"La esperanza tiene dos hermosas hermanas: indignación y coraje" Solo nos queda la esperanza: un árbol que se dobla pero no se quiebra

Árbol
Árbol Mehdi Sepehri

¿A qué agarrarse? El espíritu humano rechaza el absurdo y busca siempre un sentido que vuelva la vida apetecible. Nos queda un único soporte: la esperanza. Ella es como un árbol: se dobla pero no se quiebra

Como nos fue mostrado antropológicamente, la esperanza es más que una virtud junto a otras virtudes. Ella representa, independientemente del espacio y del tiempo histórico, ese motor interior que nos hace proyectar sin cesar sueños de días mejores, utopías viables, caminos aún no recorridos que pueden significar una salida hacia otro tipo de mundo

En 2023 han ocurrido hechos que nos asombran y nos obligan a pensar: en Brasil hubo un intento frustrado de golpe de estado, dos eventos extremos sobrecogedores: grandes inundaciones en el Sur y sequías devastadoras en el Norte, seguidas de inmensos incendios. Todo indica que esta situación se va a repetir con frecuencia.

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A nivel internacional la prolongación de la guerra Rusia-Ucrania, el atentado terrorista del brazo armado de Hamás de la Franja de Gaza que provocó un reacción violentísima por parte del gobierno de extrema-derecha de Israel y sus aliados sobre toda la población de la Franja de Gaza, con visos de genocidio. Y lo más grave, con el apoyo ilimitado del presidente católico Joe Biden.

Un hecho que tal vez no puede en modo alguno ser pasado por alto es la Sobrecarga de la Tierra (The Earth Overshoot), anunciado por la ONU a finales de agosto. Esto quiere decir que todos los  bienes y servicios naturales que la Tierra ofrece para la continuidad de la vida llegaron a su límite ese día. Necesitamos más de una Tierra y media para atender el consumo humano, muy especialmente el de los países ricos y consumistas. Como está viva, la Tierra reacciona a su modo,  enviándonos más enfermedades víricas, más eventos extremos y calentándose cada vez más. Este último hecho es de consecuencias imprevisibles, pues hemos sobrepasado el punto crítico. El año 2023 ha sido el más caliente desde hace miles de años. La ciencia y la técnica solo nos ayudan a prevenir y aminorar los efectos dañinos, pero ya no pueden evitarlos. Este cambio climático es responsabilidad de los países industrialistas y consumistas y poquísimo de las grandes mayorías pobres del mundo. Por tanto, es un grave problema ético.

Emisión de gases a la atmósfera
Emisión de gases a la atmósfera Malcolm Ligthbody

Existe además el peligro de un conflicto nuclear, pues Estados Unidos no renuncia a ser el único polo que controle todos los espacios del planeta, no aceptando la multipolaridad. Si esa guerra nuclear generalizada ocurriera, sería el fin de la especie humana y de gran parte de la biosfera. Algunos analistas piensan que será inevitable; va a ocurrir no sabemos cuándo ni cómo, pero las condiciones ya están dadas.

Además hay que reconocer que está en auge la crisis del modo de habitar el planeta (devastándolo) y de organizar las sociedades, en las cuales reinan injusticias inhumanas. Bien nos lo ha advertido innumerables veces el papa Francisco: tenemos que cambiar, en caso contrario, estando todos en el mismo barco, nadie se salvará.

Estos escenarios tenebrosos han llevado a una buena parte de la humanidad al desamparo y a la conciencia del fracaso de la especie humana, particularmente con el ocaso completo del  sentido ético y humanístico que permite presenciar, a cielo abierto y a la vista todos, el exterminio de un pueblo en la Franja de Gaza, principalmente miles de niños asesinados bajo los bombardeos ininterrumpidos de las fuerzas de guerra de la ocupación israelí. No son pocos los que se preguntan: ¿merecemos aún estar sobre la faz de la Tierra a la que destruimos sistemáticamente  violentando sin escrúpulos a sus humanos hijos e hijas así como a los organismos de la naturaleza que nos sustentan? ¿no es eso el preaviso de nuestro fin como especie? Cabe recordar que nosotros entramos en los ultimísimos momentos en el largo proceso evolutivo, dotados de gran agresividad. ¿Será que entramos para destruir trágicamente nuestro mundo?

