¿Qué casa quiere el Señor que construyamos?

Ladrillos
“Francisco repara mi iglesia”, es lo que le pareció oír a San Francisco ante el crucifijo de la iglesia medio arruinada de San Damián, cerca de Asís. Él se puso manos a la obra a rehacer el techo de la pequeña iglesia. Más tarde comprendió que el Señor le pedía no reparar una iglesia de ladrillos, sino trabajar para reparar la gran Iglesia que es el pueblo de Dios.

Esta gran casa que es la Iglesia necesita muchos obreros que trabajen en la obra de la evangelización. Necesita de mis manos, de todas mis fuerzas para que la Buena Noticia llegue a todos los rincones de la tierra; es lo que nos dice el evangelio: “La mies es mucha y los obreros pocos”. También el rey David quería construir una casa para el Señor, puesto que el arca de la alianza estaba en una tienda y él vivía en un palacio. Pero el Señor por medio del profeta Natan le dijo que él era quien le construiría una casa durante el reinado de su hijo.

Dios más que templos de ladrillo lo que desea es habitar en el templo que es cada hombre creado a su imagen y semejanza. Llegados a este punto, cabe preguntarse, como mantengo mi templo, ¿limpio y decente para que el Señor se encuentre bien en él o lo tengo dejado, sin cuidar? En este último caso lo que tengo que hacer es volverme a Dios, sacar fuera todo lo que no es digno de su nombre, ni por consiguiente, de un cristiano llamado a ser hijo de Dios. Como nos dice San Pablo: ¿No sabéis que sois templos de Dios y que el Espíritu Santo habita en vosotros? (I Co 3,16). Este templo donde el Señor quiere residir, nadie lo puede destruir a no ser por propia voluntad del hombre. Texto: Hna. María Nuria Gaza.
Volver arriba