El director del Centro San Camilo en el Congreso Iglesia y Sociedad Democrática José Carlos Bermejo homenajea la labor del colectivo sociosanitario durante la Covid: "Gracias por sus miradas y gestos de ternura"

Bermejo, en el Congreso de la Pablo VI
Bermejo, en el Congreso de la Pablo VI

Palabras de José Carlos Bermejo en la inauguración del Congreso Iglesia y Sociedad Democrática organizada por la Fundación Pablo VI en colaboración con la Conferencia Episcopal Española

El director del Centro San Camilo rinde homenaje, en una oración agradecida, al espíritu que guía y ha guiado el servicio de profesionales sanitarios, sociosanitarios y a todos los cuidadores durante la pandemia. En el día a día

"Te damos gracias, Padre bueno, por el diluvio de miradas y gestos de ternura que se han derramado en el mundo entero, en particular, en esos Centros para mayores"

"Deseamos aprovechar esta pandemia para humanizar el mundo de la asistencia sanitaria y sociosanitaria. Deseamos que los médicos sean un poco filósofos, teólogos, que “escuchen como buenos sacerdote, razonen como buenos científicos, actúen como héroes y hablen… como personas normales”

Padre bueno,

Al inaugurar este Congreso y homenajear a los profesionales sanitarios, sociosanitarios y a todos los cuidadores durante la pandemia, te presentamos nuestra conciencia renovada de la importancia de la salud. Lo hemos experimentado en estos años. Sin darnos cuenta, ¡la salud se ha puesto en el centro de la atención! En su valencia preventiva, en la responsabilidad de asistir a los enfermos, en la importancia de paliar y acompañar hasta el morir dignamente desde las posibilidades multidisciplinares de las que somos capaces.

Mientras parece que salimos del “campo de concentración de la incertidumbre” y de todos sus miedos, te damos gracias, Padre bueno, por el diluvio de miradas y gestos de ternura que se han derramado en el mundo entero, en particular, en esos Centros para mayores, criticados en exceso, necesitados de mejora desde el punto de vista estratégico, de las Administraciones que gestionan las políticas sociales, necesitados de personas bien formadas, con competencias blandas, y suficientemente reconocidas por su entrega humana en los tiempos de tanta presión.

Bermejo, en el Congreso
Bermejo, en el Congreso

Gracias, Padre bueno, por todos los que han acompañado y acompañan en el cuidado emocional y espiritual a las personas que han perdido a un ser querido sin pietas humana y cristiana y están en duelo. En pandemia, han vivido la muerte de sus seres queridos con el corazón rasgado, en carne viva, sin poder contemplar el final y cerrar las biografías de los vínculos entrelazados. Gracias por todos los Centros de Escucha que acompañan duelos complicados, a esas personas que han tenido que hacer de sus casas un tanatorio, del mundo digital un templo para hacer asambleas fúnebres digitales.

Gracias, Padre bueno, porque se nos ha metido en los genes la radicalidad del cuidado, aún a riesgo de la vida. Gracias por hacernos conscientes de la peligrosidad del abordaje de los conflictos éticos en clave utilitarista, que nos llevó a excluir a los mayores de recursos. Gracias por abrirnos los ojos para darles prioridad en los procesos de vacunación.

Gracias, Padre bueno, por los que han conjugado el verbo acompañar en esa cuarta persona del singular, desde donde habla el ser espiritual, que ha llevado a creyentes y no creyentes a orar con la mano de moribundos entrelazada, sustituyendo con densidad humana a las personas queridas, a los pastores y … Gracias porque has mostrado que el corazón que nos has regalado, está abierto a la trascendencia y que las posibilidades de la compasión están aún por explorar.

Gracias, Padre bueno, por la medicina como humilde arte, que ha de llevar también a paliar y no solo intentar curar. Bien sabes que, a veces, “la soberbia del sano” (Albert Jovell), no nos deja transitar siempre el puente que va de la biología a la biografía, de la patología a la patobiografía.

Gracias, Padre bueno, por la humanidad del cuidado, del inconformismo ante la soledad no deseada; gracias por los que hacen de las profesiones sanitarias, carismas de una riqueza inescrutada, aún. Gracias por quienes proclaman la humanización como el lugar del encuentro entre “el amor afectivo y efectivo” (San Vicente de Paúl), como latidos complementarios del corazón.

Gracias, Padre bueno, por la esperanza que nos habita, que toma nombre de paciencia, tenacidad, coraje, perseverancia en la lucha contra el virus y sus consecuencias. Gracias por la esperanza que simbolizamos en el ancla del apoyo recíproco, del consuelo y de la solidaridad que nos hacen pensar en que todos las noches –incluso las más oscuras- han pasado con el nuevo amanecer. Gracias por la esperanza de la que queremos dar razón (1Pe 3,15) a golpe de empatía eficaz.

Gracias por el corazón compasivo y empático que nos has regalado, que nos hace sufrir por la guerra y comprometernos con todo aquello que promueve la paz. Nada más contrario a la guerra que el cuidado incondicional a las personas frágiles.

Héroes de la pandemia
Héroes de la pandemia

Al darte gracias por la vida, nos apasionamos para intentar cuidar a los enfermos, personas mayores, familiares… con “el tierno amor que suele sentir una tierna madre para con su único hijo enfermo” (San Camilo). Es ese amor –de la primera conjugación del corazón, que nos urge a poner “más corazón en las manos” (San Camilo), construyendo un puente entre la sabiduría del corazón y la operatividad de las manos.

Gracias, Padre bueno, por enseñarnos en tu Hijo una pedagogía de la muerte, que nos lleva a cuidar la vocación arriesgada de servicio como emoción primordial del deber, (Gregorio Marañón). Ayúdanos a construir puentes entre razón y corazón, entre tecnología y orejas –patenas- sagradas, para recoger el corazón roto del Señor Jesús en cada persona que sufre.

Padre bueno, deseamos aprovechar esta pandemia para humanizar el mundo de la asistencia sanitaria y sociosanitaria. Deseamos que los médicos sean un poco filósofos, teólogos, que “escuchen como buenos sacerdote, razonen como buenos científicos, actúen como héroes y hablen… como personas normales”.


Padre bueno, no nos conformamos pidiendo normalidad porque queremos aprender y vivir nacidos de nuevo (Jn 3,5), más hermanos, más corresponsables con la salud, más sensibles ante los dolientes, más comprometidos con las Residencias, más apasionados por la humanización de la asistencia sanitaria, más promovedores de la cultura del encuentro con sabor a fraternidad. (Francisco, Fratelli Tutti)

Padre bueno, nuestra fe nos compromete en la caridad, a acompañar a las personas que sufren, pero también a prevenir, y también es caridad todo lo que se realiza, aun sin tener contacto directo con las personas, para modificar las condiciones sociales que provocan su sufrimiento. (Francisco. Fratelli Tutti).

Gracias por todos a los que homenajeamos por su solidaridad en el mundo. Amén.

Bermejo
Bermejo

Primero, Religión Digital

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