La Trinidad hace posible la Eucaristía

Ahora que se acercan dos fiestas importantes, el domingo de la Santísima Trinidad y el día del Corpus, resulta interesante notar la profunda relación que hay entre el misterio Trinitario y el misterio eucarístico

Ahora que se acercan dos fiestas importantes, el domingo de la Santísima Trinidad y el día del Corpus, resulta interesante notar la profunda relación que hay entre el misterio Trinitario y el misterio eucarístico. Hay un principio fundamental que permite comprender esta relación: las tres personas divinas siempre están unidas, y allí donde está una, están las otras dos. Por tanto, si la Eucaristía es presencia de Cristo, también es presencia trinitaria, porque Cristo es inseparable del Padre y del Espíritu. Las tres personas de la Trinidad divina actúan siempre al unísono.

Las personas de la Trinidad son explícitamente nombradas en los cuatro primeros pasos de la Eucaristía: en la invocación inicial, en el saludo del presidente a la asamblea, en el canto del Gloria y en la oración colecta. Aparecen de nuevo en la bendición con la que concluye la celebración. Y antes aparecen varias veces más, por ejemplo, en el Credo y en la doxología (“Por Cristo, con él y en él…”).

Lo más importante es que la Trinidad hace posibles las dos mesas de la Misa, la de la palabra y la eucarística, que al decir del Concilio Vaticano II, “están tan íntimamente unidas, que constituyen un solo acto de culto”. Cristo se hace presente en la eucaristía, como en el resto de los sacramentos, gracias a la acción del Espíritu Santo. Por eso, la plegaria eucarística está dirigida al Padre, al que se le pide que santifique “estos dones por la efusión del Espíritu” para que así se conviertan en cuerpo y sangre de Cristo. Y una vez recordadas las palabras del Señor en su última cena, la liturgia indica que este memorial del Hijo se ofrece al Padre para que infunda su Espíritu en los que participamos de la mesa del Señor.

Lo mismo ocurre con la mesa de la Palabra: La Palabra de Dios Padre, que es su Hijo, se hace presente a través de las lecturas bíblicas y es acogida en los corazones de los creyentes gracias a la acción del Espíritu Santo. La Trinidad entera hace posible la Eucaristía y en la Eucaristía se hace presente. Y así, como dice san Cipriano, toda la Iglesia aparece como “un pueblo reunido en virtud de la unidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”.

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