en la diócesis el 20 del mismo . Los hermanos Marín dan como fecha de la toma de posesión el 10 de octubre de 1866 .
Su trayectoria posterior fue la de un discreto obispo de una discreta diócesis. Gran Cruz de Isabel la Católica , distinción que solía recaer en casi todos los prelados, poco belicoso inicialmente ante la revolución de 1868, por lo que fue uno de los obispos felicitados por Ruiz Zorrilla dada su actitud ante la Circular contra el clero , aunque había firmado, con su arzobispo y los demás sufragáneos, la protesta por los decretos anticatólicos de octubre (29-X-1868), siendo la castellana la adelantada en la queja, si bien pronto la siguieron las demás . Rodríguez de Coro nos habla de otra protesta colectiva de los obispos de la metropolitana burgalesa fechada el 19 de diciembre de ese mismo año .
Asistente al Concilio Vaticano, por donde pasó sin pena ni gloria, aunque ciertamente sería, como todos los españoles, abiertamente infalibilista, suscribió desde allí las protestas de nuestro episcopado por las medidas anticatólicas del Gobierno . La más conocida fue la protesta contra el proyecto de matrimonio civil dirigida a las Cortes constituyentes. Es la única que recoge Iribarren en los Documentos colectivos del episcopado español . Está fechada el 1 de enero de 1870 y la suscriben los cardenales de Sevilla y Valladolid, de la Lastra y Moreno, el patriarca de las Indias, los arzobispos de Zaragoza, Valencia, Granada, Tarragona y Burgos y los obispos de Urgel, Cartagena, Lugo, Tarazona, Zamora, Sigüenza, Avila, Menorca, Puerto Rico, Cuenca, Orihuela, Salamanca, Astorga, Santander, Jaén, Huesca, Tortosa, auxiliar de Toledo, Barcelona, Lérida, Gerona, Tuy, Málaga, Calahorra, Badajoz, Palencia, Vich, Guadix, Orense, Oviedo, Canarias y Coria.
Iribarren desconoce otros documentos colectivos salidos de Roma pero hubo más. Y muy importantes. El 26 de abril de 1870 exponen al Regente del Reino sobre el juramento del clero a la Constitución . Y, al día siguiente, 27 de abril de 1870, a las Cortes sobre los proyectos en materias eclesiásticas que el ministro de Gracia y Justicia había remitido a las mismas . En este documento falta la firma del obispo de Urgel, Caixal. Como no existe la menor duda de que aquel belicoso prelado suscribía enteramente el contenido de la exposición apenas caben dos hipótesis sobre la ausencia. Teniendo en cuenta que el gobierno de España le había prohibido la salida del territorio nacional y él, aprovechando su situación fronteriza hizo caso omiso de aquella prohibición, presentándose en Roma, cabe que su nombre entre los firmantes pensaran los obispos que irritaría a las Cortes y decidieron que no firmara. O que el Boletín de Tuy lo hubiera omitido por error al escribir los nombres de los obispos. Aunque parece demasiada casualidad que la omisión recayera en el prelado de Urgel.
Todavía firmarían los obispos residentes en Roma un cuarto documento –tres han sido pues los que se le pasaron a Iribarren-, dirigido al regente, que lo era el general Serrano, sobre el estado de abandono en que se encuentra el culto y clero al no abonársele las cantidades estipuladas (9-VII-1870) . Este escrito lo firman “por sí y en nombre de los demás prelados españoles residentes en Roma”, los cardenales de la Lastra y Moreno, los arzobispos de Zaragoza, Valencia, Granada y Burgos y el obispo de Cuenca . La inclusión del obispo Payá se debió, sin duda, al enorme éxito que acababa de tener en el aula conciliar al dejar conclusa, tras su brillantísima peroración, la discusión sobre la infalibilidad. Cierto que la intervención de Arenzana en todos estos documentos debió ser, simplemente, la de firmante adherente. Pero, aun así, no debemos silenciar su participación en ellos.
Suscribe también -en su firma habitualmente suprime el Fabián-, con los demás sufragáneos de Burgos el mensaje de protesta por la conquista de la capital de la Cristiandad , reclama contra la Real orden que declaraba naturales a los hijos habidos de solo matrimonio canónico (30-I-1872) y contra la agencia de preces y el pase regio, reliquias del peor regalismo que eran ya insostenibles después de las condenas del Syllabus (6-IV-1872) . Fue uno de los obispos que asisten en 1872 a la consagración del templo del Pilar y, con los demás asistentes, expuso a las Cortes contra el proyecto de Montero Rios fijando el presupuesto de obligaciones eclesiásticas y las relaciones económicas entre el clero y el Estado y contra el impago de las asignaciones al clero .
Pese a su primera actitud conciliadora con la revolución, fue procesado y detenido en 1870 -sería a su vuelta del Concilio- , según nos refieren los Marín y Ruiz Fidalgo , aunque no hemos encontrado más referencias de tal suceso. En 1867 se instaló en Haro la obra de las escuelas Dominicales, suponemos que con gran contento de Arenzana .
