Voces que claman y piden respuestas

Hay clamores que tienen sus buenas razones. El problema aparece cuando esas razones no convencen a quienes tienen capacidad de respuesta. Los emigrantes, por ejemplo, piden pan y hospitalidad

La queja debe ser consustancial al ser humano. Seguramente porque siempre busca remedios a sus limitaciones y necesidades. Y busca remedios porque piensa que sus males tienen solución. El problema aparece cuando esos remedios que busca no están en sus manos, aunque quizás sí estén en las manos de otros. Entonces, la queja, que es una petición, puede desembocar en el vacío, bien porque nadie la escucha, bien porque quienes la escuchan no pueden o, lo que es peor, no quieren responder.

Las voces que claman piden respuestas. Hay clamores, reclamaciones, que tienen sus razones y son muy sensatas. El problema aparece cuando estas razones o no son comprendidas, o son mal interpretadas, o no convencen a quienes tienen capacidad de respuesta. Cuando quién tiene buenas razones no encuentra respuestas, puede levantar aún más la voz o, peor aún, acompañar el reclamo con acciones violentas. En cualquier caso, una reclamación no satisfecha es el embrión de un posible enfrentamiento.

Ocurre también que las voces que claman pueden provenir de distintos lugares o personas y reclamar cosas diferentes. De nuevo aquí tenemos otra posible causa de enfrentamiento. Los emigrantes piden pan. Pero quienes escuchan la petición pueden pedir guardar para sí el pan que ellos se han ganado. Es evidente que, al menos, de entrada, los que llegan aún no han ganado nada. Esos que no han ganado nada puede clamar para que se les den los medios para ganarlo. Siempre es posible contra argumentar que no hay medios suficientes para todos.

Los emigrantes piden hospitalidad. Pero el que ocupa una casa tiene buenas razones para considerar que es sólo suya, y además que el espacio de la casa es limitado y que apenas cabe él y su familia; y, por tanto, buenas razones para reclamar que le entreguen una casa más amplia. Todos tenemos buenas razones, pero si además tenemos buen corazón, los que pretendemos conservar para nosotros solos nuestra casa, nos moveremos para reclamar a las autoridades espacios de acogida, que no son propiedad de las autoridades, sino de todos los buenos ciudadanos que los sufragan con sus impuestos.

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