Pascua ¡Aleluya!

Pascua
Con la vigilia de Pascua empieza lo que la Iglesia cita como la solemnidad de las solemnidades, la fiesta más grande la liturgia cristiana, porque sin la resurrección de Jesús nuestra fe sería vana, dice San Pablo.

Comenta el P. Alexandre Olivar, que la Iglesia inspirándose en la tradición judía quiere que haya una celebración anual de la Pascua en la cual la resurrección del Señor no sea un tema meramente rememorado, como en la celebración semanal del domingo, porque la festividad pascual ya desde los primeros siglos de la historia del cristianismo es la fecha anual por antonomasia en la cual los catecúmenos mueren y resucitan sacramentalmente al recibir el bautismo en la celebración de la Vigilia, y los ya bautizados renovamos las promesas que realizamos en este día o que nuestros padrinos profesaron en nuestro nombre.

“Aconteció que el primer día de la semana, las mujeres volvieron al sepulcro llevando los perfumes que habían preparado. Al llegar, encontraron que la piedra que tapaba el sepulcro no se hallaba en su lugar, y entraron pero no encontraron el cuerpo del Señor Jesús” (24 1-3). El evangelio nos previene que no hay que buscar a Jesús donde no está. Pero lo que llama la atención es el amor de estas mujeres que prontas van al sepulcro, su amor por Jesús no tiene espera y aunque ellas piensan que Jesús está muerto, su amor por él no ha muerto. El amor perdura siempre. Ahí se encierra la clave de nuestra fe: El amor dura siempre.

Feliz Pascua de resurrección. ¡Aleluya!
Texto: Hna. Maria Nuria Gaza.
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