Murió en Santo Domingo de la Calzada el 5 de noviembre de 1874 y está enterrado en aquella catedral .
No fue de los obispos que se hicieron notar especialmente en la diócesis.
11.-Gabino Catalina del Amo (1875-1882)
Escasos son los datos que han llegado a nosotros de este obispo. Preconizado para la sede de Calahorra el 5 de julio según Catholic-Hierarchy, el mismo día de agosto, según Echeverría o el 18 de noviembre de 1875, según los hermanos Marín, de quienes menos nos fiamos , ya en plena Restauración alfonsina, siendo consagrado en San Isidro de Madrid el 24 de octubre de 1875 (lo que, de ser cierto, anula la última fecha) por el nuncio Simeoni, asistido del anterior arzobispo de Manila, Melitón Martínez y del obispo de Astorga, Brezmes . Fue uno de los obispos que asistieron a la peregrinación nacional al Pilar en abril de 1880 . Falleció poco después, el 10 de enero de 1882 .
Había nacido en Budia (Guadalajara) el 19 de febrero de 1817, pueblecito situado en las inmediaciones del pantano de Entrepeñas. Fue ordenado sacerdote en 1843 . Dirigió el Seminario de Sigüenza como rector . Cuenca nos dice que era de “familia acomodada” . Estudió en el seminario de Cuenca y se licenció en Cánones, doctorándose en Teología . Fue canónigo en Sigüenza y Toledo y director de un Instituto aunque Cuenca no nos dice donde . Sería en Sigüenza, caso de que tuviera Instituto o más probablemente en Toledo.
Era hermano "del ministro y escritor Severo Catalina, tan influyente en el ánimo de Isabel II" . Y aunque fue nombrado obispo después de que el político dejara los cargos de gobierno -fue ministro de Marina con Narváez (13-II-1868-23-IV-1868) ¡Qué sabría don Severo de Marina! y de Fomento con González Bravo (23-IV-1868-19 ó 20-IX-1868) y en el efímero y casi inexistente Gobierno de Concha -, pensamos que la promoción tal vez no fuera ajena al parentesco. Fue de los obispos más próximos a la Compañía de Jesús, a la que estaba dispuesto a entregar el monasterio de San Millán de la Cogolla .
Ignoramos cual fue su participación en la famosa peregrinación a Roma de 1876 por cuanto en la crónica de la misma Carbonero y Sol apenas dice que habiendo pedido noticias de su intervención a los obispos españoles, no tuvo respuesta de los de Toledo, Calahorra, Cartagena, Lugo y Zamora. Aunque añade que "por noticias fidedignas sabemos que la bendijeron y recomendaron con eficiencia, procurando que el número de peregrinos, donativos y funciones religiosas correspondiera al catolicismo y piedad de sus diocesanos y a la mayor gloria de la peregrinación" . No disponemos de datos que confirmen lo que vamos a decir pero siendo su hermano tan fidelísimo servidor de la Reina constitucional no creemos que el obispo tuviera simpatías carlistas. Y aunque, por supuesto, podríamos equivocarnos, no hemos encontrado ningún dato que invalide nuestra suposición.
Su respuesta a la carta de los promotores de la Unión Católica de Alejandro Pidal y Mon (16-I-1881) es protocolaria y algo pretenciosa, al transcribir largos párrafos de una reciente instrucción pastoral suya que ocupa prácticamente la carta . Poco después (10-III-1881) dirige una exposición al rey con motivo de la Circular de Albareda, adhiriéndose a la que había enviado la Unión Católica, lo que nos parece un signo de simpatía que confirmaría lo que acabamos de decir . Es un escrito muy aceptable.
Ya menos personal, pues se limitó a firmarla como los demás sufragáneos de la provincia eclesiástica de Burgos, es la exposición al rey Alfonso XII pidiendo su mediación y la del Gobierno para que se le devuelvan al Papa -todavía Pío IX- sus Estados (16/5/1877) y la que al año siguiente los mismos dirigieron al Congreso con motivo de la Ley de Instrucción Pública (8-IV-1878). Excelente exposición esta última que, sin embargo, creemos debe ser contabilizada en el haber del arzobispo Rodrigo Yusto . La primera hemos podido leerla.
Asistió, siempre en Madrid, a la consagración del obispo de Menorca, Mercader (30-XI-1875) y a la de los de Avila y Pamplona, Sánchez Carrascosa y Oliver (12-XII-1875) , seguramente antes de salir para su diócesis
En 1879 fue elegido senador por la provincia eclesiástica de Burgos . En diciembre de 1881 abrieron las Hermanitas de los Ancianos Desamparados la casa de Calahorra lo que debió ser una bendición de Dios para los mayores necesitados del obispado .
Tampoco Catalina fue de los prelados cuyo paso por la diócesis deja huella permanente.