Mes de María con virus

En este extraño mes de mayo, el recuerdo de la Virgen María puede ser una ocasión para reafirmar nuestra fe y consolidar nuestra esperanza.

Algunas fiestas cristianas han surgido con la buena intención de “cristianizar” un acontecimiento o celebración no cristiana. Algo de eso ha ocurrido con el mes de mayo, dedicado tradicionalmente a honrar a la Virgen María. ¿Cuál es la posible influencia no cristiana que hace de mayo el mes de María? En Grecia, el mes de mayo estaba dedicado a Artemisa, la diosa de la fecundidad. En la antigua Roma, el mes de mayo estaba dedicado a Flora, la diosa de la vegetación. En el hemisferio norte, mayo es el mes primaveral por excelencia. Referencias interesantes, pero lo interesante de verdad es la figura de María, pues en ella encontramos un modelo de fe y un aliento para nuestra esperanza.

El Concilio Vaticano II se refirió a María como “peregrina de la fe”, o sea, como aquella que encuentra su lugar en el seguimiento de Cristo. A María se aplica la bienaventuranza de la fe: felices, sí, verdaderamente felices los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan, como ella lo hacía fielmente. Todo lo demás, comparado con esto, es secundario. Por este motivo, Jesús corrige el elogio que una mujer quiere hacerle piropeando a su madre, como todavía hacemos nosotros al decir: “viva la madre que te parió”. Jesús replica: no se trata de los pechos que me amamantaron ni del vientre que me llevó, sino de acoger la Palabra de Dios. Y ahí, en la acogida de la Palabra, todos tenemos las mismas oportunidades. Para María y para cada cristiano la fe es la cuestión fundamental de su vida: ¿me fío o no me fío de Dios? Sólo así puede cumplirse la última bienaventuranza de Jesús: “dichosos los que creen, sin haber visto”.

Por otra parte, María es aliento para nuestra esperanza, tal como reza la Salve. En estos tiempos que corremos, la esperanza es más necesaria que nunca. Para todos. Pero sobre todo para aquellos que siguen todavía bajo el influjo del covid-19, bien porque lo están padeciendo, bien porque viven el duelo de no haber podido despedir a los suyos, bien porque la crisis sanitaria les impide trabajar y temen perder su medio de vida. Una persona afectada me ha dicho: “lo que necesito es un abrazo”. Sí, el virus es un mal bicho, pero el aislamiento y la soledad que produce aumentan el daño. Por eso es importante la labor que podemos hacer como cristianos, acompañando a esas personas, aunque sólo sea virtualmente. Un abrazo virtual no es un abrazo perfecto, pero puede ser un signo de cómo nos abraza ahora Dios y de cómo la dulce Virgen María nos ampara.

Volver arriba