Las propias religiones, fuentes naturales de sentido, participan de la crisis de nuestro paradigma civilizatorio y en muchas de ellas está vigente el fundamentalismo violento

En este contexto enmudecen las grandes utopías. La razón moderna se ha mostrado irracional al construir el principio de autodestrucción. Las propias religiones, fuentes naturales de sentido, participan de la crisis de nuestro paradigma civilizatorio y en muchas de ellas está vigente el fundamentalismo violento.

¿A qué agarrarse? El espíritu humano rechaza el absurdo y busca siempre un sentido que vuelva la vida apetecible. Nos queda un único soporte: la esperanza. Ella es como un árbol: se dobla pero no se quiebra. Como nos fue mostrado antropológicamente, la esperanza es más que una virtud junto a otras virtudes. Ella representa, independientemente del espacio y del tiempo histórico, ese motor interior que nos hace proyectar sin cesar sueños de días mejores, utopías viables, caminos aún no recorridos que pueden significar una salida hacia otro tipo de mundo.

San Agustín
San Agustín

Se atribuye a San Agustín, el mayor genio intelectual y cristiano de Occidente, africano del siglo V de la era cristiana, la siguiente afirmación que eventualmente puede animarnos:

Todo ser humano está habitado por tres virtudes: la fe, el amor y la esperanza. Dice el sabio: si perdemos la fe no por eso morimos. Si fracasamos en el amor, siempre podemos encontrar otro. Lo que no podemos es perder la esperanza, pues la alternativa a la esperanza es el suicidio por la absoluta falta de sentido de vivir.

Entre tanto, la esperanza tiene dos hermosas hermanas: indignacióncoraje. Por la indignación rechazamos todo lo que nos parece malo y perverso. Mediante el coraje, empeñamos todas nuestras fuerzas para cambiar lo malo en bueno y lo que es perverso en benéfico.

No tenemos más alternativa que enamorarnos de estas dos hermosas hermanas de la esperanza: indignarnos  y rechazar firmemente ese tipo de mundo que impone tantos sufrimientos a la Madre Tierra y a toda la humanidad y la naturaleza. Si no podemos superarlo, por lo menos resistir y desenmascarar su deshumanización. Y tener el coraje de abrir caminos, sufrir por el parto de algo nuevo y alternativo. Y creer que la vida tiene sentido y que le cabe a ella escribir la última página de nuestra peregrinación por esta Tierra.

*Leonardo Boff ha escrito Tierra madura una teología de la vida, São Paulo, Editora Planeta, 2023; Cuidar de la Tierra- proteger la vida: cómo evitar el fin del mundo, Rio de Janeiro, Record y Madrid, Nueva Utopía 2010.

Traducción de María José Gavito Milano

NOTA: Vale la pena leer la reacción de mi traductora, María José Gavito Milano, desde Londres, sobre la situación actual de injusticias. LB

Yo ya no entiendo nada. Los derechos 
humanos que valen para la Ucrania 
ocupada desde hace 3 años, no valen 
para Palestina, ocupada desde hace 75. 
¿Son universales o solo se aplican a los 
“amigos”? En La ONU , dos países contra 
todos los demás bloquean el cese al 
fuego. ¿Es esto democracia?

Un presidente católico lleva tres meses 
seguidos dando el permiso y 
suministrando la munición para matar  
día y noche a 22.600 civiles palestinos, 
sus viviendas, hospitales, escuelas, 
lugares de culto…  ¡Y nadie le dice nada! 

Veo que muchos rabinos judíos 
protestan contra el sionismo, dicen que 
es contrario a los valores judíos; los jefes 
católicos, ni una palabra a este 
presidente católico… nunca hacen las 
guerras en su país, siempre guerras 
delegadas, se meten en los países de los 
demás, que ponen la destrucción y los 
muertos. 

Los pueblos no quieren guerras. Eso por 
lo menos anima un poco.

María José Gavito Milano

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